Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
Esa noche Max conoció el amor allí <strong>en</strong> esa playa, cerca de <strong>las</strong><br />
luces amaril<strong>las</strong> y confusas del parque de diversiones y le pareció que<br />
<strong>las</strong> tetas de aquella chica, no sé tu nombre, eran más divertidas que <strong>las</strong><br />
pelotas de playa amarillo azul rojo violeta viernes triste y que <strong>las</strong><br />
piernas de esa mujer con mirada de gaviota cielo azul sabían un poco<br />
a gre<strong>en</strong> stripe 100% choice scotch J&G Stewart Ltd Edingburgh<br />
Scotland Estd 1779 chúpame <strong>las</strong> tetas no quiero saber tu nombre<br />
loquito sabes a paloma triste no sé tu nombre ar<strong>en</strong>a whisky cielo<br />
negro estoy mareado ábreme más chúpame lámeme destrózame y<br />
luego dormiremos aquí <strong>en</strong> la ar<strong>en</strong>a y soñaremos con luces de colores<br />
hasta cuando salga el sol no quiero saber tu nombre loquito yo<br />
tampoco sé tu nombre loquita.<br />
Max y la chica se quedaron toda la noche <strong>en</strong> la playa hasta que<br />
salió el sol. Estaban dormidos sobre la ar<strong>en</strong>a cuando los primeros<br />
rayos del sol salieron. Max abrazaba a la chica, no sé tu nombre. El<br />
traje de flores de la chica se <strong>en</strong>contraba ll<strong>en</strong>o de ar<strong>en</strong>a, de pequeñas<br />
babas nocturnas y sus labios sabían a aceite de ball<strong>en</strong>a negra, a aleteo<br />
de gaviota sobre el cielo azul. Cuando se despertaron, la chica miró<br />
hacia el cielo azul, hacia <strong>las</strong> gaviotas y le dijo a Max que le chupara<br />
una vez más <strong>las</strong> teticas antes de que empezara a llover.<br />
Mi<strong>en</strong>tras le chupaba <strong>las</strong> tetas a la chica, no sé tu nombre, Max<br />
sintió que se le revolcaba el estómago, como si llevara allí ad<strong>en</strong>tro un<br />
millón de fuegos artificiales, como si la chica tuviera <strong>en</strong> la punta de<br />
sus s<strong>en</strong>os, <strong>en</strong> su culo, un millón de dragoncitos inciertos que decían<br />
v<strong>en</strong> te t<strong>en</strong>go ar<strong>en</strong>a tócame no importa el cielo gris la lluvia sólo quiero<br />
que me chupes y que guardes mi olor para siempre a <strong>las</strong> diez a <strong>las</strong><br />
doce a <strong>las</strong> cinco uno dos y tres otra vez. Se despidieron <strong>en</strong> el parque<br />
de diversiones con un largo beso mi<strong>en</strong>tras el mar los <strong>en</strong>volvía con ese<br />
olor a whisky y a ball<strong>en</strong>a dormida que ti<strong>en</strong>e <strong>en</strong> <strong>las</strong> mañanas cuando<br />
<strong>las</strong> gaviotas se embriagan con la lluvia, con <strong>las</strong> <strong>nubes</strong>, con el olor<br />
sucio de la ar<strong>en</strong>a, de los calzones sobre la playa, con ese perfume de<br />
<strong>las</strong> latas vacías de cerveza, <strong>en</strong> fin, con ese aroma de chúpame <strong>las</strong> tetas<br />
y te vi perro para siempre otra vez será. Mierda siempre es así.<br />
La Pielroja y Max siguieron su camino de ciudad <strong>en</strong> ciudad, de<br />
carretera <strong>en</strong> carretera. Cada vez que veían un urapán Max y su madre<br />
se acercaban y hacían una oración <strong>en</strong> sil<strong>en</strong>cio por Gary Gilmour y por<br />
el guardia Monroe ángel de mi guarda mi dulce compañía no los<br />
48