Hernán Feldman.pdf - Saberes de Estado - IDES
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elementos”. 93 En la voz <strong>de</strong>l niño que lee, entonces, el oído <strong>de</strong> ese maestro que Estrada y<br />
Zeballos cincelan con esmero va a <strong>de</strong>tectar un florido catálogo <strong>de</strong> <strong>de</strong>svíos que se constituyen en<br />
correlato patente <strong>de</strong> lo que los observadores <strong>de</strong> costumbres urbanas sienten como el asalto sobre<br />
la voz normativa argentina. Así como los sentidos <strong>de</strong> Sarmiento y Daireaux oscilaban entre la<br />
admiración y la irritación frente al grito <strong>de</strong>l canillita iletrado, Zeballos va a <strong>de</strong>stacar que los niños<br />
no sólo no apren<strong>de</strong>n a leer en las escuelas públicas, sino que a<strong>de</strong>más leen “<strong>de</strong> una manera<br />
mecánica, cantando en diferentes tonos y diapasones: los unos con <strong>de</strong>fecto propio por la<br />
ignorancia <strong>de</strong>l acento <strong>de</strong> las voces y <strong>de</strong> la eufonía <strong>de</strong> la lengua, los otros con el <strong>de</strong>jo extranjero<br />
<strong>de</strong>l idioma o <strong>de</strong>l dialecto que escuchan o practican en el hogar, algunos con el ritmo <strong>de</strong> las<br />
tonadas locales y a menudo a gritos”. 94<br />
Des<strong>de</strong> aquel momento en el que Mansilla había advertido que los niños eran la cifra <strong>de</strong>l<br />
futuro y que, por lo tanto, la eficacia <strong>de</strong> todo pronóstico <strong>de</strong>rivaría <strong>de</strong>l cuidadoso estudio <strong>de</strong> sus<br />
comportamientos, proclivida<strong>de</strong>s y aptitu<strong>de</strong>s, los observadores <strong>de</strong> niños se aprontarían a<br />
<strong>de</strong>nunciar los estragos que en éstos operaban el abandono familiar y la rispi<strong>de</strong>z <strong>de</strong>l ambiente<br />
urbano. Junto con el peligroso futuro que tal estado <strong>de</strong> cosas anunciaba, quienes le tomaban el<br />
pulso a las palpitaciones sociales <strong>de</strong> la ciudad, en <strong>de</strong>finitiva, parecían arribar a una tesis que<br />
sufriría escasas alteraciones aún frente a los vaivenes más pronunciados <strong>de</strong> la evi<strong>de</strong>ncia<br />
analizada. Mientras que el joven Pellegrini veía en los niños <strong>de</strong> la calle un “germen <strong>de</strong> anarquía”<br />
a ahogar y contener, el diario La Nación realizaba el registro contable <strong>de</strong> miles <strong>de</strong> niños que<br />
“mañana pue<strong>de</strong>n convertirse en enemigos <strong>de</strong> los hombres” e infligir una “llaga social” a la salud<br />
<strong>de</strong> la república, al tiempo que Sarmiento adivinaba en cada newsboy la carne <strong>de</strong> cañón que<br />
“pue<strong>de</strong> algún día servir <strong>de</strong> pábulo” a movilizaciones incendiarias.<br />
La propiedad <strong>de</strong>l territorio en el que estos niños gravitaban como si fuera su patria,<br />
entonces, no tardaría es ser puesta en entredicho. En efecto, si los niños <strong>de</strong> la calle <strong>de</strong>scalibraban<br />
los medidores <strong>de</strong> la ciudadanía <strong>de</strong>seada por el patriciado para las nuevas generaciones, el<br />
patriciado no vacilaría en <strong>de</strong>sautorizar los registros que daban fe <strong>de</strong> su nacionalidad argentina y<br />
confinarlos al lugar <strong>de</strong> habitantes. Habida cuenta <strong>de</strong> que el Código Civil que el jurista Dalmacio<br />
Vélez Sarsfield sometiera a aprobación <strong>de</strong>l Congreso en el año 1869 <strong>de</strong>finía a la “ocupación”<br />
como uno <strong>de</strong> los medios <strong>de</strong> adquisición <strong>de</strong> la propiedad a los que recurren quienes poseen algo<br />
sin ser titulares <strong>de</strong>l <strong>de</strong>recho, no era sorpren<strong>de</strong>nte que el verbo “ocupar” apareciera<br />
recurrentemente en la nomenclatura <strong>de</strong> Daireaux y Ramos Mejía. Mientras que para el primero<br />
el niño “ocupa la calle” porque “[a]bandonando la escuela, apren<strong>de</strong> en aquella la vida y toma<br />
lecciones prácticas”, 95 para el segundo se convierte en un “eterno ocupante <strong>de</strong> la calle” apenas<br />
<strong>de</strong>ja <strong>de</strong> ser lactante.<br />
El corolario <strong>de</strong> esta premisa que le endilga al niño el papel <strong>de</strong> usurpador <strong>de</strong> un territorio<br />
ajeno, indudablemente, es que el niño vendrá a constituirse ya no en un peatón más, sino en un<br />
obstáculo irritante para la clase patricia porteña. Así, Sarmiento reportará cómo los newsboys le<br />
cierran el paso al “distraído transeúnte”, Ramos Mejía contemplará cómo el pilluelo le disputa la<br />
“propiedad” <strong>de</strong> la vereda al peatón, y Zeballos censurará el comportamiento <strong>de</strong> los niños en edad<br />
escolar y “la incomodidad que su conducta a menudo causa a las personas serias y educadas”. 96<br />
93<br />
Zeballos, Estanislao: El fracaso <strong>de</strong> la instrucción primaria, Imprenta <strong>de</strong> M. Biedma e Hijo, Buenos Aires, 1908,<br />
p. 43.<br />
94<br />
I<strong>de</strong>m, p. 44.<br />
95<br />
Daireaux, Émile: Vida y costumbres en el Plata, Félix Lajouane Editor, Buenos Aires, 1888, t. 1, p. 145.<br />
96<br />
Zeballos, Estanislao: El fracaso <strong>de</strong> la instrucción primaria, Imprenta <strong>de</strong> M. Biedma e Hijo, Buenos Aires, 1908,<br />
p. 69. Las peripecias <strong>de</strong>l peatón <strong>de</strong> clase más o menos acomodada -que vive a las calles <strong>de</strong> la ciudad como lugar <strong>de</strong><br />
paseo- son plasmadas <strong>de</strong> forma colorida por Ceppi. En el capítulo titulado “Cosmopolitismo”, en particular, el