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Convivencia ciudadana - IDEP

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<strong>IDEP</strong>- Revista Educación y Ciudad Número 17 / Segundo semestre de 2009<br />

<strong>Convivencia</strong> <strong>ciudadana</strong><br />

17


<strong>Convivencia</strong> <strong>ciudadana</strong>


Revista del Instituto para la Investigación Educativa y el Desarrollo Pedagógico <strong>IDEP</strong><br />

No.17 Segundo semestre de 2009<br />

<strong>Convivencia</strong> <strong>ciudadana</strong><br />

Director Álvaro Moreno Durán<br />

Consejo Directivo Abel Rodríguez Céspedes, Jorge Iván González Borrero, Myriam Ochoa, Clara Inés Rubiano Zornosa,<br />

Pedro Pinilla<br />

Comité Editorial Álvaro Moreno Durán, Director <strong>IDEP</strong><br />

Gladys Amaya, Fundación Universitaria Monserrate<br />

María Teresa López, Decana de la Facultad de Educación, Universidad Libre<br />

Carlos Uribe Celis, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, D.C.<br />

Claudia Bustos, investigadora<br />

Comité Científico Eloisa Vasco, Colombia; Federico Revilla G., España; Gloria Pérez Serrano, España, Jaume Trilla Bernet,<br />

España; José Ángel López Herrerías, España; Rocío Rueda Ortiz, Colombia; Araceli de Tezanos, Francia.<br />

Editor y traductor Alfonso Velasco Rojas<br />

Corrector de estilo Patricia Quimbayo, Rolando Villalba, Mateo Cardona, Edwin Mondragón<br />

Subdirector Académico Hernán Suárez<br />

Coordinación de Comunicación <strong>IDEP</strong> Diana María Prada Romero<br />

Diseño, diagramación e iconografía Taller Creativo de Aleida Sánchez B. Ltda.<br />

www.tallercreativoaleida.com.co<br />

tallercreativoaleida@yahoo.com<br />

Zamara Zambrano S.<br />

Fotografía Licinio Garrido H.<br />

Cesar Corredor P.<br />

Archivo <strong>IDEP</strong><br />

Fotoilustración Andrea Sarmiento B., Zamara Zambrano S., Mauricio Suárez.<br />

Los conceptos y opiniones de los artículos son de exclusiva responsabilidad de sus autores y no comprometen<br />

la política institucional del <strong>IDEP</strong>.<br />

Impresión Subdirección Imprenta Distrital<br />

Precio por ejemplar<br />

Colombia: $10.000.oo<br />

América Latina: U$15.00<br />

Publicación semestral del <strong>IDEP</strong><br />

Área de Comunicación, Divulgación y Socialización<br />

Correspondencia, información, canjes y suscripciones<br />

Avenida El Dorado No. 66-63. Piso 1o. Bogotá, D.C., Colombia<br />

Teléfonos 324 1262 – 324 1263,<br />

Correo electrónico: idep@idep.edu.co - www.idep.edu.co<br />

Los conceptos y opiniones de los artículos son de exclusiva responsabilidad de sus autores y no comprometen<br />

la política institucional del <strong>IDEP</strong>.<br />

El Comité Editorial agradece los artículos enviados voluntariamente y se reserva la decisión de su publicación<br />

en la revista.<br />

Se autoriza la reproducción de los artículos citando la fuente y los créditos de los autores; se agradece el<br />

envío de la publicación en la cual se realice la reproducción.<br />

Impreso y hecho en Colombia<br />

1.000 ejemplares<br />

Diciembre de 2009


Contenido páginas<br />

Escuela y cultura política democrática: ¿vamos en contravía?<br />

Paul Bromberg Z. ..................................................................................................................<br />

La pedagogía <strong>ciudadana</strong> en Bogotá: ¿un proyecto autoritario,<br />

o el mínimo común necesario para la construcción de una<br />

democracia radical?<br />

Javier Sáenz Obregón..........................................................................................................<br />

Confl icto escolar y formación <strong>ciudadana</strong>. Apuntes para una<br />

lectura agonística de la cotidianidad escolar<br />

Alexis V. Pinilla Díaz........................................................................................................<br />

La invención del ciudadano en la América Latina de siglo<br />

XX: Una mirada a través de la investigación histórica de los<br />

manuales de civismo en Colombia y Argentina<br />

Ruth Amanda Cortés Salcedo......................................................................................<br />

La formación en la diversidad y con la diversidad: una<br />

necesidad para la formación <strong>ciudadana</strong> de la población con<br />

limitación visual<br />

Olga Lucía León Corredor, Dora Inés Calderón ......................................................<br />

Escuela, carnaval y construcción de lo público: una<br />

experiencia y muchas paradojas<br />

Carlos Miñana, Martha Orozco, José Gregorio Rodríguez, María Nilsa Castaño,<br />

Rosa Isabel Camelo, David Gómez......................................................................<br />

El espacio público visto por los niños y los jóvenes<br />

Diana Wiesner Ceballos, Alejandro Galante Zapata, Adriana Ayala Posso ..........<br />

Ciudadanía, sociedad, cultura, educación<br />

Jorge Enrique Londoño Pinzón, Marcos González Pérez, Julio César Goyes<br />

Narváez .......................................................................................................<br />

7<br />

23<br />

37<br />

53<br />

87<br />

101<br />

125<br />

131


Editorial<br />

4<br />

Editorial<br />

A la escuela, tradicionalmente consagrada a la formación<br />

intelectual y a los procesos de enseñanza – aprendizaje, se<br />

le suman ahora problemas complejos y de gran impacto<br />

social, como la violencia, la pobreza y la miseria, los<br />

enfrentamientos y abusos permanentes al interior de la<br />

familia, el uso de drogas y estupefacientes, los mensajes<br />

violentos o los mensajes degradantes de los medios de<br />

comunicación, todo lo cual permea la vida escolar y<br />

altera la convivencia.<br />

Existen varios enfoques en el abordaje de estas nuevas<br />

problemáticas. El Ministerio de Educación Nacional,<br />

por ejemplo, centra su atención en derechos, resolución<br />

de conflictos, formación moral y la educación en<br />

valores; de otro lado, el Plan Sectorial de Educación<br />

de Bogotá, ha dado énfasis a la prevalencia plena de los<br />

derechos humanos y a la seguridad de los niños y niñas<br />

en los colegios; las instituciones educativas, por su<br />

parte, intentan asumir el reto, ampliando su mirada a<br />

la diversidad cultural, a la perspectiva de género, a los<br />

proyectos sociales y la mayoría de las veces, modificando<br />

sus manuales de convivencia. En la práctica, el colegio,<br />

no siempre actúa con éxito, avasallado por la diversidad,<br />

complejidad y magnitud de las circunstancias que alteran<br />

la convivencia escolar.<br />

Las nuevas responsabilidades encargadas a la escuela<br />

suscitan grandes interrogantes sobre los alcances y<br />

límites de la acción educativa y formativa de la escuela,<br />

y sobre los medios, los enfoques pedagógicos y los<br />

contenidos curriculares necesarios para acometer las<br />

responsabilidades encomendadas. Para contribuir<br />

a la reflexión, Educación y Ciudad abre sus páginas<br />

a expertos que se ocupan del complejo tema de las<br />

relaciones entre educación y cultura <strong>ciudadana</strong>.<br />

En este contexto, resultan particularmente importantes las<br />

investigaciones realizadas por el Instituto para la Investigación<br />

y el Desarrollo Pedagógico, <strong>IDEP</strong> que permiten comprender<br />

de manera específica este fenómeno en Bogotá.<br />

Gabriel Restrepo, en su obra “Hacia un nuevo modelo<br />

de socialización democrática”, retoma 18 investigaciones<br />

y 12 innovaciones, realizadas por el <strong>IDEP</strong> entre 1998<br />

y 2001, en temas como cultura <strong>ciudadana</strong>, formación<br />

en valores, convivencia; en donde participaron<br />

docentes de colegios públicos y privados, universidades,<br />

ONGs y centros de investigación, y muestra cómo<br />

las instituciones educativas, en medio de su compleja<br />

naturaleza y funcionamiento, han desarrollado estrategias<br />

y propuestas constructivas y creativas para orientar y<br />

hacer efectiva una formación democrática y en valores<br />

ciudadanos de los estudiantes. Ruth Amanda Cortés, en<br />

un trabajo descriptivo, examina proyectos desarrollados<br />

por el <strong>IDEP</strong> entre 1997 y 1999, cuyos temas fueron<br />

valores, convivencia y ciudad.<br />

En el 2003, se desarrollaron seis proyectos en “Escuela<br />

y niñez en situación de vulnerabilidad”, y en el marco<br />

de la convocatoria “Generar procesos de aprendizajes<br />

ciudadanos en estudiantes de básica primaria, básica<br />

secundaria y media del Distrito Capital”, se retomaron<br />

trece propuestas sobre ciudadanía, relaciones con la<br />

escuela y con los sujetos que la conforman. En esta<br />

ocasión, los docentes investigadores avanzaron en la<br />

comprensión de nociones y conceptos provenientes de


diversas disciplinas sociales y en el posicionamiento de<br />

los mismos para la interpretación de hechos sociales que<br />

suceden en el interior de la escuela.<br />

Entre el 2005 y 2008 diferentes convocatorias<br />

promovieron la investigación, innovación y sistematización<br />

de experiencias pedagógicas en derechos humanos.<br />

En particular se destaca el proyecto para transferir la<br />

experiencia del Colegio del Cuerpo de Cartagena y del<br />

programa de comunicaciones de la Universidad Javeriana<br />

para crear culturas de paz y reducir formas de violencia<br />

en instituciones educativas de la localidad de Usaquén.<br />

Desarrollado en el marco del Plan Sectorial de Educación<br />

2008-2012, un referente importante del <strong>IDEP</strong> es el<br />

programa de Pedagogía Ciudadana, que involucra a la<br />

comunidad educativa, a varias entidades del Distrito<br />

y otras organizaciones. Se trata de una investigación<br />

longitudinal a 12 años, en la cual la convivencia es<br />

un resultado de la Cultura Ciudadana, así: “cultura<br />

<strong>ciudadana</strong> es un conjunto de prácticas sociales que<br />

generan pertenencia, respeto por el patrimonio público,<br />

reconocimiento de derechos y deberes, convivencia y<br />

sentido de participación”.<br />

La convivencia, en este contexto, se entiende como un<br />

espacio de interacción social, en la cual los individuos<br />

de un grupo se autorregulan y se regulan mutuamente,<br />

se toleran, respetan e incluyen entre sí, armonizan sus<br />

intereses individuales con los colectivos; presentan<br />

soluciones pacíficas ante los conflictos; y mantienen<br />

en conjunto unas normas básicas, tanto legales como<br />

culturales, bajo una visión compartida de vida.<br />

De estos nexos entre <strong>Convivencia</strong> y Cultura Ciudadana,<br />

surge la presente edición de Educación y Ciudad, titulada<br />

<strong>Convivencia</strong>, Escuela y Cultura Ciudadana. Este número<br />

recoge planteamientos y experiencias educativas,<br />

muestra las dinámicas que se dan al interior de la escuela<br />

y que pueden articularse con otras propias de la ciudad y<br />

viceversa, y, al mismo tiempo, contribuyen a la formación<br />

integral de los escolares y futuros ciudadanos.<br />

El artículo Ciudadanía, sociedad, cultura, educación,<br />

plantea criterios teóricos, conceptuales y metodológicos,<br />

orientados al desarrollo de estrategias pedagógicas que<br />

hacen posible la formación en cultura <strong>ciudadana</strong> –<br />

convivencia dentro de la escuela.<br />

Del mismo modo, en Escuela, carnaval y construcción<br />

de lo público: una experiencia y muchas paradojas, es<br />

posible ver el proceso que se ha dado al interior de una<br />

institución educativa de Bogotá, incluyendo las nociones<br />

de fiesta y carnaval dentro de las dinámicas pedagógicas<br />

de la escuela y así crear un ambiente académico de<br />

convivencia.<br />

Igualmente, el artículo La pedagogía <strong>ciudadana</strong> en<br />

Bogotá: ¿un proyecto autoritario, o el mínimo común<br />

necesario para la construcción de una democracia<br />

radical?, examina una serie de estrategias desarrolladas<br />

por la administración de Bogotá, que persiguen la<br />

formación de cultura <strong>ciudadana</strong> tanto en adultos como<br />

en población escolar, con miras al mejoramiento de<br />

la convivencia y la calidad de las relaciones que los<br />

individuos establecen con los demás y con la propia<br />

ciudad.<br />

17<br />

5


Editorial<br />

6<br />

Por su parte, La invención del ciudadano en la América<br />

Latina de siglo XX: una mirada a través de la investigación<br />

histórica de los manuales de civismo en Colombia y<br />

Argentina, realiza un rastreo histórico de los manuales<br />

de civismo que han sido utilizados por los gobiernos en<br />

Colombia y Argentina para formar un tipo determinado<br />

de ciudadano, y en el cual se muestra la transformación de<br />

la idea de ciudadano y ciudadanía, en donde está implícita<br />

la convivencia, y como han venido evolucionando a través<br />

del tiempo, estos conceptos, gracias a la adopción de<br />

nuevos lineamientos ideológicos y políticos.<br />

Los artículos aquí presentados están encaminados a la<br />

reflexión sobre el rol que desempeña la educación en<br />

la construcción de la Cultura Ciudadana y viceversa,<br />

y en particular con uno de sus elementos esenciales:<br />

la convivencia humana y sus manifestaciones en la<br />

convivencia escolar


Escuela y cultura política<br />

democrática:<br />

¿vamos en contravía?<br />

School and politic democratic culture: are we in the wrong direction?<br />

Paul Bromberg Z. *<br />

* Docente - investigador vinculado al Instituto de Estudios Urbanos, Escuela de Arquitectura y Urbanismo, de la Universidad Nacional de<br />

Colombia.


Resumen Los actores políticos colombianos parecen estar en una competencia desbocada por<br />

emitir el discurso más políticamente correcto en educación, mientras es preocupante la<br />

correlación entre nivel educativo y cultura política democrática que muestra la Encuesta de<br />

Culturas (2007, Bogotá). Se sugiere regresar el concepto de democracia como poliarquía<br />

y reducir las expectativas de la educación básica a lo que es instrumentalmente posible:<br />

explicar los fundamentos del régimen político democrático.<br />

Palabras claves: poliarquía, cultura política, educación.<br />

Abstract Political activists in Colombia seem to be in a boundless competition to deliver the most<br />

politically correct speech on education, while the results of the Bogota Culture Survey<br />

(2007) in the correlation between educative level and democratic political culture are<br />

worrisome. It is suggested to go back to basics, poliarchy, and to reduce expectations<br />

on basic education to what is instrumentally possible: to explain the foundations of a<br />

democratic political regime.<br />

Key words: poliarchy, political culture, education.


Defi niciones, fuentes empíricas y teóricas<br />

¿Qué fuentes empíricas y teóricas debemos consultar los<br />

profesores para verificar, justificar o explicar si “lo estamos<br />

haciendo bien”? Los datos con los que evidentemente<br />

contamos son los de las pruebas que empleamos para<br />

evaluar. Para quienes pensamos que toda reflexión<br />

científica sensata necesita contrastación con alguna<br />

suerte de hechos, las fuentes teóricas tienen que sernos<br />

útiles para interpretar la relación entre nuestros esfuerzos<br />

y los resultados. Si contamos con espíritu científico<br />

(en caso contrario estamos en el lugar equivocado) 1 no<br />

despreciaremos ni las teorías ni los datos, ni lo tomaremos<br />

con descuido, pero los hechos solos no demuestran<br />

nada y las teorías que no propongan formas claras de<br />

aludir a ellos corren el riesgo de ser palabrería vana.<br />

El párrafo anterior narra la situación más sencilla, la<br />

que se cubre bajo la sombrilla de la didáctica, es decir,<br />

la técnica enseñanza-aprendizaje, y en el caso que es más<br />

simple aún, cuando se busca brindar conocimientos para<br />

describir o interpretar el objeto de trabajo de alguna<br />

técnica o disciplina consolidada. La palabra instrucción<br />

se emplea a menudo para describir estos objetivos<br />

(Jaramillo, 1978). A pesar de la sencillez de la situación,<br />

cualquier explicación de los fracasos y los éxitos en esta<br />

labor de instrucción no es de ninguna manera evidente.<br />

Incluso, no es sencillo saber qué es éxito y qué es<br />

fracaso, salvo en los casos en que simplemente se pide<br />

en las pruebas repetir lo enseñado. Si el resultado es<br />

malo, ¿falló el profesor? ¿El currículo? ¿El grupo de<br />

estudiantes? ¿El sistema educativo en su conjunto? ¿La<br />

misma puesta en escena de la relación pedagógica?<br />

1 Se ha vuelto común aplicar la palabra saberes a la manera de hacer las cosas y sus justificaciones, que no pasan por el tamiz de la<br />

reflexión sistemática con afán de coherencia. Y además, se ha vuelto políticamente correcto equipararlos a conocimiento. “Validar<br />

saberes”, se dice por ahí. Por el hecho de que los saberes permiten a los individuos moverse en el océano de la cotidianidad,<br />

algunos no aceptan describirlos como conocimiento limitado, porque eso los degrada. No compartimos este punto de vista, y<br />

por eso aquí recalcamos la necesidad de la reflexión sistemática en asuntos pedagógicos, que incluye modelos (ligados a teorías)<br />

y contrastación empírica.<br />

17<br />

9


Escuela y cultura política democrática<br />

10<br />

A partir de las inquietudes de esta situación simple es<br />

usual cuestionar los fines mismos de todo el proceso<br />

educativo. Pasamos de la didáctica a la pedagogía: “la<br />

reflexión aplicada tan metódicamente como se pueda a<br />

los temas de la educación” (Durkheim, 1992; Jaramillo,<br />

1978). Lamentablemente, las pruebas de verificación<br />

son mucho, pero mucho más complejas mientras más<br />

nos alejemos de la situación didáctica. Al subir y subir<br />

para abarcar más condiciones fuera del aula, también<br />

comenzamos a colgarle a la educación lo que ya no puede<br />

hacer. El riesgo es éste: como no pudimos hacer lo más<br />

fácil, entonces propongámonos hacer lo difícil. Advertir<br />

sobre este riesgo es el leit motiv de este artículo.<br />

En la siguiente sección haré un recuento con riesgos<br />

acerca de la manera como evolucionó el campo de la<br />

educación en los siglos XIX y XX, mencionando los<br />

ejemplos de Francia, Inglaterra y Colombia. Brevemente<br />

constataremos cómo se saltó de la reflexión acerca de<br />

la educación de individuos en abstracto, del “hombre”<br />

(en ese tiempo no se educaban mujeres), a las políticas<br />

públicas educativas (término algo anacrónico para el siglo<br />

XIX), y cómo de objetivos basados en la instrucción,<br />

cuyos logros son más o menos medibles, se pasó a<br />

cargarle de todo a la escuela: “formar ciudadanos de<br />

verdad, honestos, tolerantes, productivos y felices”,<br />

cuestión bastante difícil de medir. En la tercera, discutiré<br />

sobre la cultura política democrática y mostraré algunos<br />

resultados que indagan (más que miden) acerca de<br />

la influencia de la educación secundaria en la cultura<br />

política bogotana, a partir del análisis de la “Encuesta<br />

de Culturas” que el Observatorio de Culturas de la<br />

Secretaría Distrital de Cultura, Recreación y Deporte<br />

aplicó en Bogotá a finales de 2007 (Bromberg et al.,<br />

2008). Para terminar, en la sección cuarta discutiré las<br />

inquietudes que estos resultados generan sobre lo que<br />

estamos haciendo en el sistema escolar para conseguir<br />

que éste ayude a “consolidar la democracia”.<br />

Educación<br />

En 1933, los Principios de urbanismo llamados La Carta<br />

de Atenas, de Le Corbusier, hablaban de cuatro funciones<br />

básicas de la ciudad: habitar, trabajar, recrearse, y la<br />

circulación, que las conectaba (Le Corbusier, 1993). No<br />

se menciona la educación. En cambio hoy en día, cuando<br />

se analiza la ciudad, resulta que el desplazamiento hacia<br />

los sitios de estudio es el segundo gran consumidor de<br />

espacio público de desplazamiento y de tiempo social<br />

de desplazamiento, el porcentaje de vida cotidiana<br />

vinculado a la educación es enorme y el imaginario<br />

sobre los fines de la educación copa parte sustancial del<br />

discurso político. Así lo reconocemos hoy en día, pero<br />

como vemos, es bien reciente.


En un lapso relativamente breve del desarrollo del capitalismo y la urbanización, convergieron:<br />

1. El ocio de una juventud que paulatinamente fue dejando de ser necesaria para la producción<br />

y para la reproducción económica de la familia: la escuela misma creó la adolescencia, el<br />

período en que siendo una persona madura, el joven se sustrae del mercado de trabajo<br />

(Horton, Hunt, 1990);<br />

2. Las necesidades crecientes de nivel educativo para la producción, especialmente en<br />

lectoescritura y alfabetismo numérico; y<br />

3. Un régimen político que reclamaba niveles mínimos de instrucción universal para situar la<br />

educación en un lugar privilegiado de la sociedad y del Estado.<br />

El proceso que los antropólogos llamarían endoculturación,<br />

y los sociólogos socialización, no podía dejarse espontánea<br />

y únicamente a la familia y a la parroquia. La transmisión<br />

de saberes a las nuevas generaciones, basada en el hogar<br />

y en la contribución desde niños a la economía familiar,<br />

tan propia del medio rural, se entregó en la ciudad a un<br />

complejo institucional que en el mundo actual se llama<br />

educación. Ahora, a diferencia de antes, es un proceso<br />

masivo, “consciente y organizado” (Azevedo, 2004).<br />

Así, cuando hablamos de educación no lo hacemos como los<br />

pensadores/filósofos que la trataron —incluso Rousseau, el<br />

campeón del igualitarismo— como la educación de algunos,<br />

sino como política pública. Una diferencia muy grande, que<br />

distingue a los teóricos/filósofos de la educación previos<br />

al siglo XIX y la constitución de las disciplinas científicas<br />

modernas, de los diseñadores e ideólogos posteriores a la<br />

era napoleónica. Entre “lo que debe ser la educación”, en<br />

general, en abstracto, y la educación como política pública,<br />

“pública o privada”, “universal”, “obligatoria”, “laica”,<br />

“gratuita”, por citar algunas de las características que<br />

empezaron a entrar a la deliberación en público, hay una<br />

brecha gigantesca.<br />

17<br />

11


Escuela y cultura política democrática<br />

12<br />

Por ejemplo, Napoleón pidió una educación para<br />

fomentar el amor a Francia, convertir el francés en la<br />

lengua única del Estado, promover el patriocentrismo<br />

francés y garantizar el saber técnico necesario para<br />

expandir los ideales de la Revolución francesa por<br />

Europa. ¿Tal vez el inicio de la educación como hoy la<br />

conocemos? Afirmaba en 1807:<br />

De todas nuestras instituciones la educación pública es<br />

la más importante. Todo depende de ella, el presente y<br />

el futuro. Es esencial que las ideas morales y políticas de<br />

la generación que está creciendo en este momento no<br />

dependan de las noticias del día o de las circunstancias<br />

del momento. Ante todo, debemos asegurar la unidad:<br />

debemos ser capaces de forjar una generación completa<br />

bajo el mismo molde (Markham, 2009).<br />

Por otro lado, en Inglaterra, tradicionalmente antiestatista<br />

y dominada por el liberalismo decimonónico, no era de<br />

esperarse una propuesta de intervención de este tipo.<br />

En su célebre conferencia en Cambridge de 1949 el<br />

sociólogo Thomas H. Marshall (1993) describe la manera<br />

como Alfred Marshall, el economista responsable de<br />

la síntesis neoclásica, proponía la única intervención<br />

aceptable del Estado más allá de la justicia y el<br />

cumplimiento de los contratos: con el fin de realizar el<br />

bienestar que para todos promete el mercado, el Estado<br />

debe imponer la educación obligatoria a los niños. “Se<br />

trata de obligarlos y ayudarlos a subir el primer peldaño”<br />

(op. cit.). El resto ya lo haría cada cual empleando su<br />

libertad de elegir.<br />

Algo semejante proponían nuestros liberales<br />

decimonónicos, a partir de 1863: la educación es la<br />

garantía para que tenga sentido cualquier institución<br />

democrática (Silva, 1989). Pero no se trataba de<br />

enseñar el amor por la democracia, o las competencias<br />

democráticas, sino enseñar a leer y escribir. Lo demás<br />

lo haría la vida en sociedad. Diferente de la explosión<br />

de cargas que se asignaron desde la última mitad del<br />

siglo XX a la educación en nuestro país: “La baja calidad<br />

de la educación formal básica incide negativamente…<br />

sobre el desempeño cívico y cultural de la población.<br />

Esto se refleja en la falta de actitudes civilizadoras como<br />

la solidaridad, la equidad, la convivencia pacífica y el<br />

respeto por la vida” (AA. VV., 1995).<br />

Necesariamente apareció la necesidad/tentación de<br />

agregar contenidos… y hegemonizar miradas a través<br />

de ellos: ¿se enseña religión?, ¿cuál, si la respuesta es<br />

sí? El idioma: el perfeccionamiento del idioma está<br />

siempre presente y, como nos enseñan los sociolingüistas,<br />

inevitablemente crea un lenguaje formal distinto del<br />

lenguaje que se emplea en el recreo, entre los amigos y<br />

en la vida cotidiana, según la clase social (Díaz, 1997);<br />

versiones oficiales de la geografía y especialmente de la<br />

historia nacional 2 . Nuevos imaginarios surgieron sobre<br />

la formación del nuevo ciudadano, del ciudadano libre<br />

y responsable de sí mismo, o del ciudadano que el<br />

socialismo necesita, el hombre y la mujer nuevos/as, a<br />

partir de la escuela. Pero en general las reflexiones que<br />

originalmente sostuvieron la presencia y la orientación<br />

de los temas tenían claro que la función de la escuela era<br />

primordialmente la instrucción: los contenidos a enseñar.<br />

2 Durante el glasnost en la URSS, llegaron a suspenderse los exámenes finales de historia en la educación secundaria: la historia<br />

estaba en revisión. Puede uno imaginarse el grado de centralización y control sobre los contenidos y el consiguiente desconcierto<br />

cuando se permitió dudar.


El supuesto de que la enseñanza de contenidos era<br />

insuficiente se fue consolidando en el mundo durante<br />

la segunda mitad del siglo XX. Por motivación propia,<br />

o por el reto mayúsculo que significó para la pedagogía<br />

y la sociología de la educación la integración racial en<br />

las escuelas estadounidenses, a la educación (y no a la<br />

endoculturación) se le cargaron otros objetivos y para<br />

ello se han ido diseñando nuevos retos y sus métodos.<br />

La liberación no estaría en los contenidos, sino en los<br />

métodos, algo así como la versión en la educación de<br />

la frase de McLuhan: el medio es el mensaje, que se<br />

hizo famosa en los años sesenta del siglo pasado. La<br />

escuela, se sabía, es un escenario crucial del proceso de<br />

socialización de los niños, pero ahora se le definieron<br />

responsabilidades específicas en transformaciones<br />

sociales: formar el ciudadano esperado por la democracia,<br />

pero que escasea en la sociedad.<br />

Colombia no ha sido ajena a estas reflexiones, al<br />

contrario. Se han ido adaptando al carácter nacional y a<br />

nuestras particulares crisis políticas. La educación —no<br />

únicamente la endoculturación— pareciera que quedó<br />

con buena parte de la responsabilidad de fortalecer la<br />

democracia, la solidaridad, el altruismo, la tolerancia, el<br />

pluralismo, en fin, todos los valores que son deseables<br />

pero que no abundan en la calle. Somos “incrédulos,<br />

abstencionistas, ingobernables, y de un individualismo<br />

solitario por el que cada uno de nosotros piensa que sólo<br />

depende de sí mismo”. Y sin embargo, “creemos que<br />

las condiciones están dadas como nunca para el cambio<br />

social, y que la educación será su órgano maestro” 3 .<br />

Bajo el supuesto de que la transición democrática en<br />

nuestro subcontinente ha sido superada, en toda la región<br />

se le pide a la educación que coadyuve en la consolidación<br />

de la democracia. América Latina tomó las instituciones<br />

democráticas en serio, por lo menos en el sentido de<br />

que los militares permanecen en los cuarteles o están<br />

en buena parte bajo el poder civil. Cabe entusiasmarse,<br />

y a la vez dudar, con la idea de que la educación puede<br />

jugar un papel… y preocuparse por el tiempo que<br />

tardaría en notarse.<br />

El reto de contribuir a través de la escuela a la<br />

consolidación de una cultura política democrática<br />

es mayúsculo. Por una parte, por el mismo punto<br />

de partida: se viene comprobando la resistencia y el<br />

escepticismo de las nuevas generaciones 4 frente a la<br />

política y las instituciones públicas.<br />

3 Palabras de García Márquez como uno de los comisionados de la Misión de Ciencia, Educación y Desarrollo.<br />

4 Se entiende nueva generación como “individuos de la especie humana que, en el contexto de sociedad ‘modernas’, se<br />

incorporan por vez primera al sistema social y requieren de un aprendizaje prolongado intensivo (período de latencia),<br />

continuo, recurrente y diverso para internalizar los programas sociales. En términos operativos, personas de 0 a 18 años”.<br />

17<br />

13


Escuela y cultura política democrática<br />

14<br />

En segundo lugar, por la dificultad en separar las<br />

condiciones propias del sistema escolar de otros factores<br />

de socialización. De acuerdo con Reinhard Friedmann<br />

(1997) en su estudio sobre socialización y educación<br />

política de la niñez y la adolescencia en la República<br />

Federal Alemana y en los Estados Unidos, entre los<br />

factores que influyen en el aprendizaje político se<br />

destacan los siguientes:<br />

[…] el tipo de escuela y su estructura organizativa; el<br />

clima social de la escuela; las condiciones específicas de<br />

la clase escolar; la personalidad del profesor; su estilo<br />

de enseñanza y de gestión; la motivación del profesor;<br />

el currículo; los textos de enseñanza; el escolar con<br />

sus disposiciones específicas y sus intereses; el estrato<br />

social al que se pertenece y, por último, las actividades<br />

extracurriculares que realiza el escolar y su contacto con<br />

los grupos pares […] los controles externos de la escuela<br />

(por ejemplo: la burocracia escolar; las asociaciones de<br />

padres y los partidos políticos); la actitud de los padres,<br />

su grado de politización, su apreciación de la escuela<br />

en general y, especialmente, de la enseñanza política en<br />

particular, influyen indirectamente sobre la enseñanza.<br />

El autor añade: “…ante todo, no debe olvidarse que<br />

la socialización de la escuela no transcurre en una<br />

“isla pedagógica”, sino más bien en un ambiente de<br />

competencia con otros agentes de socialización”. Una<br />

lista como ésta deja los entusiasmos en un nivel muy bajo.<br />

En tercer lugar, por limitaciones cognitivas. Aunque<br />

algunos expertos afirman que: “La constitución de<br />

la niñez como sujeto democrático es una condición<br />

insoslayable para la consolidación y ampliación de las<br />

formas democráticas de convivencia social y política”<br />

(Maurás, 1997:18), no es claro qué quiere decir<br />

“constituir un niño como sujeto democrático”. Si lo<br />

tomamos como una combinación de aspectos cognitivos,<br />

emocionales y morales (competencias) que lo conducen<br />

a que de adulto acepte el pluralismo y reconozca los<br />

límites que debe autoimponerse para que ese pluralismo


permita la convivencia pacífica, las limitantes cognitivas<br />

pasan a primer plano, pues en ciertas edades los niños<br />

…no habrían “acumulado suficiente masa crítica de<br />

habilidades cognitivas y conocimiento político que<br />

les permita entender y responder coherentemente a<br />

preguntas como ‘¿qué es la democracia’? o para comparar<br />

la forma de gobierno de una república democrática con<br />

otras” (Allegan, Brophy, 2006).<br />

¿Acaso adquirir una cultura política democrática requiere<br />

responder a la pregunta “qué es la democracia” como<br />

forma de gobierno y compararla con otras formas de<br />

gobierno?<br />

Democracia y cultura política democrática<br />

Sorprendente, pero en nuestra Colombia posmoderna<br />

sin modernidad hay que advertir que sí, que hay que caer<br />

en estas minucias empiristas, como “comparar formas<br />

de gobierno” y la manera como éstas se concretan en<br />

sociedades reales, algunas de las cuales toman la forma<br />

de democracias. Así, una sociedad posee una cultura<br />

política democrática cuando una amplia mayoría de sus<br />

individuos valoran positivamente un buen número de las<br />

instituciones propias de ese régimen.<br />

Por supuesto, se requieren ciertas condiciones mínimas de<br />

socialización para que una persona “acepte el pluralismo<br />

y reconozca los límites que debe autoimponerse para<br />

que ese pluralismo permita la convivencia pacífica”,<br />

como señalé. Son las condiciones para vivir en sociedad.<br />

Alguna vieja sociología y su jerga política tachaba a<br />

quienes se resistían como “antisociales”, y hoy lo hacen<br />

los periodistas en sus crónicas rojas. Pero además de esas<br />

condiciones mínimas, se requiere aceptar que el régimen<br />

político democrático es, hasta ahora, la única manera que<br />

conocemos los seres humanos para organizarnos en los<br />

Estados realmente existentes de hoy en día, de varios<br />

millones de personas, con una combinación amplia de<br />

libertades compatibles con la paz. La democracia no<br />

existe sin instituciones. Se trata de un régimen político<br />

bajo el cual se organizan algunas sociedades en Estados,<br />

los Estados modernos. Como esos regímenes resultaron<br />

bastante distintos de la democracia en Atenas de hace<br />

dos siglos y medio, Dahl propuso el término poliarquía<br />

(Dahl, 1996, 2003). La poliarquía requiere unas<br />

instituciones formales, del tipo de las que contempla<br />

nuestra Constitución.<br />

17<br />

15


Escuela y cultura política democrática<br />

16<br />

La Encuesta de Culturas de 2007 mantuvo la tradición de<br />

incluir preguntas que podrían caber bajo lo que se entiende<br />

como cultura política, bajo la siguiente definición:<br />

“percepciones y declaraciones de comportamientos 5<br />

sobre el sistema político prevaleciente”. Se entrevistaron<br />

algo más de 6.000 personas en Bogotá mayores de 12<br />

años 6 . La encuesta no se diseñó para medir el impacto<br />

de la escuela en la cultura política democrática; sin<br />

embargo, es posible obtener de sus resultados algunas<br />

relaciones para introducir la discusión del tema. En la<br />

lectura de las tablas que sigue debe entenderse que el<br />

nivel educativo declarado es la respuesta a la pregunta:<br />

¿cuál es el máximo nivel educativo alcanzado por usted?,<br />

interrogación que no distinguía si el nivel había sido<br />

completado. La evolución de la cultura política en la<br />

ciudad dependerá mucho más del recambio social propio<br />

de la demografía que de todos los discursos políticos:<br />

sólo el 29% de los mayores de 50 años declararon<br />

que la secundaria es su nivel máximo educativo<br />

alcanzado, mientras en la población entre 27 y 35<br />

años el 48% respondió haber alcanzado la secundaria.<br />

Esas generaciones serán reemplazadas por otras que<br />

ya vivieron su adolescencia en la época de la cobertura<br />

universal. Justo es advertir que nos tardamos demasiado<br />

para ello: aumentamos sustancialmente el discurso sobre<br />

lo que queríamos de unas escuelas deficientes en muchos<br />

aspectos, especialmente de la cobertura.<br />

Analicemos los resultados de esta pregunta que mide<br />

predisposición a la intolerancia religiosa:<br />

NO le gustaría tener como vecinos a gente de religión distinta a<br />

la suya, mayores de 25 años<br />

Nivel educativo Total de la muestra Frecuencia Porcentaje<br />

Ninguno 204 30 15<br />

Primaria 1.352 219 16<br />

Secundaria 2.406 288 12<br />

Técnico 620 61 10<br />

Profesional 785 58 7<br />

Posgrado 69 2 3<br />

NS/NR 52 12 23<br />

Total 5.488 670 12<br />

No hay variación importante con el nivel educativo hasta<br />

que no se entra en el rango “profesional”. No se trata<br />

de la edad, pues no hay variaciones por grupo etario al<br />

emplear la edad como variable independiente. Es decir,<br />

la formación influye sobre la tolerancia religiosa, sin<br />

que en las universidades se hayan tomado cursos de<br />

tolerancia religiosa o “cómo querer a nuestros vecinos I y<br />

II”. Estas variaciones con la escolaridad se atribuyen a la<br />

movilización cognoscitiva propia de la cultura académica<br />

y a la información sobre el mundo que se recibe y se<br />

procesa practicando y desarrollando la capacidad de juzgar<br />

diversas fuentes de validación (Sudarsky, 2004a, 2004b) 7 .<br />

5 Una encuesta no mide comportamientos sino declaraciones sobre comportamientos. Por ejemplo: ¿votó usted en las últimas<br />

elecciones?<br />

6 Los detalles técnicos, la encuesta misma, los resultados en frecuencias simples y la exploración de resultados pueden consultarse<br />

en las páginas web de la Secretaría Distrital de Cultura (http://www.culturarecreacionydeporte.gov.co/observatorio/index.html)<br />

o del IEU (www.inestudiosurbanos.com). El análisis de encuesta fue realizado desde el Instituto de Estudios Urbanos por el<br />

autor y un pequeño grupo de colaboradores.<br />

7 Es interesante constatar cómo nuestra mitología nos hace sentir orgullosos de la “malicia indígena”, una desconfianza en todo<br />

tan irracional como la confianza en todo.


