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CARTES
de alegría por su nueva habitación. Lo primero que
hizo fue abrir las ventanas y abrir su armario. Dentro,
había mucha ropa nueva, zapatos nuevos, cajones
pequeños y un espejo lila y rosa de purpurina.
Patricia, que es como se llamaba la niña, abrazó
a sus padres y les dijo:
-Papá, mamá, ¡muchísimas gracias a los dos!
Cuando ya eran las 8:50 h, Patricia salió de casa
y se fue al colegio, al llegar, todos la ignoraban,
menos Silvia y Ana, que eran sus mejores amigas,
de hecho eran sus únicas amigas.
A la hora de comer se sentaron en una mesa
donde no había nadie, todo iba muy bien, pero se
complicó cuando llegaron las que se creían las más
populares y les empezaron a tirar espaguetis con
albóndigas y se armó un jaleo monumental.
Por la tarde de regreso a casa en el autobús
del colegio las populares no paraban de repetir:
-¡Arriba, abajo adiós a los feos patos! -decían
señalando a Patricia, Silvia y Ana.
Al llegar, Patricia invitó a sus dos amigas a merendar
y hacer los deberes en su casa y les enseñó
su habitación, se probaron toda la ropa y zapatos
que había en el armario, hasta dejarlo vacío.
Por la noche, Patricia recordó como la maltrataban
y se puso a llorar, se miró al espejo y dijo:
-¡¿Por qué me odian tanto y no quieren ser mis
amigas?! -exclamó con lágrimas en los ojos.
Entonces, de repente, salió una luz brillante del
espejo, ella se asustó, se tapó la cara y cayó hacia
atrás quedando tumbada en la cama, algo la dejó
inmóvil y quedó como dormida.
Al día siguiente se sentía rara, pero al mismo
tiempo feliz, con muchas ganas de ir al colegio.
Cuando llegó el autobús, subió más deprisa que
nunca, buscó con la mirada a Silvia y a Ana y, corrió
hacia ellas, que le guardaban un sitio.
Silvia y Ana se dieron cuenta de que a Patricia
le pasaba algo, era la primera vez que subía en el
autobús con una sonrisa en la cara.
De camino al colegio, las *populares* se acercaron
hacia ellas, y Silvia dijo:
-¿Qué, ahora que pasa, tenemos monos en la
cara o qué? -preguntó tartamudeando.
-No, sólo queremos estar con vosotras -dijo la
jefa del grupo.
-¿Bueno, y cuál es la trampa? -dijo Ana.
-Si no queréis, de acuerdo, adiós, hasta luego.
Entonces Patricia de un salto, se puso de pie
y gritó:
-¡Esperad, no os vayáis!, podéis sentaros con
nosotras, pero con una condición, que no os burléis
de nadie más, ¿de acuerdo?-
-Sí Patricia, te lo juramos, no sabemos por qué, pero
tenemos ganas de ser vuestras amigas, ¿podemos?
Ana y Silvia miraron a Patricia muy extrañadas, Pa-
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