caso? Pue<strong>de</strong> ocurrir que otra vez lleguemos tar<strong>de</strong> y que no sea Cristo quien dé la fisonomía <strong>de</strong>finitiva al mundo <strong>de</strong> la técnica. Entonces será aún más difícil que ahora separar en ese mundo lo que es redimible y lo que no lo es. Y ante él, ¡qué poea cosa pareceremos! Unos vencidos, los cristianos que soñaron <strong>de</strong>masiado en un Cristo-Rey, señor <strong>de</strong>l mundo, jle reconocerán en ese Cristo miserable, como retoño <strong>de</strong> raíz en tierra árida, sin parecer ni hermosura ni belleza que agra<strong>de</strong>; <strong>de</strong>secho <strong>de</strong> los hombres, menospreciado, estimado en nada?... los mismos discípulos que se postraron ante El en el Tabor le negaron en el Calvario. ¿Y nosotros? jNo <strong>de</strong>beremos insistir <strong>de</strong>s<strong>de</strong> ahora, más que lo hacemos, en la constante renuncia interior a todo lo que esteriormente vayamos conquistando? En cierta manera, la renuncia es el modo más rotundo <strong>de</strong> conquista. Se dominan tanto más las cosas cuanto más libremente sabemos <strong>de</strong>spren<strong>de</strong>rnos <strong>de</strong> ellas, y por esto nadie tiene más que el que tiene menos. Pero es que, por añadidura, sólo la renuncia anticipada pue<strong>de</strong> impedir que nos <strong>de</strong>sconcierte la posible renuncia forzosa. El cristiano no <strong>de</strong>be cruzarse <strong>de</strong> brazos esperando el Apocalipsis, como si el mundo y su fe no se pudieran encontrar nunca: pero no lo olvi<strong>de</strong>mos: en última instancia, el cristiano es el hombre <strong>de</strong>l Apocalipsis. atreveré a terminar, amigo mío, con una apreciación estrictamente personal? Alguna vez he citado dos dovelas <strong>de</strong> R. H. Benson: «Alba triunfante» y «El amo <strong>de</strong>l mundo». Dos novelas <strong>de</strong> anticipación. Dos caminos posibles; el camino <strong>de</strong>l triunfo temporal <strong>de</strong>l cristianismo, que se refleja en una apoteosis esmo la que tú imaginas <strong>de</strong> las tres mil naves interplanetarias recorriendo el espacio en pos <strong>de</strong> la astronave «Belén», y el camino <strong>de</strong>l fracaso temporal <strong>de</strong>l cristianismo y <strong>de</strong> las aeronaves <strong>de</strong> un Po<strong>de</strong>r temporal que gulef «el que n© tiene parte alguna en El», concentradas para <strong>de</strong>struir lo que nuestra fe nos enseña que es in<strong>de</strong>structible. No es que nosotros, hoy, tengamos que optar. Nada pueda eximirnos <strong>de</strong> trabajar <strong>de</strong>sie ahora mismo en el camino que tú señalas. Un cristianismo <strong>de</strong>liberadamente ca- .tacumbístico me parece monstruoso, y a eso equivale apoyarse en los <strong>de</strong>fectos acci<strong>de</strong>ntales <strong>de</strong>l cristianismo temporalmente triunfante, <strong>de</strong>l cristianismo <strong>de</strong> Cristiandad, para preconizar como fórmula I<strong>de</strong>al un cristianismo herido y perseguido. Pero esto no obsta a que reconozcamos que el segundo camino (a menudo provi<strong>de</strong>ncial) pue<strong>de</strong> sernos impuesto, ni para que, ante esa posibilidad, mantengamos neta la distinción entre la vestidura temporal <strong>de</strong>l mensaje, que pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>saparecer, y el mensaje mismo, que no pue<strong>de</strong> perecer. Y cabe incluso que uno (<strong>de</strong>jando aparte sus personales predilecciones) consi<strong>de</strong>re más probable el segundo <strong>de</strong> esos caminos y que, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> ese supuesto, especule sobre los riesgos <strong>de</strong> un progreso téenieo que no consigamos encauzar y sobre las perspectivas <strong>de</strong> un cristianismo que ya <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hace años aparece atravesado por dos corrientes: una, que le hace relativamente <strong>de</strong>creciente en cantidad; otra, que le hace mejorar absolutamente en santidad. Y en ese