La siguiente tabla de respuestas muestra el mismo<br />

esquema de influencia del nivel escolar alcanzado:<br />

Porcentaje de personas que conversan sobre política<br />

Nivel educativo Total<br />

Conversan<br />

sobre política<br />

(%)<br />

Ninguno 204 46 23<br />

Primaria 1.352 277 20<br />

Secundaria 2.406 579 24<br />

Técnico/tecnológico 620 206 33<br />

Profesional 785 335 43<br />

Posgrado 69 35 51<br />

NS/NR 52 13 25<br />

Total 5.488 1.491 27<br />

Se escogió de la muestra aquellos mayores de 25 años. No<br />

hay adolescentes aquí. Vemos una variación muy pequeña<br />

dentro del rango de incertidumbre, hasta comenzar<br />

el nivel postsecundario. “Ninguno”, “primaria” y<br />

“secundaria” son estadísticamente iguales. En el análisis<br />

por grupos de edad sí se observa un ligero aumento<br />

con la edad, pero la mayor influencia está en el nivel<br />

académico alcanzado. Nuevamente, sin asistir a talleres<br />

de “interesémonos por la política”.<br />

En una sociedad con elevada cultura política democrática<br />

es importante el interés en las elecciones. Hay que tener<br />

en cuenta que la encuesta se aplica en Bogotá, en donde<br />

las reglas básicas del régimen representativo se cumplen<br />

bastante bien. ¿Cómo depende del nivel educativo el<br />

“abstencionismo por principio”?<br />

Porcentaje de personas que se declaran abstencionistas “fuertes”<br />

Nivel educativo<br />

Total<br />

(30 o más años)<br />

Frecuencia Porcentaje<br />

Ninguno 198 46 23<br />

Primaria 1.261 257 20<br />

Secundaria 1.834 394 21<br />

Técnico/tecnológico 502 78 16<br />

Profesional 661 63 10<br />

Posgrado 59 5 8<br />

NS/NR 44 11 25<br />

Total 4.559 854 19<br />

Los mayores de 30 años que alcanzaron nivel escolar<br />

“ninguno”, “primaria” y “secundaria” no se distinguen<br />

estadísticamente. La variación comienza, nuevamente,<br />

del nivel técnico en adelante. Un análisis de edades<br />

mostró que aquí también hay un efecto de edad y uno<br />

pequeño de ingresos.<br />

17<br />

17


Escuela y cultura política democrática<br />

18<br />

He aquí una tabla-síntesis con las preguntas pertinentes sobre<br />

cultura política contenidas en la Encuesta de Culturas 8 :<br />

Porcentaje de mayores de 25 años con la correspondiente<br />

trayectoria educativa, que…<br />

Primaria Secundaria Técnico<br />

22 22 21 Valora negativamente la participación<br />

45 57 61 Valora positivamente la participación<br />

18 16 14<br />

En desacuerdo con “la democracia es<br />

preferible a cualquier otra forma de gobierno”<br />

25 25 31 Le interesa la política<br />

45 46<br />

Vota en todas o en la mayoría de las<br />

59<br />

elecciones<br />

20 24 33 Conversa sobre política<br />

26 36 49 Sabe a qué partido pertenece el alcalde<br />

20 21 16 Abstencionistas por principio<br />

27 28 30 Votan porque “votar es un derecho”<br />

24 22 26 Votan porque “votar es un deber”<br />

42 46<br />

La plata de los impuestos se la roban<br />

48<br />

o se gasta en burocracia<br />

Con excepción de las dos líneas sombreadas, se observa que<br />

la educación secundaria ha aportado muy poco. Como se ha<br />

reducido la muestra a mayores de 25 ó 30 años, el resultado<br />

indaga por la influencia de una educación que se recibió de la<br />

vieja escuela, la anterior a los cambios constitucionales y los<br />

nuevos discursos.<br />

¿Cómo contribuye la escuela a la consolidación de<br />

una democracia?<br />

He propuesto reconocer que “cultura política democrática”<br />

hace referencia a un específico régimen de gobierno de algunos<br />

Estados de hoy en día, altamente valorado incluso por los<br />

que no lo tienen o no lo cumplen. Este régimen existe en un<br />

plano bien distinto del de las relaciones interpersonales. Por<br />

supuesto, quien sea incompetente para compartir con los demás<br />

las peripecias de la vida cotidiana sin generar conflictos que<br />

terminen en violencia, no cumplirá con las condiciones mínimas<br />

8 El análisis detallado se puede consultar en las páginas web de la SDCRyD y del IEU, citadas atrás.


para aceptar y participar activamente en algo tan complejo como el proceso de toma de decisiones<br />

de un régimen político democrático, en el que tiene que convivir con millones a quienes no verá<br />

jamás y, por consiguiente, sólo puede aceptar mediante razonamientos abstractos sobre justicia y<br />

sentimientos acotados de solidaridad 9 . Pero quien tiene competencias de este tipo para convivir<br />

en sociedad no necesariamente acepta un régimen democrático. Los regímenes no democráticos<br />

no están compuestos por incapaces sociales. Por régimen político democrático entendemos, lo<br />

he afirmado atrás, las instituciones de la poliarquía (Dahl):<br />

Instituciones de la poliarquía<br />

1. Funcionarios electos. El control de las decisiones en materia de política pública corresponde, según lo establece la Constitución<br />

del país, a funcionarios electos.<br />

2. Elecciones libres e imparciales. Dichos funcionarios son elegidos mediante el voto en elecciones limpias que se llevan a cabo<br />

con regularidad y en las cuales rara vez se emplea la coacción. (Hubiera podido decir que las elecciones están establecidas<br />

por la ley, y se hacen).<br />

3. Sufragio inclusivo. Prácticamente todos los adultos tienen derecho a votar en la elección de los funcionarios públicos.<br />

4. Derecho a ocupar cargos públicos. Prácticamente todos los adultos tienen derecho a ocupar cargos públicos en el Gobierno,<br />

aunque la edad mínima para ello puede ser más alta que para votar.<br />

6. Variedad de fuentes de información. Los ciudadanos tienen derecho a procurarse diversas fuentes de información, que no solo<br />

existen sino que están protegidas por la ley.<br />

7. Autonomía asociativa. Para propender a la obtención o defensa de sus derechos (incluidos los ya mencionados), los ciudadanos<br />

gozan también del derecho de constituir asociaciones u organizaciones relativamente independientes, entre ellas partidos<br />

políticos y grupos de intereses.<br />

¿Son las instituciones descritas en este cuadro las que se describen, explican, aplauden, enaltecen,<br />

encomian… en nuestro sistema escolar? No parece.<br />

Miremos la primera, la regla de reglas. De acuerdo con ella, no es afín a una cultura política<br />

democrática la idea de que las decisiones las tomen quienes no han ganado elecciones. Sin embargo,<br />

en muchos de los discursos escolares nos solazan, dizque ponderando la Constitución, con la<br />

imagen de que el mundo ideal es aquél en el que no haya elecciones, en el que participemos en<br />

asambleas para decidir en montonera. ¿No es una competencia <strong>ciudadana</strong> reconocer los riesgos<br />

de estos procedimientos, lo que han producido en la Historia? 10<br />

9 Acotados, porque la solidaridad a la que se obliga llega hasta las fronteras.<br />

10 Como la crucifixión de Jesucristo.<br />

17<br />

19


Escuela y cultura política democrática<br />

20<br />

En una pregunta de la Encuesta de Culturas se solicitó<br />

recordar derechos. ¡Menos del 1 por ciento mencionó<br />

los derechos a elegir y ser elegido! No es extraño este<br />

desinterés por lo electoral, al fin y al cabo es incluso<br />

promovido desde la educación. En efecto, luego de una<br />

gran discusión nacional en foros sobre las competencias<br />

<strong>ciudadana</strong>s, publica el Ministerio de Educación Nacional<br />

una síntesis de 37 páginas, Estándares básicos de competencias<br />

<strong>ciudadana</strong>s. Formar para la ciudadanía… ¡sí es posible!<br />

(MEN, 2004). Una guía, supongo, para promover la<br />

cultura política democrática. Aparece una vez la palabra<br />

“elecciones”. “Voto” no aparece nunca, “partido”,<br />

menos. No aparecen “Policía”, “Ejército”, “Congreso”,<br />

“Concejo”, “listas”, “ejecutivo”, “representación”,<br />

“impuestos” 11 . Si no aparecen palabras como “sanción”,<br />

“delito”, “castigo”, pues mucho menos “Código Penal”.<br />

¿No será que la escuela por lo menos debe cumplir bien<br />

el objetivo de instruir sobre estos temas y todas sus<br />

connotaciones, y luego de pronto comprometerse con<br />

lo casi imposible?<br />

Esas palabras que no aparecen, y otras del mismo talante<br />

que tampoco, tienen un defecto: son las que discutimos<br />

en el día a día en este país. Supongo que para algunos<br />

no conviene que entren a la escuela, porque se parecen<br />

demasiado al mundo real, y en la escuela nos hemos<br />

propuesto formar un ciudadano que, como dijimos atrás,<br />

no encontramos en la calle.<br />

Me temo que vamos en contravía.<br />

11 De pronto no aparecen porque se dejan para los “saberes”. Eso sería riesgoso, pero además no es cierto. Trabajo con estudiantes<br />

universitarios de nivel intermedio, la mayoría de los cuales ignora materialmente todo sobre el régimen de gobierno de su país.<br />

Y ellos sí han estado inmersos en la nueva escuela de promoción de la cultura política democrática de nuestro sistema escolar.


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21


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La pedagogía <strong>ciudadana</strong> en<br />

Bogotá: ¿un proyecto autoritario,<br />

o el mínimo común necesario<br />

para la construcción de una<br />

democracia radical?<br />

The citizen pedagogy in Bogotá: an authoritarian project<br />

or the minimum common need to build a radical democracy?<br />

Javier Sáenz Obregón *<br />

* Miembro del Grupo de Investigación de Historia de la Práctica Pedagógica y profesor de la Maestría en Estudios Culturales de la Universidad<br />

Nacional de Colombia. Actualmente es director del Centro de Estudios Sociales de esa universidad.


Resumen A partir de sendas investigaciones sobre las prácticas formativas dirigidas a la población por fuera<br />

de la escuela, de los dos gobiernos de Mockus, en este artículo se hace una crítica sobre aquellas<br />

concepciones que han buscado definir las pedagogías <strong>ciudadana</strong>s de sus administraciones como<br />

“autoritarias”. Igualmente, se analizan los alcances y limitaciones de dichas prácticas pedagógicas<br />

para argumentar acerca de aquellos elementos que deberían ser apropiados por los gobiernos de<br />

la ciudad.<br />

Palabras claves: pedagogía, cultura, autoritarismo, democracia, política pública,<br />

gubernamentalidad.<br />

Abstract From the perspective of two research projects on the formative practices that targeted the out-ofschool<br />

population in the two governents of the city of Bogotá of the mayor Antanas Mockus, this<br />

article undertakes a critique of those who have defined these two governments as “authoritarian”.<br />

It also anlayses the reaches and limits of the pedagogical practices of the two governmentes, in<br />

order to delimit those practices that should be appropriated by the governments of the city.<br />

Keywords: pedagogy, culture, authoritarianism, democracy, public policy, governmentality.


En dos investigaciones relativamente recientes,<br />

auspiciadas por el <strong>IDEP</strong> y el Centro de Estudios Sociales<br />

de la Universidad Nacional 1 , analicé detalladamente<br />

las prácticas de pedagogía <strong>ciudadana</strong> desplegadas<br />

en el gobierno Mockus/Bromberg y en la segunda<br />

administración de Mockus en Bogotá. Entre otras<br />

cosas, traté de relacionar diversos elementos de dichas<br />

prácticas con la tradición histórica de la pedagogía<br />

escolar y con algunos eventos de las representaciones y<br />

políticas sociales de la ciudad en la primera mitad del<br />

siglo pasado, en torno a la población “peligrosa” (pobres,<br />

desescolarizados, desempleados, trabajadoras sexuales,<br />

1 Sáenz, 2004, 2007.<br />

2 En las referencias se presentan algunos ejemplos de los distintos tipos de documentos analizados.<br />

habitantes de la calle). Para ello se estudiaron desde los<br />

discursos conceptuales de Antanas Mockus hasta los<br />

documentos puntuales de los proyectos específicos,<br />

materiales pedagógicos y piezas comunicativas (impresas<br />

y en video) de las entidades públicas de la ciudad 2 .<br />

17<br />

25


La pedagogía <strong>ciudadana</strong> en Bogotá<br />

26<br />

Con base en el análisis de las encuestas de cultura<br />

urbana y demás instrumentos que desarrollaron las dos<br />

administraciones para valorar los avances de sus políticas en<br />

el campo de la cultura <strong>ciudadana</strong>, en ambas investigaciones<br />

se pudieron constatar sus incuestionables éxitos en el<br />

mejoramiento de las percepciones, actitudes, conocimientos<br />

y comportamientos de los habitantes de la ciudad en la amplia<br />

gama de asuntos a los que se dirigió su política de cultura<br />

<strong>ciudadana</strong>, que son bien conocidos, y que abarcaban desde el<br />

sentido de pertenencia a la ciudad hasta el mejoramiento en<br />

el acatamiento de normas específicas. Pero hubo algo aún de<br />

mayor relevancia para el tema que nos ocupa. En la segunda<br />

investigación 3 se evidenció que hubo una correlación muy<br />

alta entre aquellos indicadores de cultura <strong>ciudadana</strong> que<br />

más mejoraron y los ámbitos de la práctica estatal en los<br />

que se privilegiaron estrategias y prácticas pedagógicas. Los<br />

dos estudios señalaron, igualmente, una serie de aspectos<br />

problemáticos de las prácticas de pedagogía <strong>ciudadana</strong> de<br />

los dos gobiernos, que se pueden resumir así:<br />

a. Una tendencia marcada de desconfianza hacia las prácticas culturales y <strong>ciudadana</strong>s de los<br />

habitantes de la ciudad;<br />

b. La débil inserción de pedagogías <strong>ciudadana</strong>s en las escuelas;<br />

c. En el caso de algunas entidades estatales, el predominio de prácticas escolarizadas en los<br />

proyectos de formación de la población por fuera de la escuela;<br />

d. En las prácticas pedagógicas <strong>ciudadana</strong>s —que no en las políticas culturales en su<br />

conjunto— un énfasis casi exclusivo en la constitución de unos mínimos culturales<br />

comunes y altos grados de invisibilización de las diferencias culturales;<br />

e. La precariedad financiera y comunicativa del Canal Capital, que terminó siendo más<br />

estatal que público y que poco uso hizo del potencial comunicativo de la población de la<br />

ciudad.<br />

3 Sáenz, 2007.


A pesar de los indudables aciertos y logros de la estrategia<br />

de pedagogía <strong>ciudadana</strong> en los dos gobiernos de Mockus,<br />

sobre los cuales volveré más adelante, ésta fue abandonada<br />

en la administración de Luis Garzón. Y fue abandonada,<br />

hay que decirlo, de manera infortunada. Con esto no me<br />

refiero sólo al abandono en sí, sino también a la forma<br />

como se hizo. Lo menos que podíamos esperar los<br />

habitantes capitalinos ante la decisión de no continuar<br />

con una de las estrategias más innovadoras, exitosas<br />

y pertinentes que se han llevado a cabo en la ciudad<br />

—a pesar de sus señalados problemas— era que dicha<br />

decisión se argumentara y sustentara de manera pública,<br />

pues en todos los posibles sentidos de este término se<br />

trataba de un asunto público. Pero esto no se hizo ni en<br />

los documentos de política ni, hasta donde se ha podido<br />

indagar, en las intervenciones públicas del alcalde. Sin<br />

embargo, en privado, los simpatizantes del burgomaestre<br />

argumentaban que el problema de la cultura y la<br />

pedagogía <strong>ciudadana</strong> era la de ser autoritaria, crítica que<br />

también le han hecho algunos académicos.<br />

Aunque cada vez que escucho esta crítica pregunto<br />

por sus razones, ninguna me ha parecido satisfactoria.<br />

Tiende a limitarse a dos argumentos centrales: el<br />

señalamiento de excesos por parte de la policía en los<br />

gobiernos de Mockus y el que enfatizó el acatamiento de<br />

la ley, en especial en su segundo mandato. Lo primero<br />

indica desconocimiento del Estatuto de la Policía<br />

Metropolitana, la cual, debería ser bien sabido, es de<br />

carácter nacional y está sujeta sólo a controles indirectos<br />

por parte de la Administración de la ciudad. El segundo<br />

argumento plantea un asunto de fondo: la legitimidad de<br />

las leyes en sistemas democráticos y, para nuestro caso,<br />

la de las normas expedidas en los gobiernos de Mockus.<br />

Al margen de los argumentos de quienes consideraban<br />

que el Estado colombiano en la época no era legítimo<br />

y hablaban por lo tanto en “representación” (implícita<br />

o explícita) de sujetos culturales, sociales y políticos<br />

(pasados, presentes o futuros) que consideraban de<br />

mayor legitimidad colectiva que al Estado —argumentos<br />

que ubicaría por fuera del acuerdo mínimo que<br />

presuponen mis planteamientos— está el asunto del<br />

supuesto autoritarismo en ambas alcaldías por haber<br />

considerado política y culturalmente necesario poner<br />

en el centro de su agenda pedagógica la relegitimación<br />

del Estado y la promoción del respeto, la celebración<br />

y el acatamiento de la ley y de unas normas mínimas<br />

de convivencia. A mi juicio, esta no es una crítica muy<br />

afortunada por las siguientes razones.<br />

En primer lugar, porque los gobiernos de Mockus, como<br />

pocos de los que hemos tenido en este país, tenían una<br />

evidente legitimidad moral y política, lo cual, entre otras<br />

cosas, explica en un alto grado, a mi parecer, los éxitos<br />

de su programa de pedagogía <strong>ciudadana</strong>.<br />

17<br />

27


La pedagogía <strong>ciudadana</strong> en Bogotá<br />

28<br />

En segundo lugar, por la concepción misma de la ley<br />

en su administración, en la que lejos de operar con ella<br />

como si estuviese fundamentada y legitimada por una<br />

concepción a priori de la comunalidad —y por tanto ahí<br />

sí autoritaria— puso en juego de manera relativamente<br />

intensa (en relación con otros gobiernos de la ciudad y<br />

del país) una concepción dinámica y democrática de la ley<br />

y de lo común, como algo a definir por medio del diálogo<br />

y la participación <strong>ciudadana</strong>, cuyo ejemplo más claro<br />

fueron las deliberaciones <strong>ciudadana</strong>s que acompañaron<br />

la formulación del Código de Policía. Es cuestionable,<br />

claro está, la idea habermasiana que predominó en las<br />

pedagogías <strong>ciudadana</strong>s de sus dos gobiernos, acerca de la<br />

posibilidad de una situación comunicativa ideal (esto es,<br />

por fuera de las relaciones de poder), cuyos resultados<br />

obedecerían a los mejores argumentos, más cuando<br />

dicho ideal de diálogo se escenificaba precisamente en<br />

relaciones de poder —en este caso, fundamentalmente<br />

simbólicas— entre funcionarios estatales y ciudadanos.<br />

Pero de allí a concluir que se trató de mandatos<br />

autoritarios, hay mucho trecho.<br />

Por último, si aún no convencen los argumentos<br />

anteriores, habría que señalarle a los simpatizantes del<br />

ex alcalde Garzón (entre los cuales, algunos funcionarios<br />

del gobierno de Mockus), que criticaron como<br />

autoritarias las pedagogías <strong>ciudadana</strong>s de éste dirigidas<br />

al acatamiento, la celebración, la relegitimación y la<br />

transformación del marco legal y normativo de la ciudad,<br />

su paradójica posición en tanto sujetos que al participar<br />

en la elección del alcalde o hacer parte de su gobierno<br />

aceptaron la legitimidad jurídica del Estado para luego,<br />

desde adentro, cuestionar la racionalidad normativa que<br />

simbólica o institucionalmente entraron a representar.<br />

Se trata de una paradoja (algo así como “estar en el<br />

Estado sin aceptar ser parte de él”) en relación con la<br />

cual, más que contribuir conceptual y estratégicamente<br />

a la redefinición, o si se quiere refundación del Estado,<br />

los sectores del gobierno de Garzón a los que he aludido<br />

parecieron seguir soñando con alternativas “a pesar del<br />

Estado”.


Quiero ser lo más claro posible sobre esto: al igual que<br />

muchos de los que hemos ejercido como funcionarios<br />

públicos, considero absolutamente legítima, en<br />

términos éticos y políticos, la opción de priorizar como<br />

estrategia desde el Estado la redefinición radical de su<br />

marco jurídico y político, orientándolo, entre otros<br />

asuntos, hacia el fortalecimiento de las organizaciones y<br />

movimientos sociales, esto es, el uso del aparato estatal<br />

no para intensificar las ya enormes asimetrías de poder<br />

que existen en el país entre la organización estatal y la<br />

no gubernamental, sino precisamente para reducirlas.<br />

Lo que no me parece legítimo es argumentar, desde el<br />

campo estatal, acerca de la ilegitimidad (por la vía de<br />

la acusación de “autoritarismo”) de algunos consensos<br />

normativos mínimos y éticamente defendibles que<br />

promovieron los dos gobiernos de Mockus por medio<br />

de sus estrategias de pedagogía <strong>ciudadana</strong>, como aquellos<br />

dirigidos al control de la evasión fiscal, a hacer efectivos<br />

y moralmente probos los mecanismos para combatir la<br />

violencia (en la familia y por fuera de ella), al acatamiento<br />

de las normas de tránsito para mejorar la movilidad y<br />

disminuir los accidentes, a la disminución de accidentes<br />

por fabricación y uso de la pólvora, al ahorro en el uso<br />

del agua, entre otros.<br />

Sobre el doble juego, quizás inconsciente, de algunos<br />

de los sectores críticos a los gobiernos de Mockus, por<br />

una parte, de denunciar como ilegítimas las prácticas<br />

por medio de las cuales, en efecto, se ampliaron<br />

los alcances del Estado y, por otra, de soñar con el<br />

fortalecimiento de las organizaciones sociales desde el<br />

Estado, habría que señalar, simplemente, que las dos<br />

cosas están inextricablemente entrelazadas. Para ponerlo<br />

de forma esquemática: frente a gobiernos de la ciudad<br />

que históricamente jugaron a fortalecer la legitimidad<br />

de su secta micropartidista en relación con pequeñas<br />

pero poderosas redes clientelistas, los gobiernos de<br />

Mockus, que se dirigieron a legitimar al Estado mismo<br />

en un juego pedagógico que buscaba involucrar/afectar<br />

a la ciudadanía en su conjunto, efectivamente ampliaron<br />

los alcances del Estado.<br />

Quedan, por último, los trabajos de algunos académicos<br />

(Ortiz, 2009), a partir de los cuales se podría argumentar<br />

que con sus pedagogías <strong>ciudadana</strong>s las administraciones<br />

de Mockus se inscribieron, como pocas, en las más<br />

contemporáneas y sutiles prácticas liberales basadas<br />

en la regulación de la población, que serían aún más<br />

efectivas, como formas de gobierno de las conductas, que<br />

aquellas que caracterizaron las sociedades disciplinarias<br />

de los siglos XVII y XVIII y que aún predominan en<br />

17<br />

29


La pedagogía <strong>ciudadana</strong> en Bogotá<br />

30<br />

4 Foucault, 2006, 2007.<br />

las instituciones disciplinarias de encierro: cárceles,<br />

ejércitos, hospitales, asilos, lugares de trabajo y de<br />

formas diferentes en las familias 4 . Ésta es, sin duda, la<br />

crítica de “autoritarismo” que es más difícil de refutar,<br />

si de manera provisoria entendemos por “autoritarismo”<br />

aquellas prácticas que constituyen de manera simultánea<br />

el incremento en los alcances del Gobierno y su mayor<br />

efectividad en la conducción de las conductas de los<br />

individuos y la población. Sobre lo segundo ya hemos<br />

subrayado la efectividad de las pedagogías <strong>ciudadana</strong>s de<br />

ambas alcaldías, y, sin elaborar sobre ello, aceptaríamos<br />

que las formas más contemporáneas de formación/<br />

gobierno son más efectivas que las de las sociedades<br />

disciplinarias.<br />

En cuanto a lo primero, al incremento en los alcances<br />

del Gobierno, no hay nada que discutir, ya que, como<br />

un evento distinto al de las formas liberales —el<br />

diálogo, la argumentación razonada— de las pedagogías<br />

empleadas en una buena cantidad de las estrategias,<br />

proyectos y actividades puntuales de las administraciones<br />

mockusianas, efectivamente sí hubo un incremento de<br />

gobierno “pedagógico”. Se dio lo que he denominado<br />

una pedagogización inusitada en la vida de la población,<br />

a partir de la cual se educaron de manera intensiva un<br />

conjunto de temas y escenarios que nunca antes habían<br />

estado, en el país, en el campo de la intervención<br />

formativa del Estado. Luego de la pedagogización y<br />

escolarización histórica de las instituciones de encierro<br />

ya mencionadas, los mandatos de Mockus, además de<br />

intensificar la pedagogización de algunos de estos ámbitos<br />

disciplinarios (en especial las cárceles y las familias)<br />

pedagogizaron lo no institucional: la calle, los andenes,<br />

las ciclovías, las ciclorrutas, los vehículos de transporte<br />

público y privado, las festividades populares y oficiales,<br />

los parques, los escenarios culturales, los lugares de<br />

rumba, los eventos deportivos, el comercio (tanto<br />

formal como informal), así como la vida cotidiana de<br />

las trabajadoras sexuales, de los contribuyentes, de los<br />

policías, de los habitantes de la calle, de los recicladores,<br />

de los delincuentes, de los consumidores de alcohol


y de drogas psicoactivas. Pero no pararon allí; en un<br />

rompimiento audaz con la tradición pedagógica escolar<br />

configurada por lo menos desde el siglo XIX, que había<br />

abandonado la formación directa de las dimensiones<br />

“no racionales” de la psiquis, los gobiernos de Mockus<br />

buscaron pedagogizar la intimidad de los individuos por<br />

medio de la formación de sentimientos morales.<br />

¿Es esto autoritarismo, fue ilegítimo? Creo que se puede<br />

responder negativamente en dos planos. El primero,<br />

en el de lo que podemos denominar la topografía de<br />

la gubernamentalidad, concepto foucaultiano que<br />

se refiere, de manera general, a “la manera como se<br />

conduce la conducta de los hombres” 5 . No considero<br />

que de manera simplista se pueda equiparar la ampliación<br />

de sus alcances con el incremento en esa elusiva noción,<br />

rara vez claramente definida por quienes la usan, de<br />

“autoritarismo”, más aún cuando muchos de los que la<br />

han usado contra los gobiernos de Mockus, lejos de ser<br />

liberales en su concepción del Estado, reclaman mayor<br />

“presencia” y mayores intervenciones estatales.<br />

Para solo dar un ejemplo sobre lo problemático que sería<br />

equiparar mayores alcances en la gubernamentalidad con<br />

mayor autoritarismo: ¿será que una mayor intervención,<br />

en este caso del Gobierno Nacional, para deslegitimar y<br />

debilitar a los grupos armados ilegales financiados por<br />

el narcotráfico en el país, puede ser leída, sensatamente,<br />

como autoritaria? En muchos de estos análisis sobre<br />

el supuesto autoritarismo de las alcaldías de Mockus,<br />

parecería que el Estado es la única línea que juega en<br />

el campo de fuerzas, como si no hubiese otras líneas<br />

de fuerza en juego, con consecuencias decididamente<br />

más nefastas para las libertades públicas que las del<br />

Estado; y aquí no me refiero exclusivamente a los grupos<br />

armados, sino también a las Iglesias, a los racismos, al<br />

patriarcalismo, a las violencias cotidianas y familiares,<br />

a las que ejercen los poderes económicos contra los<br />

trabajadores, para sólo mencionar algunas.<br />

5 Foucault, 2006:146.<br />

El segundo plano en el que se puede responder<br />

negativamente, en alguna medida ya implícito en el<br />

primero, es en el de los efectos de esa ampliación de<br />

la gubernamentalidad. Aquí propondría lo siguiente: a<br />

menos que aceptemos la tesis de que todo lo que hace<br />

el Estado es necesariamente maléfico (satanización<br />

del Estado) tendríamos, siendo pragmáticos (como<br />

lo era Foucault en el sentido filosófico del término),<br />

que analizar los efectos de dicha ampliación. ¿Tuvo<br />

efectos de creación de conductas de obediencia ciega<br />

a un poder soberano y arbitrario, o de fomento de<br />

acatamiento y transformación de las normas mínimas que<br />

razonablemente se pueden aceptar para la convivencia<br />

colectiva? Pensaría que el acto imaginativo que implica<br />

valorar los efectos de una política pública llevaría a<br />

concluir lo segundo en los dos gobiernos de Mockus.<br />

17<br />

31


La pedagogía <strong>ciudadana</strong> en Bogotá<br />

32<br />

Como puede ser evidente, todo lo planteado se dispone hacia proponer cierto grado<br />

de continuidad en las prácticas de pedagogía <strong>ciudadana</strong> mockusiana y a aprender de sus<br />

limitaciones y, en este sentido, se sugiere:<br />

a. Pensar y diseñar de manera integrada las<br />

políticas culturales-comunicacionalesformativas<br />

del gobierno de la ciudad con<br />

base en estudios académicos y diagnósticos<br />

“tecnocráticos”, e implementarlas de manera<br />

inter-institucional a partir del recorte<br />

estratégico de un campo (ya no de un sector)<br />

en donde se ubicarían las problemáticas<br />

centrales a abordar. Se trata, entonces, de<br />

emular la estrategia de política pública que<br />

en los dos gobiernos de Mockus se denominó<br />

como cultura <strong>ciudadana</strong>, pero sin copiar<br />

necesariamente todos los ingredientes de<br />

su “fórmula”, que en el mejor de los casos<br />

sólo debe ser vista como una combinatoria<br />

provisional de aquellas conductas que en su<br />

momento, y desde una perspectiva contingente,<br />

se consideró prioritario modificar. Y en la<br />

cual, de manera decidida, se deben integrar los<br />

escenarios de la educación escolarizada, lo cual,<br />

por razones que no me parecen de fondo, no se<br />

hizo en los gobiernos de Mockus.<br />

b. Combinar estrategias de legitimación ética y<br />

política del gobierno local y sus entidades (que<br />

no de simple incremento de la favorabilidad<br />

electoral del alcalde o grupo político que<br />

ejerza el gobierno de turno), así como de<br />

fortalecimiento de la sociedad civil en su<br />

conjunto, estrategias cuyo mayor acierto, a<br />

mi juicio, en los gobiernos de Mockus fue su<br />

perspectiva (no siempre explícita) acerca de<br />

la maleabilidad simultánea de lo estatal (sus<br />

políticas, sus programas, sus instituciones, las<br />

6 Sáenz, 2004, 2007.<br />

leyes y normas vigentes) y de la ciudadanía<br />

y sus organizaciones: esto es, acciones en las<br />

que se busque transformar las dos esferas y<br />

no simplemente actuar sobre la población<br />

de la ciudad desde una institucionalidad y<br />

racionalidad estatal ya definida e impermeable.<br />

Aunque en el fortalecimiento de las<br />

organizaciones sociales por diversas razones se<br />

podría pensar que los dos gobiernos de Mockus<br />

se quedaron cortos6 , hubo una serie de acciones<br />

en donde estas estrategias se combinaron de<br />

manera admirable y que habría de estudiar<br />

con detenimiento, como por ejemplo, la<br />

campaña de pago voluntario de impuestos,<br />

el diseño participativo del Código de Policía,<br />

la “Croactividad”, las múltiples acciones<br />

formativas dirigidas a peatones y conductores;<br />

la “Noche de las Mujeres”, contra la violencia<br />

de género; entre otras.<br />

c. Diseñar pedagogías <strong>ciudadana</strong>s que eviten la<br />

falsa dicotomía entre construcción colectiva<br />

de unos mínimos comunes y reconocimiento,<br />

respeto y fomento de las diferencias culturales.<br />

A nivel conceptual, Mockus, al retomar a<br />

Rawls, planteó un elemento central para<br />

romper esta falsa dicotomía —aquel donde<br />

señala que diferentes individuos y grupos se<br />

pueden poner de acuerdo sobre una norma<br />

común por razones diferentes—, idea que<br />

en buena medida fue retomada por las<br />

prácticas formativas de su gobierno, en las<br />

que predominaron prácticas de diálogo y de<br />

argumentación razonable. Sin embargo, puede


señalarse, igualmente, una visibilización desigual<br />

de las diferencias culturales: desde un grado<br />

bastante alto de opacidad de dichas diferencias<br />

en las acciones y estrategias pedagógicas en<br />

la esfera de la formación cívica, hasta un alto<br />

grado de visibilidad en las acciones clásicas<br />

del “sector cultural”: de creación y consumo<br />

artístico.<br />

d. En relación con las formas de enseñanza/<br />

aprendizaje, privilegiadas en ambos gobiernos,<br />

hay mucho que amerita ser continuado. Para ser<br />

breve, mencionaré sólo dos aspectos. En primer<br />

lugar, como ya se señaló, la predominancia<br />

de prácticas basadas en el diálogo y en la<br />

argumentación razonada. Y segundo, las<br />

prácticas que, más que emular aquellas clásicas<br />

de las escuelas, lograron engancharse con los<br />

flujos cotidianos de la población por medio<br />

de la utilización de lenguajes dramatúrgicos y<br />

metafóricos, cuyo mejor ejemplo, a mi juicio,<br />

fueron las performances de los mimos en la<br />

calle 19, en su primer gobierno.<br />

Para concluir, no se necesita ser “mockusiano” para<br />

reconocer la potencia y pertinencia de un conjunto<br />

de elementos de las políticas y estrategias formativas<br />

que puso en escena en sus dos gobiernos y extraer de<br />

ellas nuevas formas en que los gobiernos de la ciudad<br />

pueden extender sus alcances, ya no de ejercicio de su<br />

dominio, sino para extender su capacidad simbólica<br />

de convencimiento en torno a propósitos mínimos,<br />

razonables y éticamente defendibles de regulación de<br />

las conductas de la población.<br />

Mockus no inventó la idea, ni fue el primero en poner<br />

en juego dispositivos (o quizás un conjunto de éstos)<br />

para guiar las conductas de la población. Lo novedoso<br />

fue formular la hipótesis plausible, a mi juicio, de que en<br />

un país fragmentado como el nuestro (en el que hasta el<br />

sistema escolar está escindido a partir de clases sociales)<br />

el mínimo cultural, moral y normativo deseable es el<br />

de la construcción de lo común. Y de la mano de esta<br />

finalidad general, la convicción de que para su logro era<br />

necesario ampliar los alcances formativos de la acción<br />

estatal, pedagogizando un conjunto de ámbitos que<br />

anteriormente estaban definidos exclusivamente por<br />

la racionalidad jurídica de la denuncia y el castigo por<br />

parte del Estado.<br />

17<br />

33


La pedagogía <strong>ciudadana</strong> en Bogotá<br />

34<br />

Se trató, en lo fundamental, de la invención de<br />

nuevas tecnologías de formación/gobierno en el país,<br />

pudiendo argumentarse que de ser emuladas por las<br />

administraciones de la ciudad, corrigiendo algunas<br />

de sus limitaciones, tendrían como efecto el avance<br />

hacia una intensificación de la democracia radical,<br />

así como, simultáneamente, de mayores acuerdos<br />

sustantivos sobre los mínimos comunes deseables y de<br />

las condiciones necesarias para el diálogo intercultural.<br />

De manera evidente, no hacen posible la utopía de<br />

formas de gobierno sin Estado, como tampoco la<br />

dominación de grupos históricamente subordinados<br />

sobre los que los dominaron, pero en el análisis final sí<br />

parecen encaminarse hacia una nación, una sociedad,<br />

sustancialmente más democrática de la que tenemos.<br />

¿Reformismo? Puede ser, pero para la ciudad y el país, un<br />

reformismo radical. Y mientras en la esfera de lo público<br />

no aparezcan en el país utopías más sensatas (menos<br />

clientelizadas y corruptas) y menos sangrientas —tanto<br />

desde la izquierda como desde la derecha— de las que<br />

actualmente buscan gobernarnos y formarnos, se trata<br />

de una alternativa a todas luces deseable.


