LAS IDEAS, EL ARTE Y LAS.LETRAS - Ateneo de Madrid

C
ON el otoño el niño andaba loco.
Su rabia cabeza, incendiada
ante la ventana por el sol, era nn
torbellino de inquietudes, de gestos
sin interpretación, de palabras extrañas.
Con el corazón desando en
los labios, en los ojos y en las manos,
revelaba a cada instante un
mundo cargado de fuerzas incipientes,
de peregrinas rúbricas. Y es que
el mundo también era un corazón
para él, un corazón muy tierno, muy
jugoso, color de naranja sanguínea.
Por eso dijo:
—Mamá, cuando yo sea naranja,
¿me liarás en un papel fino?
La madre, sonriendo, le contestó:
—Sí, hijo. Te liaré en un papel de
seda con letras verdes y rojas que
ponga: «Naranjas de Valencia».
—¿¥ qué es Valencia?
—Valencia es nn pueblo de Espana—
El niño, para sí y sin dejar de mirar
por la ventaja, dijo:
—España... España «lonlta» al
Norte con el sur de Polonia...
¥ es qne el niño, en el corazón,
en el corazón que tenía en los labios
y bajo la rabia cabellera, llevaba
también retazos de la escuela.
De esa escuela qne entrevíven y entresueñan
los niños. Soñaba con ai
fraile que le enseñaba las letras,
con las manzanas de su merienda
confundidas con la bola del mundo
qne había sobre la mesa