LAS IDEAS, EL ARTE Y LAS LETRAS - Ateneo de Madrid
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1 vi<br />
r\OC era uu poblado <strong>de</strong> gente senei.<br />
lia. Su alguacil, Itzig, no se diferenciaba<br />
casi nada <strong>de</strong>l resto <strong>de</strong> la población:<br />
se levantaba temprano, reñía<br />
con su mujer, se peleaba con sus amigos,<br />
iba con frecuencia a la única<br />
taberna y casi nunca se le encontraba<br />
en la oficina. Se llamaba Itzig como<br />
su padre y como el padre <strong>de</strong> su padre<br />
: buena gente que llegó un día<br />
huyendo <strong>de</strong>l viento y <strong>de</strong> los ladronea<br />
<strong>de</strong> más allá <strong>de</strong>l río. Ocuparon la penúltima<br />
casa <strong>de</strong> adobes <strong>de</strong> la calle<br />
Mayor, que bor<strong>de</strong>a la plaza y termina<br />
en la iglesia <strong>de</strong> ios monjes.<br />
Junto a la casa había un pequeño<br />
jardín, pero Bethl tenía <strong>de</strong>masiado<br />
que hacer en la cocina, y sólo sembró<br />
jazmines amarillos, Itzig no tenía<br />
hijas. Las cuatrp que Bethl le dio<br />
se murieron una primavera que llegó<br />
<strong>de</strong>masiado tar<strong>de</strong>. Tan sólo, Sadko vivió<br />
tranquilo.<br />
Sadko comenzó a trabajar siendo<br />
muy niño. Fue reca<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> Hamad,<br />
el judío; empleado en la botica <strong>de</strong><br />
Uriel y mozo <strong>de</strong> cuerda en los muelles<br />
<strong>de</strong> Tohú. Al final entró en el<br />
negocio <strong>de</strong> Baelí. Baelí llevaba el correo.<br />
Iba todas las mañanas <strong>de</strong> casa<br />
en casa repartiendo cartas y recogiendo<br />
paquetes; por la tar<strong>de</strong> —a eso <strong>de</strong><br />
las cinco— tomaba una troifca pintada<br />
<strong>de</strong> un color pajizo y bajaba al<br />
valle por el que pasaba el ferrocarril.<br />
-Sadko le ^acompañaba siempre.<br />
-Baelí eonocía a todo el mundo y todos<br />
le querían, porque en Navidad no<br />
mendigaba quejumbrosamente el aguinaldo.<br />
Sadko supo entrar en un-mundo<br />
distinto, casi irreal, con sólo mirar las<br />
estampillas <strong>de</strong> correo. Los sellos le<br />
hacían olvidar su corta vida <strong>de</strong> siean-<br />
: pre, jjara transportarlo a ese lugar<br />
don<strong>de</strong> reposan todas las fantasías. Una<br />
vez sonó con pra<strong>de</strong>ras y montañas<br />
agrestes,-y otras con costas <strong>de</strong> mares<br />
profundos, como en aquel sello que le<br />
llegó a Sarvia, la mujer <strong>de</strong>l alcal<strong>de</strong>.<br />
Sadko vivía contento, ajeno a la edad.<br />
alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> sus álbumes. Tan aparte,<br />
que no sabía cuántos años hacía <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />
que nació.<br />
Todos los años se celebraba en Doc<br />
una fiesta. Coincidía con la vendimia<br />
y se sacaba al Santo y la gente bailaba<br />
alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong>l icono. En esa fiesta<br />
todos los niños que querían ser<br />
hombres llevaban una ofrenda <strong>de</strong> lirios<br />
al Santo y unas monedas <strong>de</strong> plata.<br />
Luego, en la plaza, se hacían unas<br />
pruebas y, si vencían, un tribunal <strong>de</strong><br />
ancianos dictaminaba si los niños podían<br />
ser ya hombres o quedar sie,ndo<br />
niños para toda la vida. Eran unas<br />