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Confl icto escolar y formación <strong>ciudadana</strong>.<br />

Apuntes para una lectura agonística de la<br />

cotidianidad escolar *<br />

Schoolarship confl ict and citizenship foundation<br />

Written notes for a agony reading of the schoolarship daily schedule<br />

Alexis V. Pinilla Díaz **<br />

* Este artículo se inscribe en el proyecto de investigación “Análisis de competencias <strong>ciudadana</strong>s y formas de convivencia en la escuela”, cofinanciado<br />

por la Universidad Pedagógica Nacional y Colciencias, en el que además del autor participaron como coinvestigadores los profesores Alexander<br />

Ruiz Silva y Juan Carlos Torres, de la Universidad Pedagógica Nacional.<br />

** Profesor Asociado, Departamento de Ciencias Sociales, Universidad Pedagógica Nacional; catedrático del programa de Comunicación Social<br />

y Periodismo, Universidad Los Libertadores.


Resumen En el presente artículo se propone una reflexión sobre las características del conflicto escolar<br />

en algunas instituciones educativas de Bogotá y su relación con los procesos de formación<br />

<strong>ciudadana</strong>. El objetivo es mostrar que el conflicto no debe considerarse como algo anormal,<br />

disfuncional, en la vida escolar, sino, por el contrario, como un espacio de construcción de<br />

democracia y ciudadanía activas.<br />

Palabras claves: confl icto, ciudadanía, democracia.<br />

Abstract In this chapter, it´s proposed a reflection about the characteristics of the school conflict<br />

in some educational institutions of Bogotá, and its relationship with the process of citycen<br />

formation. The goal is to show that the conflict in shouldn´t be considered like something<br />

anormal, disfunctional in the school life, but, on the contrary, it´s be considered like a<br />

space of building in democracy and active citizenships.<br />

Keywords: confl ict, citizenship, democracy.


Presentación<br />

Durante la última década ha sido constante la tendencia<br />

a evaluar de forma permanente a los estudiantes de<br />

educación básica y media en diferentes áreas del<br />

conocimiento. Una de ellas ha sido la relacionada con los<br />

estándares básicos de competencias <strong>ciudadana</strong>s, en los<br />

cuales la formación <strong>ciudadana</strong> se asocia estrechamente<br />

con el desarrollo moral de los niños y jóvenes<br />

En nuestro concepto, al hacer una utilización generalizada<br />

y generalizable del desarrollo moral queda por fuera<br />

—o por lo menos se incluyen de manera tangencial—<br />

aspectos específicos de la formación <strong>ciudadana</strong>,<br />

dentro de los cuales nos detendremos en el conflicto.<br />

Pareciera que la existencia de conflicto se asocia con una<br />

situación de anormalidad en la escuela, por lo cual, si<br />

las evaluaciones evidencian problemas de conflictividad,<br />

los docentes y la comunidad educativa deben proponer<br />

estrategias tendientes para su reducción.<br />

17<br />

39


Confl icto escolar y formación <strong>ciudadana</strong><br />

40<br />

Contrario a ello, concebimos al conflicto como algo<br />

inherente a la vida en comunidad. Al pensar la escuela<br />

como un espacio sociocultural en el cual interactúan<br />

diversas visiones de mundo y en donde se ponen en<br />

juego los más variados intereses individuales y colectivos,<br />

resulta obvio reconocer que el conflicto hace parte<br />

consustancial de ella. La disputa por hegemonizar<br />

determinada versión de la realidad —bien sea de<br />

profesores, directivas, estudiantes u otros miembros de<br />

la comunidad educativa— produce, inobjetablemente,<br />

desencuentros y conflictos que, lastimosamente, se han<br />

penalizado e instrumentalizado en nuestras escuelas.<br />

Es decir, antes de concebir tales desencuentros como<br />

espacios de construcción de las subjetividades de niños y<br />

jóvenes, se organiza todo un aparato de control, sanción<br />

y corrección de las conductas consideradas desviadas.<br />

A continuación proponemos algunas reflexiones sobre<br />

el sentido del conflicto escolar en algunas instituciones<br />

bogotanas.<br />

El confl icto y la administración de justicia en<br />

la escuela<br />

A pesar de las diferencias institucionales, en el trasfondo<br />

de los procesos de tramitación de los conflictos en los<br />

casos escogidos para este análisis subyace la siguiente<br />

ruta: diálogo con los actores directos vinculados en el<br />

conflicto (estudiantes o maestros), estudio de los casos<br />

conflictivos por parte de docentes y directivas de la<br />

institución, citación a los padres de familia y medidas<br />

de corrección (las cuales pueden ir desde llamados de<br />

atención, pasando por la firma de compromisos, hasta la<br />

expulsión del estudiante). Buena parte de este proceso<br />

se desarrolla teniendo en cuenta el historial disciplinario<br />

del alumno, consignado por los profesores en los<br />

observadores, es decir, la tramitación de los conflictos<br />

pasa, en muchos casos, por el respeto al debido proceso.


Llama la atención, por un lado, el carácter acumulativo<br />

que cobran las medidas disciplinarias en las instituciones,<br />

ya que un número determinado de faltas leves se<br />

constituyen en una falta grave y, a su vez, la suma de varias<br />

faltas graves conlleva a una falta gravísima. Por otro lado,<br />

resulta sugestivo el reemplazo de la lógica pedagógica<br />

por la lógica jurídica para resolver los conflictos, es<br />

decir, antes que acudir a una reflexión formativa sobre el<br />

origen y las posibilidades transformadoras del conflicto,<br />

en las instituciones educativas se acude a procedimientos<br />

originarios del campo jurídico —lo cual hegemoniza<br />

una noción procedimental de los conflictos— o el<br />

recurso de acciones político-jurídicas establecidas en la<br />

Constitución de 1991 1 .<br />

A pesar de esta similitud que subyace en la tramitación<br />

de los conflictos, es necesario destacar algunas<br />

particularidades de las instituciones incluidas en el<br />

estudio.<br />

En la IED León de Greiff existe un Comité de <strong>Convivencia</strong>,<br />

conformado por un representante de los estudiantes, los<br />

maestros, padres, personal administrativo, orientadora<br />

y coordinador, al cual son enviados los casos críticos<br />

de infracción. Este comité debe garantizar el debido<br />

proceso y recomendar a la institución la aplicación<br />

del correctivo correspondiente teniendo en cuenta los<br />

siguientes parámetros:<br />

Llamado de atención verbal con registro en el<br />

observador; citación del padre, madre o acudiente<br />

del estudiante, con registro en el observador y acta<br />

de compromiso con copia al observador; suspensión<br />

temporal cumplida fuera o dentro de la institución hasta<br />

por cinco días, con servicio prestado a la comunidad;<br />

remisión al Comité de <strong>Convivencia</strong>; reporte a Rectoría;<br />

y, por último, reporte al Consejo Directivo para el<br />

estudio de la cancelación de la matrícula (Manual de<br />

<strong>Convivencia</strong>, p. 13).<br />

1 Herrera, Martha; Pinilla, Alexis; Infante, Raúl, “Conflicto educativo y cultura política en Colombia”, en Nómadas, N° 15,<br />

Bogotá, Universidad Central, Departamento de Investigaciones, octubre de 2001.<br />

17<br />

41


Confl icto escolar y formación <strong>ciudadana</strong><br />

42<br />

El proceso por el cual se administra justicia en esta<br />

institución se organiza de la siguiente forma: dos días<br />

para la constatación de pruebas, teniendo en cuenta el<br />

debido proceso; en los dos días siguientes el estudiante<br />

podrá presentar ante la coordinación su defensa; a los<br />

siguientes tres días el coordinador y el director de grupo<br />

presentarán a la rectoría un informe escrito; dentro de<br />

los cinco días hábiles siguientes la rectoría tomará la<br />

decisión de archivar el proceso si no existe motivo de<br />

cancelación de matrícula, o citar al consejo directivo para<br />

que acuerde el retiro del alumno. Si el consejo directivo<br />

toma la decisión de cancelar la matrícula, el rector deberá<br />

oficializarla mediante resolución motivada; además se<br />

podrá utilizar el recurso de reposición ante el rector y<br />

el de apelación ante el Consejo Directivo, dentro de los<br />

siguientes cinco días hábiles a la notificación.<br />

Con base en lo anterior, queremos llamar la atención sobre<br />

el lenguaje utilizado en la institución para la resolución<br />

de los conflictos. Expresiones como “constatación de<br />

pruebas”, “archivar el proceso”, “recurso de apelación”,<br />

entre otras, denotan la judicialización del conflicto en la<br />

escuela, esto es, la incursión no sólo de un lenguaje sino<br />

de unas prácticas sociopolíticas propias de un campo<br />

que, como el jurídico, tiene una lógica profundamente<br />

contraria a la que funda, o debe fundar, el escenario<br />

educativo.<br />

A pesar de estas características de la tramitación del<br />

conflicto, en esta institución tuvo lugar, de forma<br />

paralela, un proyecto de mediación escolar que<br />

obedecía a una reflexión pedagógica sobre el conflicto.<br />

Este proyecto puede incluirse dentro de los procesos<br />

de “informatización” de la justicia en la escuela, o<br />

como parte de los métodos alternativos de solución<br />

de conflictos, los cuales consideran a las propias<br />

comunidades como instancias aptas para resolver sus<br />

conflictos sin la intervención del poder judicial y en<br />

general del Estado.


En este proyecto se parte de reconocer al conflicto como<br />

expresión de la naturaleza humana y como un hecho<br />

que puede asumirse de diversas formas, dependiendo<br />

de una serie de condiciones económicas, políticas y<br />

sociales muy particulares. Al respecto, los profesores<br />

que lideraron la reflexión sugieren que “toda vida social<br />

es conflicto, porque es cambio. No hay en la sociedad<br />

humana algo estable, porque no hay nada cierto. En el<br />

conflicto, por tanto, se halla el núcleo creador de toda<br />

sociedad y la oportunidad de la libertad, pero al mismo<br />

tiempo el reto para resolver racionalmente y controlar<br />

los problemas sociales” 2 .<br />

Bajo esta concepción se consolidó el proyecto de<br />

mediación escolar con el objetivo de delegar en los<br />

mismos estudiantes la resolución de los conflictos. Para<br />

tal efecto se destinó un espacio físico en la institución,<br />

denominado Sala de Mediación de Conflictos, el cual fue<br />

entendido como un lugar de interacción comunicativa,<br />

pues los conflictuados llegan a ella pensando que el<br />

diálogo es una posibilidad que puede ser utilizada para<br />

resolver las diferencias y los problemas.<br />

Paralelo a este proceso, se motivó una reflexión sobre<br />

el Manual de <strong>Convivencia</strong> con el fin de proponer un<br />

Manual de Mínimos en el que se recogieran los aspectos<br />

más generales y fundamentales de las relaciones humanas<br />

dentro del colegio, evitando que la restricción impuesta<br />

por la norma constituyera el principio básico del<br />

comportanto. En este sentido, se buscaba promover,<br />

paulatinamente, procesos de autorregulación y de<br />

plena autonomía, sin que ello significara promover<br />

la individualización. Pese a contener una propuesta<br />

innovadora y que prometía arrojar buenos frutos, «en<br />

el ambiente escolar empezó el cuestionamiento del<br />

Comité de <strong>Convivencia</strong> y del Manual de Mínimos porque<br />

estaban contribuyendo a que la disciplina en el colegio<br />

se flexibilizara demasiado y a que los estudiantes, de<br />

acuerdo con el comentario de varios padres de familia,<br />

“hicieran lo que quisieran en la institución”» 3 .<br />

La presión ejercida por los padres, e incluso por parte<br />

de algunos docentes del plantel, pone nuevamente en<br />

evidencia que la escuela, en su constitución histórica, ha<br />

obedecido a una lógica de disciplinamiento, lógica que ha<br />

ingresado al imaginario colectivo de los sujetos sociales<br />

(padres, maestros, incluso estudiantes) aferrándose<br />

fuertemente a la cultura política y a los procesos de<br />

socialización política que tienen lugar en la escuela.<br />

Sutilmente, cualquier intento por innovar este carácter<br />

disciplinar puede considerarse como un elemento<br />

extraño que pretender subvertir el orden natural de las<br />

cosas, por lo cual produce una serie de tensiones que<br />

alteran el orden institucional 4 .<br />

2 Chaustre Avendaño, Álvaro; Cuestas Cifuentes, Marlén; Rincón, Tulia Mabel, Espacios de interacción comunicativa<br />

para la formación en cultura democrática y convivencia <strong>ciudadana</strong>, Bogotá: <strong>IDEP</strong>, 2003, p. 118.<br />

3 Ibíd., p. 127.<br />

4 Betancourt, José Javier; Aguilar, Juan Francisco, Dramas y tramas en el escenario escolar. La transformación innovadora<br />

de los conflictos, Bogotá: Fundación CEPECS, 2002.<br />

17<br />

43


Confl icto escolar y formación <strong>ciudadana</strong><br />

44<br />

Con respecto al Colegio Mayor de San Bartolomé, existe<br />

una serie de disposiciones que delimitan el espacio<br />

de lo normal dentro de la institución. Así, el criterio<br />

de normalización, definido en el PEI, “conduce al<br />

alumno a obrar en cada momento en forma normal, es<br />

decir, actuando como se espera de él en una actividad<br />

específica, sea lúdica, religiosa, académica o social” 5 .<br />

El seguimiento que se hace a los estudiantes que tienen<br />

conflicto con la normalización consiste en realizar una<br />

reunión con los padres, y después de dialogar sobre la<br />

situación, se acude a la firma de actas, compromisos<br />

o sanciones, según sea el caso, teniendo en cuenta las<br />

normas de la institución, las cuales son vistas como<br />

“expresión de voluntades libres en la convivencia social,<br />

para analizar casos particulares a la luz de los principios<br />

generales aceptados y para tener en cuenta tanto la<br />

norma como el cuidado por las personas en situaciones<br />

de conflicto; en otras palabras, para llegar a ser ‘justos’ 6 .<br />

5 PEI, numeral 2, “Análisis de la situación institucional”, p. 4.<br />

6 Ibíd., p. 3.<br />

7 Ibíd., p. 2.<br />

Así, “en el primer nivel, lo justo está directamente<br />

relacionado con el premio o el castigo. En el segundo<br />

nivel, lo justo se basa en criterios de igualdad y<br />

reciprocidad, lo justo se entiende como el respeto<br />

a la norma. En el tercer nivel, lo justo se refiere al<br />

reconocimiento de los derechos universales tales como<br />

el respeto a la vida o a la libertad. Para nosotros existe<br />

un cuarto nivel, en el que lo justo es el amor de servicio<br />

a los semejantes como expresión del seguimiento a la<br />

persona de Jesús” 7 .<br />

Al igual que en la IED León de Greiff, para la resolución<br />

de conflictos se apela a la conciliación 8 , entendiendo que<br />

el conflicto puede ser una oportunidad pedagógica para<br />

mejorar las relaciones interpersonales en la institución.<br />

En ese sentido, en los documentos que orientan el<br />

desarrollo de ésta se da mayor importancia al manejo<br />

pedagógico del conflicto, que al conflicto mismo.<br />

8 En el PEI (artículos 83-87) se estipula la creación del Consejo de Conciliación, entendido como un mecanismo<br />

alternativo de acercamiento entre las partes en un conflicto.


Como elementos comunes podemos señalar que<br />

la documentación institucional (PEI y Manual de<br />

<strong>Convivencia</strong>, principalmente) establece con claridad<br />

un sentido teleológico del conflicto en la institución,<br />

generalmente orientado a sus potencialidades pedagógicas,<br />

y propone el diálogo (mediación, conciliación) como la<br />

vía privilegiada en la solución de los conflictos, a pesar<br />

de que en la práctica, en muchas ocasiones, primen la<br />

penalización y la sanción de las conductas que desbordan<br />

lo que la institución ha definido como “normal”. A<br />

continuación, haremos mención a la información<br />

encontrada en los diarios de campo y las entrevistas<br />

hechas a docentes y estudiantes de los planteles<br />

vinculados al proyecto, con el fin de cotejar los alcances<br />

de las propuestas documentales con la realidad escolar.<br />

17<br />

45


Confl icto escolar y formación <strong>ciudadana</strong><br />

46<br />

Las formas del confl icto y sus vías de<br />

resolución<br />

En la percepción de los estudiantes sobre las formas<br />

de tramitación de los conflictos es evidente que hay<br />

un proceso de aceptación ritual de los procedimientos<br />

dispuestos por la institución educativa, es decir, a pesar<br />

de encontrar algunas contradicciones en los resultados<br />

de los procesos de conciliación de los conflictos, ellos<br />

se acoplan a los procedimientos con el fin de facilitar la<br />

vivencia diaria. Veamos algunos comentarios al respecto:<br />

P.: ¿Cuáles son los fundamentos que tiene el colegio<br />

para tratar los conflictos?<br />

R.: Primero se trata con las persona implicadas en el conflicto; si<br />

no se logra una solución se pasa a Coordinación, y si tampoco,<br />

a Orientación y al Comité de <strong>Convivencia</strong>, y si no, al rector,<br />

y si finalmente no tiene solución el problema, se expulsa al<br />

estudiante.<br />

Algunos docentes perciben que el conflicto es un aspecto<br />

propio —natural— de la vida en comunidad, por lo<br />

tanto, es necesario desarrollar estrategias que permitan<br />

a los estudiantes entender la existencia de las diferencias<br />

y reconocer que es sólo a partir de ellas que es posible<br />

la vida en comunidad. En esta dirección se trata de<br />

potenciar la capacidad dialógica de los estudiantes.<br />

P.: Cuando las cosas se les salen de las manos, ¿cómo<br />

hacen para administrar justicia?<br />

R.: Pues… cuando han ocurrido esos casos me toca conservar<br />

la calma, porque si me sulfuro, eso sólo empeora las cosas; ellos<br />

empiezan a hablar y hablar, y lo que les digo es: escriban en<br />

una hoja lo que le quieren expresar a la otra persona, como<br />

para que se desahoguen mientras lo escriben, y ahí se van dando<br />

cuenta si tenían o no razón, y además, cuando voy a leer, pues<br />

me entero de la situación; la otra persona escribe su cuento, y<br />

entro a mediar desde lo que entiendo cómo se dio el problema;<br />

mientras tanto, el calor de la situación baja.


Sin desconocer que para algunos docentes el conflicto<br />

tiene una alta potencialidad pedagógica y formativa,<br />

consideramos que en el ambiente escolar se lo sigue<br />

percibiendo como algo anómalo y disfuncional en la vida<br />

de la institución. Parte de esta situación se explica por<br />

la limitada reflexión que se ha dado sobre el conflicto<br />

escolar, el cual, algunas veces, se ha minimizado y, otras,<br />

ha sido objeto de la prevención, más que de la reflexión 10 .<br />

En términos generales, los conflictos entre los estudiantes<br />

están asociados a singularidades de la vida cotidiana,<br />

esto es, un gesto de burla, una mirada desagradable, la<br />

intromisión en asuntos personales, el abuso sobre los<br />

utensilios de clase, gustos sobre un equipo deportivo<br />

o preferencias musicales, entre otros aspectos. Sin<br />

embargo, en los cursos más avanzados (9°, 10° y 11°)<br />

los conflictos suelen relacionarse con problemas de<br />

pareja (celos, infidelidades, etc.) o, en menor medida,<br />

con problemas económicos.<br />

Además de la cotidianidad, por decirlo de algún modo,<br />

de las causas del conflicto, llama la atención que los<br />

estudiantes, e incluso algunos docentes —como lo<br />

veremos más adelante—, reduzcan el conflicto a las<br />

agresiones físicas. Es decir, la primera mención a la<br />

pregunta “¿qué entiende por conflicto?” se relaciona<br />

con las agresiones físicas. Valga anotar que este tipo de<br />

conflictos han trascendido el espacio de la cotidianidad<br />

masculina (en donde estaba cuasi naturalizado), pues<br />

ahora las mujeres han ganado presencia en dicho espacio.<br />

La explicación que algunos docentes dan a este aspecto<br />

es la de que la pelea se ha constituido en una estrategia<br />

de reconocimiento social por parte de las estudiantes.<br />

En la cotidianidad de la vida estudiantil buena parte de<br />

la resolución de conflictos transita por las vías de hecho,<br />

es decir, por la agresión verbal o física, en las cuales el<br />

más fuerte impone su razón sobre los más pequeños.<br />

P.: ¿Cuál es la manera como se resuelven los conflictos<br />

aquí en el colegio?<br />

R. 1: A veces hablando y a veces se “agarran”; cuando no<br />

quieren hablar no hablan, y cuando se quieren agarrar pues<br />

se ponen cita o algo y lo hacen, pero cuando los profesores se<br />

dan cuenta, pues primero hablan, primero hay un diálogo.<br />

R. 2: Hay unos chinos a los que les gusta la pelea, y esos no<br />

hablan ni nada, sino que van es peleando; en cambio hay otros<br />

que no les gusta pelear y ellos sí hablan, y si no, pues les toca<br />

irse “dando” de una vez; y hay otros que sí les gusta pelear, y<br />

a esos qué les importa hablar, se van es “dando” de una vez.<br />

Frente a esta forma de resolver los conflictos, es necesario<br />

promover una cultura de la disputa y la confrontación de<br />

ideas como la base para llegar a acuerdos colectivos. En<br />

esta dirección, no se trata de enaltecer el discurso de la<br />

tolerancia pasiva, en el cual el sólo hecho de reconocer al<br />

otro es suficiente. No. Se trata de consolidar espacios y<br />

estrategias de tolerancia activa en donde la confrontación<br />

de las diferencias es la base de la existencia del otro.<br />

“Enseñar a vivir con conflictos significa forjar una<br />

generación de jóvenes dispuestos (as) a admitir el error,<br />

la responsabilidad, la resistencia, la reconciliación, el<br />

olvido, como forma de superar el resentimiento. Además,<br />

es el continuo aprendizaje de comprender, disputar y<br />

resolver la disputa” 11 .<br />

Lo anterior facilitaría la promoción de una reflexión<br />

sobre el carácter de la democracia y la participación<br />

y el conflicto en la escuela, pues como están las<br />

cosas, pareciera que con fórmulas nuevas (Manual<br />

10 Valderrama, Carlos, “Nociones de conflicto en actores escolares”, Nómadas, N° 15, Bogotá, Universidad Central, Departamento<br />

de Investigaciones, octubre de 2001, p. 85.<br />

11 Montoya Ospina, John, Escuela, conflicto intergeneracional y democracia, Medellín: IPC, 2003, p. 29.<br />

17<br />

47


Confl icto escolar y formación <strong>ciudadana</strong><br />

48<br />

de <strong>Convivencia</strong>, Gobierno Escolar, etc.) se siguieran<br />

ocultando los mismos problemas de la organización<br />

escolar anteriores a la Constitución Política de 1991 y<br />

negando, de paso, la posibilidad de construir democracia<br />

en y desde la escuela. Para Cubides,<br />

Desconocer la emergencia de formas distintas de<br />

agrupamiento, de interrelación social y por tanto<br />

de nuevos principios que gobiernan la acción de los<br />

sujetos individuales y colectivos, e insistir en reducir la<br />

educación y la participación política a la mera presencia<br />

en organismos formales cada vez más penetrados por el<br />

autoritarismo y la inercia propia de una cultura escolar<br />

tradicional, significa ahondar el conflicto social en la<br />

escuela e impedir la constitución de subjetividades<br />

democráticas, las cuales requieren que la institución<br />

se convierta en un espacio público en donde resulte<br />

posible la indagación crítica, el diálogo significativo<br />

de saberes y el encuentro de distintas experiencias<br />

culturales 12 .<br />

12 Cubides, Humberto, “Gobierno Escolar: cultura y conflicto político en la escuela”, en Nómadas, N° 15, Bogotá: Universidad<br />

Central, Departamento de Investigaciones, 2001, p. 21.


Conclusiones<br />

A pesar de los proyectos de innovación que se han adelantado en varias instituciones educativas<br />

y de las intenciones consignadas en leyes y decretos que propenden por la democratización<br />

del escenario escolar, hemos visto que la lógica de las instituciones educativas sigue anclada<br />

en la necesidad de corregir y disciplinar a los sujetos. En parte, esta situación se explica por<br />

los elementos que, históricamente, las han constituido: desarrollo de reglas impersonales,<br />

centralización de las decisiones, aislamiento de los diversos escenarios de participación y<br />

desarrollo de relaciones de poder paralelas y asimétricas 13 .<br />

De continuarse reproduciendo estas características de la institución escolar, no sólo estaremos<br />

negando la posibilidad formativa y creadora del conflicto sino que, además, estaremos<br />

restringiendo las posibilidades de proponer y formar ciudadanías y subjetividades críticas y<br />

políticamente activas. Al no reconocer la necesidad de ampliar la participación de los niños<br />

y jóvenes en espacios de la escuela que aún siguen siendo controlados por las generaciones<br />

adultas, contribuiremos a la construcción de ciudadanías acotadas, las cuales estarán<br />

restringidas a los lugares que los adultos diseñen para el ejercicio democrático en la escuela.<br />

En términos generales, el escenario escolar se debate entre, por lo menos, dos posiciones.<br />

Por un lado, las propuestas orientadas a que la cultura escolar se oriente por la promoción<br />

de las normas y por su enseñanza. En esta perspectiva, al definir la ciudadanía escolar se<br />

hace énfasis en el cumplimiento de la norma como condición básica para la formación<br />

<strong>ciudadana</strong>. Igualmente, los Manuales de <strong>Convivencia</strong> que se formulan en este contexto son<br />

prescriptivos o preventivos y las formas de resolución del conflicto se caracterizan por el<br />

aplazamiento y la neutralización.<br />

En la otra mirada, la escuela debe asumirse desde la dinámica y las vivencias de los actores<br />

escolares y entendiendo el conflicto como parte central de la cotidianidad de las instituciones<br />

educativas, es decir, que éste tiene que ver con la producción de la subjetividad y su significado<br />

13 Montoya Ospina, John, op.cit.<br />

17<br />

49


Confl icto escolar y formación <strong>ciudadana</strong><br />

50<br />

debe buscarse en los micropoderes de la escuela; por<br />

esta razón, los Manuales de <strong>Convivencia</strong> requieren ser<br />

consensuados y la resolución de conflictos centrarse en<br />

la concertación 14 .<br />

En cuanto a la pedagogía del conflicto escolar se<br />

puede anotar que ésta debe visibilizar los significados<br />

(institucionales, individuales, racionales y morales)<br />

que tienen la participación y la representación en la<br />

escuela, así mismo, es necesario evidenciar las tensiones<br />

relacionadas con la incomunicación de la representación<br />

y las relaciones entre representación e igualdad, entre<br />

otras. En relación con la participación, se muestra<br />

la tensión entre una noción nominal-instrumental y<br />

otra centrada en la relación entre representación y<br />

convivencia.<br />

Por otro lado, la democracia en la escuela debe<br />

comprenderse como la necesidad de transformar<br />

la institución escolar y consolidar dinámicas de<br />

socialización política muy diferentes a las que hoy<br />

existen. Estas transformaciones pueden darse a partir<br />

de un trabajo sobre los espacios de la micropolítica en<br />

la escuela y a partir de una mirada crítica en torno a<br />

la reducción de la formación democrática al currículo<br />

explícito (materias relacionadas con la democracia)<br />

y a la creación de espacios formales de participación<br />

(Gobierno Escolar). En este sentido es importante<br />

reconocer que la democracia tiene que ver con su<br />

vivencia y con la construcción colectiva de un proyecto<br />

institucional.<br />

14 Borrero, Camilo, Gobierno escolar y democracia. Una experiencia de formación en derechos humanos, justicia y equidad,<br />

Bogotá, Ediciones Anthropos, 1999.


Finalmente, anotemos que el tratamiento de las tensiones<br />

cotidianas en la escuela debe darse teniendo en cuenta<br />

cada caso, ya que éstas tienen un carácter situacional y<br />

no pueden resolverse únicamente desde un Manual de<br />

<strong>Convivencia</strong> que pretende controlarlo todo, o desde los<br />

estándares básicos de competencias <strong>ciudadana</strong>s.<br />

En conclusión, una escuela en la cual se maneje<br />

democráticamente el conflicto debe tener en cuenta<br />

aspectos básicos como el multiculturalismo, el<br />

reconocimiento de la diferencia, la participación y la<br />

descentralización del poder. Así mismo, este tipo de<br />

escuela ha de otorgarle un triple sentido a la ciudadanía:<br />

el primero, relacionado con el conflicto y su resolución<br />

(formas de convivencia); el segundo hace énfasis en<br />

la aceptación de la norma (derechos y deberes); y<br />

el último, se refiere a las capacidades comunicativas<br />

(reconocimiento de la diferencia, intersubjetividad).<br />

Entre estos tres sentidos se presentan fuertes tensiones<br />

que, de una u otra manera, impiden tener claridad sobre<br />

los avances en la formación de la ciudadanía en la escuela.<br />

17<br />

51


Bibliografía<br />

Betancourt, José Javier; Aguilar, Juan Francisco. Dramas y tramas en el escenario escolar. La transformación innovadora de<br />

los conflictos, Bogotá: Fundación Cepecs, 2002.<br />

Borrero, Camilo. Gobierno escolar y democracia. Una experiencia de formación en derechos humanos, justicia y equidad, Bogotá:<br />

Ediciones Anthropos, 1999.<br />

Chaustre Avendaño, Álvaro; Cuestas Cifuentes, Marlén; Rincón, Tulia Mabel. Espacios de interacción comunicativa para<br />

la formación en cultura democrática y convivencia <strong>ciudadana</strong>, Bogotá: <strong>IDEP</strong>.<br />

Cubides, Humberto. “Gobierno Escolar: cultura y conflicto político en la escuela”, en Nómadas, N° 15, Bogotá:<br />

Universidad Central, Departamento de Investigaciones, 2001.<br />

Herrera, Martha; Pinilla, Alexis; Infante, Raúl. “Conflicto educativo y cultura política en Colombia”, en Nómadas,<br />

N° 15, Bogotá: Universidad Central, Departamento de Investigaciones, 2001.<br />

Montoya Ospina, John. Escuela, Conflicto intergeneracional y democracia, Medellín: IPC, 2003.<br />

Valderrama, Carlos. “Nociones de conflicto en actores escolares”, en Nómadas, N° 15, Bogotá: Universidad Central,<br />

Departamento de Investigaciones, 2001.


La invención del ciudadano en<br />

la América Latina de siglo XX:<br />

Una mirada a través de la investigación histórica de<br />

los manuales de civismo en Colombia y Argentina.<br />

The T citizen invention in the twentieth century of Latin America:<br />

“A “ glance through the historical research into the civics<br />

manuals m<br />

in Colombia and Argentina”<br />

Ruth Amanda Cortés Salcedo *<br />

* Profesional del Área Académica del Instituto para la Investigación Educativa y el Desarrollo Pedagógico – <strong>IDEP</strong>-. Especialista en Enseñanza<br />

de la Historia (Pontificia Universidad Javeriana), Magíster en Desarrollo Educativo y Social (Universidad Pedagógica Nacional – CINDE),<br />

estudiante de Doctorado en Educación (Universidad Pedagógica Nacional).


54<br />

Resumen Las investigaciones sobre la formación de la imagen nacional y la constitución de la<br />

ciudadanía del siglo XX en los textos escolares, cuentan con una corta pero significativa<br />

tradición en América Latina. En conjunto, lo que dejan ver estos trabajos es que esa<br />

imagen tiene una estrecha relación con la producción de un tipo ideal de ciudadano que<br />

se promociona a través de los manuales de civismo. En este texto intentaremos complejizar<br />

un poco esa mirada que, a nuestro modo de ver, ha llevado la discusión a un dilema poco<br />

satisfactorio: o bien, se trata de una cuestión de dominación ideológica, o bien sería un<br />

asunto de precario cumplimiento práctico de un proyecto teórico.<br />

Palabras claves: Ciudadanía, civismo, ciudadano latinoamericano, convivencia.<br />

Abstract Investigations over the formation of the national image and the constitution of the twentieth<br />

century citizenship in school texts, count with a short but significant tradition in Latin<br />

America. Altogether, what these works let see is an image that has a close relationship with<br />

the production of an ideal type of citizen that is promoted through the civic manuals. In<br />

this text we will try to make the said point of view a bit more complex. This in our view<br />

has led us to an unsatisfactory dilemma: either, it is a matter of ideological domination, or<br />

it would be a matter of a precarious and practical implementation of a theoretical project.<br />

Key words: citizenship, civics, Latin American citizen, coexistence.


