Hernán Feldman.pdf - Saberes de Estado - IDES

Obligado considera que su labor como corresponsal se limita a remitir listas de argentinismos
para que la Academia Española los acepte o los rechace. Si la institución hace lo primero,
huelga aclarar que difundir las peculiaridades del idioma nacional redunda en beneficio del país;
si hace lo segundo, arguye Obligado, la gente no va a dejar de usar el vocablo en cuestión sólo
porque la Academia Española no consienta su incorporación.
Una vez que Argerich cierra la disputa con “el entierro de la sucursal”, el escritor chileno
Alberto del Solar procederá a intervenir en la contienda. Del Solar se ve a sí mismo como un
mero espectador que, entusiasmado por la bravura de los gladiadores, termina invadiendo el
campo de batalla con escudo y espada en mano. El Nuevo Contendiente se pondrá de lado de
Obligado, y planteará entonces que las pasadas rivalidades con España no tienen la entidad
suficiente como para opacar la evidente simpatía que los hispanoparlantes se profesan a ambos
lados del océano. Si es cierto que los chilenos fundaron una academia independiente de la
española, del Solar va a aclarar que los miembros de esa academia son todos correspondientes de
la Academia Española, sin que ello sirva de motivo para que nadie monte en cólera. Del Solar
concederá, asimismo, que el cultivo de una literatura nacional es una empresa a todas luces
necesaria, “[p]ero dar en la flor de fundar y establecer desde luego una lengua nacional aparte,
generalmente híbrida y enriquecida por barbarismos de la peor especie y que reniegue de aquella
que nos enseñaron nuestros padres y aprendimos a balbucear desde nuestra cuna, nos parecería
lastimoso extravío”. 52
Así, el escritor chileno entiende que no hay razones que obsten a la utilización de
modismos familiares, pero del mismo modo, no existen causas de peso para no admitir la
autoridad de “una cabeza que acoja y ordene” los neologismos. “[P]or lo que toca a evitar la
invasión de la corruptela en materia de lenguaje”, sentencia del Solar, “(no se confundan las dos
voces transformación y corrupción) parece fuera de duda que se impone la necesidad de
establecer en América un autoridad suprema”. 53 Esta autoridad, entonces, será la encargada de
velar por que el idioma castellano experimente una transformación ordenada y coherente con su
historia.
El 4 de setiembre, la carta de del Solar será contestada por Mariano de Vedia quien, bajo
el seudónimo de Juan Cancio, cerrará filas con Argerich para censurar duramente la iniciativa de
establecer en el país una academia dependiente de la española. Según lo explica Cancio, la
palabra idioma proviene de una voz griega que significa propiedad o índole especial de una
entidad. Cancio no acierta a discernir qué propiedad, índole o giro especial -en tanto impronta
nacional de una lengua-, podría reflejar un idioma sometido a la autoridad de una academia
extranjera. Cancio sostiene además que, quiérase o no, el español americano se va a transformar
lentamente y se va a diferenciar del castellano peninsular. No corresponde entonces
entrometerse en la libre evolución del idioma sometiéndolo a la autoridad de una Madre Patria
que, de acuerdo con la opinión de Cancio, jamás ha presentado en una obra literaria la índole del
pueblo y del paisaje americano para su difusión en el resto de Europa.
De resultas, Cancio considera que toda vez que España jamás se ha ocupado de presentar
a su hija en sociedad, le corresponde al nuevo continente hacerlo por sí mismo, usando el
castellano o el francés, si fuera necesario, ya que no hay razones para impedir que en América se
hable una lengua tan difundida en todo el mundo civilizado. En sucesivas cartas, del Solar y
Cancio continuarán sosteniendo sus posturas con escasas modificaciones y, a poco tiempo de
cerrado el debate, Rafael Obligado aceptará el cargo de miembro correspondiente de la
52 La Nación, 25 de agosto de 1889.
53 Idem.