pruebas <strong>de</strong> las que todo el mundo<br />
salía con facilidad, al menos eso <strong>de</strong>cían<br />
los que ganaban. Por eso un día<br />
Itzig, el alguacil, llamó a Sedko. Le<br />
dijo que ya era mayor y que tenía<br />
que entrenarse para ser hombre. Sadko<br />
se <strong>de</strong>spidió <strong>de</strong> Baelí, y sin que<br />
él lo notara se llevó en los bolsillos<br />
<strong>de</strong> su abrigo <strong>de</strong> pieles una carta<br />
con matasellos <strong>de</strong> Noruega y «na postal<br />
con una vista <strong>de</strong>l Mediterráneo.<br />
Sadko acompañó <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces a su<br />
padre, que le enseñaba a ser hombre:<br />
tenía que apren<strong>de</strong>r a injuriar y a empuñar<br />
el cuchillo, a fumar en pipa<br />
<strong>de</strong> cerezo rosado, a <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> sonreír<br />
y a beber sin respirar una jarra <strong>de</strong><br />
vino. Itzig era famoso en Doc por<br />
sus borracheras y quería que Sadko le<br />
aventajase. Por eso tenía interés en<br />
que Sadko levantara con garbo la jarra<br />
<strong>de</strong> vidrio y que, sin mover los<br />
ojos, apurase <strong>de</strong> un sorbo el contenido<br />
<strong>de</strong> color morado. ASadko no le<br />
gustaba beber. Para él, el vino tenía<br />
un sabor extraño y <strong>de</strong>sagradable. A<strong>de</strong>más,<br />
le hacía <strong>de</strong>sviar la imaginación,<br />
amodorrándola. Nunca tuvo tanto sueño<br />
como entonces, ni siquiera aquella<br />
vez que Baelí, el cartero, le llevó a<br />
su casa, y juntos estuvieron admirando<br />
la piel <strong>de</strong> un chacal que mató, Tohú<br />
la noche <strong>de</strong> Pascua.<br />
Agosto alcanzó a septiembre, y los<br />
viñedos, puntuales como xm cumpleaños,<br />
-se prepararon para tener pronto<br />
los racimos para la vendimia. Sadko<br />
se resistía. La fiesta le repugnaba,<br />
porque tendría que ser hombre, y<br />
él prefería ser como era. A<strong>de</strong>más le<br />
agradaba ayudar a Baelí en el nego-<br />
CUENTO POR<br />
FRANCISCO DE PAULA SOLANO<br />
•9$»<br />
cii <strong>de</strong> correos y coleccionar sellos y<br />
admirar., sobre todo, las estampillas<br />
venidas <strong>de</strong> tierras lejanas, don<strong>de</strong> el<br />
sol era más rojo y más brillante» las<br />
estrellas en el firmamento. Si vencía<br />
en la fiesta tenía que ser alguacil, como<br />
su padre y como el padre <strong>de</strong> su<br />
>adre, y levantarte temprano, y reñir<br />
con la gente, y entrar en la única<br />
taberna, y beber, y fumar y trabajar.<br />
El día <strong>de</strong> la fiesta amaneció nublado.<br />
Hacía viento; un viento norte huraño<br />
y frío. Aquella mañana Sadko se<br />
levantó torpemente. Estaba triste y le<br />
dolían los hombros Comenzó a vestirse.<br />
Se puso un traje color almendro,<br />
con un pañuelo rojo alre<strong>de</strong>dor<br />
<strong>de</strong>l cuello y un amplio efod <strong>de</strong> pieles.<br />
Mientras se vestía entró Bethl, su<br />
madre. Traía en la mano la cesta <strong>de</strong><br />
lirios <strong>de</strong> la ofrenda y cinco monedas<br />
<strong>de</strong> plata. Bethl miró a su hijo tristemente,<br />
con pena. Con esa pena reprimida<br />
que hace <strong>de</strong>sviar los labios en<br />
"u gesto que parece una sonrisa. Bethl<br />
fue a <strong>de</strong>cir algo, pero se reprimió<br />
ante la llegada <strong>de</strong> Itzíg. Itzig estaba<br />