A modo de introducción:<br />

Los manuales de civismo<br />

como técnica en las prácticas<br />

de ciudadanización<br />

Asumimos la categoría de manuales de civismo<br />

(Kaufmann, 2006:149) para denominar a aquellos textos<br />

escolares que según las diversas políticas de formación<br />

y bajo distintos nombres, como Instrucción Cívica,<br />

Educación Cívica y Social, Formación Moral y Cívica,<br />

Educación para la Democracia, Educación Ciudadana,<br />

Educación Ética y Valores Ciudadanos, u otros, abarcan<br />

el estudio de la educación cívica y sus contenidos, se<br />

refieren al conocimiento de la Institucionalidad y las<br />

normas morales, sociales y legales como condición<br />

para hacer parte de una comunidad política (llámese<br />

Estado, Nación, Ciudad o Mundo). Creemos que estos<br />

manuales materializan y a la vez configuran los valores<br />

de una sociedad, y por tanto, operan como parte de una<br />

tecnología de producción de subjetividades, diseñada<br />

para intervenir en la conducción de los sujetos en tanto<br />

sujetos-ciudadanos, a través de la operación escritura/<br />

lectura, y que se inscriben en racionalidades particulares<br />

y en unos fines éticos que les corresponden, esto<br />

es, en la producción de unos regímenes de verdad 1 .<br />

1 “Cada sociedad tiene su régimen de verdad, “su política general de la verdad”; es decir, los tipos de discurso<br />

que aceptaría y hace que funcionen como verdaderos; los mecanismos e instancias que permiten distinguir los<br />

enunciados verdaderos de los falsos, los medios por los que se sanciona cada uno; las técnicas y procedimientos<br />

considerados válidos para la adquisición de la verdad; la categoría de quienes tienen encomendado manifestar lo<br />

que se considera verdadero. Foucault Michel. (1979). Verdad y poder. Pág. 187. En: Foucault Michel. Microfísica<br />

del poder. Madrid: La piqueta<br />

17<br />

55


La invención del ciudadano en la América Latina de siglo XX<br />

56<br />

El manual de civismo como técnica se ha sumado a otras<br />

en la configuración de lo que hemos llamado prácticas<br />

de ciudadanización, orientadas al gobierno de los<br />

individuos y de la población y que operan en el ámbito<br />

de las relaciones entre “lo individual” y lo “político” (lo<br />

estatal, lo público, lo colectivo). Estas prácticas no sólo<br />

se refieren a las tecnologías de gobierno 2 sobre los otros,<br />

sino que también manifiestan aquellas que los sujetos<br />

despliegan para gobernarse así mismos, para resistirse o<br />

apropiarse de esas formas de conducción en su proceso<br />

de subjetivación, pues los discursos que los textos hacen<br />

circular, si bien pueden legitimar un estado de cosas<br />

existente y conforman unas particulares concepciones<br />

del mundo, también pueden producir apropiaciones que<br />

están en relación con el proceso que haga cada sujeto,<br />

bien sea el que enseña o el que aprende 3 .<br />

Para el presente artículo, hemos retomado como<br />

referencias varias investigaciones colombianas que dan<br />

cuenta de la relación nación – ciudadano, especialmente<br />

de la primera mitad del siglo XX y las hemos contrastado<br />

con un trabajo argentino que estudia los manuales de<br />

civismo entre 1884 y 1916. Para la segunda mitad<br />

del período, son los trabajos Argentinos los que nos<br />

permiten cotejar la experiencia colombiana más cercana.<br />

Desafortunadamente en Colombia la investigación<br />

histórica sobre manuales de civismo de la segunda mitad<br />

del siglo XX no cuenta con mucha producción 4 , esto no<br />

quiere decir que no haya investigación sobre los textos<br />

escolares de ciencias sociales, pero están especialmente<br />

centrados sobre las representaciones que se tienen de<br />

algunos grupos étnicos, o sobre la mujer y la familia y<br />

no son estrictamente estudios históricos sino lingüísticos.<br />

Este vacío representa una debilidad en el campo de la<br />

manualistica o de la misma historia de la educación, pues<br />

no se ha generado un saber crítico sobre estos textos,<br />

de modo que para el segundo apartado del artículo<br />

se hará mayor referencia a fuentes primarias que a<br />

investigaciones propiamente dichas en la perspectiva de<br />

ir presentando algunas ideas que, si bien no se desarrollan<br />

en profundidad, anuncian los temas que pueden abrirse<br />

a posteriores investigaciones.<br />

2 Para las nociones de gobierno, ver: Foucault Michel. (2006), Seguridad, Territorio y Población. México: Fondo de Cultura<br />

Económica, pp. 109 – 159 y para las nociones de gobierno de sí y técnicas de sí ver Foucault Michel. (1990). Tecnologías del<br />

yo y otros textos afines. Barcelona: Paidós. Págs.48 y 49 y (2008), Hermenéutica del Sujeto. Buenos Aires: Fondo de Cultura<br />

Económica. Pág. 484<br />

3 Cabe advertir que en el presente artículo no abordaremos estas últimas tecnologías.<br />

4 El apéndice bibliográfico del libro “Los manuales escolares como fuente para la historia de la Educación en América Latina”<br />

(Ossenbach y Somoza, 2001: 345 – 354) da cuenta de los pocos trabajos históricos sobre manuales escolares en la segunda mitad<br />

del siglo XX. En la revisión de memorias de los congresos de historia de Colombia y de historia de la educación sólo algunos<br />

trabajos de investigadores colombianos contemplan este período. Ver: Alarcón, Luís Alfonso. (2007). Entre Dios y la Patria: La<br />

formación del ciudadano en Colombia a través de los manuales escolares. Ponencia presentada en el VIII Congreso iberoamericano<br />

de Historia de la Educación Latinoamericana, Noviembre, Buenos Aires. Camargo, Edgardo et al. (2002). Sentido y significados<br />

de los contenidos en los textos escolares de ciencias sociales en la construcción de identidad ciudad y nación, Ponencia presentada<br />

en el IV Coloquio colombiano de historia de la educación: Nación, educación, universidad y manuales escolares en Colombia,<br />

septiembre, Barranquilla. Infante, Raúl. (2002). La educación para la democracia y la convivencia en los textos escolares 1980 –<br />

2000. Ponencia presentada en el IV Coloquio colombiano de historia de la educación: Nación, educación, universidad y manuales<br />

escolares en Colombia, Septiembre 2001, Barranquilla. Velásquez, Rafael. (2000). Análisis sobre los textos de bachillerato de<br />

historia de Colombia 1940 – 1967, Ponencia presentada en el II Coloquio de historia de la educación colombiana, Noviembre<br />

1996, Tunja. Castro, Jorge Orlando. (2001). La Civitas y los textos de educación para la democracia: Dos modalidades de<br />

formación del ciudadano en Colombia durante el siglo XX. Ponencia presentada en el Seminario Internacional “Los manuales<br />

escolares como fuente para la historia de la Educación en América Latina”, 1996, Madrid.


Las cuestiones que hilan las investigaciones que<br />

retomamos aquí, atienden a las preguntas qué es ser<br />

colombiano, qué es la Argentina, cómo es formado el<br />

ciudadano en un proyecto político-ideológico particular<br />

o cómo se ha llevado a cabo la pedagogización de un<br />

discurso político hegemónico y dejan también planteados<br />

implícitamente interrogantes acerca de la vigencia de la<br />

idea de una ciudadanía nacional y de la presencia de un<br />

cosmopolitismo ciudadano.<br />

Así, la historia de los manuales de civismo del siglo XX<br />

en Latinoamérica, no es simplemente la historia de la<br />

educación escolar, es la historia de la formación política<br />

del sujeto latinoamericano que se sitúa en unas relaciones<br />

de saber-poder que han configurado a su vez la vida<br />

política de la región y sirve para problematizar las nuevas<br />

formas de gobierno de la población y los diversos modos<br />

en que hemos sido inventados y podemos reinventarnos<br />

como ciudadanos.<br />

Del ciudadano de la república al<br />

ciudadano de la Nación: La fi cción de la<br />

identidad común<br />

El ideal de ciudadano de la primera mitad del siglo XX<br />

en Colombia parece estar vinculado, según versiones<br />

historiográficas, a la lucha bipartidista liberalesconservadores:<br />

la hegemonía conservadora entre ntre<br />

1886-1930 y la hegemonía liberal entre 1930-1946. 0-1946.<br />

Sin embargo, estudios recientes de la Historia ia de la<br />

Educación en Colombia matizan estas diferencias ncias<br />

dualistas, pues aunque los dos proyectos son antagónicos os<br />

en el campo político, en el campo de la Pedagogía los<br />

manuales de civismo muestran que se combinaron los<br />

dos ideales, tal como lo señala Herrera et al (2003: 98)<br />

17<br />

57


La invención del ciudadano en la América Latina de siglo XX<br />

58<br />

“Dos tendencias en la construcción del ciudadano<br />

colombiano son identificadas en la primera mitad de<br />

siglo XX. Una conservadora, que le suma la condición<br />

de cristianos. Esta tendencia se nota en los textos con<br />

el reiterado llamado al respeto de las leyes divinas, que<br />

son también las leyes que guían al buen ciudadano…<br />

La segunda tendencia se ubica más en esfera de una<br />

moral civil. De la aplicación de los deberes y derechos del<br />

hombre, como la única manera de vivir en sociedad. Sin<br />

embargo, esta tendencia, aunque no parte del concepto de<br />

la moral cristiana como la base de la interacción social,<br />

si la reconoce como primordial y llega, finalmente, a la<br />

autoridad divina asimilada al principio de todo orden”.<br />

Vale traer acá las dos opciones estratégicas que<br />

Saldarriaga (2001: 23) identifica como las posibilidades<br />

con que Colombia a principios del siglo XX se apropia<br />

de la modernidad científica y de sus implicaciones<br />

ético – políticas: El pensamiento católico conservador,<br />

que acepta lo técnico–científico siempre y cuando<br />

tenga control de los fines éticos, para evitar el laicismo,<br />

el materialismo y el comunismo; y por otro lado, el<br />

pensamiento liberal que impulsa el desarrollo técnico–<br />

económico suponiendo que por sí solo trasformará lo<br />

cultural y lo ético.<br />

Creemos que fue el surgimiento del nacionalismo, lo que<br />

posibilitó en el campo de la Pedagogía la coexistencia<br />

de estas dos opciones estratégicas. Denominado como<br />

fenómeno (Herrera et al, Ob.cit.) o como estrategia de<br />

poder (Álvarez: 2007:40), el nacionalismo se extendió<br />

en la primera mitad del siglo XX por toda Latinoamérica<br />

con sus discursos sobre identidad, soberanía, ciudadanía<br />

y democracia, con el fin de conseguir una unificación<br />

cultural y asegurar así una forma de gobernabilidad<br />

estable para hacerle frente a la inestabilidad social que<br />

representaba para el período la “degeneración de la<br />

raza”, el comunismo y el protestantismo. Álvarez (2007,<br />

84 y ss.) nos permite identificar los principales rasgos de<br />

las dos opciones que se desplegaron entre los años 20 y<br />

los 60, como doctrinas nacionalistas.


Una de ellas es la liberal, que consideraba que el progreso<br />

estaba en el desarrollo científico y técnico-económico<br />

y que la educación era labor fundamental del Estado.<br />

Abogaban por el rescate de la cultura popular y las raíces<br />

culturales, se declaraban antiimperialistas y afectos a<br />

las ideas socialistas, identificándose con la necesidad<br />

de cambiar el orden establecido, simpatizantes de un<br />

Estado intervencionista y benefactor, en especial de las<br />

reivindicaciones, políticas, sociales y laborales, pero sin<br />

perder de vista la defensa por la propiedad privada y las<br />

libertades individuales.<br />

Como una derivada del liberalismo, el nacionalismo<br />

indigenista se proclama también antiimperialista,<br />

criticaba al capitalismo, y la idea aborigen sirvió como<br />

bandera nacionalista, reivindicando el concepto de<br />

patriotismo pero desde una concepción cosmogónica de<br />

la tierra, el pasado indígena y la potencia de los sectores<br />

populares.<br />

Por su parte, la política conservadora se caracterizaba por<br />

ser antimaterialista, defensora de una herencia española,<br />

de un humanismo integral y partidaria de una Doctrina<br />

Social Cristiana, concebida como punto de equilibrio<br />

entre los excesos del totalitarismo y de la democracia<br />

Individualista. Acudió a la exaltación de Bolívar como<br />

símbolo de la patria y centro del sentimiento nacional.<br />

Dentro de esta tendencia, tiene una importancia especial<br />

el neotomismo, una doctrina filosófica que pretendía<br />

conciliar la fe cristiana con el racionalismo moderno, por<br />

ser justamente la que parece servir de bisagra entre ideas<br />

liberales y conservadoras. Esta corriente consideraba que<br />

lo social estaba representado en la idea de Nación, y a<br />

ella le correspondía todo lo que tuviera que ver con la<br />

existencia humana, diferenciándola de lo político que era<br />

fuero del Estado, Institución que estaba para servirle a los<br />

intereses de la nación desde el principio de la igualdad<br />

de todos los seres humanos y no debía actuar en nombre<br />

de ningún interés partidista, argumentos que le sirvieron<br />

a la iglesia para oponerse a la presencia del Estado en la<br />

vida social y educativa.<br />

Esta doctrina considera como verdaderos fundamentos<br />

de la nacionalidad, la religión católica como tradición<br />

de la cultura occidental, los valores patrióticos formados<br />

por la nación, la democracia como forma de vida y el<br />

hombre y la familia como instituciones naturales sobre<br />

las que se construye el Estado. Como los conservadores,<br />

eran antiimperialistas y anticomunistas y aseguraban<br />

que la crisis social se debía a un debilitamiento del<br />

nacionalismo provocado por las ideas liberales que<br />

habían menguado los valores tradicionales, habían<br />

fomentado la explotación del trabajador, aumentado el<br />

deterioro moral y la corrupción de las costumbres. Como<br />

alternativas proponían un Estado benefactor paternalista,<br />

un orden político corporativista, el respeto a la Iglesia<br />

como garante de una educación en los valores cristianos y<br />

de acciones civilizatorias, un credo patriótico, el fomento<br />

del cooperativismo como principio ordenador de la<br />

sociedad que estimulaba el ahorro y el progreso solidario.<br />

Hemos dicho arriba que en la escuela, los manuales<br />

y varias disciplinas escolares como la cívica, con el<br />

propósito de la consolidación de una unidad nacional,<br />

utilizaron una estrategia que da cuenta de cómo<br />

operaron conjuntamente los ideales de estas doctrinas<br />

en la configuración de un tipo de ciudadano. Las<br />

investigaciones de Herrera et al (2003) y la de Álvarez<br />

(2007) nos permite seguir esta tesis, e identificar<br />

dos tipos ideales de ciudadano difundidos a través<br />

de los textos escolares en este período. El ciudadano<br />

republicano y el ciudadano nacional.<br />

17<br />

59


La invención del ciudadano en la América Latina de siglo XX<br />

60<br />

Para Herrera, la educación del ciudadano desde la<br />

disciplina escolar de la cívica surge como tema a ser<br />

desarrollado en la escuela luego de los efectos nefastos<br />

de la guerra de los mil días y de la separación de Panamá,<br />

por lo que mediante la ley 39 de 1903 que regularía<br />

la instrucción pública en Colombia, y un año después<br />

mediante el decreto 491, el Estado Colombiano dispuso<br />

que “los maestros tendrían como deber primordial,… despertar<br />

y avivar el amor a la patria con una educación especial, que<br />

consiste en excitar entusiastamente el sentimiento de los niños a<br />

favor del país natal “ (citado por Herrera, et al, Ibíd., 54).<br />

Esta cívica republicana heredera de la Urbanidad y de<br />

los catecismos religiosos del siglo XIX, estaba basada en<br />

un proyecto civilizatorio y patriótico, que educaba en<br />

lealtades y en la formación de valores y conocimientos<br />

universales que occidente había privilegiado en su<br />

proyecto ilustrado. Supone también una educación<br />

<strong>ciudadana</strong> que hizo énfasis en la necesidad de subyugar<br />

los sentidos a la razón, pues se consideró que ellos eran<br />

un obstáculo para acceder a la verdad, y el cuerpo fue<br />

doblegado para que su apariencia reflejara un carácter<br />

forjado por la voluntad y la abnegación, capaz de<br />

vivificarse en la práctica de las virtudes cristianas para<br />

proteger el alma y así soportar las tentaciones de la<br />

carne. Así lo deja ver un texto escolar de instrucción<br />

moral y cívica: “La doctrina es pura exenta de error: el autor<br />

en todas las páginas se hace sentir animado de todo interés por<br />

el bien social, y más que todo por la salvación de las almas”<br />

(Francisco José Urrutia, manual de instrucción moral<br />

y cívica especial para las escuelas de Colombia. 1907,<br />

citado por Herrera, Ibíd., 82).<br />

Este mismo texto escolar, deja ver como el trabajo es<br />

concebido como una virtud cristiana, como un deber<br />

del hombre para con Dios, señalando que un ciudadano<br />

ocioso no sólo es inútil sino pernicioso, ocio que equivale<br />

al pecado de la pereza.


En esta ciudadanía republicana también es un imperativo<br />

el amor a la patria (Herrera et al, Ob.cit., Alarcón,<br />

2007:11) definido como una virtud, un sentimiento que<br />

aglutina, una emoción que los textos escolares muestran<br />

vinculada alegóricamente a la imagen de madre a la<br />

que se le debe todo el amor, toda clase de servicios y<br />

sacrificios. Esta noción ayuda a gestionar la ficción de<br />

una identidad común “ pero la patria no es sólo el terruño,<br />

sino su lengua, su historia, su religión y sus costumbres, en la<br />

palabra patria están comprendidos la familia, los amigos, los<br />

compatriotas, tanto la patria chica, que ese lugar grande o<br />

pequeño, ciudad o aldea donde vinimos a la vida, como la patria<br />

grande es todo el territorio y donde quiera que flote su bandera.<br />

Puede decirse que la patria es una gran familia compuesta de<br />

los que habitan el mismo país, obedece unas mismas leyes,<br />

una misma autoridad y tienen un origen común” (Enrique<br />

Arboleda, Instrucción Cívica, 1907, citado por Herrera,<br />

Ibíd., 119)<br />

Tal como señala Herrera, hasta 1922 la instrucción<br />

cívica sólo se encontraba como asignatura en las<br />

escuelas nocturnas, lo que nos lleva a pensar que la<br />

educación <strong>ciudadana</strong> estaba destinada sólo a obreros y<br />

adultos pobres, pero a partir de ese año se estableció<br />

su enseñanza de manera obligatoria en todas las escuelas<br />

primarias urbanas, lo que a su vez indica la urgencia de<br />

formar un ciudadano que apropiara desde los primeros<br />

años de escolaridad, el relato del identidad nacional.<br />

Por su parte, Álvarez (Ob. cit.) señala como hacia los<br />

años 30, trató de tomar su lugar una cívica nacionalista,<br />

con un carácter civilista y secularizador y asumida como<br />

una formación política. Basada en la formación de una<br />

conciencia nacionalista, se identificó como instrumento<br />

necesario para incorporar en los sujetos unos valores<br />

prácticos para la vida social y para los principios de<br />

progreso y orden en el que se priorizaron valores y<br />

conocimientos propios del país. La idea de nación en<br />

este momento fue posible gracias a la construcción<br />

permanente del significado de ser ciudadano (Álvarez,<br />

Ibíd., 280), significado que estaba vinculado al territorio<br />

en el cual se desarrolla la nación, a la ley como fuente<br />

de orden, a la religión católica como soporte del alma<br />

nacional y a la patria como expresión simbólica y afectiva<br />

de la nacionalidad (Herrera et al, Ob.cit., 117).<br />

Ambos estudios señalan que entre 1933 y 1939, la Cívica<br />

se agrupó junto con la historia y la geografía en lo que<br />

se denominó Estudios Sociales. El interés estuvo centrado<br />

en el desarrollo de virtudes cívicas, que debían hacer útil<br />

al ciudadano y dotarlo de habilidades y destrezas para<br />

la producción económica, y para el ejercicio de la vida<br />

pública, por lo que la enseñanza de la cívica, influenciada<br />

por la pedagogía activa, pasó del plano informativo al<br />

de la acción social, en el cumplimiento de los deberes<br />

para consigo, con los padres, con Dios y con el Estado,<br />

vieja fórmula del catolicismo conservador (Alarcón,<br />

Ob.cit.). Así en los manuales de civismo como el que<br />

señala Herrera et al, se despliegan temáticas en relación<br />

con la familia, la patria, el gobierno, y los derechos y<br />

deberes “en función de formar individuos útiles a la familia y a<br />

la sociedad, que trabajen y puedan ocupar puestos importantes”<br />

(Roberto Cortázar. El libro del ciudadano. Especial para<br />

las escuelas y colegios de segunda enseñanza, 1939,<br />

citado por Herrera, Ob.cit., 96)<br />

Para Álvarez en los años 40 la educación cívica<br />

convirtió a la escuela en un símbolo de valores cívicos,<br />

estableciendo conductas morales basadas en otros<br />

valores: el valor de la solidaridad expresada en acciones<br />

colectivas o individuales en la escuela o la comunidad,<br />

que instauró la idea de aprender en la práctica los<br />

hábitos de cooperación. Debía ser un saber útil para<br />

promover el respeto por las instituciones y el aprecio del<br />

sistema democrático como la mejor forma de gobierno<br />

(Resolución 1790, 1945:38 – 40, citado por Álvarez,<br />

Ob.cit., 320). Así, la cívica nacionalista pretendió sentar<br />

las bases para una formación de un ciudadano laico, de<br />

corte liberal, letrado, virtuoso, productivo, libre e igual<br />

ante la ley y comprometido con el Estado, y para ello se<br />

reordenan los fines de la educación.<br />

17<br />

61


La invención del ciudadano en la América Latina de siglo XX<br />

62<br />

“Había una necesidad de movilizar a las masas hacia<br />

una conciencia cívica de nuevo cuño y a ello se disponía<br />

en parte la reforma educativa de la época. A juicio de<br />

los legisladores y de los intelectuales que se empeñaron<br />

en esta reforma, los vicios de la enseñanza que ellos<br />

llamaban tradicional, habían producido una indiferencia<br />

por los problemas sociales que aquejaban a la sociedad. Se<br />

necesitaba entonces una nueva inteligencia cívica, según<br />

sus términos, que estimulara nuevos hábitos de solidaridad<br />

y de participación en los asuntos de la nación. (República<br />

de Colombia, Programa de Estudios Sociales, 1941:<br />

111- 119, citado por Álvarez; Ibíd.:151) Los llamados<br />

desde entonces Estudios Sociales debían ocuparse de esto,<br />

de crear un espíritu cívico que rompiera el individualismo<br />

y le permitiera a las masas tomar parte activa en la vida<br />

política.<br />

La agudización de la violencia partidista a partir de 1948<br />

reafirma esta concepción de educación del ciudadano,<br />

mediante el Decreto 2338 de 1948.<br />

“Que el conocimiento de la historia patria, el culto a los<br />

próceres y la veneración por los símbolos de la nacionalidad<br />

son elementos inapreciables de fuerza social, de cohesión<br />

nacional y de dignidad <strong>ciudadana</strong>; que la educación<br />

debe tener una función eminentemente social, y todas las<br />

materias de los pensum y programas escolares deben estar<br />

orientados a formar en las nuevas generaciones hábitos<br />

democráticos, de decoro personal y de orgullo nacional;<br />

que los graves acontecimientos que han ocurrido en<br />

los últimos tiempos han agitado a la República y han<br />

puesto de manifiesto, una vez más, y con caracteres de<br />

gran apremio, que el estudio concienzudo de la Historia<br />

Patria y la práctica de las virtudes cívicas por todos los<br />

hijos de Colombia deben ser preocupación permanente y<br />

desveladora del gobierno” (Ocampo, 1985:6-10, citado<br />

por Álvarez, Ibíd. 98)<br />

La investigación de Herrera et al (Ob. cit. 154 y ss.)<br />

describe cómo los textos escolares de civismo durante<br />

esta primera mitad del siglo XX, se configuraron a partir<br />

de varios discursos, que no se dieron de una manera pura,<br />

sino que se mezclaron en la consolidación de un orden<br />

social, sustentando nuestra tesis. Discursos cristianizantes<br />

marcados por los dogmas de la moral católica, discursos<br />

ilustrados por su referencia a valores iusnaturalistas,<br />

europeizantes, por su tendencia a conservar los ideales<br />

de la civilización occidental, y vergonzantes, fundados en<br />

las debilidades de la raza. Estos discursos promocionaron<br />

los mitos nacionalistas a través de referentes como el<br />

territorio, la religión católica, la ley y el patriotismo, y<br />

fundamentaron un orden social naturalizado basado en<br />

modelos de jerarquización: racial, social, cultural y de<br />

género, lo que finalmente produjo un efecto en la imagen<br />

de ciudadano: blanco, masculino, devoto y civilizado.<br />

Este estudio visibiliza la consolidación del cuerpo, la<br />

familia y escuela, como escenarios desde los cuales<br />

cobraron forma los discursos que constituyeron el<br />

nuevo ethos colombiano. El cuerpo estuvo atravesado por<br />

discursos sobre higiene, salud y presentación personal,<br />

relacionados con el mundo de lo social que marca unas<br />

pautas de aceptación del cuerpo. La figura de la familia<br />

se hace relevante a través de los textos escolares, como<br />

un modelo de familia ideal consagrada en el sacramento<br />

del matrimonio católico, con roles diferenciados y<br />

determinados para cada uno de sus miembros, y la idea<br />

central es ubicarla como la célula básica de la sociedad,<br />

pues de ella nace el patriotismo y el progreso social y<br />

se gestan los primeros discursos y prácticas morales y<br />

sociales. La escuela aparece como una instancia con<br />

funciones sociales y morales, responsable de formar en<br />

valores y en el conocimiento de los deberes, pues a la<br />

escuela se va para aprender a cumplirlos.


Tanto en la familia como en la escuela se construyen<br />

las nociones de autoridad, obediencia, respeto por las<br />

normas y es en donde en últimas se van fijando los<br />

atributos ciudadanos que operarán en la vida social y<br />

conducirán su actuación en lo público.<br />

Las concepciones pedagógicas (Herrera et al, Ibíd., 92)<br />

que circularon durante este periodo y que influenciaron<br />

las formas de tratar los contenidos en las prácticas de<br />

enseñanza del civismo, representan una mezcla entre<br />

métodos pestalozzianos y las nuevas propuestas de la<br />

pedagogía activa 5 que parecieron encontrar fundamento<br />

en los nuevos saberes positivos sobre el hombre. La<br />

atención centrada en el niño, en sus intereses y en sus<br />

condiciones sicobiológicas, reorientó las metodologías<br />

y estructuró de manera diferente los contenidos de la<br />

educación cívica. La pedagogía activa contribuyó, en<br />

palabras de Álvarez, (Ob.cit., 180) a la territorialización<br />

del sujeto, en la medida que lo relacionó de manera<br />

directa a través de la experiencia empírica con su realidad<br />

social y natural, y convirtió a la escuela en el espacio<br />

privilegiado para asumir la nación como soberana,<br />

habitada por ciudadanos libres e iguales.<br />

Podríamos suponer que para Colombia, el régimen moral<br />

que orientó la educación del ciudadano en este período<br />

hace aparecer sin contradicciones aparentes las verdades<br />

religiosas con las científicas “así liberales y conservadores<br />

o católicos defienden la necesidad racional de Dios y de las<br />

ideas morales, sin rechazar el progreso técnico científico y su<br />

orden epistemológico y valorativo” (Saldarriaga, 2001.:19).<br />

Es decir, que la producción de un ciudadano nacional<br />

en Colombia parece no haber obedecido a posturas<br />

ideológicas opuestas, pues más que una disputa, pareció<br />

constituirse un consenso entre una moral católica y una<br />

moral laica, que actuaron juntas para conseguir un fin<br />

compartido: consolidar el proyecto de nación.<br />

En el caso Argentino, las investigaciones revelan<br />

que el libro de texto se convirtió desde 1884 en un<br />

dispositivo central en la construcción de la identidad<br />

nacional, constituyéndose en lo que Narodowski y<br />

Manolakis (2001:30) denominan una Razón de Estado.<br />

La investigación de Antonia Muscia (2001) sobre los<br />

manuales de moral e instrucción cívica en la escuela<br />

argentina entre 1884 y 1916, parte su análisis de<br />

identificar una disputa entre lo que denomina el grupo<br />

católico y el grupo positivista, o entre espiritualistas y<br />

materialistas; enfrentamiento que no se dio sólo por<br />

la educación sino por lo que definiría la idiosincrasia<br />

nacional.<br />

5Una referencia mucho más sistemática sobre la apropiación de Pestalozzi y de la pedagogía activa en Colombia se<br />

encuentra en: Sáenz, Saldarriaga y Ospina (1997). Mirar la infancia: Pedagogía, Moral y Modernidad en Colombia,<br />

1903 – 1946). Bogotá: Colciencias, Ediciones Foro Nacional por Colombia, Ediciones Universidad de Los Andes,<br />

