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Opio en las nubes

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Ese día había ido a apostar a mi caballo favorito: Creole.<br />

Realm<strong>en</strong>te era mi última esperanza. Estaba sin trabajo y lo poco que<br />

me prestaban lo invertía <strong>en</strong> Creole. Creo que siempre apostaba por<br />

Creole porque me parecía que era un caballo que t<strong>en</strong>ía un nombre<br />

honesto, limpio, fresco.<br />

Esa tarde esperaba la carrera. Carril cuatro para Creole.<br />

Mi<strong>en</strong>tras esperaba a Creole, me tomé varias cervezas frías y me fumé<br />

varios cigarrillos. Observé la g<strong>en</strong>te a mi alrededor. La mayoría<br />

estaban conc<strong>en</strong>trados <strong>en</strong> sus apuestas. Hablaban, gritaban y se<br />

contaban <strong>las</strong> cosas que les había sucedido <strong>en</strong> la semana. A mi lado un<br />

anciano jubilado de chaqueta blanca y que olía a ajo me dirigió la<br />

palabra. Me trató de muchacho y me empezó a hablar de que apostar<br />

era todo un arte y que debería ser considerado una de <strong>las</strong> bel<strong>las</strong> artes.<br />

Me dijo que sólo que había que p<strong>en</strong>sar <strong>en</strong> los nombres de los caballos.<br />

Realm<strong>en</strong>te esos nombres eran pequeños poemas de una o dos<br />

palabras, leves poemas de ar<strong>en</strong>a, licor, emoción, sol, crines y dinero.<br />

En resum<strong>en</strong> v<strong>en</strong>ir al hipódromo era la síntesis de la vida.<br />

-Nada <strong>en</strong> el mundo ti<strong>en</strong>e esos nombres tan sonoros como los<br />

caballos, ni siquiera <strong>las</strong> mujeres-, agrego el anciano que olía a ajo.<br />

Púrpura Profunda, Mariposa del Tibet, Cuba, Capitán Berlín,<br />

Comandante Cero, LSD, Estrella Polar, Orión, Sandinista,<br />

Mermelada. Todos eran nombres de fuerzas, nombres que invocaban<br />

otras cosas. El anciano me dijo que todos los sábados eran sus días<br />

sagrados. Se ponía su chaqueta blanca, que le había regalado su mujer<br />

y se v<strong>en</strong>ía al hipódromo a gastar el día vi<strong>en</strong>do como LSD, Sandinista,<br />

Cuba y el Capitán Berlín sudaban y corrían bajo el sol de la tarde.<br />

-Vea. Púrpura Profunda es una yegua atroz. Siempre parte por<br />

el carril número uno. Es una yegua casi diosa, un ángel. No más hay<br />

que ver cómo <strong>en</strong>trecruza <strong>las</strong> manos y <strong>las</strong> patas. Uno, dos, uno, dos. Es<br />

una sinfonía sobre la ar<strong>en</strong>a. Mariposa del Tibet es otra yegua preciosa,<br />

espectacular. Parece hecha de nieve, de vi<strong>en</strong>to fresco. Carril número<br />

dos. Cuídese de los ejemplares de más de tres palabras. Desconfíe de<br />

ellos, muchacho, fíjese <strong>en</strong> Cuba. Es un macho jov<strong>en</strong>, perfecto. Carril<br />

número tres. LSD. Puro v<strong>en</strong><strong>en</strong>o <strong>en</strong> sus patas. Es como los hongos.<br />

Como peyote del desierto-.<br />

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