E - Hogar de Cristo

LA ESPIRTUALIDAD IGNACIANA, NUESTRA BRÚJULA
Espiritualidad quiere decir vivir con los ojos
abiertos. Vivir atentos y ser críticos no sólo de lo
que pasa dentro de nosotros, sino también de lo
que pasa a nuestro alrededor, en nuestros barrios,
en nuestro país. Así, descubrir la acción de Dios
en nuestro mundo, su accionar en todas las cosas,
disponiéndonos a que El actúe a través de nosotros,
pero a su modo y manera. Claro que esto no se
consigue de la noche a la mañana pues todas y todos
llevamos el peso de nuestras “programaciones”
personales que frecuentemente nos desenfocan el
objetivo. Por ello, en el transcurso del año el Proceso
de Formación y Capacitación lidera junto con
otros procesos diferentes actividades que tienen
como objetivo desarrollar en los Talentos Humanos
una aproximación a la Compañía de Jesús y a la
Espiritualidad Ignaciana para dar sentido a nuestro
servicio en la obra. Generamos así pertenencia,
integración y compromiso. De la misma manera y
a partir de los pilares del liderazgo al estilo Jesuita
promovemos la reflexión sobre nuestras relaciones
interpersonales en HdC.
Asimismo, participamos activamente de todas
las actividades que organiza la Compañía de
Jesús de la provincia (Ecuador) para identificar el
trabajo que realizan las diferentes obras y acercar
las experiencias de jesuitas y colaboradores
Ignacianos (Cardoner, Encuentro Colaboradores
Ignacianos, REDCOM, entre otros).
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“CRISTO LLEVA EL TIMÓN
DE ESTE BARCO”
-Ruth Bermeo, colaboradora Ignaciana-
Como enviados de Cristo nos
corresponde cada vez más ofrecer
nuestros dones y compartir con otros
la buena noticia del Reino”, dice el
texto ‘Colaboración en el corazón
de la misión’ (Congregación General
35 de la Compañía de Jesús). Como
colaboradora Ignaciana me pregunté
entonces si en verdad me siento
‘enviada’, y, la segunda, ¿cuál es la
buena nueva del Reino que estoy
compartiendo con mis hermanos y
hermanas de la Perimetral, donde
trabajo?
¿Enviada? ¡Claro que me siento!,
desde mis inicios como catequista
en mi natal Cuenca, hace más de 20
años, cuando hice mi confirmación
y asumí que Dios me enviaba de
muchas maneras. Todo el tiempo y
en todos los lugares. Hace 15 años
llegué a la Costa a compartir mi fe
y mi experiencia de Dios con niños
y niñas abandonados: una escuela
de supervivencia. Alegría infinita y
generosidad desmedida. Luego en
mi paso por la Arquidiócesis, me
redescubrí y germinó en mí otro tipo
de compromiso. De la caridad abracé
lo social, con “maestros” enamorados
de Cristo en el pobre.
Hace cinco llegué a Hogar de Cristo,
primero como pastoralista y luego
desde la Coordinación en Formación
y Capacitación, desde donde
comprendí que “una formación debe
ir más allá de las competencias
profesionales y ser capaces de
desarrollar una comprensión de
la espiritualidad Ignaciana y que
además brinde oportunidades para
el crecimiento de la vida interior” (CG
35, D6, 19). Mi compromiso sigue
latente, con nuevos desafíos siempre,
pero también con la certeza de que
Cristo lleva el timón de este barco.
b. Enseñanzas sociales de la Iglesia
Están basadas en las reflexiones que la Iglesia
lleva a cabo sobre temas sociales, económicos,
políticos, a fin de orientar la vida de los cristianos en
este mundo. La última gran reflexión se llevó a cabo
durante la V Conferencia General del Episcopado
Latinoamericano y del Caribe, también conocida
como Conferencia de Aparecida, realizada en esa
ciudad brasileña en mayo del año 2007. En ella se
ahonda en los principales contenidos y caminos
de la misión a la que se siente llamada la Iglesia
del Continente. El primero y fundamental es que
la comunicación de la vida plena en Cristo tiene
que verificarse en el servicio de los cristianos a la
vida plena y digna para todos los seres humanos.
Siguiendo en esto las orientaciones de Benedicto
XVI, el documento reitera aquí la necesidad y la
urgencia de la verificación de la caridad en la
justicia y de renovar la opción preferencial por los
pobres y excluidos, aquellos “rostros sufrientes”
con quienes hoy está trabajando Hogar de Cristo.
c. Vida Plena
Este concepto fundamental que orienta nuestra
práctica viene del mismo Jesús de Nazareth y está
presente en el Evangelio. Se trata de una vida en
abundancia que es plenamente factible de ser
vivida por todos los seres humanos que habitamos
este planeta, a condición de que compartamos
los bienes que el Señor nos ha entregado en la
creación, como bien apunta San Ignacio en sus
Ejercicios Espirituales.
En Hogar de Cristo venimos llevando a cabo
desde hace algunos años un proceso de reflexión
acerca de esta Vida Plena. Frente a todos aquellos
modelos que de una u otra manera no ubican al
ser humano al centro de todo esfuerzo, afirmamos
que el “desarrollo” tiene que ver con las personas
y no sólo con los objetos. Por tanto, el propósito
esencial de toda propuesta de desarrollo será
procurar cambios reales en la vida de las personas
para que alcancen a satisfacer sus necesidades
humanas fundamentales y así ampliar sus opciones,
capacidades, oportunidades y libertades.
Esto lo hacemos desde una perspectiva local,
desarrollando estrategias territoriales basadas
en el aprovechamiento pleno del potencial de las
comunidades locales, con la adecuada inserción de
otros apoyos y recursos estratégicos que vienen de
fuera. De esta manera procuramos la dinamización
sostenible del territorio y la sociedad local,
mediante el empoderamiento de los principales
actores sociales, económicos y políticos locales.
Una dinamización que garantice la sustentabilidad
de las iniciativas aún después de terminadas.
“Vida Plena, el motor conceptual detrás de cada proyecto que ejecutamos, y que junto con
la enseñanza social de la iglesia y la espiritualidad ignaciana constituyen el marco para
pensar de nuestro Modelo de Gestión”
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