Editorial Universidad de Antioquia.<br />

17<br />

63


La invención del ciudadano en la América Latina de siglo XX<br />

64<br />

Más temprano que en Colombia, la Argentina liberal<br />

a través de la Comisión Nacional de Educación, hizo<br />

una valoración sobre los textos de educación cívica<br />

encontrando que algunos exponían una moral dogmática,<br />

otros eran anticuados y se centraban exclusivamente en<br />

la urbanidad, o excedían la extensión de la enseñanza.<br />

Aunque encontraron que algunos se aproximaban a lo<br />

que se necesitaba, no le satisfacía el método y la tendencia<br />

de los programas (Informe de la Comisión Revisora de<br />

Textos de la Segunda Sección, 1888. Citado por Muscia,<br />

Ibíd. 110). Esto derivó en la necesidad de producir textos<br />

nacionales hacia 1910 dentro del llamado Plan Nacional<br />

de Educación.<br />

Muscia muestra, en su análisis comparativo para<br />

establecer el perfil ideológico de los textos, que hay una<br />

idea de sociedad como orden moral cuyo desarrollo está<br />

orientado por leyes divinas, y el concepto de progreso<br />

es mostrado en los textos como un impulso natural a<br />

ese orden, que desde posturas espiritualistas se consigue<br />

a través de la práctica de la ley moral y desde posturas<br />

materialistas mediante actos humanos racionales y libres.<br />

De igual manera que en los textos colombianos, la ley<br />

moral se identifica con la ley divina o natural y los valores<br />

cívicos político-religiosos se expresan en los deberes<br />

consigo mismo, con la patria, con el Estado y con Dios,<br />

los cuales son atendidos en primer lugar en la familia,<br />

que aparece también como una figura a menor escala<br />

del funcionamiento de la sociedad. Otro elemento que<br />

comparte con los textos colombianos es el enunciado<br />

sobre el trabajo como deber y su importancia para el<br />

progreso económico, la felicidad individual y social,<br />

en contraposición a una concepción decimonónica de<br />

trabajo como una práctica denigrante sólo destinada a<br />

aquellos que no fueran pertenecientes a la élite.<br />

Hacía finales de los años 30, las estrategias para<br />

desarrollar una conciencia nacional que enfrentaba<br />

como problema la masiva inmigración de colonias de<br />

extranjeros, se intensificaron, extendiéndose la educación<br />

patriótica a todos los niveles de enseñanza. Se empieza<br />

a regular la producción de los textos escolares pues se<br />

suponía que ellos transmitían valores amenazantes para<br />

la sociedad, ya que la proliferación de su producción


implicaba la diversidad de narrativas sobre el ser nacional,<br />

poniendo en riesgo la homogeneidad de la población.<br />

La publicación de una cartilla patriótica fue incluida en<br />

todos los textos de lectura y tenía como temario la patria,<br />

el patriotismo, los símbolos patrios, el mapa físicopolítico<br />

de Argentina, el preámbulo y comentarios de<br />

los principales artículos de la constitución nacional. La<br />

cartilla circuló hasta 1983, con algunas modificaciones<br />

que el régimen peronista le incluiría. (Narodowski y<br />

Manolakis, Ob.cit.)<br />

Muscia nos permite percibir una regularidad ya vista<br />

en los textos colombianos, la existencia de una clara<br />

fundamentación moral en los textos de Civismo que<br />

combina temas y valores provenientes de la moral<br />

católica con una nueva moral laica y que desarrollaría<br />

dimensiones afectivas propicias para movilizar las<br />

experiencias identitarias buscadas por el nacionalismo.<br />

El ciudadano era formado en valores nacionales que se<br />

afianzaron gracias al despliegue de toda una red simbólica<br />

(himnos, bandera, escudo, efemérides), instaurando<br />

una nueva religión civil en la que el catecismo fue<br />

reemplazado por la Constitución Nacional, el santo por<br />

el héroe y la noción de virtud se cotejó con la de deberes.<br />

A diferencia de los textos colombianos, que según<br />

la investigación de Herrera tienen un fundamento<br />

positivista que deriva en una perspectiva pedagógica<br />

experimental al basarse en los aportes de disciplinas<br />

como la biología y la sicología, Muscia considera que la<br />

aparición en los textos de los deberes para con el cuerpo,<br />

es la única manifestación clara de esa corriente en<br />

Argentina. Sin embargo la autora encuentra otros textos<br />

que si bien no contaron con la aprobación de la Comisión<br />

Nacional de Educación, dan cuenta de una adscripción<br />

positivista en el que el hombre no es fundamento del<br />

hecho moral como lo sostendrían los espiritualistas, sino<br />

la última manifestación de la evolución (Vedia, citado<br />

por Muscia, Ibíd., 125) y la sociedad es producto de las<br />

leyes naturales que guían su evolución. En los planes de<br />

estudio de 1910 se hace evidente, según la investigación,<br />

la tendencia empírica, dejando la cívica como asignatura<br />

que debía responder a aprendizajes en la misma práctica<br />

y la Moral quedó como un asunto transversal a todas las<br />

asignaturas.<br />

La autora concluye que en los textos del período estudiado<br />

si bien son espiritualistas, hay un desplazamiento de<br />

temas y valores respecto a la moral tradicional que se<br />

deja ver en el reemplazo de la noción de virtud por la<br />

de deberes, en los que el buen hombre se coteja con el<br />

buen ciudadano y se impone una devoción positivista.<br />

Por su parte, Narodowski y Manolakis señalan aspectos<br />

didáctico-pedagógicos de los textos escolares argentinos<br />

entre 1939 y 1983 que respondían a un plan didáctico<br />

racional que tenía en cuenta el grado de dificultad para el<br />

aprendizaje y se insistía en que los textos debían educar<br />

los sentimientos y superar el nivel informativo.<br />

En los dos países, aunque con procesos de secularización<br />

diferentes, se hace presente el hecho de que la moral<br />

civil no renunció a su inspiración católica y el ciudadano<br />

de la nación fue inventándose desde un régimen moral<br />

estratégico que combinó lo católico y lo laico para la<br />

salvaguarda de unos principios éticos universales que,<br />

desde una concepción pedagógica y epistemológica,<br />

garantizaría que el sujeto, mediante su relación con<br />

una experiencia social inmediata, forjara sus virtudes<br />

cívicas, aprendiendo el cumplimiento de deberes -<br />

consigo mismo, con los padres, con Dios, con el Estado<br />

- validando así esos principios.<br />

17<br />

65


La invención del ciudadano en la América Latina de siglo XX<br />

66<br />

Un ciudadano del Mundo. El imperioso<br />

discurso de la convivencia en la Diferencia<br />

El nacionalismo como proyecto languidece después de<br />

la segunda guerra mundial, y a finales de los años 50 se<br />

hace un llamado desde las Naciones Unidas a bajar el<br />

tono a los discursos nacionalistas. Sin embargo, el tema<br />

de la soberanía sería una constante en los manuales de<br />

civismo, en tensión con discursos emergentes sobre la<br />

cooperación internacional, la noción de democracia<br />

se enfrentaría con el mapa dibujado por la Guerra<br />

fría, con las Doctrinas de Seguridad Nacional que se<br />

expandieron por América Latina y con los discursos del<br />

multiculturalismo.<br />

En Argentina, la década del 50 estuvo marcada por el<br />

gobierno peronista, que transformó las aulas en espacios<br />

de adoctrinamiento partidario, creando la asignatura<br />

Doctrina Nacional y Cultura Ciudadana que reemplazó<br />

a la antigua Instrucción cívica. Se estableció para los tres<br />

primeros años de la escuela secundaria un programa de<br />

acuerdo a tres ejes: la sociedad argentina para el primer<br />

año, la economía para el segundo año y la organización<br />

política para el tercer año. (Kaufmann, 2006:164)<br />

En los textos peronistas, Romero (2004) descubre que<br />

hay una identificación casi absoluta entre los valores<br />

de la nación y los del movimiento político gobernante<br />

presentando el justicialismo como una tercera opción<br />

ante el capitalismo y el comunismo y en cuya bina<br />

emergen argumentos doctrinarios del catolicismo que<br />

cotejan opciones filosóficas con opciones políticas o<br />

con una doctrina social de base espiritual permitiendo<br />

“la curiosa coexistencia de una visión antiliberal de la sociedad<br />

y un discurso saturado de conceptos como libertad, democracia y<br />

en los últimos años como el de pluralismo”. Categorías que se<br />

presentan como universales ahistóricas y como principios<br />

verdaderos y absolutos.<br />

En 1955, tras la caída de Perón, la asignatura antes<br />

llamada Doctrina Nacional y Educación Ciudadana fue<br />

reemplazada por la de Educación Democrática, que<br />

pasó de la crítica al régimen peronista al abordaje de<br />

los problemas vinculados con la Guerra Fría y en ella se<br />

hacía alusión de manera implísita al comunismo como un<br />

peligro. La democracia se define en los textos escolares<br />

como un estilo de vida occidental y cristiano, referida<br />

a una moral derivada de la doctrina social de la Iglesia<br />

Católica y no como un régimen político institucional.<br />

(Romero Ob.cit.)<br />

Para este autor las diversas asignaturas correspondientes<br />

al área de civismo que se desarrollan desde los años<br />

cincuenta han tenido funciones diferenciadas. Una que<br />

busca instruir a los estudiantes en los componentes<br />

del sistema institucional y jurídico del Estado y otra<br />

que corresponde al propósito de hacer del alumno<br />

un argentino ideal. Esto llevó a que los programas<br />

desarrollaran temas que van desde los ambientales,<br />

pasando por las relaciones internacionales, la familia,<br />

los valores religiosos y morales hasta los problemas de<br />

límites con los países vecinos. Otra característica que se


señala es que a lo largo del periodo que va entre 1950<br />

a 1983 los cursos de civismo son considerados por el<br />

sector educativo de los diferentes gobiernos como un<br />

espacio esencial para la socialización de los niños en el<br />

conjunto de la nación.<br />

En Argentina, la década de 1970 se caracteriza por la<br />

alternación de un gobierno constitucional en 1973,<br />

en el que la asignatura de Educación Democrática fue<br />

reemplazada por la de Estudios de la Realidad Social<br />

Argentina y el inicio de una dictadura en 1976 que<br />

sustituye esta asignatura por la de Formación Cívica y<br />

luego por la de Formación Moral y Cívica entre 1978 y<br />

1983, cuyos objetivos fueron reproducidos en edición<br />

de los textos escolares de esta época:<br />

“Canalizar los intereses y preocupaciones del alumno<br />

hacia un conjunto de ideales y valores acordes con los<br />

valores supremos de la nacionalidad... que impliquen una<br />

capacidad de reacción personal ante nuevas situaciones...<br />

valorizar la familia como fundamento de la vida del<br />

hombre... apreciar y respetar los valores de la cultura<br />

occidental y cristiana... fortalecer actitudes de amor<br />

consciente y de respeto por la patria, asumiendo actitudes<br />

de buen ciudadano... asimilar la democracia como estilo<br />

de vida... adquirir actitudes positivas respecto de la<br />

integración de los pueblos americanos y de éstos con el<br />

mundo” (Romero, Ob.cit.,126).<br />

La investigación de Kaufmann (Ob.cit. 190 y ss.) señala<br />

los rasgos presentes en los textos escolares durante<br />

esta última dictadura. El primero de ellos es el rasgo<br />

militarista, incorporando la terminología castrense y<br />

alternando consignas de naturaleza militar y defensiva.<br />

Las ideas conspirativas señalan amenazas a los valores<br />

de la nación e identifican la existencia de dos clases de<br />

enemigos, uno externo de origen extranjero en el que<br />

se ubica el marxismo, el comunismo y el anarquismo,<br />

idea que ya estaba presente en los textos de los 60, y un<br />

enemigo interno referido a la subversión que empezó a<br />

tener igual importancia que el externo.<br />

Otro rasgo es el de la preservación de una genealogía<br />

nacional en clave de identidad nacional como forma<br />

de identidad colectiva indiferenciada y la concordancia<br />

ideológica referida a la edición y conformidad de los<br />

textos con el espíritu de la programación ministerial<br />

que refuerzan ideologías tradicionalistas conservadoras<br />

y que generan discursos antiimperialistas.<br />

Un último rasgo es el tapadismo entendido como un<br />

sistema de “deseducación” cívica que niega la realidad<br />

cívica y política que vivía el país en tiempos de dictadura<br />

y que crea un síndrome triunfalista.<br />

Argentina se neoconservaduriza con la instauración de<br />

la dictadura del 76 y los manuales de formación moral<br />

y cívica de este período marcan una idea de nación muy<br />

acentuada en cuanto a la exaltación de la retórica del<br />

régimen: religiosidad, cristianización de la sociedad,<br />

disciplinamiento social, patriotismo equiparado a<br />

nacionalismo, una tendencia a la educación modélica<br />

y a la naturalización del orden social orientada por el<br />

pensamiento moral del régimen en dos ejes centrales; la<br />

doctrina social de la iglesia y la doctrina de la seguridad<br />

nacional.<br />

Por otro lado, Romero (Ob. cit.) señala varios temas<br />

que caracterizan los textos escolares de civismo de<br />

Argentina entre 1950 y 1983: las nociones de patria<br />

17<br />

67


La invención del ciudadano en la América Latina de siglo XX<br />

68<br />

y patriotismo como elemento emocional relacionado<br />

con la idea de nación y cuya finalidad es definir<br />

los comportamientos patrióticos que debe tener el<br />

estudiante en su cotidianidad y que son considerados<br />

como actitudes morales y espirituales esenciales. Otro<br />

tema es la sociedad cristiana y la familia, tratado en los<br />

textos a partir de la idea de unidad católica que representa<br />

la nación Argentina, y de la familia como institución<br />

natural que da origen a otra igual que es la nación y que<br />

son homogéneas e inmutables. El tema de la democracia<br />

es tratado como una forma de vida, al no poderla exponer<br />

como una forma de gobierno dadas las circunstancias<br />

políticas del país, y su defensa estuvo más en relación<br />

con la identificación de un enemigo externo. El tema de<br />

la soberanía y el de las relaciones internacionales parten<br />

de un discurso geopolítico que osciló entre la idea de la<br />

protección fronteriza de la nación y la de la colaboración<br />

internacional.<br />

Estas investigaciones muestran que muchos de<br />

los manuales escolares de civismo llegan sin sufrir<br />

modificaciones en su estructura y en sus discursos<br />

jurídicos y morales hasta principios de los años 80, pero<br />

desde mediados de la década del 80 en adelante, el lema<br />

del orden y progreso que regía los valores de la nación va<br />

a cambiar significativamente y aparecen otros valores y<br />

enunciados que se hacen funcionales a un nuevo proyecto<br />

histórico ligados a la denominada globalización.<br />

Con la entrada a la democracia en 1984 se vuelve a la<br />

Educación Cívica y se formulan nuevos temas vinculados<br />

con la sociedad democrática: la democracia y sus aspectos<br />

formales, así como los referidos a la práctica política,<br />

la relación entre los Estados en el marco del sistema<br />

de organizaciones internacionales, el respeto de los<br />

derechos humanos y consecuentemente el comienzo de la<br />

discusión sobre la homogeneidad y el pluralismo cultural.<br />

La noción de democracia pasa a un primer plano en la<br />

que la idea de una Argentina que garantice la vigencia de<br />

los derechos humanos civiles y políticos era un imperativo<br />

que se fue profundizando en los textos producidos en<br />

las siguientes décadas.<br />

En 1993 se reforma el sistema educativo, y la anterior<br />

disciplina escolar de Educación Cívica se transforma en<br />

la denominada Formación Ética y Ciudadana, (Romero,<br />

Ob.cit., 28, Kaufmann, Ob.cit.,164.) cuyos contenidos<br />

curriculares abandonan las referencias al mundo bipolar<br />

de la Guerra Fría, las concepciones de la sociedad de<br />

inspiración católica y tomista y avanzan en dos tópicos:<br />

la ecología y el pluralismo que trae como consecuencia<br />

importante la reconsideración del lugar otorgado a la<br />

nación como principio de construcción de identidad.<br />

Romero enfatiza la centralidad que en los textos escolares<br />

adquiere el concepto de democracia en articulación<br />

con diversos valores éticos y políticos, especialmente<br />

el de la convivencia que se vuelve clave para enfrentar<br />

por un lado el fantasma del totalitarismo fundado en<br />

la intolerancia y de otro lado, los nuevos retos que<br />

representaba el discurso de la multiculturalidad. La<br />

idea de comunidad relacionada con la de la convivencia<br />

también entra en escena, distinguiéndose una gama<br />

comunitaria: una comunidad humana sustentada en los<br />

derechos humanos, una comunidad nacional sustentada<br />

en la legalidad constitucional y las instituciones civiles<br />

y una comunidad internacional sustentada en tratados<br />

y organismos internacionales, posicionando así la idea<br />

de que la constitución, las instituciones estatales y los<br />

valores nacionales no pueden estar en contradicción con<br />

los valores universales.<br />

En los textos escolares se amplía la concepción de<br />

democracia formal hacia una visión más compleja de la<br />

vida política y social, aparece el concepto de la sociedad<br />

civil, una concepción menos restringida y formal de<br />

la ciudadanía que profundiza los discursos sobre los<br />

derechos civiles, emergiendo también los enunciados<br />

sobre las diferencias culturales y sobre la diversidad de<br />

instituciones que participan en la vida pública de un


país. El concepto de nación tiene un papel más débil<br />

en la construcción de un nosotros teniendo mayor peso<br />

la valoración de las normas de convivencia política. La<br />

soberanía como tema sigue siendo ambigua pues se<br />

mantiene la cuestión de los límites fronterizos pero<br />

aparece la noción de una Argentina subdesarrollada y<br />

periférica que le plantea la construcción de vínculos con<br />

países latinoamericanos.<br />

En estos nuevos textos escolares de la Argentina<br />

posdictatorial, la sociedad nacional está más en relación<br />

con la participación en una comunidad política que<br />

con la existencia de una comunidad cultural de rasgos<br />

homogéneos, lo que desnaturaliza la noción de nación.<br />

Hay una tematización de la globalización financiera,<br />

cultural y jurídica, y aparece la necesidad de aceptar la<br />

existencia de identidades diversas dentro de la nación<br />

que problematizan la idea integración y la de tolerancia<br />

a las diferencias.<br />

Finalmente, en el balance que hace Romero es evidente<br />

que para Argentina el área del civismo tiene un cambio<br />

drástico que va<br />

“de posicionar una noción fuerte de sociedad natural<br />

y ordenada, ni activa, ni conflictiva, de la concepción<br />

neotomista desarrollada por la Iglesia Católica desde<br />

fines del siglo XIX hasta reescribir el civismo en clave de<br />

democracia a inicios de la década del 90, en la que hay<br />

en general menos interés en afirmar la idea de nación<br />

como unidad cultural, y más preocupación por el Estado<br />

como entidad jurídica, que gobierna una sociedad plural”.<br />

(Ob.cit., 214).<br />

Una perspectiva interesante que interroga este nuevo<br />

papel del Estado, la abre el estudio de Silvia Grinberg<br />

sobre el programa Aprendizaje en Servicio en Argentina,<br />

que en Colombia se conoce como Servicio Social<br />

Obligatorio, dirigido a estudiantes de los últimos<br />

grados de secundaria para promover en ellos un<br />

compromiso con lo comunitario. Grinberg plantea que<br />

ha habido un “giro epistémico del gerenciamiento” en<br />

el que la comunidad se vuelve el locus de gobierno y el<br />

voluntariado la estrategia, pues<br />

17<br />

69


La invención del ciudadano en la América Latina de siglo XX<br />

70<br />

“son las escuelas y las organizaciones comunitarias las<br />

que deben hacerse cargo y el Estado no asume más que<br />

la función de promotor en el que ofrece asistencia técnica<br />

mediante la producción de documentos orientadores.<br />

De tal modo que en ese hacerse cargo la acción parece<br />

depender sólo de los individuos… [ ] ya no son los<br />

ciudadanos quienes delegan en un tercero su capacidad<br />

de gobernarse y sea ese quien garantice las funciones de<br />

seguridad social… [ ] el ejercicio de la ciudadanía ya no<br />

sucede en la esfera pública sino en la esfera privada de lo<br />

comunitario” (2007:160-161)<br />

Como se dijera anteriormente, para el caso Colombiano<br />

no hay estudios sobre manuales de civismo de la segunda<br />

mitad del siglo XX que presenten la relación nación –<br />

ciudadano, por lo que acudiremos a fuentes primarias<br />

para ir mirando como fue nuestra experiencia en<br />

contraste con la de Argentina.<br />

En 1953 con el inicio de la dictadura de Rojas Pinilla,<br />

caracterizado por un populismo de tinte católico,<br />

apoyada por conservadores tanto como por los liberales,<br />

también se reforzó la educación cívica en las escuelas a<br />

través de la creación de la cátedra Bolivariana que tuvo<br />

vigencia hasta 1963 y que se definió por su pregón<br />

nacionalista y conservador. Con el ingreso de Colombia<br />

en 1954 al bloque que lideraba Estados Unidos contra<br />

la Unión Soviética, los intereses nacionalistas quedaron<br />

enmarcados en la geopolítica internacional con un sesgo<br />

anticomunista, que aunado, del mismo modo que en<br />

Argentina, a principios de la doctrina social cristiana,<br />

invocaba en los textos escolares el llamado del Papa<br />

Pío XI<br />

“Que los fieles no caigan en estos y otros parecidos<br />

engaños. El comunismo es, por virtud de su misma<br />

naturaleza, perverso, y no se puede admitir en ninguno<br />

de los campos su colaboración, por parte de aquellos<br />

que desean sinceramente salvar la civilización cristiana”<br />

(Florencio, 1960:155-156, citado por Álvarez, 373).<br />

El auge del Desarrollismo coincide a partir de los 60<br />

en Colombia con una neoconservadurización de la vida<br />

política y social que pronto se vio en los textos escolares<br />

con el retorno a temas como la patria, la moral religiosa<br />

y la urbanidad. En el programa analítico de Estudios<br />

Sociales y Filosofía para el primer y segundo ciclo<br />

del educación media de 1962, se incluía la asignatura<br />

Educación Cívica y Social para el primer año, en el que se<br />

señalaba a la cívica y a la urbanidad como vivencias en el<br />

ambiente de la escuela y como medios permanentes de<br />

educación. Los objetivos específicos eran brindar a los<br />

estudiantes conocimientos básicos para orientarse en sus<br />

relaciones, comprender la organización política del país y<br />

asumir actitudes deseables como normas de conducta, así<br />

como desarrollar el sentido de responsabilidad individual<br />

y social mediante la comprensión de los deberes y<br />

derechos de la persona humana y de los buenos hábitos<br />

de comportamiento en las distintas situaciones de la<br />

vida social. (Ministerio de Educación Nacional, 1962)


Los temas contemplados eran: La vida en sociedad;<br />

específicamente la conducta del buen ciudadano,<br />

la familia, los deberes y derechos de padres e hijos,<br />

las virtudes sociales; como la solidaridad humana, la<br />

generosidad, el altruismo, la honradez, la justicia y<br />

la veracidad como base la convivencia, la patria; los<br />

símbolos y las tradiciones de la nacionalidad, el tema<br />

del gobierno; la constitución política y las leyes, el<br />

poder público en Colombia; su organización y función<br />

y los deberes y derechos del ciudadano colombiano.<br />

La segunda parte del programa estaba dedicada al<br />

comportamiento en general, a las normas de la sociedad,<br />

a la conducta en diferentes espacios públicos y privados,<br />

a las relaciones sociales, a la sanción social y al empleo<br />

honesto del tiempo libre.<br />

Para el sexto año se incluía la asignatura Instituciones<br />

Colombianas y Civismo Internacional que, previendo la pronta<br />

integración activa a la vida social del joven, se concebía<br />

como la preparación del alumno para el ejercicio de la<br />

ciudadanía, por lo que se buscaba una orientación hacia<br />

ella mediante la formación de una conciencia clara y<br />

precisa de sus derechos y obligaciones en el marco de<br />

los preceptos legales que regían la organización de la<br />

sociedad colombiana.<br />

Los temas a tratar en este año eran en primer lugar la<br />

familia, caracterizada como núcleo fundamental de la<br />

sociedad, la sociedad sus fundamentos y sus fines en el<br />

que se desplegaban la noción de derechos y deberes, el<br />

tema de la solidaridad, el conocimiento de las distintas<br />

clases de delitos, las categorías de penas y la promoción<br />

del sentido de justicia y defensa social. Un tercer tema, y<br />

ampliando la imagen de lo social, es el del Estado como<br />

organización política de la sociedad, seguido del estudio<br />

de la nación, el territorio, el poder público sus ramas<br />

y distintos órganos, el estudio la constitución nacional<br />

y de los fines del Estado, los principios democráticos<br />

centrados exclusivamente en el sufragio y los derechos<br />

individuales a partir de conceptos como la igualdad y la<br />

libertad, pero con un acento en el cumplimiento de la ley.<br />

“Todos los ciudadanos deben obedecer las leyes, porque<br />

si cada uno hace lo que quiere en vez del orden reina<br />

el desorden y la sociedad deja de existir. La obediencia<br />

de las leyes es un deber para todos, aun cuando nos<br />

parezcan inútiles, injustas o malas y aun cuando sea<br />

difícil obedecerlas” (Ibíd. 23). Pero cualquiera que sea el<br />

gobierno de nuestra patria, el deber de nuestros gobernados<br />

es uno mismo: respetar el gobierno legítimamente<br />

establecido y a los que nos gobiernan. Los gobernantes<br />

sean quienes fueran, representan la autoridad. Jesucristo<br />

mismo obedeció las leyes y respetó a los jefes del país donde<br />

vivió, aunque ellos no eran dignos de mandarlo”. (Posada<br />

y Cortazar, 1965:24)<br />

Explícitamente, el programa señala que la intención es<br />

que el estudiante adquiera nociones de derecho público<br />

y derecho privado. En este programa ya se señalan la<br />

importancia de conocer organizaciones internacionales<br />

con el sentido de desarrollar un “aprecio mutuo de los<br />

pueblos y en la necesidad de complementación”.<br />

Hacia inicios de los 70 la Comisión Nacional de la<br />

UNESCO publicó el texto “Documentos básicos para<br />

la Educación Cívica Internacional” que señalaba que lo<br />

más sobresaliente de las relaciones internacionales<br />

era la interdependencia creciente de todos los países<br />

lo que paulatinamente iba convirtiendo al hombre<br />

contemporáneo en verdadero ciudadano del mundo. Y<br />

proclama un nuevo enfoque de la educación en general,<br />

y de la formación cívica en particular, “para orientar<br />

la conducta humana hacia el destino común de la sociedad<br />

universal y hacia formas antes desconocidas de una interacción<br />

ineludible” (Ibíd., 1973: 2). La formación de la opinión<br />

pública se muestra como imperativo en la propuesta<br />

del organismo internacional para la comprensión y el<br />

ejercicio consciente de sus derechos y deberes frente<br />

a la comunidad mundial en pro de la consecución<br />

de los objetivos de los gobiernos y los organismos<br />

internacionales de construir un mundo mejor más<br />

humano y más justo.<br />

17<br />

71


La invención del ciudadano en la América Latina de siglo XX<br />

72<br />

Los años 70 en Colombia se desarrollaron en medio de<br />

un contexto político interno complejo, que se caracterizó<br />

por una medida excepcional como fue la del Estatuto<br />

de Seguridad, con el que se dio lugar a una persecución<br />

generalizada contra la oposición en el país y a una serie<br />

de violaciones de derechos humanos. La democracia<br />

como representación de igualdad y justicia se fragiliza,<br />

emergen nuevos actores del conflicto sociopolítico,<br />

las Instituciones tradicionales comienzan a perder<br />

legitimidad, la violencia se pluraliza 6 , la academia se ve<br />

enfrentada a nuevos discursos y la consolidación de una<br />

perspectiva crítica de las Ciencias Sociales permea el<br />

sector educativo. Se asoma un proceso de racionalización<br />

crítica de los contenidos de los planes de estudio<br />

que comienza a darle a las ciencias sociales escolares<br />

una función científica de lo social, con sugerencias<br />

metodológicas del orden de la pedagogía activa y de la<br />

sicología del desarrollo fundamentada en Piaget (Ver:<br />

Ministerio de Educación. 1984: 209). Sin embargo las<br />

referencias a los fines formadores de moral cívica y de<br />

pertenencia a la nacionalidad se mantienen, como lo<br />

expresa este texto escolar<br />

“El patriotismo es a la vez un sentimiento y un deber.<br />

Debemos hacer por la Patria todos los sacrificios posibles<br />

y estar a su servicio, no sólo dentro de lo que nos pide<br />

la ley, sino con amor y abnegación…Sabemos que la<br />

Patria representa todo cuanto nos es más querido en<br />

el mundo: nuestros hogares, nuestros antepasados, el<br />

suelo que nos vio nacer, nuestras tradiciones, nuestra<br />

historia; todo esto debemos amarlo con pasión…Pero ese<br />

amor apasionado por la Patria no debe ser fanático, ni<br />

convertir el patriotismo en patriotería ridícula, que admira<br />

devotamente todo lo que se hace en su patria y desprecia<br />

lo que hacen los demás.” (Arbeláez, 1971: 11)<br />

6“El informe presentado al ministerio de gobierno en 1987, distingue tres etapas de la violencia en la historia<br />

de Colombia: la de las guerras civiles en el siglo 19, en las que se manifiesta claramente las rivalidades<br />

entre las clases dirigentes, la violencia de los años cincuenta, conducida por estamentos populares, y la<br />

violencia actual en la que coexisten violencias de diferente tipo y procedencia”. Tirado Mejía (1989: 404)<br />

El posicionamiento que en la década de los 80 había<br />

logrado el movimiento de la Nueva Historia y del<br />

Movimiento Pedagógico en Colombia, acrecienta el<br />

debate por la enseñanza de las ciencias sociales y se<br />

gestan nuevas búsquedas, tanto en lo disciplinar como<br />

en lo pedagógico, para renovar lo que se denominaba<br />

una enseñanza tradicional del área, mecanizada por<br />

la tecnología educativa que había ido sustituyendo<br />

los principios de la pedagogía activa. Desde el saber<br />

disciplinar, las discusiones centradas en el contenido<br />

de los programas curriculares para la educación básica<br />

y media, se complejizaban en torno a la pregunta ¿Qué<br />

enseñar? que cada vez asumía un tono marcadamente<br />

científico y disciplinar. La pregunta ¿para qué enseñar?<br />

referente al papel que debían jugar las ciencias sociales<br />

en la formación de niños y jóvenes y que había enfatizado<br />

hasta el momento en los hitos de la formación nacional y<br />

en la formación de un ciudadano útil y devoto empezó a<br />

situarse en las fronteras de la crítica de la historia oficial<br />

y en la relación entre la historia y la construcción de un<br />

pensamiento histórico. Desde la pedagogía la pregunta<br />

por ¿cómo enseñar?, se profundizó y afinó al diferenciar<br />

el enseñar del aprender posibilitado por los postulados<br />

de la sicología cognitiva en su enfoque constructivista.<br />

Creemos que entre los debates de las disciplinas y de la<br />

psicopedagogía, el tema del civismo se fue quedando de<br />

lado o bien se diluyó en los fines éticos y políticos que<br />

cada propuesta abanderaba. Sin embargo, encontramos<br />

que paralelamente a estas discusiones, a principios de<br />

1980 mediante el decreto 3465, se establece la cátedra<br />

Bolivariana en la educación secundaria que insistía en<br />

un discurso nacionalista. La edición de textos escolares<br />

de estas cátedras fueron pocas, sin embargo circularon<br />

difundiendo sus propósitos:


“Cultivar el sentimiento de nacionalidad, apoyándose<br />

en la triple base de amor, comprensión y servicio a<br />

la patria. Robustecer el amor a la patria, Colombia,<br />

en el conocimiento de sus glorias y por la exaltación<br />

de sus héroes. Destacar la figura del libertador en<br />

su pensamiento, el de los héroes granadinos que le<br />

colaboraron, el de los sacrificios de la comunidad,<br />

para lograr la libertad e independencia de los países<br />

bolivarianos. Estudiar la obra y la doctrina bolivariana<br />

y su ejemplo de servicio, de constancia, honradez,<br />

patriotismo, amistad, desprendimiento, de estudio, de<br />

observación, de solidaridad, de unidad americana, de su<br />

preocupación por los derechos humanos, por los negros y<br />

los indígenas, por la paz, etc.” (Bohórquez, 1983: 7)<br />

En 1983 mediante el decreto 239, se establece con<br />

carácter obligatorio en todos los colegios del país la<br />

asignatura de Educación para la Democracia, la Paz y<br />

la Vida Social, en la que se incluían, para desarrollarse<br />

durante ese año, las Cátedras Bolivariana y de Mutis.<br />

Dicho decreto consideraba que era necesario:<br />

“Fomentar el conocimiento, aprecio y práctica de los<br />

valores culturales, religiosos e históricos que constituyen<br />

nuestra nacionalidad…inculcar a los educandos la<br />

devoción por la libertad, la participación democrática, la<br />

equidad y la justicia social, el respeto por la autoridad<br />

y el orden jurídico y la práctica de los deberes y derechos<br />

ciudadanos” (Decreto 239 de 1983)<br />

De igual manera, se insta al respeto y las buenas maneras<br />

como forma de alcanzar la felicidad en comunidad, al<br />

deber de amar, valorar y defender la paz, apreciar y cuidar<br />

los recursos naturales, al cultivo del arte y de la salud<br />

física, en lo que parecen unos “nuevos valores” a añadir<br />

en la formación del ciudadano y en un último intento<br />

por mantener el viejo orden, un texto escolar colombiano<br />

de los 80, plantea como propósito:<br />

17<br />

73


La invención del ciudadano en la América Latina de siglo XX<br />

74<br />

“…enderezar y armonizar la conducta hacia un bienestar<br />

colectivo… Hacer entender cómo dentro de la civilización,<br />

la Educación Cívica y Social es factor insustituible. Los<br />

profesores tendrán como meta con este libro el que sus<br />

alumnos adquieran la práctica del civismo y el amor a la<br />

nacionalidad, a la democracia y a nuestras instituciones<br />

sociales. (Osorio, 1983:2)<br />

En este libro escolar se mezclan viejos enunciados<br />

de la cívica nacionalista con otros que emergen de<br />

la globalización como el de la ciudad como espacio<br />

político y la comunidad como término que desplaza la<br />

de pueblo. Las virtudes cristianas y sociales se suman a<br />

las que el autor denomina virtudes <strong>ciudadana</strong>s, éstas son:<br />

“la solidaridad social y el espíritu cívico”:<br />

“Solidaridad Social es todo lo opuesto al egoísmo, al<br />

individualismo y a ese decir, que debemos desterrar en<br />

definitiva, cuando se afirma que “cada cual en lo suyo, yo<br />

no me meto”. Porque en una época en la que el hombre<br />

es cada vez más social, es decisivo también no existir solo,<br />

ni creer que no se necesite de los demás, no aislarse en la<br />

soledad. El hombre requiere de la comunidad familiar, de<br />

los vecinos del barrio, de la acción comunal o comunitaria,<br />

de sus compañeros de estudios y de empleo o trabajo, de<br />

los demás creyentes, con los que asiste al templo para orar<br />

y amar a Dios” (Ibíd., 91)<br />

La reforma curricular de 1989 suprimió definitivamente<br />

la asignatura de educación cívica fusionándola a la nueva<br />

propuesta de ciencias sociales integradas, lo que desató<br />

varias reacciones<br />

“No parece exagerado afirmar que una buena parte de la<br />

crisis de nuestra sociedad, que se ha venido acentuando<br />

en los últimos años, obedece al hecho irresponsable, por<br />

decir lo menos, de haber suprimido del pensum educativo<br />

materias tan formativas como la cívica y la urbanidad,<br />

orientadas a inculcar en la mente y en el corazón del<br />

niño, desde su más tierna edad, el amor a la patria y<br />

a sus símbolos, el concepto de solidaridad, la noción de<br />

orden, de libertad y de justicia y esa serie de conocimientos<br />

mínimos que un colombiano con uso de razón está<br />

obligado a poseer acerca de la organización del Estado,<br />

de los deberes y derechos que lo ligan a él y de las normas<br />

de comportamiento que contribuyen al progreso de la<br />

comunidad. Se desplazaron entonces las buenas maneras<br />

por la ordinariez, y el respeto a la autoridad por conductas<br />

anárquicas que, estimuladas muchas veces por los mismos<br />

obligados a dar ejemplo de acatamiento a la ley, han<br />

traído como resultado los continuos paros y conflictos<br />

estudiantiles a que desafortunadamente nos hemos venido<br />

acostumbrando (Acevedo, 1986:13)


Por su parte, los propósitos expresados en el marco<br />

general del área de ciencias sociales, producto de<br />

varios años de discusión y debate y que aún después<br />

de su publicación fueron duramente señalados por<br />

considerarlo un amalgamiento contradictorio de posturas<br />

políticas y filosóficas, (Aguilar, 1989) le apostaron más<br />

que al desarrollo de ciertas virtudes cívicas de tinte<br />

católico, al desarrollo de un pensamiento reflexivo dando<br />

un lugar protagónico al conocimiento social y a la ética:<br />

“se pretende la construcción de sujetos críticos, capaces<br />

y competentes para comprender y explicar los fenómenos<br />

sociales de una manera integrada y de una manera<br />

interdisciplinar, así como hacer consciente al alumno<br />

de su medio social, ambiental, económico, histórico,<br />

etc. Se necesita capacitar al alumno para reflexionar<br />

responsablemente sobre su medio y pertenencia y plantearse<br />

el problema fundamental de la acción en sociedad, es<br />

decir la responsabilidad ética” (Ministerio Educación<br />

Nacional, 1989:10)<br />

Tanto para Colombia como para Argentina (Romero<br />

Ob.cit., Álvarez, Ob.cit.) se identifican tres elementos<br />

que de alguna manera muestran una continuidad en los<br />

textos escolares de cívica, hasta mediados de los 80,<br />

respecto a las consideraciones sobre las relaciones entre<br />

la moral, la sociedad y la política.<br />

Un primer elemento es el neotomismo. Sobre esta<br />

corriente, Romero señala que tiene dos vertientes:<br />

una de enfoque más liberal donde el neotomismo y la<br />

doctrina social de la iglesia pueden ser compatibles con<br />

un progresismo laico que acoge la Revolución Francesa<br />

y la otra es el enfoque del catolicismo integral que<br />

estructura los textos con los principios más radicales de<br />

esta visión antiliberal. Álvarez por su parte señala que esta<br />

corriente impulsada por la iglesia católica en Colombia<br />

fue definitiva en la discusión sobre el nacionalismo y<br />

afirma que la mayor influencia para nuestro país estuvo<br />

en la primera mitad del siglo XX. Por el neotomismo,<br />

Colombia pasó a la fase de la modernidad industrial,<br />

en la que la distinción entre lo técnico y lo ético fue<br />

utilizada a favor de una reorganización que dio poder a<br />

la institucionalidad eclesiástica desde 1886, estrategia del<br />

catolicismo para insertarse a la modernidad, justamente<br />

aceptando la modernización tecno-económica, a<br />

condición de que se permitiese mantener los fines<br />

sociales y culturales, fieles a los valores religiosos<br />

eclesiásticos, así el neotomismo se asentó sobre la misma<br />

estructura epistemológica de las grandes religiones civiles<br />

críticas del siglo XIX. (Saldarriaga, 2003: 277)<br />

El segundo elemento es el anticomunismo. La importancia<br />

dada a la guerra fría permitió identificar claramente el<br />

enemigo de los valores de la nación y un nuevo valor<br />

simbólico al tema de la soberanía que se orientaba a<br />

la defensa de las fronteras y a la contención de afanes<br />

expansionistas.<br />

El tercer elemento es la definición de sujeto que se<br />

deseaba construir a través de las prescripciones que<br />

dictaban los textos: El hombre argentino o el hombre<br />

colombiano. Los manuales condensan alrededor de ese<br />

propósito los dos ejes que los han venido atravesando.<br />

Por un lado; la visión de un humanismo cristiano que<br />

aludía a un hombre universal con principios opuestos al<br />

materialismo individualista y al colectivismo comunista<br />

y por otra la dimensión nacionalista.<br />

En la década de los 90, tanto Argentina como Colombia<br />

pasaran por una reforma constitucional y educativa.<br />

El “salto” de una democracia representativa a una<br />

democracia participativa para los dos países señala un<br />

nuevo horizonte ético – político aunque con una vieja<br />

retórica sobre la justicia, la paz, la defensa común,<br />

el bienestar general y la libertad dentro de un marco<br />

democrático y participativo. Sin embargo para Colombia<br />

las secuelas del fenómeno del narcotráfico que instaló<br />

17<br />

75


La invención del ciudadano en la América Latina de siglo XX<br />

76<br />

una “ética” propia, la consolidación del paramilitarismo<br />

como política de Estado 7 y como consecuencia la<br />

agudización del conflicto armado, así como gobiernos<br />

infiltrados por el narcotráfico y procesos de paz<br />

fallidos, constituyó una paradoja con el entusiasmo<br />

democratizador y la visibilización de la pluralidad del<br />

llamado tercer sector, las ONG.<br />

En el sector educativo el entusiasmo se expresó en<br />

1994 con la expedición de una nueva Ley General de<br />

Educación, que establece como materias obligatorias<br />

Constitución Política y Democracia y Educación Ética y Valores<br />

Humanos, cuyos Lineamientos curriculares fueron<br />

publicados cuatro años más tarde. Los libros escolares<br />

sobre estas nuevas asignaturas comenzaron a circular<br />

a partir de 1999 pero tanto textos escolares como<br />

investigaciones sobre ellos son casi inexistentes. Sobre<br />

textos de educación para la Democracia encontramos un<br />

análisis de Castro (2001:148), en el que señala que estos<br />

7 Al respecto ver el interesante desarrollo de esta tesis en www.javiergiraldo.org<br />

aplican principios teóricos provenientes de las ciencias<br />

de la información, la psicología del aprendizaje, la<br />

psicolingüística y la semiología, e introducen temas como<br />

la resolución pacífica de los conflictos, la valoración de<br />

las diferencias, la igualdad entre los hombres y mujeres,<br />

el compromiso democrático, así como los temas de los<br />

derechos humanos y de ecología.<br />

Los discursos de educación para la democracia<br />

que hicieron circular los nuevos textos escolares,<br />

afirma Castro, abogaban por una nueva forma de<br />

institucionalidad centrada en la participación y validaron<br />

y difundieron cada vez más la existencia de múltiples<br />

agentes que amplían y despliegan nuevas formas jurídicas<br />

y acciones educativas que de una otra manera, afirma<br />

el autor, desescolariza la formación de ciudadano y<br />

descentraliza la estrategia de intervención sobre los<br />

individuos y la población.