easo, <strong>de</strong>bemos preguntarnos sf nnestra fórmula pue<strong>de</strong> ser únicamente la <strong>de</strong> «presencia en el mundo». $No es significativo que en los Estados Unidos haya surgido el vigoroso movimiento contemplativo que dan a conocer los escritos <strong>de</strong>l trapease Tomás Merton? Pue<strong>de</strong> llegar el día en que u»a humanidad <strong>de</strong>sencantada <strong>de</strong> la téenica se vuelva a los que se conservaron fieles a Cristo, y no para preguntarles por sus laboratorios atómicos, ni por sus ciclotrones o sos astropilotos, ni por sus construcciones para viviendas, sus programas sociales o el Or<strong>de</strong>n cristiano, sino por lo Antro qne en f • i dta (menos imprevisible acaso <strong>de</strong> lo que parece) importará a los hombres; por Dios. Y no querrán buscarle a través <strong>de</strong> las cosas, sino eon la directa intuición <strong>de</strong>l amor. y Por RAFA<strong>EL</strong> BENITEZ CLAROS f NTIENOO que el último <strong>de</strong>sou- •* brimienito <strong>de</strong> 3a Física, a lo que a mi poca preparación se alcanza, es que ila masa es igual a la energía. Pue<strong>de</strong> que tal creencia míi3 sea un solemne disparate «n el terreno <strong>de</strong> los conocimientos materiales; pero pensando sobre todo ello he venado a suponer que también existe una tmasa espiritual y una su posible emergía,, que <strong>de</strong>be ser la Historia. Tsrnbién es prewisáible que el resolví esta eoifiEtdón na nos reporte los brillantes resultados dinAmicos psrciibiííos por ciertos ciudadanos <strong>de</strong>l Oriente cotí motivo <strong>de</strong> la conversión <strong>de</strong> algunos mínf-aks en fuerza, y hasta es casi seguro que el entregarse a este problema no •nos conduzca a ningún siftio. Pero at ¡míenos, y puesto que se trata <strong>de</strong> cuestionies que están aí cabo <strong>de</strong> la Físüca (o más sílá <strong>de</strong> día, según <strong>de</strong>cía 'Aristá'e'esJ, seanos licito con-«srs«r a sabie-ri>as <strong>de</strong> que hacemos un consumo superfluo <strong>de</strong> ¡trabajo y <strong>de</strong> tiempo. Sí, me atrevo a sugerir que nuestro espíritu iuegs el pspeS <strong>de</strong> una masa» cuya, paulatina <strong>de</strong>sintegración —es un <strong>de</strong>cir—^ o cuya transamutación en «¡ntergia elabora a la Historia- Y auo jugándome el rostro llegarla a «mantener que esa energía htarnana, ya actuada, es tan ámcorruptrb'e como la que se <strong>de</strong>spren<strong>de</strong> , escoplo o bisturí* fuego o hacha, o teñ a > ° hierro, o cabellos suaves, o tierra, o «gua, ó todo lo que su aíma. quiere o su paso pásav cuanto el hanv bre> surtidor <strong>de</strong> -energía, líate, en uina palabra, a¡h| queda, fijo da, intocable qunda, irmarcesible Todo supervive en la Historia. No los perst>n 9 jes más o meno s funestos, ni los siatntoraJles hachos, ni la muerte <strong>de</strong> Napotleón o Virgisva, n i Benito o Niimanc j a, f p ig ra í i a c£p¡It«liar, sino ía letra chica, la historia <strong>de</strong> aquel hombre que perdió a su hijo, ahogado en el río, o la <strong>de</strong>l gozo <strong>de</strong> -aquel otro qué encentró a»l suyo, largaimenite perdido» o >a inmensa congoja-, o la suerte, o la ducha, o la muerte, ían intransferible y honda. ToSO lo que Tnailtrplicado por millones <strong>de</strong> mülones <strong>de</strong> seres arroja organiza una cifra moral nvaraviJlab'e y, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego, infinitamente superior a la <strong>de</strong> los contados átomos, seen los que sean, que por ©1 universo an<strong>de</strong>n. Todo, todo aquello subsiste. Tú, o yo o cualquiera que a nosotros se añada, ¿cuánta masa <strong>de</strong> espíritu n© ha transformado en energía, quién podría sumar su fuerza íüaiborada, convertirla en trabajo, en ocio, era potencia amorosa, en dolor, em todo lo que internamente conocemos? Haga la cuenta £Bnstein, pero s'm que tan sólo iwa soto —alomo <strong>de</strong>l espíritu— se pierda. Venga 4a cibernética, esos -"rotots" y cerebros mecánicos, los imitBtipliciac'ores fabulosos, y