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estuviera desayunando café negro y tostadas con mantequilla.<br />
Entonces empezó a cantar una canción y dijo que <strong>en</strong> el mom<strong>en</strong>to de la<br />
descarga iba a p<strong>en</strong>sar <strong>en</strong> una larga autopista sembrada <strong>en</strong> la mitad de<br />
un eterno desierto amarillo que olía a mierda de coyote, a peyote y a<br />
bajas de india comanche. Soñaría que iría a bordo de un Buick rojo de<br />
doce cilindros con el radio a todo volum<strong>en</strong>.<br />
Gary.<br />
-Tal vez la sangre no me hierva tanto si pi<strong>en</strong>so <strong>en</strong> esto-, dijo<br />
Al otro día, a <strong>las</strong> siete de la mañana Max se <strong>en</strong>contraba cerca<br />
del pasillo. Gary Gilmour estaba custodiado por varios guardias. Su<br />
rostro dejaba ver una extraña mezcla de s<strong>en</strong>saciones. Mi<strong>en</strong>tras<br />
caminaba escoltado por los guardias parecía como si Gary fuera a<br />
<strong>en</strong>contrarse con una mujer solitaria <strong>en</strong> un bar para invitarla a una<br />
copa, pero también t<strong>en</strong>ía esa mirada como si a uno de pronto le dic<strong>en</strong><br />
que Dios movió el dedo y mierda es el turno. Nada que hacer. El<br />
guardia Monroe se le acercó y lo abrazó como si fuera su propio hijo.<br />
Le puso un cigarro <strong>en</strong> los labios y le estampó un beso de padre.<br />
Monroe le echó un poco de colonia <strong>en</strong> la barbilla. Le dio cariñosas<br />
cachetadas <strong>en</strong> <strong>las</strong> mejil<strong>las</strong> y le dio la b<strong>en</strong>dición. Gary se arrodilló. En<br />
el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Gary no quiso<br />
recibir al sacerdote de la prisión porque consideraba que el guardia<br />
Monroe estaba más cerca de él que el cura, que solam<strong>en</strong>te se aparecía<br />
cada mes y daba la misa campal <strong>en</strong> el patio de la prisión y luego<br />
desaparecía a bordo de su pequeño auto. Antes de <strong>en</strong>trar a la sala de<br />
ejecución Gary se acercó a la v<strong>en</strong>tana donde estaba Max y le dijo con<br />
los ojos no olvides lo de la pelota de béisbol Max no olvides a<br />
Zimbawe no olvides darle sopa Maggi a <strong>las</strong> palomas <strong>en</strong> <strong>las</strong> mañanas<br />
cuida a La Pielroja yo sé porqué te lo digo no olvides la curva número<br />
7 era la que siempre cogía Pete Rose los domingos cuando el cielo<br />
estaba azul.<br />
La ejecución fue rápida. Duró m<strong>en</strong>os de un minuto. Mi<strong>en</strong>tras<br />
duró ese minuto el pequeño Max cantó Get Back Get Back To Where<br />
You Belongs Get Back Go Home Get Back Get Back. El cielo estaba<br />
azul y daban ganas de vomitar. El cielo estaba azul y mierda, no había<br />
señales de Dios <strong>en</strong> <strong>las</strong> <strong>nubes</strong>. Mierda. El sil<strong>en</strong>cio estaba <strong>en</strong> otra parte.<br />
Las aves estaban <strong>en</strong> otra parte. El día, <strong>las</strong> <strong>nubes</strong> y el café se hallaban<br />
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