En la última década se hace más evidente la<br />

desestabilización del Estado, la violencia sociopolítica y<br />

el conflicto armado. Comprometerse con la vida pública<br />

es asumir el ejercicio de lo político en un país que está<br />

señalado como el primero en asesinatos a dirigentes y<br />

activistas sindicales 8 , con un alto número de población<br />

en situación de desplazamiento forzado en la que<br />

jóvenes y niños ocupan el mayor porcentaje 9 y en el<br />

que existe una violación permanente y sistemática de<br />

los derechos humanos 10 , con altos índices de pobreza,<br />

de morbilidad y mortalidad infantil, de desempleo y de<br />

pocas oportunidades para los jóvenes.<br />

La agenda educativa pondría una nueva reforma<br />

curricular del área de ciencias sociales en el 2002, que<br />

enfatiza en la necesidad de que<br />

“la formación de ciudadanos y <strong>ciudadana</strong>s comprendan y<br />

participen en su comunidad de una manera responsable,<br />

justa solidaria y democrática; mujeres y hombres que se<br />

formen para la vida y para vivir en este mundo retador y<br />

siempre cambiante” (MEN, Lineamientos curriculares de<br />

Ciencias Sociales. 2002:88).<br />

La estabilidad como concepto aparejado al de orden<br />

ya no está, en su lugar se instala la incertidumbre al<br />

lado de ideales liberales y discursos diferenciadores en<br />

concordancia con los de la diversidad. Siguiendo esta<br />

línea, los estándares básicos de competencias <strong>ciudadana</strong>s<br />

irrumpen como una nueva propuesta del Ministerio de<br />

Educación de Colombia en el 2004, en medio de uno de<br />

8 Ver informes de la OIT en http://www.ilo.org/global/lang--es/index.htm<br />

9 Ver información en www.codhes.org, en www.acnur.org<br />

10 Desde hace varios años organizaciones internacionales como Amnistía Internacional y Human Rights viene<br />

denunciado esta situación, ver http://www.hrw.org/ y http://www.es.amnesty.org/, Así mismo el Instituto<br />

Interamericano de Derechos Humanos ha presentado el mapa de progreso en Derechos Humanos en Colombia,<br />

y la situación sobre educación en Derechos Humanos. Ver http://www.iidh.ed.cr/<br />

17<br />

77


La invención del ciudadano en la América Latina de siglo XX<br />

78<br />

los gobiernos nacionales más polémicos de los últimos<br />

tiempos, en los que señala que la educación es uno de<br />

los caminos que hará posible la paz y que ella debe hacer<br />

competentes a los niños y niñas para ejercer los derechos<br />

y deberes de un “buen ciudadano”. Así, las competencias<br />

<strong>ciudadana</strong>s responden a la necesidad de<br />

“formar ciudadanos comprometidos, respetuosos de la<br />

diferencia y defensores del bien común. Unos ciudadanos<br />

que desde sus casas, escuelas, colegios universidades<br />

extienden lazos de solidaridad, abran espacios de<br />

participación y generen normas de sana convivencia. Unos<br />

ciudadanos seguros de sí mismos y confiados en los otros.<br />

Unos ciudadanos capaces de analizar y aportar en procesos<br />

colectivos. Unos ciudadanos que prefieran el acuerdo y<br />

el pacto antes que las armas, para resolver conflictos”.<br />

(MEN, 2004:3)<br />

En esta propuesta las competencias <strong>ciudadana</strong>s se<br />

definen como “el conjunto de conocimientos y habilidades<br />

comunicativas, emocionales y comunicativas que se supone al<br />

ser articuladas hacen posible que ciudadano actúe de manera<br />

constructiva en la sociedad democrática”. (Ibíd.) Se acude<br />

además a la moral como fundamento de la formación


<strong>ciudadana</strong>, pero es una moral vista desde una concepción<br />

evolutiva del desarrollo de cada individuo en su aspecto<br />

cognitivo y emocional que es lo que le permite tomar<br />

decisiones cada vez más autónomas y realizar acciones<br />

que reflejen una mayor preocupación por lo de los<br />

demás y por el bien común que no implica la renuncia<br />

intereses personales sino que medien desde el diálogo<br />

y la comunicación permanente con los demás para<br />

hacer compatibles los diferentes intereses involucrados.<br />

El documento señala tres competencias específicas<br />

relacionadas con el desarrollo moral que se propone<br />

trabajar en el aula de clase. La empatía, el juicio moral<br />

y los dilemas morales.<br />

Sobre el tema de competencias <strong>ciudadana</strong>s hay ya un<br />

buen número de textos escolares circulando, quizá<br />

muchos más de los que hemos identificado para las áreas<br />

de Democracia y de Ética, pero sin que aún haya una<br />

investigación significativa sobre ellos.<br />

Un hecho común en esta segunda mitad del siglo para<br />

los dos países es la violencia sociopolítica y la violencia de<br />

Estado con sus respectivos matices, pero cada país toma<br />

vías divergentes: Los derechos humanos para Argentina<br />

y la consecución de la paz para Colombia resultaron<br />

desde los 80 los nuevos baluartes para la educación<br />

del ciudadano. Sin embargo mientras en Argentina la<br />

recuperación del sistema democrático permitía que los<br />

textos reconsideraran, desde nuevas concepciones, el<br />

discurso sobre el respeto a los derechos en Colombia<br />

parecía que la paz solamente podía ser alcanzada<br />

mediante el retorno a viejas prácticas de civismo, tesis<br />

que ameritaría mayor sustentación y que dejamos<br />

simplemente enunciada.<br />

La configuración de un ciudadano cosmopolita,<br />

contemporáneo, mundial, deja de lado al ciudadano<br />

republicano y al ciudadano nacional. En palabras de<br />

Saldarriaga es aquel concebido como el “verdadero modo de<br />

ciudadano integral, al mismo tiempo individual y colectivo, que<br />

detenta una ciudadanía que no sólo es moral como en el primero<br />

(republicano), ni sólo política, en el segundo (nacional), sino<br />

social y cultural. Es la ciudadanía de la sociedad civil”. (Ibíd.,<br />

262). El ciudadano del mundo se ha configurado desde<br />

la apertura, la idea del borramiento de fronteras, el<br />

pluralismo, la participación, la diferencia, lo comunitario<br />

y la necesidad de una nueva forma de convivir, para lo<br />

que es necesario no sólo aprender el funcionamiento de<br />

las Instituciones, las normas morales, sociales y legales,<br />

sino ante todo saber comunicarse con el otro.<br />

17<br />

79


La invención del ciudadano en la América Latina de siglo XX<br />

80<br />

Dos hipótesis como cierre<br />

Las investigaciones a las que aquí hemos aludido<br />

muestran cómo el discurso del Civismo ha tenido un<br />

tono prescriptivo que indica dónde están el bien y<br />

la verdad, en última instancia su efecto es encuadrar<br />

cualquier realidad en términos de pares antagónicos, con<br />

patrones claramente definidos acerca de lo bueno y lo<br />

malo (Romero, Op.cit. 146). Por ello ha hecho circular<br />

un tipo de conocimiento sobre la institucionalidad y la<br />

ley e impone modelos de cómo se debe ser, cómo actuar<br />

correctamente y de qué forma adaptarse al mundo de las<br />

reglas, que planteamos como configuradas desde unos<br />

determinadas epistemes o regímenes de (producción<br />

de) verdad que han gobernado la práctica pedagógica.<br />

Una primera episteme es la racional, (Saldarriaga, 2001,<br />

2003) que se configura desde el siglo XVII, la cual<br />

postula un conjunto de principios racionales innatos en<br />

el hombre, del cual se derivan unas aplicaciones morales;<br />

esto es, que si se sabe pensar bien en consecuencia se<br />

actuará correctamente, pues sólo a partir de la razón<br />

se pueden descubrir verdades universales que no se<br />

derivan de la experiencia. Por tanto en esta episteme<br />

la experiencia individual se considera como fuente de<br />

error, las sensaciones son un obstáculo para razonar<br />

lógicamente, lo que hace necesario actuar sobre ellas y<br />

sobre las facultades intelectuales a partir de un método de<br />

conocimiento que garantice el acceso de cada individuo<br />

a unos principios – verdades - universales que son<br />

absolutos, inmutables y estáticos, sólo así se garantizaría<br />

la formación buenos hábitos de pensar y actuar.<br />

Una segunda configuración epistémica es la experimental,<br />

que se hace visible en el siglo XIX por filosofías como<br />

las del positivismo y el criticismo; en la cual el estatus<br />

de la experiencia, y en ella la del error, es revalorado<br />

otorgándole valor positivo como principio de progreso.<br />

La experiencia es regulada mediante la experimentación<br />

controlada por hipótesis, lo que ayudaría a comprobar<br />

las suposiciones y razonamientos para llegar, mediante<br />

juicios, a las verdades universales pero relativas, propias<br />

de las ciencias positivas.<br />

Finalmente, una tercera configuración o régimen es<br />

la comunicativa, consolidada a partir de la segunda<br />

mitad del siglo XX, y que podríamos decir que se<br />

soporta ya no en un paradigma de la conciencia<br />

(caracterizado por el monismo metodológico, el<br />

solipsismo y el logocentrismo), sino en un paradigma<br />

11 Entendemos por episteme, siguiendo a Foucault, un sustrato de saberes, de formaciones discursivas en relación con<br />

figuras epistemológicas, determinadas temporal y geográficamente. Es el conjunto de relaciones que se pueden descubrir,<br />

para una época dada, entre las ciencias cuando se las analiza en el nivel de las regularidades discursivas que constituyen<br />

un campo discursivo circunscrito, circulando en ciertas instituciones y asignando funciones a ciertos sujetos, a modo<br />

de “a priori histórico” (Castro, 2005:107, Saldarriaga, 2001: 25). Así las dos primeras epistemes que enunciamos<br />

podríamos ubicarlas en lo que Rorty llamó el giro epistemológico en el que el conocimiento se concibe acumulativo,<br />

objetivo y progresivo y hay una relación dominante sujeto - objeto y la episteme comunicativa estaría situada en el<br />

denominado giro lingü .stico en la que hay un paso de la experiencia al lenguaje. “Su contribución [del giro lingü .stico]<br />

fue…sustituir la referencia a la experiencia como medio de representación, por la referencia al lenguaje como tal<br />

medio. Un cambio, que en la medida en la que ocurrió, hizo más fácil el prescindir de la noción de representación”<br />

(Rorty, Richard. (1990). El giro Lingü .stico. Paidós: Barcelona. Pág. 164, citado por Suárez José. (2005). Richard<br />

Rorty. El neopragmatismo norteamericano. Medellín: Editorial Universidad de Antioquia). Este giro lingü .stico está<br />

reconocido además en Wittgenstein, Gadamer, Habermas y Foucault.


de la comunicación, entendido como la base de una<br />

relación entre la ética y la política, apoyada en una<br />

teoría del lenguaje en la que coinciden tanto postulados<br />

del pragmatismo como de la hermenéutica y en la que<br />

la representación es sustituida por el sentido, que sólo<br />

es susceptible de encontrarse en prácticas sociales de<br />

comunidades específicas.<br />

Aunque no fue propósito de las investigaciones que<br />

describimos, hacer una exploración de los libros de<br />

texto a la luz de estas epistemes, ellas nos permiten<br />

verlas insinuadas en los textos que analizan. Por<br />

ello, como primera hipótesis, diríamos que estas tres<br />

configuraciones se hacen presentes en el siglo XX, desde<br />

los ritmos propios de la Institución escolar y del saber<br />

pedagógico, en las prácticas de ciudadanización, a través<br />

de los discursos que promueven los textos escolares y<br />

que actualmente las tres coexisten. Particularmente<br />

asumimos que la doctrina filosófica del neotomismo,<br />

que se proponía una síntesis de la fe cristiana y la<br />

racionalidad moderna, jugó un papel importante en los<br />

modos de educar al ciudadano durante buena parte del<br />

siglo en los dos países, básicamente desde planteamientos<br />

racionales-morales que reivindican la objetividad,<br />

exigiendo despojarse de ideas y creencias cuando se<br />

expresa un juicio para así alcanzar la universalidad.<br />

De otra parte aparece la necesidad de indagar otras<br />

disciplinas escolares que aparentemente no están<br />

pensadas para la formación del ciudadano, como la que<br />

hemos identificado para el caso Colombiano, incluida<br />

en el currículo en los años 70 bajo la denominación de<br />

“Comportamiento y salud” y que derivó a finales de los<br />

90 en la cátedra de educación sexual y que actualmente<br />

se define en el Proyecto Piloto de Educación para la<br />

Sexualidad y Construcción de Ciudadanía: Hacia la<br />

Formación de una Política Pública, desarrollado por<br />

el Ministerio de Educación Nacional en conjunto con<br />

UNFPA, (Fondo de Población de las Naciones Unidas),<br />

que bien podría mostrar cómo se ha refinado una política<br />

de ciudadanización del cuerpo que reactualizaría algunos<br />

principios de la Urbanidad. O indagar por la historia<br />

del Servicio Social Obligatorio que se inició como un<br />

proceso de alfabetización y acción comunal y que hoy día<br />

responde a verdaderas procesos comunitarios liderados<br />

por muchos colegios en un giro estratégico de gobierno<br />

de la población, en el que la noción de participación<br />

adquiere nuevas formas de funcionar.<br />

No creemos que el modelo de aquel ciudadano de la<br />

Nación se haya acabado con la aparición de discursos mas<br />

abiertos, liberales y democráticos que parezcan querer<br />

configurar a un ciudadano del mundo. Lo que podríamos<br />

17<br />

81


La invención del ciudadano en la América Latina de siglo XX<br />

82<br />

decir, a manera de segunda hipótesis, es que ha habido<br />

una reacomodación o yuxtaposición de los discursos<br />

que operan de otra manera, en la que la apelación por<br />

ejemplo a la solidaridad, la participación y la convivencia<br />

bien podrían ser nuevas prácticas de ciudadanización.<br />

Pero de ser así, ¿que significaría esto para la formación<br />

política de los ciudadanos y para el propio ejercicio de<br />

la ciudadanía? ¿Qué subjetividad está gestando el nuevo<br />

ciudadano? O bien, ¿son estrategias tan nuevas, tras la<br />

larga tradición de la cívica nacionalista, que apenas se<br />

abren paso?<br />

Emprender la tarea investigativa de analizar los manuales<br />

de civismo como parte de la construcción de la historia<br />

de la educación política de Colombia en estas últimas<br />

décadas, sin duda se muestra potente en relación con<br />

la necesidad de hacer también estudios regionales<br />

comparados que nos permitan pensar las formas como<br />

se ha configurado el ciudadano Latinoamericano.


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Fuentes primarias<br />

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UNESCO. Documentos básicos para la Educación Cívica Internacional, Comisión Nacional, Colombia, 1973.<br />

Arbeláez Lema, Federico. Educación cívica y social. Primer año de enseñanza media, Bogota: Editorial Voluntad, Quinta<br />

edición, 1971.<br />

Bohórquez Casallas, Luis. Breve biografía de Bolívar: Cátedra Bolivariana, Bogotá: Gráficas Margal, 1983.<br />

Decreto 3465 de 1980<br />

Decreto 239 de 1983<br />

Osorio, Jorge Luis. Educación para la democracia, Medellín: Susaeta, 1983.<br />

Acevedo Restrepo, Delfín. Para la democracia, la paz y la vida social. Texto guía para estudiantes de universidad abierta y<br />

a distancia; enseñanza vocacional; básica secundaria; funcionarios públicos y ciudadanos en general. Complementada<br />

con las políticas de paz del actual gobierno, 1986.<br />

Ministerio de Educación Nacional. Marco general. Programas curriculares, ciencias sociales, Colombia, 1984.<br />

Ministerio de Educación Nacional. Marco general del área de ciencias Sociales, Colombia, 1989.<br />

_______. Lineamientos curriculares en Constitución política y democracia, Colombia, 1998.<br />

_______. Lineamientos curriculares en Educación, Ética y Valores Humanos, Colombia, 1998.<br />

_______. Lineamientos curriculares de Ciencias Sociales, Colombia, 2002.<br />

_______. Estándares Básicos en Competencias Ciudadanas, Colombia, 2004.


La formación en la diversidad y<br />

con la diversidad: una necesidad<br />

para la formación <strong>ciudadana</strong> de<br />

la población con limitación visual<br />

The formation regarding diversity and with diversity: There is a need<br />

for the citizen training for people visually impaired<br />

Olga Lucía León Corredor *<br />

Dora Inés Calderón **<br />

Equipo de investigación INCI ***<br />

Universidad Distrital<br />

Francisco José de Caldas<br />

* Docente, Universidad Distrital Francisco José de Caldas. Doctorado en Educación. Correo electrónico: olleon@udistrital.edu.co.<br />

** Docente, Universidad Distrital Francisco José de Caldas. Doctorado en Educación. Correo electrónico: dicalderon@udistrital.edu.co.<br />

*** El equipo INCI estuvo compuesto por Marcela del Castillo, Gladys Sánchez, Gloria Peña, Santiago Rodríguez y Sandra Cortés.


Resumen Desde una perspectiva de la formación en la diversidad y con la diversidad, se presentan los<br />

resultados de la investigación desarrollada por el equipo interinstitucional e interdisciplinar,<br />

conformado por investigadores de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas y del<br />

Instituto Nacional para ciegos (INCI), mediante un convenio de cooperación académica,<br />

para indagar la “incidencia de las representaciones sociales sobre la ceguera en el acceso<br />

de la población con limitación visual a la educación básica primaria”. Desde una estrategia<br />

de investigación etnográfica basada en la recolección de relatos de actores, se contó con la<br />

participación de directivos, secretarías de educación, rectores, coordinadores; docentes de<br />

área, de grado y de nivel de los niños con limitación visual; los niños con sus familias, las<br />

secretarias, los vigilantes, de las seis instituciones educativas de las tres regiones objeto del<br />

proceso. De igual manera, se contó con la colaboración de personas con limitación visual no<br />

escolarizadas, y sus familias.<br />

Palabras claves: formación, diversidad, población con limitación visual,<br />

representaciones sociales, ceguera.<br />

Abstract From a perspective point of view regarding the formation of diversity and with diversity, here<br />

are presented the research results carried out by the interdisciplinary and interinstitutional<br />

team conformed by researchers from the “Universidad Distrital Francisco José de Caldas” and<br />

the National Institute for the Blind (INCI) through an agreement of academic cooperation,<br />

in order to investigate the “incidence of the social representations of blindness regarding<br />

the access of visually impaired people to basic primary education”. From an ethnographic<br />

research strategy, based on actors collection stories, having in mine the involvement of<br />

managers, education secretaries, principals, coordinators, course and area tutors, and of that<br />

of children of visually impaired level, children with their families, secretaries, caretakers, of<br />

the whole of the six educational institutions in the three aim regions covered in the process.<br />

Equally, there were collaboration of visually impaired people that were not at school, and<br />

their families.<br />

Keywords: formation, diversity, population with visual discapacity, social<br />

representative, blindness


Introducción<br />

Proponemos un desarrollo a la temática diversidad<br />

e inclusión en una doble dimensión: de una parte,<br />

consideramos la diversidad de formas de acceso<br />

al conocimiento, la diversidad de conocimientos<br />

necesarios para el desarrollo social, la diversidad de<br />

poblaciones objeto de la educación, y la necesaria<br />

articulación de estos tipos de diversidad para posibilitar<br />

las condiciones de acceso y permanencia a la institución<br />

educativa como espacio físico, de desarrollo social y<br />

de formación <strong>ciudadana</strong>, y como espacio de prácticas<br />

culturales de tipo escolar. De otra parte, hemos<br />

observado que la diversidad de estructuras presentes<br />

en las instituciones educativas y, en particular, en las<br />

llamadas “de integración”, posibilitan la coexistencia<br />

de estrategias de formación de los estudiantes, y<br />

la de relaciones entre diversas formas culturales.<br />

Desde el punto de vista anterior, el ingreso de estudiantes<br />

con limitación visual a la escuela, en el marco de las<br />

políticas de integración educativa, nos lleva a hacer<br />

múltiples lecturas de este acontecimiento. Como lo<br />

plantea Caicedo (2002), el término “integrar” responde<br />

como verbo a una acción que puede entenderse de<br />

múltiples maneras, dependiendo del contexto en el que<br />

se desarrolle. El escenario para la integración educativa<br />

de la población con limitación visual está referido a la<br />

escuela integradora; si entendemos que la institución<br />

educativa es una organización social que realiza su<br />

proyecto de variadas formas, las acciones que desde allí<br />

promueve responden de igual manera a esa perspectiva.<br />

Es decir, como lo plantea Caicedo (2001), “integrar” es<br />

una acción que adquiere forma según la institución que<br />

la hace existir; lo que sucede al interior de la escuela está<br />

atravesado por intereses, necesidades, contextos, y por<br />

los sujetos involucrados en el proceso.<br />

17<br />

89


La formación en la diversidad y con la diversidad<br />

90<br />

En el contexto específico de la escolarización de<br />

estudiantes con limitación visual, encontramos, como<br />

lo destacan Ruiz y Azula (2004), la fractura escolar que<br />

genera la diversidad cuando ella es considerada como<br />

algo impuesto a la escuela y no como una necesidad de<br />

crecimiento personal y social de toda la comunidad.<br />

De acuerdo con el planteamiento anterior, la escuela<br />

y la comunidad educativa tendrían que redefinir su<br />

quehacer, sus alcances, sus intereses y sus deseos. Tendría<br />

que disminuir el interés por la persona ciega o con baja<br />

visión desde su condición particular, como posibilidad de<br />

ser integrado, e incrementar el interés por una escuela<br />

que construya su proyecto a partir de unos estudiantes<br />

con necesidades diferentes, donde estén incluidas las<br />

personas ciegas y con baja visión.<br />

La investigación: una alternativa para la<br />

comprensión de la formación <strong>ciudadana</strong> del<br />

niño ciego<br />

El proceso de investigación desarrollado por el equipo<br />

de investigación indagó, como se señaló anteriormente,<br />

por la “incidencia de las representaciones sociales<br />

sobre la ceguera en el acceso de la población con<br />

limitación visual a la educación básica primaria”. Con<br />

este propósito, se consideró que este fenómeno debía<br />

ser comprendido más allá de las políticas educativas<br />

declaradas en documentos públicos e institucionales que<br />

plantean condiciones para el acceso y la permanencia de<br />

las poblaciones con limitaciones al sistema educativo y<br />

hacen un llamado a la consideración de la diversidad,<br />

la interculturalidad y la integración de este tipo de<br />

poblaciones. De ahí que se considerara la necesidad de<br />

diseñar un tipo de investigación que diera razón de la<br />

relación entre representación social sobre la ceguera y<br />

acceso escolar.<br />

Así, la etnografía como método para la caracterización<br />

de los fenómenos de acceso escolar de las poblaciones<br />

con limitación visual se convierte, a nuestro juicio,<br />

en el instrumento metodológico pertinente para la<br />

búsqueda de representaciones sociales sobre la ceguera<br />

y su efecto en el acceso escolar de estas poblaciones.<br />

Particularmente, optamos por realizar la configuración<br />

de elementos organizadores de los escenarios de<br />

ocurrencia de los fenómenos indagados, desde una<br />

perspectiva discursiva. De ahí que se haya acudido a uno<br />

de los métodos biográficos (Vasilachis, 2006), el relato,<br />

como fuente principal para la indagación etnográfica.


Adicionalmente, para la consolidación del diseño se optó<br />

por la consideración de dos elementos: los escenarios<br />

y los actores, constitutivos del entorno de ocurrencia<br />

del fenómeno. El escenario está comprendido en<br />

la investigación como el espacio de ocurrencia del<br />

fenómeno escolar. Se definieron dos tipos de escenarios:<br />

macroescenarios, que designan las zonas del país<br />

seleccionadas para la investigación: Bogotá, Meta y<br />

Quindío, regiones que también se seleccionaron teniendo<br />

en cuenta su compromiso con la oferta educativa para<br />

la atención de la población con limitación visual; y<br />

microescenarios, que hacen referencia a las instituciones<br />

escolares de las regiones seleccionadas y los entornos<br />

familiares para el caso de niños no escolarizados.<br />

El actor es la categoría central en la investigación,<br />

dado que constituye tanto el sujeto configurador y<br />

experimentador de representaciones sociales, como<br />

el de los procesos de acceso escolar. Así, el proyecto<br />

ha identificado tres tipos de actores: niños ciegos<br />

escolarizados o no escolarizados, familias de niños ciegos,<br />

personal (profesor, celador, secretaria, coordinador,<br />

rector) que recibe niños con limitación visual (LV) e<br />

instituciones del sistema educativo involucrado en el<br />

acceso a la escolaridad de los niños con LV (funcionarios<br />

de cadeles o de secretarías de educación en las regiones).<br />

Con el fin de contar con la posibilidad de triangularlos,<br />

se recogieron tres clases de datos: relatos de los actores,<br />

documentos institucionales y planos de las instituciones.<br />

El aporte de la investigación a la comprensión del<br />

fenómeno educativo vinculado a la formación <strong>ciudadana</strong><br />

de las personas con limitación visual se desarrolla en<br />

la presentación de los siguientes grupos de resultados.<br />

Las representaciones sociales y la formación<br />

escolar<br />

Nos atenemos aquí a la noción más difundida sobre lo<br />

que es una representación social (RS) tomando como<br />

fundamento a Serge Moscovici (1986, 1988) y a Jean<br />

Claude Abric (2001) 1 . Toda representación es una<br />

forma de visión global y unitaria de un objeto, pero<br />

también de un sujeto. Ella reestructura la realidad y a<br />

la vez permite la integración de características objetivas<br />

del objeto, de las experiencias anteriores del sujeto y<br />

del sistema de normas y actitudes. Según Moscovici,<br />

como gran categoría de análisis, la RS atañe a las<br />

relaciones que sostienen entre sí los diversos sistemas:<br />

ideológico, cognitivo, social y socioeconómico, material<br />

y tecnológico. Por ello tiene una doble lógica: la cognitiva<br />

y la social. Las RS son conjuntos sociocognitivos,<br />

organizados de formas específicas y con reglas propias de<br />

funcionamiento. En la génesis de las RS como categoría<br />

de análisis está el interés por el estudio de lo colectivo y<br />

por las reglas que rigen el pensamiento social. Por ello,<br />

en su marco de intereses estaría el estudio de aspectos<br />

como el pensamiento ingenuo, el sentido común, la<br />

visión del mundo de un grupo social.<br />

1 Se consultó la versión española de 2001, cuyo texto original es de 1994, titulado Practiques sociales et Representations. France:<br />

Pesses Universitaires, traducción de José Dacosta Chevrel y Fátima Flores.<br />

17<br />

91


La formación en la diversidad y con la diversidad<br />

92<br />

De acuerdo con la fundamentación teórica propuesta<br />

para la RS, su componente más importante resulta ser<br />

la significación que, a su vez, es determinada por efectos<br />

contextuales de dos tipos:<br />

a. Del contexto discursivo, es decir, de la<br />

naturaleza de la producción discursiva<br />

(contenido, intención y dirección);<br />

b. Del contexto social: lo ideológico y el lugar del<br />

individuo en el grupo (jerarquía).<br />

Así pues, el análisis de las RS necesita de una doble<br />

identificación: su contenido y su estructura. Toda<br />

representación está organizada alrededor de un núcleo<br />

central (Heider, 1927, citado por Abric, 2001) y unos<br />

elementos periféricos. Según Abric, el núcleo central<br />

tiene funciones como las de generar (a partir de él los<br />

elementos toman sentido y valor) y organizar (determina<br />

la naturaleza de los lazos que unen; unifica y estabiliza<br />

la representación). Los elementos periféricos de la<br />

representación son conformados por los juicios, las<br />

informaciones retenidas, seleccionadas e interpretadas,<br />

los estereotipos y las creencias. Estos elementos ilustran,<br />

aclaran y justifican la significación. Para Flament (1989,<br />

citado por Abric, 2001) los elementos periféricos<br />

constituyen esquemas organizados por el núcleo central.<br />

Por esta razón, cumplen funciones prescriptoras de los<br />

comportamientos y de la toma de posiciones y permiten<br />

una modulación personalizada de las representaciones y<br />

de las conductas asociadas.<br />

En el análisis de RS consideramos, prioritariamente, dos<br />

elementos articuladores, el grupo social, y en él el sujeto,<br />

como los actores que experimentan y que construyen<br />

RS; y el relato, como el escenario discursivo en el que<br />

se manifiestan tales RS.<br />

Se consideró la escuela como una de las instituciones<br />

sociales en la que se desarrollan prácticas de socialización<br />

de los sujetos, en este caso, de tipo escolar. Estas prácticas<br />

educativas constituyen el escenario de configuración<br />

de los sujetos desde la perspectiva de la formación<br />

académica que legitimará, más tarde, otras prácticas<br />

profesionales, científicas, tecnológicas, artísticas, etc.,<br />

fundamentales para el desarrollo de las potencialidades<br />

de los sujetos y de la cultura en general.


En el marco anterior, la investigación se sitúa en el<br />

interés por el sujeto con limitación visual (SLV) desde<br />

su relación con los procesos de escolarización. Se indaga<br />

por fenómenos relacionados con las subjetividades y<br />

las intersubjetividades y, en ellas, la configuración de<br />

sentido y de significación social en su proceso de acceso<br />

y permanencia a la escolaridad primaria, en tanto un<br />

derecho sociocultural del ser humano. Desde este punto<br />

de vista, el desentrañamiento de las representaciones<br />

sociales y la identificación de fenómenos de escolaridad<br />

exigió una postura que partió de reconocer la ceguera<br />

como una condición de desarrollo social.<br />

Las representaciones sociales sobre la<br />

ceguera: entre la integración y la incapacidad<br />

En términos de discusión, el procedimiento analítico para<br />

la identificación de representaciones sociales permitió<br />

una metodología para la identificación del modo como<br />

se configuraron las representaciones. Presentamos una<br />

síntesis de los hallazgos sobre representaciones sociales<br />

sobre la ceguera, considerando que, en general, se<br />

hallaron dos grandes marcos de representaciones sociales<br />

sobre la ceguera: uno relacionado con la condición de<br />

“ser ciego”, y otro, con “la posibilidad educativa del<br />

estudiante con limitación visual”.<br />

17<br />

93 9


La formación en la diversidad y con la diversidad<br />

94<br />

Núcleos de<br />

representaciones<br />

La ceguera es<br />

anormalidad<br />

El ciego es<br />

dependiente<br />

El ciego es<br />

incapaz<br />

Tabla 1. Representaciones sobre la condición de ser ciego<br />

Elementos periféricos de soporte<br />

Es algo de cuidado. En los discursos se presenta la alusión a “normalidad y<br />

“anormalidad” para referirse a la situación del niño ciego frente a los demás.<br />

Se acuña una forma de hablar que reitera enunciados como “yo creo que es<br />

normal”, “lo trato como si fuera normal”, lo cual revela que se toma la ceguera<br />

como discapacidad. Se muestra prevención frente a ella. Se plantea que “no es<br />

tan fácil integrar”. Se acepta que hay momentos en que se desconoce la presencia<br />

del estudiante limitado visual. La presencia del niño ciego en el aula aún es algo<br />

contingente, extraordinario… genera sentimientos de temor y prácticas de<br />

indiferencia.<br />

Para su desplazamiento requiere de la compañía de alguien. En sus quehaceres<br />

escolares depende de su familia o del maestro de apoyo y en sus relaciones sociales<br />

en la escuela está supeditado también al maestro de apoyo, a “un compañero” que<br />

se le dedique. De lo contrario no participa, se queda solo. Genera sentimientos de<br />

compasión y prácticas de solidaridad o de indiferencia.<br />

El ciego no puede hacer lo que hacen los demás… Este rasgo se encuentra unido<br />

con la admiración, pero al momento de evaluar los docentes plantean formas<br />

“menos exigentes” y en algunos casos sin criterio concreto de evaluación. Se<br />

excluye al invidente de tareas escolares que se consideran imposibles o difíciles<br />

para él; se reemplazan por algo que “sí pueda hacer”. Sin embargo, se le califica<br />

con notas sobresalientes. Genera sentimientos de compasión y de baja autoestima<br />

y de frustración para el niño ciego y prácticas de exclusión socioescolar y cultural<br />

y de traslado de responsabilidad (al docente de apoyo, a la familia).<br />

Actores<br />

vinculados<br />

- Docentes<br />

- Coordinadores<br />

- Padres<br />

Niño<br />

escolarizado<br />

Madre<br />

Docentes<br />

titulares y<br />

de apoyo<br />

Docente<br />

titular<br />

Aunque es posible considerar límites débiles entre cada núcleo central identificado y se pudiera<br />

concluir que la idea de “anormalidad” es el gran núcleo central y que los otros dos son periféricos<br />

de éste, establecimos las diferencias por cuanto cada uno de los núcleos reveló consideraciones<br />

periféricas que permiten establecer, en particular, discursos y prácticas diferentes. Adicionalmente,<br />

es posible inferir que este conjunto de representaciones obedece prioritariamente a factores de<br />

construcción cultural e histórica de creencias y de imaginarios sociales; es decir, encontramos<br />

en este primer conjunto representacional la huella cultural de la representación y quizás la más<br />

arraigada en la colectividad.


Núcleos de<br />

representaciones<br />

El ciego necesita<br />

educación especial<br />

El ciego se<br />

puede “integrar”<br />

El ciego<br />

“es de admirar”<br />

Tabla 2. Representaciones sobre la posibilidad educativa del niño ciego<br />

Síntesis de elementos<br />

periféricos de soporte<br />

La formación escolar del estudiante ciego está a cargo,<br />

primordialmente, del docente de apoyo, quien termina<br />

convirtiéndose en un “sabedor” de todas las asignaturas, en el<br />

conocedor de los instrumentos de apoyo y en el soporte del profesor.<br />

Genera sentimientos de solidaridad entre profesores y prácticas de<br />

cooperación o de traslado de responsabilidad educativa al docente de<br />

apoyo o a la familia, inclusive, en Bogotá, al CRAC2 .<br />

Se jalona desde el discurso sobre integración educativa. Es elocuente<br />

y positivo. Se explicitan las bondades de la política de integración.<br />

Es un discurso instalado desde la oficialidad. Genera sentimientos<br />

de orgullo y de identidad, en otros casos de obligatoriedad, por<br />

ser partícipe de la ejecución de la política y prácticas de gestión<br />

administrativa.<br />

Los docentes reconocen que los niños ciegos tienen muchas<br />

capacidades y los catalogan como supremamente inteligentes,<br />

de buena memoria y muy juiciosos. Dentro del espectro de los<br />

sentimientos se halla admiración del personal administrativo hacia<br />

los estudiantes con limitación visual y reconocimiento del personal<br />

docente. Se generan prácticas de solidaridad.<br />

Actores<br />

vinculados<br />

- Docentes: titulares y<br />

de apoyo<br />

- Coordinadores<br />

- Padres de familia<br />

- Secretarios de educación<br />

- Rectores<br />

- Coordinadores<br />

- Profesores<br />

- Docentes de apoyo<br />

- Docentes titulares<br />

- Coordinadores<br />

- Rectores<br />

- Vigilantes<br />

En este conjunto de representaciones, que no están desligadas de las primeras, se observan las que<br />

surgen a partir de políticas educativas de “integración e inclusión” 3 para poblaciones vulnerables<br />

en Colombia. Desde este punto de vista, son las más débiles, que están en construcción y que<br />

por ello también pueden variar si el actor cambia de papel. Se trata más bien de las que soportan<br />

los discursos oficiales de la educación para las poblaciones con discapacidades o necesidades<br />

educativas especiales.<br />

2 En Bogotá el CRAC es el Centro de Rehabilitación para Adultos Ciegos.<br />

3 No discutiremos en este artículo la relación entre integración e inclusión, dado que no es el propósito de la<br />

investigación. Tan sólo se refiere el hecho de ser la vía política por la que se plantea el acceso a la educación<br />

básica de la población invidente.<br />

17<br />

95


La formación en la diversidad y con la diversidad<br />

96<br />

Por otra parte, como grandes resultados de representaciones sociales sobre la ceguera, se identifican<br />

dos, según campos de significaciones constituidos en los relatos:<br />

La ceguera-integración. Se construye a partir del discurso<br />

proveniente de las políticas de integración de la<br />

población con limitación visual (LV) a las aulas regulares<br />

y se posiciona, como configuración semántica, en los<br />

discursos y en las prácticas de los diversos actores,<br />

en especial de los directivos, los coordinadores y los<br />

profesores. Se observa que los aspectos relacionados<br />

con la integración, como la expresión de políticas y de<br />

creencias y actitudes frente a ellas, ha constituido el<br />

“campo de la integración”, y posicionado una exigencia<br />

que ha de ser cumplida por parte de los actores, más<br />

que una actitud arraigada en la representación sobre la<br />

ceguera, esto, más allá del compromiso de directivos,<br />

funcionarios y maestros a quienes atañe directamente<br />

la política. El conocimiento de ésta implica la necesaria<br />

elaboración discursiva de una forma de hablar sobre<br />

la limitación visual y la escuela; sin embargo, las<br />

prácticas socioacadémicas escolares presentan distancia<br />

y dificultad para hacer compatible la representación<br />

ceguera-integración manifiesta prioritariamente en el<br />

discurso de dichas políticas. Puede decirse, desde esta<br />

perspectiva, que la representación ceguera-integración<br />

se encuentra en una fase de constitución, como efecto<br />

de un discurso vertical de política pública. Veamos<br />

fragmentos de uno de los relatos en donde se identifica<br />

este tipo de RS.<br />

La ceguera-anormalidad. El segundo gran núcleo de<br />

significación identificado, ceguera-anormalidad y<br />

ceguera-temor, proviene de factores socioculturales e<br />

históricos. Estas representaciones se explicitan en los<br />

discursos referidos a las valoraciones sobre la situación<br />

de “estar ciego” (bien como autocondición o como<br />

la condición del hijo o del estudiante). Sin embargo,<br />

también se ocultan en el contradiscurso de la admiración,<br />

de la compasión y de la solidaridad. A pesar de las<br />

manifestaciones de optimismo y de admiración por los<br />

niños ciegos, se insinúa en el discurso de los actores el<br />

sentimiento de “lástima” y de “pesar” por la condición<br />

de ceguera y, con ello, la esperanza de que esta condición<br />

se “solucione”. Se requeriría una investigación más larga<br />

que permitiera observar con profundidad prácticas,<br />

creencias, imaginarios, sobre la ceguera como fenómeno<br />

sociocultural, más allá de la condición física, fisiológica.<br />

En general, es posible plantear que esta representación<br />

tiene su anclaje en fuertes raíces socioculturales e<br />

históricas. Por esta razón, puede llegar a superponerse<br />

a la primera, a pesar del esfuerzo de producción del<br />

discurso de la política educativa. Adicionalmente, es<br />

posible inferir que este conjunto de representaciones<br />

identificadas es el resultado de factores de construcción<br />

cultural e histórica de creencias y de imaginarios sociales;<br />

es decir, encontramos en el primer conjunto la huella<br />

cultural de la representación y quizás la más arraigada<br />

en la colectividad: la ceguera como una situación<br />

discapacitante para la persona con limitación visual.