trabajen, crujan hasta la consumación <strong>de</strong>l espacio. La materia está iotacta. Oíos la conoce toda. Pero esos hechos están* a<strong>de</strong>más, catalogados. Los hay que nadie pue<strong>de</strong> recordarlos por <strong>de</strong>ntro, como el llanto <strong>de</strong>l ¡niño cw su primera infancia, o los arrebatados por la amnesia; pero nada evita que. realizados, eternamente ex islam. Como el sodio cuando cae sobre el agua, asi se infama el alma sobre el cuerpo, y todo su trayecto es un ar<strong>de</strong>r continuo, una reacción inoesada mientras e1 carburante dura. La linea <strong>de</strong> ese faego, energía hecha historia, es en cada caso una moncgraftei <strong>de</strong> fuerza, bien torrEspamíia! a un suceso aislado, a una figura ún'ca, a un conjunto <strong>de</strong> stres, a una torrentera con cauce. Pero lo importante es que* nos er,cantrames ante biografías, arte trayectos o irradiaciones dirigidas, frente a una a L ten<strong>de</strong>rán i C3* que, por aquello <strong>de</strong>l albedrio Ubre, se dispara apuntando. ASÍ cobra la historia didl indivÁctuo su prcpia contextura, <strong>de</strong>l mismo moío que adquiere la .hisíoria comunal -una explicación congrua. Perqué la" historia generar existe como resultado <strong>de</strong> aquella configuración previa <strong>de</strong>l relato soütairio. No es una mera suma, sino mejor una función-, una cosa que anda, que sft mueve como una marioneta iimputeada por ¡infinitas hilos. He aquí que llegamos a LÍI trance difícil <strong>de</strong>l problema, a un momento <strong>de</strong>Uicaáo en ia fórmula. Ma^a y energía, espl r ¿tu e h i storia ¿o r. personalida<strong>de</strong>s simples, entes univocas en relación primaria incombimable. Caída uno vi«e su particular nacimiento, su <strong>de</strong>venir y su <strong>de</strong>ceso, y (toda este aventura es un asunto cerrad» y anular, inaccesible a la menor interíerencia. Cada cual verifica su energética propia, su bombar<strong>de</strong>o nuclear, en soledad i nquebriantabEe. ¿Cómo po<strong>de</strong>mos, pues, enlazar los amatas, sujetar tanta cabeza sobre un único cuerpo? La historia general, o bien no existe, o bien será
nova&snite. Pero entre tma y otra media una relación orgánica. Toda energía realizada, '11 ¡tolerada" —como expresa la física con iaci6n tiene su origen la universail historia. Igual que masa y emorgíia son seres converiiibles, <strong>de</strong> tal forma que a un kilo tíe tungsteno, «aliga por eje.mplo, le correspon<strong>de</strong>ría una pru<strong>de</strong>nte explosión <strong>de</strong> ddiaamitai, <strong>de</strong> semejante «ñañería espíritu e historia hallan una equivalencia i<strong>de</strong>al en su área. Y así, un alma medteinamienite saliudabie podría evaluarse en tantos grados revcfludonarios franceses, o en -equis unida<strong>de</strong>s Termidor, o en alguna cifna <strong>de</strong> cabellos Lenin, puestos a elegir patronea <strong>de</strong> miemonable eficacia. El parangón iiwierso es igualmente váiíildo. Si una gruesa tormenta pue<strong>de</strong> viailer una <strong>de</strong>termiinaida masa, un sismo histórico tamibién; engendra espíritu, y en proporción <strong>de</strong>bida la proCij» con ecnífpotencia. El espíritu-masa <strong>de</strong> nuestro rey Fel ipe, ¿cuánta no <strong>de</strong>be a los sucesos <strong>de</strong>l relimado <strong>de</strong> Carlos, cuánto r.o ai<strong>de</strong>uda a Worms, a Piavía. ¡apira, a toda la energía amiteriOT? Así vista, la monarquiía parece ¿nstiituída- para enca<strong>de</strong>nar saingwíjie?imi9ni*e un legado <strong>de</strong> mayor trascen<strong>de</strong>rte ia que ía carne. SóSo «resta añadir que existen almas car* .velocidad <strong>de</strong> irradlac'ón mvty superior >a i& <strong>de</strong> otras. Debs <strong>de</strong> ser cosa <strong>de</strong> su peso especifico, <strong>de</strong> su comcemtación moitecufiar o <strong>de</strong> a2gún otro semteiante fenómcano, qut llega a traditicirse en una potencia radiactiva imusitada.. Los pueblos que poseen, estos focos, cuentan con una his:oria realmente expúosi