Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
por los gritos de los policías sudorosos, está dispuesto ahora a hacer una nueva<br />
declaración (quel mot) volviendo del revés su conciencia y rasgando su forro más<br />
íntimo. No planeaba casarme con la pobre Charlotte para eliminarla de algún<br />
modo vulgar, feroz y peligroso; por ejemplo, echando cinco tabletas de bicloruro<br />
de mercurio en su aperitivo. Pero en mi cerebro resonante y nublado se insinuó<br />
un pensamiento farmacopeico, delicadamente relacionado con esa idea. ¿Por qué<br />
limitarme a la modesta caricia enmascarada que ya había intentado? Otras<br />
imágenes de deseo se presentaron ante mí, sonrientes, fluctuantes. Me vi<br />
administrando una poderosa pócima soporífera a madre e hija para acariciar a la<br />
última durante toda la noche, con perfecta impunidad. La casa estaba llena de<br />
los ronquidos de Charlotte, mientras Lolita apenas respiraba al dormir, tan quieta<br />
como una niña pintada. «Mamá, juro que Kenny no me tocó siquiera». «O tú<br />
mientes, Dolores Haze, o fue un íncubo». No, no iría tan lejos.<br />
Así urdía y soñaba Humbert el íncubo, y el rojo sol del deseo y la decisión<br />
(las dos cosas que crean un mundo viviente) estaba cada vez más alto, mientras<br />
en una sucesión de balcones una sucesión de libertinos con vasos centelleantes<br />
en las manos brindaban por la maravilla del pasado y las noches futuras.<br />
Después, metafóricamente, arrojé el vaso e imaginé, lleno de osadía (pues esas<br />
visiones me habían embriagado, sacudiendo la quietud de mi naturaleza), cómo<br />
podía extorsionar –no, ésta es una palabra demasiado fuerte–, cómo podía<br />
persuadir a Haze, amenazando a esa pobre paloma enamorada con abandonarla<br />
si trataba de impedirme que jugara con mi hijastra legal. En una palabra, ante<br />
una oferta tan sorprendente, ante semejante variedad y vastedad de<br />
alternativas, me sentía tan indefenso como Adán en la pre-exhibición de historia<br />
oriental primitiva, reflejada en su huerto de manzanos...<br />
Y ahora, tomemos en cuenta esta importante observación: el artista que<br />
hay en mí ha cedido paso al caballero. Sólo con gran esfuerzo de voluntad, he<br />
conseguido ajustar el estilo de estas memorias al tono del diario que llevaba<br />
cuando la señora Haze no era sino un obstáculo para mí. Ese diario mío ya no<br />
existe; pero he considerado que mi deber es preservar su entonación, por falsa y<br />
brutal que ahora me parezca. Por fortuna, mi historia ha llegado a un punto en<br />
que puedo dejar de insultar a la pobre Charlotte en consideración a la<br />
verosimilitud retrospectiva.<br />
Deseoso de evitar a la pobre Charlotte dos o tres horas de expectativa en<br />
un camino sinuoso (y quizás, un golpe en la cabeza que esfumaría nuestros<br />
diferentes sueños), hice un concienzudo pero inútil intento de comunicarme<br />
telefónicamente con ella, en el campamento. Había salido media hora antes;<br />
como me comunicaron con Lo, le dije –temblando y exaltado por mi dominio<br />
sobre el destino– que iba a casarme con su madre. Tuve que repetirlo dos veces,<br />
porque algo le impedía prestarme atención. «Fenómeno –dijo riendo–. ¿Cuándo<br />
es la cosa? Un momento... el cachorro... un perrito se lleva mi calcetín. Oye...» Y<br />
agregó que pensaba divertirse mucho. Al colgar comprendí que un par de horas<br />
en ese campamento habían bastado para borrar con nuevas impresiones de la<br />
mente de Lolita la imagen del apuesto Humbert Humbert. Pero ¿qué importaba,<br />
ahora? La haría volver no bien pasara un lapso decente después de la boda. «La<br />
flor de azahar apenas se había marchitado sobre la tumba...», como podría decir<br />
un poeta. Pero no soy poeta. No soy más que un registrador muy consciente.<br />
Cuando Louise se marchó, revisé la heladera y habiéndola encontrado<br />
demasiado puritana, fui a la ciudad y compré la mejor comida que encontré.<br />
También compré una buena bebida y dos o tres clases de vitaminas. Estaba casi<br />
seguro de que con la ayuda de esos estimulantes y mis recursos naturales<br />
compensaría cualquier dificultad con que podía tropezar mi indiferencia, urgida a