Proyecciones de la investigación<br />

Comprender los sistemas de significación social que<br />

orientan las prácticas sociales resulta ineludible para<br />

el investigador educativo por cuanto se muestra, una<br />

vez más, la profunda relación existente entre modos de<br />

pensar, individual y colectivamente, y prácticas sociales.<br />

Una vía para el acercamiento a tales significaciones<br />

sociales es, sin duda, la identificación de representaciones<br />

sociales. Así, para el caso de la educación de las personas<br />

con limitación visual, este estudio logró un marco<br />

de comprensión de las significaciones que circulan<br />

socialmente acerca de la ceguera y del papel que tales<br />

significaciones juegan en las interacciones que ocurren<br />

en los espacios escolares integrados por niños con<br />

limitación visual.<br />

En la investigación de representaciones sociales cobra gran<br />

valor la reflexión sobre el método de análisis de RS.<br />

Este es uno de los puntos críticos que históricamente<br />

se plantean para las investigaciones sobre RS. En ese<br />

sentido, esta investigación configuró un modo de<br />

análisis a partir de la propuesta clásica de Moscovici<br />

(1986) y Abric (2001) sobre la estructura de la RS en<br />

núcleo central y elementos periféricos. A nuestro juicio,<br />

y desde una perspectiva discursiva, la fecundidad de<br />

esta propuesta es grande, por cuanto se configura una<br />

propuesta analítica coherente para la interpretación<br />

empírica e inferencial de las significaciones a través de<br />

los discursos de los actores sociales. Se garantiza, con<br />

ello, la explicitación organizada de las significaciones<br />

elaboradas por los sujetos que intervienen en los<br />

escenarios indagados, restringiendo, de alguna manera,<br />

la posibilidad especulativa del investigador.<br />

Se hace necesario, entonces, permanecer cerca del<br />

relato, cerca del decir de los actores, y emplear la teoría<br />

para corroborar, analizar y contrastar las significaciones<br />

reconstruidas. He ahí un modo de investigación que<br />

requiere la capacidad de navegar en los discursos y de<br />

hallar en ellos los signos de RS particulares, de escuchar<br />

atentamente los implícitos, articular con explícitos y<br />

armar los núcleos de significación que sostienen las RS.<br />

En cuanto a los resultados obtenidos, a pesar de las<br />

relaciones encontradas con la limitación visual, se<br />

identificaron dos grandes representaciones sociales<br />

que circulan sobre la ceguera en contextos escolares:<br />

la RS que relaciona ceguera-integración, que, como se<br />

17<br />

97


La formación en la diversidad y con la diversidad<br />

98<br />

dijo, es una representación en construcción, producto<br />

de los discursos políticos sobre la educación de las<br />

personas ciegas. Más allá del carácter incipiente de<br />

ella, vale la pena considerar, en este momento, que<br />

los modos de construcción social de sentido para<br />

la expresión “integración” serán determinantes en<br />

la consolidación de esta representación, por cuanto<br />

el discurso de integración está acompañado de<br />

prácticas socioeducativas que necesariamente pasan<br />

por el contraste con las creencias y las representaciones<br />

históricamente construidas sobre la ceguera, sobre la<br />

discapacidad, sobre la diferencia. En consecuencia, será<br />

importante para la investigación educativa seguir la pista<br />

al desarrollo de esta representación.<br />

Por otra parte, la segunda gran representación identificada<br />

es la de la ceguera-anormalidad. Siendo la más arraigada<br />

y con mayor tradición histórica, se observa el papel<br />

central que juega en las prácticas escolares que rodean<br />

a niños ciegos. Como se denota en los relatos y en<br />

la identificación de núcleos centrales y de elementos<br />

periféricos, las opiniones y prácticas relacionadas<br />

muestran cómo a pesar del esfuerzo de los actores por<br />

considerar a los limitados visuales como iguales, como<br />

capaces, se evidencian sentimientos que oscilan entre<br />

la admiración, el pesar, la incredulidad, la esperanza<br />

de recuperación de la visión, y la impotencia; esto,<br />

acompañado de prácticas de rechazo, de indiferencia,<br />

de conmiseración.<br />

Así pues, vale la pena considerar el valor investigativo<br />

de la identificación de RS en los contextos escolares y,<br />

desde ahí, emprender acciones concretas para impactar<br />

la formación social y cultural del niño con limitación<br />

visual, desde los ambientes escolares.


Bibliografía<br />

Abric, Jean-Claude. Prácticas sociales y representaciones, México: Ediciones Coyoacán, 1994.<br />

Azula, Walter; Ruiz, Olga Lucía. “Visiones históricas y culturales de la discapacidad”, Bogotá: INCI, 2004.<br />

Caicedo Obando, Lilian Lucía. “Reflexiones sobre la integración a la escuela de estudiantes con problemas de<br />

aprendizaje”, en Colombia: Aula Urbana. Organización de Estados Iberoamericanos, 2000.<br />

Calderón, Dora; León, Olga Lucía; Del Castillo, Marcela y otros. Incidencia de las representaciones sociales sobre la ceguera<br />

en el acceso del niño ciego a la educación básica primaria [en prensa], Bogotá: INCI - Universidad Distrital Francisco José<br />

de Caldas, 2009.<br />

Moscovici, S. Psicología social I, Barcelona: Paidós, 1985.<br />

_______. Introducción a la psicología social, Barcelona: Editorial Planeta, 1975.<br />

Vasilachis de Gialdino, Irene (Coord). Estrategias de investigación cualitativa, Barcelona: Gedisa, 2006.<br />

17<br />

99


* Profesores de la Universidad Nacional.<br />

** Profesoras Colegio Los Soches<br />

*** Antropólogo<br />

Escuela, carnaval y<br />

construcción de lo<br />

público: una experiencia y<br />

muchas paradojas<br />

School, carnival and construction<br />

of the public:<br />

an experience and many paradoxes<br />

Carlos Miñana, Martha Orozco, José Gregorio Rodríguez *<br />

María Nilsa Castaño, Rosa Isabel Camelo **<br />

David Gómez ***


Resumen El trabajo presenta la experiencia festiva y pedagógica del Carnaval Soloriental desde la<br />

participación que en él tiene la escuela rural Los Soches (suroriente de Bogotá). Este carnaval<br />

escolar, que se realiza cada 31 de octubre desde hace más de 20 años, por iniciativa de las<br />

maestras, y que ha sido premiado y reconocido en varias ocasiones, se toma como pretexto<br />

para pensar las relaciones entre escuela y diversión, y el papel que juegan las festividades en<br />

la construcción de lo público en la escuela o en la de una escuela pública. Se problematiza<br />

el concepto de escuela pública y se analizan una serie de paradojas que se producen cuando<br />

la fiesta entra a ella. Se basa en un trabajo de campo llevado a cabo en el año 2008 en el que<br />

participaron docentes de la Escuela Los Soches, profesionales y profesores universitarios, con<br />

financiación del Idep y Colciencias 1 .<br />

Palabras claves: educación pública, carnaval, fi esta escolar, educación básica,<br />

Bogotá.<br />

Abstract This work presents the festive and pedagogical experience of the Soloriental Carnival from<br />

the point of view of the participation of the rural school Los Soches (south east of Bogotá).<br />

This school’s Carnival which takes part on the 31st of October for more than 20 years, on the<br />

teachers initiative and which has been awarded and recognized in several occasions, is taken as<br />

a pretext to think about the relations between school and celebrations, and the role that play<br />

the school festivities’ in the construction of the public in the school or in the construction of<br />

a public school. The concept brings out the problematic for public school, and analyzing the<br />

paradoxes that take place when the celebration enters in the school area. It is based on a field<br />

work made during 2008 in which teachers of the same school, professionals and professors<br />

from universities have participated, with the financing of the Idep-Colciencias.<br />

Keywords: public education, carnival, school celebration, basic education, Bogotá.<br />

1 El proyecto se tituló “Haciendo pública la escuela pública: dos caminos”, y exploró la construcción de lo público a través de<br />

dos experiencias pedagógicas: una centrada en el carnaval, de la cual se da cuenta en este artículo, y otra en el gobierno escolar,<br />

cuyos resultados se expondrán en otra publicación.


La Constitución colombiana define la educación como<br />

un servicio público. Hoy el concepto de lo público —<br />

fruto de una larga historia— tiene una gran pluralidad<br />

de significados, aunque en determinados ámbitos siga<br />

siendo común el dualismo simplista y la oposición<br />

complementaria entre público y privado. La crítica a<br />

este dualismo se ha dado desde el derecho (Bobbio,<br />

1980), los movimientos feministas y el comunitarismo<br />

—señalando cómo las fronteras están en permanente<br />

redefinición— o el mismo liberalismo —que pretende<br />

desplazar el ámbito estatal hacia el mercado y los<br />

individuos— (Múnera Ruiz, 2001).<br />

Si sustantivamos el término —algo bastante cuestionado<br />

en sus usos académicos— podemos referirnos con ello al<br />

Estado y sus instituciones (sinónimo de estatal), o a los<br />

públicos mediáticos —del espectáculo o de las artes—,<br />

o a los de la política, como los deweyanos, mediadores<br />

entre la “democracia primaria” (local, comunitaria)<br />

y la “secundaria” (institucional, funcional y macro).<br />

Si hablamos no del público, sino de “lo” público, el<br />

concepto se vuelve más etéreo, al entendérsele como<br />

el escenario de lo colectivo, o el lugar de la democracia<br />

política, o la expresión de una etérea voluntad general, o<br />

lo ampliamente divulgado o conocido (de publicitar), o<br />

lo que es de todos y no es de nadie, o todo lo relacionado<br />

con el Estado (incluido lo público referido al campo<br />

de los servicios públicos), o lo que tiene que ver con el<br />

desarrollo histórico de una parte del derecho (derecho<br />

público), o los ámbitos en donde nos relacionamos<br />

como desconocidos —liberados de las relaciones<br />

comunitarias— como el espacio público, los servicios<br />

públicos, e incluso el mercado.<br />

Adjetivado, lo público engloba los usos anteriores<br />

y gana todavía mayor riqueza semántica en cuanto<br />

expresa “multiplicidad de registros de experiencia y<br />

de actividad que se han configurado desde hace varios<br />

siglos” (Cefaï y Pasquier, 2003:14). Casi todo puede ser<br />

aquí adjetivado: opinión, sector, espacio, parqueadero,<br />

política, persona, escuela, funcionario o servidor,<br />

autoridad, servicios, bien, interés, acción, libertades,<br />

problema, acontecimiento públicos…<br />

17<br />

103


Escuela, carnaval y construcción de lo público<br />

104<br />

En su forma verbal —publicitar— se reduce bastante el<br />

campo semántico, pero se abre en su forma adverbial,<br />

entendiéndolo como una modalidad de acción colectiva,<br />

es decir, desde una concepción adverbial del sujeto<br />

de la acción: “El sujeto no es en sí más que uno de<br />

los complementos del verbo: como los adverbios, él<br />

completa al verbo precisando una modalidad de la<br />

acción expresada por él mismo (…) Lo que es colectivo,<br />

es la acción, no el sujeto” (Quéré, 2003:126). En este<br />

sentido, la acción no está realizada por un sujeto colectivo<br />

preexistente, sino que es la acción colectiva la que da<br />

estatuto al sujeto, “en público”. Habría que identificar,<br />

entonces, los sistemas o los agenciamientos en los que<br />

la experiencia tiene lugar “en público”, en los que un<br />

público —siempre efímero— puede figurar como<br />

complemento de la acción colectiva.<br />

Lo “público” en educación en Colombia —y su<br />

misma definición—, es una arena en conflicto entre<br />

los capitales, agencias y organismos internacionales,<br />

el gobierno de turno, los maestros, los sindicatos, los<br />

políticos y los organismos de gobierno nacional, regional<br />

y local, los empresarios “por la educación”, la prensa y<br />

los medios, las Iglesias, grupos ideológicos y de interés,<br />

los padres de familia y sus asociaciones, y los estudiantes.<br />

El sentido de lo público se liga a los contextos locales. Es<br />

distinto “lo público” de un colegio en un pueblo donde<br />

sólo existe uno —o en el medio rural—, que en una<br />

ciudad como Bogotá. Y en la ciudad misma las localidades<br />

y los barrios, su composición socioeconómica y cultural,<br />

también varían.<br />

En un contexto en el cual la disolución de lo público<br />

en los más diversos ámbitos de la sociedad afectan a<br />

la escuela y a la educación debido a la introducción<br />

de lógicas mercantiles y empresariales en los sistemas<br />

educativos, nos preguntamos por experiencias y prácticas<br />

pedagógicas que resultan especialmente significativas<br />

para pensar y promover la construcción de lo público en<br />

la escuela, y en concreto, aquellas en las que la escuela<br />

se moviliza y participa en la creación y ampliación del<br />

espacio público de su entorno con actividades artísticas<br />

y festivas.<br />

El material empírico proviene de un trabajo de campo<br />

de nueve meses alrededor de la preparación, realización<br />

y evaluación del Carnaval Soloriental, un evento escolar<br />

que desde hace más de 20 años organizan maestras de<br />

varios colegios oficiales en el suroriente de Bogotá. En<br />

él participaron como coinvestigadoras todas las docentes<br />

de la escuela rural Los Soches, incluyendo a la directora.


El Centro Educativo Distrital Los Soches y el<br />

Carnaval Soloriental<br />

El CED Los Soches se encuentra ubicado al suroriente de<br />

Bogotá, en las estribaciones del páramo de Cruz Verde.<br />

Esta zona está habitada por una comunidad rural que vive<br />

en condiciones difíciles, ya que no cuenta con servicios<br />

públicos de calidad, subsiste de una agricultura de<br />

minifundio y se debate entre problemas de desempleo,<br />

pobreza y falta de recursos para un desarrollo adecuado,<br />

la invasión de nuevos pobladores y la conformación de<br />

barrios irregulares.<br />

La escuela fue construida en un terreno donado por una<br />

vecina, hace algo más de 30 años, utilizando los exiguos<br />

recursos de la comunidad y algunas donaciones, pero<br />

sin los requerimientos técnicos necesarios. A ella asisten<br />

aproximadamente 140 niños y niñas con edades que<br />

oscilan entre los 5 y los 12 años.<br />

El PEI de la institución se denomina “La lúdica y la<br />

artística en la construcción de una escuela con sentido”.<br />

Pretende desarrollar las potencialidades cognitivas,<br />

afectivas, comunicativas y sociales de los estudiantes,<br />

haciendo énfasis en la lúdica y la artística como parte<br />

esencial de su desarrollo. El equipo de docentes está<br />

integrado por la directora, seis maestras y un profesor<br />

de música, quienes atienden los grados de preescolar a<br />

5º; de ellos, la mayoría lleva de 17 a 20 años laborando<br />

en esta institución.<br />

En 1995 el Programa RED de la Universidad Nacional de<br />

Colombia invitó a las docentes a participar en un proceso<br />

de formación permanente, lo que posibilitó avances<br />

en el desarrollo teórico mediante grupos de estudio,<br />

seminarios y talleres. Este proceso ha continuado hasta<br />

hoy, y la actual investigación es el resultado de un trabajo<br />

cooperativo entre la escuela y la universidad (Rodríguez,<br />

1998).<br />

El centro educativo goza de la confianza de la comunidad,<br />

en parte por la apertura que se ha generado hacia<br />

padres de familia, ex alumnos, vecinos, organizaciones<br />

rurales y otras entidades. Su funcionamiento, si bien<br />

responde a relaciones de tipo democrático, trasciende<br />

los formalismos y acartonamientos que se derivan del<br />

gobierno escolar clásico. Así mismo, las relaciones entre<br />

docentes y estudiantes, lo mismo que entre los primeros,<br />

son de cooperación y de búsqueda conjunta de nuevos<br />

saberes.<br />

17<br />

105


Escuela, carnaval y construcción de lo público<br />

106<br />

Desde hace 21 años la comunidad escolar de Los Soches<br />

participa en el proyecto interinstitucional Carnaval<br />

Soloriental, organizado por centros educativos del sector, con<br />

la dirección de un equipo de docentes denominado Tertulia<br />

Pedagógica. El Carnaval nació como una contrapropuesta a<br />

la fiesta foránea del halloween, es decir, el 31 de octubre,<br />

con el deseo de valorar formas nativas de fiesta y rechazar<br />

aquello que desde afuera se quiere imponer universalmente;<br />

esa es la postura de las integrantes de Tertulia Pedagógica.<br />

Y el objetivo general del carnaval es integrar la lúdica y lo<br />

artístico con lo conceptual, dando así posibilidad de otorgar<br />

mayor sentido y coherencia a las actividades pedagógicas<br />

que se realizan en la institución. Este proyecto surgió por la<br />

necesidad de valorar y validar elementos festivos de nuestra<br />

cultura: música, danza, literatura, mitos y leyendas, pero<br />

además pretende hacer visible, de manera crítica, problemas<br />

ambientales, políticas nacionales e internacionales, y<br />

momentos históricos.<br />

En los primeros años el carnaval contaba con la participación<br />

de pocas instituciones, escasos recursos e insuficientes<br />

elementos festivos; poco a poco ha ido involucrando a mayor<br />

número de docentes y de niños y gestionando recursos para<br />

la contratación de grupos musicales. Antes de la fusión<br />

de instituciones educativas (año 2002) participaron en<br />

el carnaval cerca de 13 escuelas, que para entonces eran<br />

instituciones autónomas. Este año han unido esfuerzos<br />

para su realización los maestros de los colegios La Belleza,<br />

Los Soches y Nueva Delhi. Hoy, El Carnaval Soloriental es<br />

reconocido como un proyecto de gran valor pedagógico en<br />

el Distrito Capital y ha recibido varias menciones y premios.


La experiencia pedagógica e investigativa del<br />

Carnaval Soloriental en su versión 2008<br />

El tema seleccionado para ese año fue “América desde el Sur”.<br />

La elección del tema fue un proceso largo, que tuvo cierta<br />

similitud con la construcción de una agenda pública. En dos<br />

de los tres colegios se efectuaron actividades pedagógicas con<br />

niños y maestros explorando posibles temáticas e intereses.<br />

Finalmente, en una reunión del equipo de coordinación<br />

del carnaval, se tomó la decisión sobre el horizonte a partir<br />

del cual se analizaron las propuestas. Una vez definido, se<br />

profundizó en él, explorando las dimensiones y posibilidades<br />

que ofrecía para el carnaval. Este proceso evidenció gran<br />

reflexividad por parte de algunos actores, reflexividad que<br />

no es frecuente en la dinámica que caracteriza la vida escolar.<br />

Desde la misma preparación se buscó que el tema fuera un<br />

asunto público.<br />

El carnaval en el CED Los Soches es un eje curricular, y la<br />

escogencia del tema para el del 2008 convocó a los docentes<br />

a planear y estructurar un programa secuencial sobre tópicos<br />

de Suramérica, adaptado para cada grado, enfatizando, de<br />

acuerdo con lo convenido por los docentes, en “la hermandad<br />

histórica de nuestros pueblos”. Los maestros reflexionaron<br />

y aprobaron contenidos curriculares relacionados con los<br />

países suramericanos, sus canciones, banderas, riquezas<br />

naturales y platos típicos. Se resaltó la importancia de áreas<br />

concernientes como la hidrografía, ya que la región posee<br />

en sus ríos y lagos más de la cuarta parte del agua dulce del<br />

planeta; la biodiversidad en fauna y flora, exuberante pero<br />

sometida a incontrolada explotación industrial e incluso a la<br />

devastación; la selva amazónica, el pulmón más significativo<br />

del planeta; el petróleo y la minería, cuya explotación ha<br />

sido codiciada por compañías extranjeras.<br />

17<br />

107


Escuela, carnaval y construcción de lo público<br />

108<br />

Para el trabajo de aula cada grado escogió investigar<br />

un país y lo expuso ante los demás alumnos del centro<br />

educativo; por su parte, cada maestra asumió el estudio<br />

de un periodo de la historia en Latinoamérica cuyos<br />

resultados luego presentaba a los otros docentes y a<br />

todos los estudiantes. En el transcurso del año los niños<br />

conocieron nombres, ubicaciones, problemas de los<br />

países suramericanos. Se logró trabajar integradamente<br />

y enlazar diversos saberes: geografía, literatura, historia,<br />

artes plásticas, música, gastronomía, etcétera.<br />

De manera simultánea al trabajo de aula, tres meses antes<br />

de la fiesta el colectivo de maestros deliberó sobre los<br />

materiales necesarios para el carnaval. Propusieron un<br />

rompecabezas con los países de América Latina, y que<br />

cada niño llevara una parte del mapa, distribuyéndose el<br />

trabajo y las responsabilidades. Se nombraron los cursos<br />

encargados de elaborar guacamayas, árboles, banderas,<br />

especies de flora y fauna. Así mismo, se propuso hacer<br />

un pulpo “con sombrero gringo” que en cada tentáculo<br />

tuviera un país, y el Sol, basándose en un diseño indígena.<br />

Los muñecones fueron, pues, un minero, el pulpo, el<br />

mapa de Suramérica y el Sol.<br />

Durante el mes de octubre la escuela se convirtió en un<br />

gran taller donde niños, celadores, madres y docentes<br />

trabajaban con esmero. Todo era un ir y venir, un correcorre;<br />

surgían toda clase de preguntas, sugerencias,<br />

anécdotas, comentarios, comparaciones; todo era<br />

actividad, color, pegantes, cintas, cartulinas, papel; las<br />

figuras comenzaron a decorar las aulas de clase, los<br />

corredores, el patio, incluso la cocina y la sala de sistemas.<br />

Cerca de la mitad de los niños estaban frecuentemente en<br />

el patio; bajo el mandato de una tambora, unas veces con<br />

ligera llovizna, otras con sol radiante, los miembros de<br />

la comparsa seguían las instrucciones de la directora de<br />

coreografía y de algunas maestras, preparando el desfile<br />

y el baile correspondientes.<br />

En la víspera la escuela se transformó en un taller<br />

de manualidades. Desde la entrada se observaban<br />

muñecones y tocados que reflejaban fauna y flora<br />

terrestre y acuática, en general, la biodiversidad, todo ello


con un toque especial de color. Los niños más grandes<br />

corrían de un lado para otro con el fin de ofrecer sus<br />

servicios y apoyo en los cursos de los más pequeños.<br />

Quienes formaban parte de la comparsa recibían con<br />

emoción sus atuendos, y algunos se preocupaban por el<br />

largo del vestido o por la talla de los alpargates.<br />

El día del carnaval los niños madrugaron a la escuela,<br />

nerviosos y expectantes; los integrantes de la comparsa<br />

llegaron al colegio con sus vestidos blancos; el resto inició<br />

la búsqueda de muñecones, banderas, tocados y demás<br />

elementos que llevarían al desfile, muy emocionados,<br />

pero expresaban preocupación porque aún les faltaba el<br />

maquillaje y las profesoras y madres de familia no daban<br />

abasto para atenderlos a todos.<br />

Se desplazaron en buses, y en el barrio Pinares se<br />

tomaron las calles, danzaron, mostraron sus trabajos<br />

y admiraron los de sus compañeros de otros colegios<br />

que también participaron. Niños, madres y docentes<br />

manifestaron un buen estado de ánimo y alegría, hubo<br />

derroche de color, de ritmo, de movimiento y de<br />

creatividad. Los maestros consideran que este año “se<br />

presentó una mejor socialización en la calle”. Un gran<br />

número de personas —y animales domésticos— salieron<br />

a las ventanas a saludar el desfile, y en las calles se miró<br />

con curiosidad y simpatía a niños y jóvenes. Al pasar el<br />

desfile frente a un jardín infantil, las maestras de esta<br />

institución motivaron a los pequeños para que saludaran<br />

y aplaudieran a quienes estaban de fiesta.<br />

Cuando el desfile culminó en una plazoleta y frente a<br />

una tarima, creció el entusiasmo; los vecinos saludaron<br />

a quienes estaban de fiesta. Siempre se mantuvo firme<br />

el ánimo, en ningún momento se perdió el ambiente de<br />

rumba. Todos bailaron alegremente, especialmente las<br />

madres, que contagiaban con su entusiasmo y parecían<br />

no cansarse de bailar y reír, e incluso de cargar niños,<br />

muñecones, mapas y tocados. No hubo tiempo para<br />

fatigas o recesos. Los niños estuvieron contentos con el<br />

refrigerio y muy satisfechos con el helado, ellos tienen<br />

claro que la fiesta incluye la presencia y el disfrute de la<br />

comida. El baile de muñecones alrededor del “Sol”, y su<br />

quema, fue el ritual final con el que concluyó el carnaval.<br />

Los niños manifestaron que el carnaval versó sobre “lo<br />

de América del Sur, lo de los animales, lo de las plantas”;<br />

“porque acá cada año se trata un tema diferente, este año<br />

se trató sobre América del Sur”; “hacemos muñecones,<br />

viene una persona y nos ensaya una comparsa y salimos<br />

y bailamos”; “nos divertimos”. Al interrogárseles sobre<br />

qué hicieron en el carnaval, respondieron que “caminar,<br />

bailar”; “llevar muñecones”; “pintarse la cara”; “ver<br />

otros bailes”. Sobre qué les gustó: “que nos miren”;<br />

“toda la gente sale a ver qué es lo que está pasando”;<br />

“no nos quedamos en el mismo lado porque entonces<br />

no sería un carnaval”; “es chévere salir, caminar, bailar”;<br />

“hay gente que se une a bailar”; “vamos por toda la<br />

carretera, los carros casi no pasan”. Al preguntárseles<br />

sobre los comentarios que hicieron sus padres, una niña<br />

comentó que su mamá había dicho que ese fue “el día<br />

más feliz de su vida”.<br />

17<br />

109


Escuela, carnaval y construcción de lo público<br />

110<br />

La construcción de lo público en el Carnaval<br />

Soloriental<br />

Con el fin de dar cuenta de los procesos de construcción<br />

de lo público en el Carnaval Soloriental, y para organizar<br />

y analizar la información fruto del trabajo de campo y<br />

de la experiencia pedagógica, se construyeron algunas<br />

categorías de análisis provenientes tanto de los referentes<br />

teóricos que enunciamos al comienzo del artículo, como<br />

del trabajo mismo de campo. Estas categorías son las<br />

que vamos a utilizar como herramienta expositiva en<br />

el capítulo: lo público en su relación con el Estado, lo<br />

público como publicitar, lo público como construcción<br />

de lo que nos afecta a todos, lo público como modalidad<br />

de acción colectiva, lo público como experiencia<br />

formativa y educativa, lo público y la ampliación de<br />

las fronteras de la escuela, lo público y el sentido de<br />

propiedad, y lo público, la participación y la ciudadanía.<br />

Lo público en su relación con el Estado<br />

Formación del Estado y formación del sistema<br />

educativo nacional se correlacionan estrechamente<br />

(...) Así, el Estado asignó a la educación en los países<br />

occidentales funciones públicas como la asimilación<br />

de culturas inmigrantes en los Estados Unidos, la<br />

promoción de los valores de signo católico en España,<br />

la extensión de la lengua nacional en Francia, etc.,<br />

aunque en todos ellos la educación cumplió siempre,<br />

de mejor o peor modo, un triple objetivo común: (...)<br />

el desarrollo moral, cultural y político de la nación<br />

(Puelles Benítez, 2002:35).<br />

En este contexto,<br />

[…] la escuela moderna, vinculada a los proyectos de<br />

Estado-nación tanto en los países capitalistas como<br />

comunistas, ha desarrollado un mundo simbólico, ritual<br />

y festivo en relación con dichos proyectos, desde el siglo<br />

XIX. Esta labor se ha realizado normalmente desde el<br />

folclorismo, desde la construcción e invención de los<br />

valores nacionales por parte de los folcloristas a través<br />

de la selección y estilización de algunas expresiones<br />

populares (Miñana, 2002:371).


Pero más allá de estas afirmaciones generales y de las<br />

declaraciones de principios, la escuela es un fenómeno<br />

complejo, diverso y multidimensional, que se ha<br />

desarrollado hasta con cierto nivel de autonomía de<br />

otros fenómenos sociales.<br />

La escuela de Los Soches es una institución educativa<br />

estatal; cumple una función social pública, pertenece y<br />

es financiada por la Secretaría de Educación del Distrito<br />

Capital, la cual, junto con la Alcaldía Menor de San<br />

Cristóbal, a través del Instituto de Cultura y Turismo de<br />

Bogotá y del proyecto Red de Eventos, aporta algunos<br />

recursos para que ella realice el Carnaval Soloriental.<br />

Así mismo, la Secretaría y su proyecto Escuela-<br />

Ciudad-Escuela contribuyen indirectamente para el<br />

cumplimiento de los objetivos del carnaval, puesto que<br />

en las instituciones participantes en esta propuesta las<br />

salidas pedagógicas se planean aprovechando los recursos<br />

y lugares que se ofrecen a través de ese programa. Por su<br />

parte, los docentes reconocen el apoyo que reciben, pero<br />

algunos de ellos consideran que tanto la Administración<br />

Distrital como las instituciones no conceden todas las<br />

facilidades necesarias para la ejecución de esta actividad,<br />

ya que se requiere no solo financiación sino también<br />

procesos ágiles y flexibles para que los proyectos sean<br />

exitosos.<br />

De igual manera, en Los Soches los docentes plantean que<br />

dado el tamaño de la escuela su manejo administrativo les<br />

permite hacer uso de la autonomía y libertad de cátedra<br />

que les otorga la ley, juzgando que “esta autonomía<br />

no sería posible en un colegio grande, ni se asumiría<br />

plenamente sin el apoyo y acompañamiento de las<br />

directivas escolares”.<br />

Los docentes asumen Los Soches como una escuela<br />

pública pero toman distancia frente a las políticas<br />

educativas, ya que, debido a su experiencia, a su<br />

escolaridad, y a los procesos de reflexión sobre educación<br />

y pedagogía que realizan de manera permanente, tienen<br />

una posición política crítica y deliberante. Es frecuente<br />

que discutan y analicen las políticas del Estado que<br />

atañen al funcionamiento de la institución, como en el<br />

caso de la construcción de megacolegios, que este año<br />

produjo incertidumbre en el trabajo y en la realización<br />

del carnaval, pues se les anunció que su CED iba a<br />

desaparecer y los niños serían enviados a uno de ellos.<br />

Finalmente, el hecho de que la escuela sea una institución<br />

estatal —a pesar de la distancia personal que puedan<br />

asumir los docentes—, de que los alumnos sean en<br />

realidad unos “administrados” por el Estado (la escuela<br />

17<br />

111


Escuela, carnaval y construcción de lo público<br />

112<br />

es financiada por el Estado, regulada por sus leyes; los<br />

niños son obligados a ir a la escuela…), genera una<br />

paradoja muy compleja en la celebración de la fiesta: por<br />

un lado, el participar en ésta es un acto de libertad (nadie<br />

puede obligarle a uno a divertirse o no), pero el niño<br />

está supeditado a estar en la escuela y a participar en las<br />

actividades programadas; esta es una tensión que no se<br />

termina de resolver y que emerge con más fuerza entre<br />

los adolescentes y estudiantes de los grados superiores,<br />

quienes manifiestan su rebeldía no queriendo participar,<br />

o haciéndolo marginalmente o de manera diferente<br />

a como se acordó colectivamente o se sugirió desde<br />

el profesorado. Y esto tal vez sea así porque quede la<br />

sospecha para ellos de que, a pesar de la buena voluntad<br />

de los docentes, la fiesta, al incrustarse en el contexto<br />

escolar, se convierte en una fiesta del poder estatal, que<br />

utiliza “los poderes gratificantes de las fiestas para seducir<br />

a los súbditos, logrando su más obediente sometimiento”<br />

(Gil, 1991:169).<br />

Sin embargo, la fuerza de la fiesta, la efervescencia<br />

colectiva que produce (Durkheim) y termina envolviendo<br />

a todos, pareciera en algunos momentos hacer olvidar<br />

que estamos en la escuela, y que ese que baila alocado y<br />

disfrazado al lado mío ya no es el profesor, la autoridad<br />

que ordena lo que debo hacer a diario, y nos fundimos<br />

en el color, en la música y en la danza.<br />

Lo público como publicitar, hacer público<br />

Una dimensión que está en el origen del concepto de<br />

lo público es publicitar, entendiéndolo como dar a<br />

conocer, plantear públicamente, asumir el problema<br />

como asunto público. En el caso del carnaval, éste<br />

se publicita inicialmente desde Tertulia Pedagógica,<br />

motivando, invitando a la participación, y convocando<br />

a los colegios. La estrategia para publicitar el evento, en<br />

todos los niveles, es oral. Este manejo verbal permite<br />

elegir el tema, buscar y obtener financiación, programar<br />

talleres y conferencias, establecer compromisos, definir<br />

el diseño y asumir responsabilidades solidariamente. Casi<br />

nada se comunica por escrito.<br />

La toma pública de decisiones, las publicaciones y<br />

videos que se han hecho, y la trayectoria del carnaval, ha<br />

permitido que el evento tenga reconocimiento. Además,<br />

el carnaval se hizo público (se publicitó) gracias al premio<br />

otorgado por el <strong>IDEP</strong>, lo que le ha servido para contar<br />

con mayor apoyo de la Administración.<br />

La toma de las calles hace visible y preconiza el carnaval;<br />

allí se presentan y comparten expresiones artísticas,<br />

el trabajo interno de las escuelas, el resultado de las<br />

reflexiones, los conceptos y los procesos planteados.<br />

Hasta los animales domésticos observan con atención<br />

cuando desfila el carnaval. Los vecinos, algunos de ellos<br />

desde hace más de 15 años, lo esperan con expectativa.


Así mismo, el carnaval se relieva ante los vecinos por<br />

líderes comunales, tal es el caso de un miembro de la<br />

Junta de Acción Comunal de Nueva Delhi, quien el día<br />

del desfile, megáfono en mano, invitaba a los habitantes<br />

del sector a recibir las comparsas. En últimas, las<br />

instituciones educativas se hacen visibles ante diferentes<br />

públicos, y ante ellos presentan el trabajo colectivo y<br />

proponen el uso de la ciudad no sólo como espacio<br />

pedagógico sino como lugar de goce y encuentro.<br />

La fiesta, al igual que lo hacen los medios de comunicación,<br />

un comunicado oficial, una carta, o una clase dictada por<br />

uno de los docentes que participan en el carnaval, es un<br />

fenómeno comunicativo. Mas, ¿en qué se diferencia de<br />

éstos?, ¿qué tipo de comunicación establece el carnaval<br />

entre estudiantes, profesores, padres y públicos?<br />

Mientras que los demás tipos de comunicación son<br />

más bien instrumentales (se refieren semánticamente<br />

a objetos externos a la relación comunicativa), la fiesta<br />

es básicamente un tipo de comunicación expresiva,<br />

es decir, no se orienta principalmente a proporcionar<br />

referencias semánticas a objetos externos (que sería tal<br />

17<br />

113


Escuela, carnaval y construcción de lo público<br />

114<br />

vez el esfuerzo pedagogizador del carnaval, en el cual<br />

se pretendió que los niños aprendieran sobre América<br />

Latina), sino a reproducir o reestructurar las relaciones<br />

comunicativas y sociales. Y “sólo la comunicación<br />

expresiva, y nunca la instrumental, puede crear nuevas<br />

relaciones sociales, haciendo emerger una nueva realidad<br />

pública, otra comunidad moral” (Gil, 1991:37). Por lo<br />

tanto, la eficacia de la fiesta escolar no reside tanto en los<br />

aprendizajes académicos, en la dimensión instrumental<br />

de la enseñanza, sino en la transformación de las<br />

relaciones entre los estudiantes, entre los estudiantes y<br />

los profesores, entre los profesores, y entre todos ellos<br />

y su entorno.<br />

Lo público como construcción de lo que nos afecta a todos y como<br />

modalidad de acción colectiva<br />

Construir lo público implica convencer a la mayoría de<br />

que el asunto del cual se trata, incumbe o compete a<br />

todos. Al elegir el tema del carnaval se trata de abordar<br />

una problemática que vaya más allá de lo local; que sea<br />

pertinente con la situación actual; que afecte, motive o<br />

interese a todos —por ejemplo, el agua, los recursos<br />

naturales, la localidad—, etcétera.<br />

Aunque en Los Soches el equipo de docentes está<br />

convencido y comprometido con un carnaval sin<br />

exclusiones, en instituciones como La Belleza la situación<br />

es diferente, algunos afirman que “este proyecto es de<br />

quienes lo lideran”, ya que de acuerdo con una de ellas,<br />

“no asumen el compromiso requerido para hacerlo<br />

suyo”.<br />

Los niños de primaria manifiestan su interés por el<br />

carnaval y piden su realización, mientras que un pequeño<br />

número de estudiantes de bachillerato, por diversas<br />

causas, se interesan por otras actividades y confiesan<br />

que no les compete.<br />

Inicialmente los padres no logran entender el proyecto en<br />

su conjunto. Algunos cuestionan los temas que se toman<br />

como eje del currículo, opinando que no corresponden a<br />

lo que deben aprender sus hijos. Por ejemplo, uno decía:<br />

“yo no entiendo por qué los niños de primero están<br />

hablando de los países de Suramérica”. Sin embargo, al<br />

finalizar el año, este mismo padre celebraba el disfrute y<br />

el compromiso de su hija al abordar el tema mencionado.<br />

Las acciones colectivas no siempre son públicas. J.<br />

Dewey, citado por Daniel Pecaut (2001), argumenta que<br />

“lo público” se manifiesta en los actos de individuos o<br />

grupos y sus consecuencias llegan hasta sectores sociales<br />

que no están comprometidos en dichos actos, siendo<br />

lo público producto de los acuerdos entre individuos y<br />

colectivos que interactúan. En los términos mencionados<br />

se enmarca el Carnaval Soloriental, el cual es una acción<br />

colectiva pública ya que los actores, cada uno en su papel,<br />

interactúan y asumen unas tareas que los benefician a<br />

ellos y a los vecinos del sector no relacionados con las<br />

comunidades educativas.<br />

Para cumplir los objetivos del carnaval, los participantes<br />

deliberan permanentemente y establecen acuerdos,<br />

esto es, llegan a consensos, ya que éstos se requieren<br />

para consolidar una acción colectiva. Pero además,<br />

los maestros se reúnen con el propósito de estudiar<br />

y desarrollar las bases teóricas que fundamentan el<br />

proyecto.<br />

No obstante, se presentan situaciones donde la acción<br />

colectiva puede ser amenazada por criterios o acciones<br />

unipersonales. Tal es el caso del Colegio La Belleza, donde<br />

el rector arbitrariamente decidió que esta institución no<br />

participara en el carnaval, generando descontento entre<br />

unos docentes y creando divisiones y un ambiente hostil<br />

dentro de la institución. Se hicieron esfuerzos colectivos<br />

tratando de resolver los problemas generados y al final se<br />

resolvió el conflicto mediante la intervención del Cadel.