<strong>de</strong> buen humor, miró a Sadko y le<br />
gritó:<br />
—Vamos, arriba. Que hoy vas a empezar<br />
a ser hombre.<br />
Salieron Itzig y Sadko, y Beth! los<br />
siguió <strong>de</strong>spacio. Itzig, mientras saludaba<br />
a la gente, iba tarareando una<br />
canción sin sentido. Sadko también se<br />
alegraba en el" fondoypero era una<br />
alegría <strong>de</strong> la que uo se encontraba<br />
satisfecho. Temblaha, Temblaba como<br />
tiembla en los lagos la noche. Por eso<br />
su saludo resultaba pequeño y sus<br />
ojos <strong>de</strong>masiado brillantes. Como ya era<br />
un poco tar<strong>de</strong>, la plaza estaba casi<br />
llena. Entre la gente, Sadko reconoció<br />
a Micol, el hijo <strong>de</strong>l tabernero, y. a<br />
Jeiel, su amigo, los dos elegantes con<br />
sus trajes nuevos y sonrientes, con una<br />
sonrisa abierta a los cuatro vientos.<br />
Sadko fue el último que entregó al<br />
anciano la cesta <strong>de</strong> lirios y las cinco<br />
monedas <strong>de</strong> plata.<br />
A las doce en punto, Efeq, el anciano,<br />
dio la señal <strong>de</strong> la fiesta. Los<br />
niños que querían ser hombres tenían<br />
que beberse cuatro jareas <strong>de</strong> vino,<br />
doblar una barra <strong>de</strong> hierro y hacer<br />
tres blancos seguidos fon el cuchillo.<br />
Cuando le llegó el turno a Sadko, él<br />
ya había <strong>de</strong>jado <strong>de</strong>. temblar. Se bebió<br />
el vino casi sin molestarle el mal<br />
sabor y la cantidad. "Fue fácil, tan<br />
fácil que se extrañó <strong>de</strong> que su padre<br />
le gritara:<br />
— ¡Bravo, Sadko; se nota que eres<br />
mi hijo!<br />
Sadko iba <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> Jeiel, que había<br />
bebido mal, pero dobló la barra<br />
con mucha facilidad. A Sadko le costó<br />
trabajo. Se lastimó un <strong>de</strong>do y se<br />
partió una uña. El <strong>de</strong>do se le puso<br />
rápidamente morado. De un color<br />
cereza madura. Le dolía, pero no dijo<br />
nada. Ni siquiera miró a Itzig<br />
para que le animara.<br />
La última prueba era <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />
la comida. Un anciano llamó uno a<br />
uno a todos los niños que querían<br />
ser hombres, y aun cuando no habían,<br />
terminado las pruebas les felicito.<br />
Sadko estaba junto a Micol, que le<br />
apesadumbraba con sus temores con<br />
el cuchillo. Micol tiraba maL ¥ con<br />
la honda ni siquiera llegaba al reloj<br />
<strong>de</strong> la torre. Cuando el vino blanco<br />
<strong>de</strong>l Sur se terminó, Sadko encontró<br />
a su lado a Baelí, el cartero. Sadko<br />
no le esperaba y se sobresaltó, sin<br />
saber qué <strong>de</strong>cir. Baelí sonreía lenta,<br />
muy lentamente, como si saborease la<br />
risa pequeña ó le costase el sonreír.<br />
Baelí miró a Sadko, y Sadko sostuvo<br />
la mirada.<br />
—Sadko, hijo <strong>de</strong> Itzig, ha venido<br />
una postal <strong>de</strong> Dinamarca. También<br />
tengo una piel <strong>de</strong> marta que cacé el<br />
domingo. Deja esto. Yo te enseñaré<br />
a reunir sellos azules y postales venidas<br />
<strong>de</strong> lejos. Y si quiere» veremos<br />
correr a las gacelas en la Montaña<br />
Desnuda.<br />
Sadko se levantó. Se puso al lado<br />
<strong>de</strong> Baelí, y los dos, en silencio, <strong>de</strong>jando<br />
la plaza, caminaron calle abajo.<br />
Luego, a eso <strong>de</strong> las cinco, bajaron<br />
al valle a recoger el correo.