Igualmente, en las instituciones se presentan otro tipo<br />

de inconvenientes, especialmente relacionados con la<br />

visión que tienen los maestros sobre la organización<br />

escolar: “Entre las dificultades que ha tenido el desarrollo<br />

del carnaval se cuentan las relaciones entre las jornadas<br />

de la mañana y la tarde en los colegios en los que solo<br />

una de ellas participa de éste. Tienen conflictos por la<br />

decoración del salón, y visiones muy diferentes sobre el<br />

halloween” (Diario investigador).<br />

A diferencia de lo que ocurre con el halloween, que<br />

no demanda un colectivo que lo prepare, el carnaval<br />

es una fiesta colectiva desde su inicio: “Aun cuando<br />

los muñecones se elaboraron de manera colectiva, al<br />

momento de salir, cada uno cogió el que quiso. No<br />

se dio por procesos individuales, sino que entre todos<br />

pintaron, cortaron e hicieron lo que había que hacer”<br />

(Diario docente).<br />

Así pues, el carnaval se configura como un espacio de<br />

acción para pensar, proponer, planear, ejecutar y evaluar<br />

en colectivo, espacio que se enriquece con las expresiones<br />

individuales. “El Carnaval pone a todos a trabajar juntos”.<br />

Lo público como experiencia formativa y educativa<br />

La mayoría de las celebraciones escolares y de las fiestas<br />

organizadas por los adultos para los niños y jóvenes,<br />

tienen poco de fiesta. La fiesta como juego, disfrute<br />

por el disfrute, gresca y desorden, dilapidación de<br />

energía y recursos, es considerada por el pensamiento<br />

moderno como algo inmoral, una pérdida de tiempo,<br />

como un obstáculo al desarrollo económico, a la<br />

productividad y al progreso (Delgado Ruiz, 1992:97-<br />

114). La celebración escolar es una fiesta cuidadosa y<br />

explícitamente domesticada y controlada: forma parte<br />

del proceso pedagógico, de la formación e inculcación<br />

de valores, de la misión civilizadora de la escuela, aunque<br />

con frecuencia se salga de las manos de los maestros y<br />

aparezcan “excesos” aprovechando el entusiasmo festivo<br />

(Miñana, 2002:372).<br />

17<br />

115


Escuela, carnaval y construcción de lo público<br />

116<br />

El carnaval es un proyecto cultural y pedagógico que se<br />

convierte en el eje curricular en Los Soches. A partir del<br />

tema del carnaval se definen acciones pedagógicas, se<br />

buscan estrategias y se abordan contenidos enmarcados<br />

en el PEI, haciendo uso de la autonomía que otorga la<br />

ley a los colegios.<br />

A medida que avanza el año escolar, en Los Soches hay<br />

transformaciones. Cambian los actores, las acciones y<br />

las relaciones. Al igual que en años pasados, el carnaval<br />

de 2008 permitió replantear y transformar las prácticas<br />

pedagógicas, integrando haceres y saberes en el proceso<br />

de aprendizaje, procurando la confluencia del pensar y<br />

el sentir, privilegiando una mirada crítica alrededor de<br />

lo que sucede en nuestros países.<br />

A lo largo del año los actores cambian sus papeles: los<br />

niños se vuelven maestros, hacen gala de sus aptitudes,<br />

investigan, proponen, opinan, escriben, diseñan,<br />

construyen y asumen otras actitudes frente a su<br />

compromiso escolar. Los maestros, a la vez que orientan<br />

el aprendizaje de los niños, se transforman en aprendices,<br />

reconocen la necesidad de indagar sobre nuevos temas,<br />

nuevas formas de expresión simbólica, nuevos materiales<br />

y técnicas artísticas. Los padres se hacen participes del<br />

carnaval de una forma espontánea y, a medida que avanza<br />

el proyecto, se comprometen más con el desarrollo de<br />

sus hijos, quienes encuentran temas variados para sus<br />

conversaciones, “tienen proyectos en común”: “Motivar<br />

a la participación activa de los padres de familia nutre<br />

y enriquece las relaciones interpersonales de diferentes<br />

estamentos de la comunidad educativa, así como a todo<br />

un proceso de aprendizaje significativo mutuo, además<br />

se fortalecen lazos de sentido de pertenencia hacia la<br />

institución” (Diario docente).<br />

Las acciones y la dinámica escolar se van transformando<br />

a lo largo del año, se hace a un lado la rigidez de las<br />

horas clase, de los grados, de los espacios. Lo que<br />

inicialmente es indagar, exponer, proyectar películas,<br />

elaborar carteleras, elaborar recorridos acordes con el


tema del carnaval, se convierte en un taller festivo que puede durar varias semanas. Así<br />

mismo, el carnaval torna lúdicas las actividades y espacios de aprendizaje, generando<br />

relaciones donde cada uno es reconocido por su singularidad y aporte para consolidar<br />

un trabajo en equipo.<br />

Todo el colegio estaba reunido en un salón grande del 2.º piso, en donde cabían todos<br />

los cursos sentados. Cuando llegué ya habían pasado preescolar, 1.º y 2.º, y comenzaba<br />

3.º, que había escogido a Argentina. La primera en pasar fue una niña que leyó algunos<br />

datos geográficos, la extensión y la población, de una cartelera que otro niño sostenía<br />

junto a ella. Después de la niña, la profesora de 3.º complementó mostrando un mapa<br />

de Suramérica en el que estaba resaltada Argentina, habló del clima del país y nombró<br />

su capital (Diario investigador).<br />

La fiesta abre un campo fecundo en las relaciones entre escuela y cultura, incorporando<br />

modalidades no escolares de socialización. La escuela se enriquece con formas de<br />

aprendizaje que habían sido excluidas de sus muros por las miradas academicistas y<br />

enciclopedistas, como las que parten de la vivencia, del aprender haciendo, del contacto<br />

intergeneracional —en especial con los “mayores” y “sabedores”—, del aprendizaje<br />

contextualizado, y en los lugares apropiados para ello, del aprender como un participar<br />

cada vez más activamente y con mayor propiedad en una comunidad de practicantes...<br />

Y viceversa, la fiesta puede enriquecerse con los recursos tecnológicos, simbólicos, de la<br />

escuela, y en especial, del aporte y vitalidad de los jóvenes, niños y maestros. Habría que<br />

despreocuparse un poco de la obsesión didáctica que sufren la mayoría de educadores<br />

respecto al hecho festivo porque, como dice Manuel Delgado, el rito y la fiesta es de por<br />

sí “un contrato, un plan de orientación y un manual de instrucciones para experimentar<br />

el mundo (…) La dimensión festiva de los grupos humanos [es] como un colosal aparato<br />

17<br />

117


Escuela, carnaval y construcción de lo público<br />

118<br />

pedagógico, donde los individuos psicofísicos aprenden<br />

cómo interpretar su experiencia del mundo de acuerdo<br />

con los imperativos culturales de la comunidad donde<br />

se integran” (1992:84-85). Y esta didáctica festiva<br />

tiene poco que ver con programaciones, formulaciones<br />

de objetivos, diseño instruccional, explicación de los<br />

orígenes, investigaciones históricas... Tiene más que ver<br />

con la pragmática, con la performance, con la actuación,<br />

con los cuerpos en acción (Miñana 2002:380).<br />

Lo público y ampliación de las fronteras de la escuela<br />

La mayoría de las veces la fiesta escolar es una celebración<br />

cerrada, dentro de sus muros, y a la que en ocasiones<br />

se invita a los padres. El Carnaval Soloriental amplía las<br />

fronteras de la escuela buscando nuevos escenarios de<br />

aprendizaje, puesto que se programan frecuentemente<br />

actividades como salidas, uso de Internet, invitación a<br />

personas expertas en el tema del carnaval, y presentación<br />

de videos, entre otros. Así, desaparecen esquemas<br />

organizativos preestablecidos, las instituciones y las<br />

comunidades educativas interaccionan libremente tras<br />

un objetivo común.<br />

Como el carnaval pretende incidir en la transformación<br />

social de los individuos, los esquemas pedagógicos<br />

se orientan a la formación crítica y responsable de<br />

estudiantes y docentes. Se tiene en cuenta principalmente<br />

el entorno, pero se reconoce y examina lo que ocurre<br />

más allá y se analiza en función de la incidencia que<br />

tiene sobre el contexto, “con la participación de los<br />

niños, quienes afirmaban que últimamente escuchaban<br />

los conflictos que ha tenido nuestro país con Venezuela<br />

y Ecuador, que limitan con Colombia” (Diario docente).<br />

No solamente se rompen las fronteras externas de la<br />

escuela sino también las internas: entre cursos, salones,<br />

materias y asignaturas. “Incluso se logra trascender las<br />

fronteras legales, al modificar las jornadas” (Diario<br />

docente).<br />

Para lo anterior, en este día reunimos a los dos grados<br />

motivando un conversatorio donde los niños de grado<br />

3.º les contarían con sus propias palabras y naturalidad<br />

a los niños de 1.º todo lo que han aprendido de nuestro<br />

país (Diario docente).<br />

Cuando se trata de participar en un trabajo ni siquiera<br />

se pregunta: ¿éste de qué curso es? (Diario docente).


El carnaval ha ido más allá de la escuela, sobre él se han<br />

hecho investigaciones, dadas a conocer en publicaciones,<br />

videos y numerosas presentaciones, e incluso ha sido<br />

galardonado como una experiencia pedagógica exitosa<br />

no sólo en la localidad sino que también distritalmente.<br />

El día que desfila, el carnaval se toma “el espacio<br />

público”, lo transforma en escenario artístico, en sitio<br />

de aprendizaje, encuentro y goce, que deja de ser vía<br />

de transporte para transformarse en un río festivo de<br />

niños y jóvenes danzantes, mostrando sus coloridos<br />

tocados, muñecones y comparsas. Y la fiesta se extiende<br />

más allá de los participantes directos, involucrando a los<br />

habitantes del sector: vecinos, estudiantes de jardines<br />

infantiles, organizaciones barriales, ex alumnos de los<br />

colegios y amigos y amigas del carnaval, quienes además<br />

de observadores en ocasiones participan de los bailes.<br />

Sin embargo, existe cierto temor sobre la seguridad<br />

misma de los niños el día del encuentro, argumentado<br />

en la cantidad de personas y en los problemas que genera<br />

un espacio público no siempre seguro.<br />

Personalmente me parece interesante la posición que<br />

asumen las profesoras respecto al carácter público del<br />

carnaval; por un lado, les asusta la calle (el espacio del<br />

carnaval), allí los niños pequeños de Los Soches pueden<br />

sufrir las agresiones de los niños de otros colegios, ya<br />

que por el carácter público del carnaval no se tiene<br />

control total sobre los participantes: “hay gente que<br />

se mete al carnaval, sin formar parte de él, y entonces,<br />

grave, se pierde lo que se ha hecho”. Sin embargo, al<br />

unísono reconocen que este contacto es importante<br />

para “visibilizarse”; “mostrarse a los otros colegios”;<br />

“hacerse ver” (Diario investigador).<br />

El carnaval trasciende las aulas, los muros de la escuela,<br />

los horarios acostumbrados; llega al vecindario, a la<br />

localidad y a la ciudad, convirtiéndolos en espacios de<br />

aprendizaje. Convoca a nuevos actores, como talleristas,<br />

músicos, expertos, dando la oportunidad a niños y<br />

docentes de ampliar sus horizontes cognitivos y afectivos.<br />

La aparición de la escuela en un medio hostil, como lo<br />

es el mundo de las relaciones “en público” (Delgado,<br />

1999), caracterizadas por el anonimato, por la<br />

17<br />

119


Escuela, carnaval y construcción de lo público<br />

120<br />

inseguridad, por la desconfianza hacia el otro, introduce<br />

una nueva reflexión sobre lo público y el carnaval escolar.<br />

Él se realiza no sólo en una vereda, entre vecinos, como<br />

en Los Soches, sino que irrumpe en la cotidianidad<br />

de la gran ciudad. De ahí el temor permanente de<br />

las maestras —especialmente las responsables de los<br />

niños más pequeños— por la seguridad de éstos. Pero<br />

también es importante señalar que el carnaval es hoy<br />

fundamentalmente una fiesta urbana, propia de las<br />

grandes urbes, y que las relaciones sociales a las que<br />

invita no se refieren únicamente a las comunitarias, sino<br />

a las del espacio público, el anonimato, la copresencia<br />

y co-corporalidad.<br />

En relación con lo anterior, el Carnaval Soloriental<br />

irrumpe en los barrios del suroriente bogotano<br />

resignificando y reinventando el espacio público. En<br />

el desfile la situación de conflicto con el conductor de<br />

una buseta, o la invasión lúdica y gozosa por parte de<br />

los niños y jóvenes de espacios que, siendo públicos,<br />

normalmente están vedados para ellos (vías públicas<br />

dominadas por vehículos), es una ampliación no sólo de<br />

las fronteras de la escuela sino del espacio público para<br />

nuevos actores y nuevos usos.<br />

Tal como señalamos, el tipo de comunicación expresiva<br />

que caracteriza lo festivo y lo ritual rompe, traslada,<br />

muta las fronteras [es el tema de la liminalidad en el<br />

antropólogo británico Victor Turner (1988) ]. Y no<br />

sólo las de la escuela, sino sobre todo, los umbrales<br />

que marcan las relaciones sociales: entre quien tiene la<br />

autoridad y el que debe obedecer (profesor/estudiante),<br />

entre quien cuida el colegio y aquél que trabaja como<br />

educador (celador/profesor), entre el padre y el maestro,<br />

entre el niño y el adulto… La fiesta crea puentes inéditos,<br />

novedosos, locos, a manera de un laboratorio social<br />

donde se experimentan nuevas relaciones sociales.<br />

Finalmente, vale la pena señalar aquí la tensión entre<br />

el Carnaval Soloriental y el halloween, que se celebran<br />

el mismo día. En este caso el carnaval surge no al<br />

servicio o como una extensión del halloween, sino en<br />

oposición y reacción a él. La escuela —especialmente<br />

los profesores— adoptan una posición crítica frente a un<br />

tipo de fiesta que se percibe como exterior a la escuela<br />

y a sus intereses de formación desde una perspectiva<br />

ideológica específica; esto, paradójicamente, aunque<br />

fueron precisamente las escuelas las que promovieron<br />

inicialmente esta fiesta en Bogotá (Miñana, 2006). El


peso del halloween, una fiesta en ascenso en la ciudad, se percibe también en la cotidianidad<br />

del carnaval y de alguna manera lo refuerza. Eso fue evidente, por ejemplo, en el desfile, cuando<br />

muchos niños disfrazados con motivo del halloween parecían participantes del carnaval Soloriental,<br />

y no de aquél. El impacto de una fiesta cuidadosamente organizada, a diferencia del halloween<br />

que no lo es por alguien, se impone en esos momentos sobre el halloween, aunque al terminar<br />

el desfile, es este último el que lo hace a lo largo y ancho de la ciudad.<br />

Lo público y el sentido de la propiedad<br />

El carnaval tiende a realzar el sentido de pertenencia de los niños, ellos invocan que les pertenece.<br />

Viven el sentido de propiedad del evento desde el instante mismo en el que participan en la<br />

definición del tema, pero también lo hacen cuando investigan, pintan, elaboran muñecones,<br />

preparan la comparsa y, especialmente, cuando se recrean el día de la fiesta.<br />

Sobre el carnaval los niños opinan que: “hacemos muñecones, gorros, bailamos, ensayamos los<br />

bailes”, “hacemos tocados, exposiciones” [se refieren a las exposiciones hechas por los profesores<br />

y alumnos], “los muñecones los llevamos así y los metemos por todos lados, pa’ que sepan [sic] de<br />

qué colegio son y eso”.<br />

En este tiempo, últimas tres semanas antes de la fiesta, se evidencia un trabajo arduo entre<br />

estudiantes y docentes, un ir y venir, un corre-corre, preguntas, sugerencias (…) es tanto el sentido<br />

de pertenencia hacia esta actividad, que la señora Florecita, de oficios varios, y los señores vigilantes,<br />

hacen parte de este trabajo arduo, pues con su colaboración y ayuda pasan a hacer parte de una gran<br />

familia de artistas creativos (Diario docente).<br />

Aunque la mayoría de docentes afirman que el carnaval les pertenece a ellos y a sus instituciones,<br />

algunos aducen que “es de Tertulia, de quienes lo organizan”, desentendiéndose de él. “Existen<br />

docentes que lo ven como propiedad exclusiva de otros, para disfrazar la pereza propia. El carnaval<br />

es de los niños, de todos, nuestro, de la comunidad educativa” (Diario docente).<br />

El nivel de compromiso y participación lleva a que los docentes sientan el carnaval como propio.<br />

Sin embargo, esta apropiación no conduce a que lo crean parte de su patrimonio, ni a que lo<br />

utilicen para beneficio particular. El carnaval es de todos, de la comunidad educativa que lo<br />

construye y se beneficia de él.<br />

17<br />

121


Escuela, carnaval y construcción de lo público<br />

122<br />

Más aún, la fiesta popular es tal vez uno de los bienes<br />

más públicos:<br />

De acuerdo con las categorías conceptuales del análisis<br />

económico más ortodoxo, la fiesta debe ser clasificada<br />

como uno de los más característicos bienes públicos, de<br />

cuya realización se benefician no sólo sus protagonistas<br />

titulares, que han invertido en ella tiempo, trabajo,<br />

esfuerzo, dinero y muchos otros recursos escasos,<br />

sino todos los demás asistentes que puedan llegar a<br />

presenciarla sin haber tenido que aportar esfuerzo<br />

alguno, dada la inevitable aparición de externalidades<br />

positivas (o beneficios compartidos en común con<br />

todos los demás actores externos), que de la fiesta<br />

inmediatamente se derivan (Gil, 1991:163).<br />

Lo público, la participación y la ciudadanía<br />

Las modalidades de participación en el carnaval son<br />

diversas; mientras que las maestras de Tertulia Pedagógica<br />

se encargan de gestionar, organizar y hacer contactos,<br />

otros docentes se comprometen con el proyecto dentro<br />

de las instituciones. En el caso de Los Soches y Nueva<br />

Delhi, todos trabajan; en La Belleza algunos participan,<br />

otros no.<br />

En 2008 el carnaval logró involucrar a los padres, ya<br />

que en años anteriores su presencia y participación fue<br />

escasa. Sin embargo, aparte de Los Soches, en los otros<br />

colegios que participan no se ha logrado motivarlos ni<br />

hallado estrategias adecuadas para que comprendan la<br />

actividad y se relacionen con ella.<br />

La respuesta de los padres al carnaval en Nueva Delhi ha<br />

sido de resistencia. No solo al carnaval, sino en general<br />

a las nuevas metodologías propuestas. Los conflictos con<br />

ellos han generado traslados y cambios de colegio. Las<br />

profesoras dicen que se hace necesario estar justificando<br />

permanentemente el carnaval y la metodología frente a<br />

los padres (reunión de Tertulia Pedagógica).<br />

Los niños de Los Soches asumen el carnaval como propio,<br />

lo ven como el evento más importante del año escolar.<br />

Sin embargo, no fue posible motivar a algunos jóvenes<br />

de secundaria. Los docentes plantean que estos pocos<br />

adolescentes no se sienten atraídos por él ni quieren<br />

dedicar su tiempo a esta actividad, lo que evidencia<br />

la necesidad de buscar nuevas estrategias, en especial<br />

en el proceso de preparación del carnaval, dándole un<br />

carácter más festivo y menos académico a esta fase del


proyecto, permitiendo que ellos decidan y ofreciéndoles<br />

mayor autonomía. El diseño colectivo y unificado del<br />

carnaval tal vez no deja margen suficiente para expresar<br />

individualidades, identidades y diferencias que los<br />

adolescentes y jóvenes están tratando de construir en<br />

oposición a los adultos y profesores.<br />

Como señalamos en un artículo anterior (Miñana,<br />

2002:374-375), el Carnaval Soloriental es una iniciativa<br />

que surgió en un marco de cambio ideológico y de crítica<br />

cultural al folclor y a la escuela como institución que se<br />

produjo en los años setenta y comienzos de los ochenta,<br />

una reelaboración o reinvención de la tradición popular,<br />

ligada a algunos movimientos de izquierda y a grupos<br />

que habían sido silenciados e invisibilizados durante<br />

años y que se apropiaron de las mismas escuelas que<br />

anteriormente los habían negado, para impulsar sus<br />

proyectos o aspiraciones identitarias, sociales o políticas.<br />

Se produce un activismo cultural ligado a movimientos<br />

sociales y de izquierda que va a tener también su<br />

expresión en el campo de las relaciones entre fiesta y<br />

escuela, encuentro éste que se revela también como un<br />

lugar de lucha ideológica, de confrontación y a veces<br />

de convivencia entre posiciones distintas, es decir, un<br />

espacio de construcción de ciudadanía.<br />

Fiesta y escuela se constituyen en una especie de<br />

‘laboratorio’ social y cultural donde, especialmente<br />

algunas maestras y maestros, como líderes culturales,<br />

exploran, experimentan, inventan y recrean nuevas<br />

relaciones entre escuela y sociedad. Estos cambios en<br />

las formas de transmisión e interacción, tanto en la<br />

escuela como fuera de ella, transforman así mismo la<br />

escuela y la fiesta (Miñana 2002:380).<br />

La escuela pública no es algo realmente existente, sino<br />

más bien un “deber ser” y, en este sentido, algo a ser<br />

tanto defendido como construido. Como señala el<br />

manifiesto “En defensa de la escuela pública”, de la<br />

Confederación Española de Asociaciones de Padres y<br />

Madres de Alumnos (Ceapa) y que agrupa a 12.000<br />

asociaciones de padres y madres de alumnos, no se<br />

puede seguir confundiendo la escuela pública con la<br />

escuela estatal:<br />

La escuela estatalista puede ser, y con frecuencia ha sido,<br />

dogmática y adoctrinadora. La escuela pública ha de<br />

poner en manos de la comunidad educativa la gestión<br />

de los centros (…) La escuela pública es una filosofía,<br />

un concepto educativo y un modelo pedagógico. Supone<br />

reconocer el derecho de todos a la educación y adoptar<br />

las medidas presupuestarias y legales para hacerlo<br />

efectivo (…) La escolarización obligatoria y gratuita<br />

es un requisito previo para la escuela pública, pero no<br />

deben confundirse, en modo alguno, ambos conceptos<br />

(Ceapa, 2008).<br />

La cualidad que hace que una experiencia sea<br />

genuinamente “educativa” es la misma que logra que<br />

ésta sea pública, lo cual permite pensar lo público desde<br />

la especificidad de la práctica pedagógica. Se trata de una<br />

cualidad que debe ser valorada a partir de la naturaleza<br />

de las interacciones que genera, de sus efectos sobre<br />

los sujetos (esto es, en el tipo de sujetos que coadyuva<br />

a construir) y de su contribución a la definición y<br />

potenciación de unos intereses comunes definidos de<br />

manera libre y democrática.<br />

17<br />

123


Escuela, carnaval y construcción de lo público<br />

124<br />

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Turner, Victor. El proceso ritual. Estructura y antiestructura, Madrid: Taurus, 1988.


El espacio público visto<br />

por los niños y los jóvenes<br />

The public space being watched by children and youngsters<br />

Diana Wiesner Ceballos *<br />

Alejandro Galante Zapata **<br />

Adriana Ayala Posso ***<br />

* Arquitecta del Paisaje, Universidad de Buenos Aires; Planeamiento Urbano, Japón; Doctorado en Urbanismo, Universidad Central de<br />

Venezuela; profesora en la Universidad de los Andes, Bogotá.<br />

** Estudiante de segundo semestre de arquitectura, Universidad de los Andes, Bogotá.<br />

*** Licenciada en Educación, Especialista en Pedagogía y Docencia Universitaria, Maestría en Educación, docente.<br />

Andrés Felipe Mora Cortés


Resumen El presente artículo resume parte de la investigación realizada para el <strong>IDEP</strong> con el objetivo de<br />

mostrar la relación que une a los derechos colectivos, entre los cuales el espacio público integra<br />

otros como el patrimonio cultural, medio ambiente y ética pública, con la “pedagogía <strong>ciudadana</strong>”<br />

y con la formación de los niños y adolescentes en edad escolar. Se resalta la importancia de la<br />

comprensión integral del concepto de espacio público, que involucra no solamente su función de<br />

configurador de la ciudad sino también la de fusión sociocultural, ambiental, histórica y simbólica.<br />

Dentro de él se ven claramente tres componentes: el espacial y funcional, que habla de su<br />

estructura y composición; los valores patrimoniales tangibles e intangibles, y los valores éticos<br />

—de comportamiento adecuado con el lugar y con los otros—. El propósito es el de enseñarle<br />

a los niños estos temas, con su grado de complejidad según su escolaridad, mediante actividades<br />

lúdicas en espacios públicos, conociendo sitios, dibujando, realizando ejercicios sobre propuestas<br />

hechas por ellos, de manera que los concientice sobre valores éticos más complejos; estos ejemplos<br />

se ven en varios lugares del mundo, una nueva forma de enseñar a través del juego, la pintura, la<br />

literatura, el juego de actuaciones.<br />

Palabras claves: espacio público, patrimonio, medio ambiente, ética, pedagogía<br />

<strong>ciudadana</strong>, formación de los niños en edad escolar.<br />

Abstract This article summarizes part of the investigation realized for the <strong>IDEP</strong> with the objective to show<br />

the relation between the collective rights, in which the public space integrate others like the cultural<br />

patrimony, environment and public ethics, with the “citizen pedagogy” and with the education<br />

of boys, girls and adolescents in scholar period. The importance of integrally understanding the<br />

concept of public space is emphasized and shows that it involves not only its function of builder<br />

of the city but also as a cultural, environmental, historical and symbolic function.<br />

Three components settle down clearly: first of all, the space and functionality which speaks of the<br />

structure and composition of the public space, the tangible and intangible patrimonial values, the<br />

ethical values, and the adequate behavior with it surrounds and to others. The purpose is to teach<br />

the children these subjects with the level of complexity according to its schooling; through playful<br />

activities in public spaces, discovering new places, drawing, realizing exercises towards new ideas<br />

and until it gives them a conscience of better ethical values. These examples are seen in several<br />

places in the world as a new way of teaching through games, painting, literature, and role plays.<br />

Key words: public space, patrimony, environment, ethics, citizen pedagogy, formation of<br />

scholars boys and girls.


Presencia del espacio público en<br />

la escuela: la ciudad y los espacios<br />

públicos, aulas de nuevos ciudadanos<br />

A través de los siglos el espacio público ha incidido<br />

tácitamente en la vida de todos en lo afectivo, lo<br />

histórico, lo político, lo cultural, lo social y lo recreativo.<br />

Parques, avenidas, callejones y plazas son lugares donde<br />

se desenvuelve la Historia, suceden historias afectivas y<br />

amorosas, se discuten ideologías y se mueven siluetas<br />

que con movimientos acompasados silenciosamente se<br />

comunican entre sí. El espacio público es un lugar que<br />

convoca a unos y otros a vivir juntos bajo el principio<br />

de equidad.<br />

Por lo anterior, se hace importante en ciudades como la<br />

nuestra acercar a los niños y jóvenes al espacio público, con<br />

el fin de que sea el vehículo que haga posible una mejor<br />

relación consigo mismos, con su entorno y con los otros,<br />

en el marco de los derechos colectivos. Es evidente que,<br />

a través de un ejercicio pedagógico, mediante un proceso<br />

de enseñanza-aprendizaje intencionado, dialéctico y<br />

participativo, se podrá comprender que cada lugar es una<br />

oportunidad para valorarse, reconocer al otro y generar<br />

pertenencia en un tiempo determinado, cargando de<br />

significado lo que nos constituye como sujetos históricos,<br />

sociales y culturales, y dándonos la oportunidad de<br />

trascender gracias a la identidad construida.<br />

En el mundo cada día se hace más evidente la<br />

existencia de problemas de diversa índole; entre los<br />

más importantes y reiterativos están los relativos a la<br />

violencia y el deterioro de la calidad del medio ambiente,<br />

los cuales se pueden asociar de manera directa con los<br />

valores sociales y culturales básicos de la sociedad y que,<br />

por razones de procesos urbanos en los que los intereses<br />

individuales priman sobre los generales, han hecho que<br />

éstos se hayan ido perdiendo. La paulatina ausencia de<br />

valores como la solidaridad, la equidad, el respeto por las<br />

personas y por el medio ambiente, la interculturalidad,<br />

entre otros, han hecho del mundo de hoy un mundo<br />

intolerante y desinteresado. Adicionalmente, el enfoque<br />

de crecimiento de las ciudades ha dado históricamente<br />

prioridades diferentes al fortalecimiento de la familia,<br />

la comunidad y el barrio. Sólo hasta ahora se empieza a<br />

reflexionar sobre el enfoque de estructurar una ciudad<br />

sobre la base de lo público y de la calidad del medio físico;<br />

anteriormente, por el afán de dar solución a necesidades<br />

básicas, no se pensaba en la calidad de vida.<br />

Resulta necesario tener en cuenta que esta clase de<br />

problemas sociales y culturales se dan en todo el mundo,<br />

pero en países como Colombia el problema se magnifica<br />

dado que las diferencias sociales y la desigualdad son<br />

17<br />

127


El espacio público visto por los niños y los jóvenes<br />

128<br />

mayores; los recursos y la infraestructura menores, y la<br />

necesidad ha llevado a las personas a actuar sin pensar<br />

en el otro. Adicionalmente, hay una carga cultural de<br />

Occidente tendiente al capitalismo, al consumo y a la<br />

competencia entre individuos, a diferencia de Oriente,<br />

en donde tradicionalmente los procesos se basan en el<br />

trabajo común, el respeto por el trabajo del otro y la<br />

necesidad de construir colectivamente.<br />

Estos antecedentes hacen énfasis en la importancia y<br />

necesidad de aplicar una metodología pedagógica más<br />

participativa, recursiva y lúdica, de los procesos urbanos,<br />

mediante la cual sea posible enseñar y promover una<br />

serie de valores que hagan de las futuras generaciones<br />

de ciudadanos colombianos personas con altos índices<br />

de cultura <strong>ciudadana</strong>.<br />

El espacio público generalmente es comprendido desde<br />

una visión urbanística y física, y definido como una<br />

“dimensión estructurante y articuladora de los sistemas<br />

urbanos y territoriales” 1 . Por lo tanto, es de suma<br />

importancia resaltar que el espacio público no puede<br />

tener una definición ni visión únicas. En razón del punto<br />

de vista y del saber desde donde se aborde la discusión,<br />

tiene tantos componentes que debe ser contemplado<br />

de manera integral y sobre todo humanista, de ahí que<br />

haya surgido un gran número de visiones sobre el espacio<br />

público, incluso opuestas, o que rescatan elementos<br />

antagónicos de él.<br />

Un ejemplo es Alexander von Humboldt, quien desde<br />

su visión de naturalista lo entendió a partir de los<br />

elementos naturales, por lo cual los espacios públicos de<br />

las ciudades se debían caracterizar por la conservación<br />

y el respeto tanto de la flora como de la fauna original,<br />

cuestionando la integralidad del concepto actual del Plan<br />

Maestro de Espacio Público. Hay también quienes, como<br />

la antropóloga Mónika Therrien, consideran el espacio<br />

público como la manifestación de la nostalgia por el<br />

1 Decreto 215 de 2005, artículo 3.<br />

paisaje, refiriéndose a que en las ciudades modernas los<br />

paisajes verdes y abiertos han ido desapareciendo para<br />

darle paso a construcciones de todo tipo.<br />

Desde lo sociológico, en cambio, el espacio público es<br />

entendido como el lugar donde los individuos tienen<br />

la libertad de establecer contacto, o distanciarse. De<br />

esta manera, son características del espacio público<br />

una integración parcial, un sistema social abierto y la<br />

interacción entre desconocidos (Bahrdt, 1969).<br />

A partir de entonces es posible evidenciar unas primeras<br />

aproximaciones al espacio público que se alejan en<br />

gran medida de lo estrictamente físico, lo que ya nos<br />

hace pensar que tal vez los elementos constitutivos de<br />

este espacio hagan referencia a categorías diferentes a<br />

las estrictamente urbanísticas y estén más relacionados<br />

con temas de índole social, política, ecológica, histórica<br />

y cultural.


Así, es posible identificar también a profesionales como el arquitecto argentino Horacio<br />

Gabriel Pucheta Lascano, quien no da una definición muy específica ni literal sobre espacio<br />

público, sino que, por el contrario, se encarga de descomponer dicho espacio hasta develar<br />

cada uno de los elementos que lo componen, encontrando, en espacios como los parques,<br />

lugares en los cuales las personas se relacionan con otros y con la naturaleza.<br />

Ejercicios de Educación Medioambiental<br />

Jardín Botánico. Programa “Diseñando”,<br />

Universidad de los Andes.<br />

En el mundo se están dando ejemplos muy interesantes sobre el aprendizaje del espacio<br />

público mediante la experimentación, el juego, la literatura y el arte. Dicho aprendizaje se<br />

puede lograr en los mismos espacios urbanos donde los niños son protagonistas, ya que la<br />

interacción permite exponer sus comprensiones acerca de sus funciones, usos, cuidados<br />

y valor simbólico. Los niños son capaces de proponer, crear, transformar y administrar<br />

lugares desde su propia perspectiva. Este proceso resulta vital implementarlo en los niños<br />

y adolescentes para iniciar su proceso de cultura <strong>ciudadana</strong>, en busca de un mañana con<br />

mujeres y hombres más conscientes, participativos y éticos con los lugares y con los otros.<br />

Dibujos de niños de 2º grado en las Torres del Parque.<br />

Programa “Diseñando”,<br />

Universidad de los Andes.<br />

Parque Tercer Milenio, Bogotá.<br />

17<br />

129


El espacio público visto por los niños y los jóvenes<br />

130<br />

2 Plan Maestro de Espacio Público, Documento Técnico de Soporte, tomo 2, p. 19.<br />

3 Ibíd.<br />

La ciudad es un escenario de aprendizaje fundamental<br />

y debe convertirse en aula de niños, jóvenes y adultos.<br />

Es vital que la visión individualista se transforme y<br />

tengamos ciudadanos más participativos, conscientes,<br />

defensores de los medioambientes e involucrados en la<br />

transformación humana de la ciudad.<br />

En este proceso se dan los acuerdos ciudadanos y los<br />

equilibrios y equidades que permiten la vida comunal y<br />

restablecer el valor de la familia; lugar de encuentros y<br />

desencuentros 2 que le brinda a sus moradores identidad<br />

como grupo social 3 .<br />

Como se mencionó, resulta fundamental enfatizar que<br />

su comprensión involucra tantos componentes del<br />

comportamiento humano que, convertir el espacio<br />

público en aulas de aprendizaje sobre la relación con el<br />

medio natural y urbano y con los otros, aumentará los<br />

valores de equidad, interculturalidad, tolerancia, entre<br />

otros, y que, a futuro, esas generaciones, contagiadas<br />

de una nueva visión de la sociedad, construirán unas<br />

ciudades más amables, gozarán de espacios más<br />

estimulantes y llenos de naturaleza con sentido de<br />

pertenencia, y reirán entre amigos del barrio y familiares.


Ciudadanía, sociedad,<br />

cultura, educación<br />

Citizenship, society, culture, education<br />

Jorge Enrique Londoño Pinzón *<br />

Marcos González Pérez **<br />

Julio César Goyes Narváez ***<br />

* Docente Investigador de la Escuela de Cine y Televisión - Facultad de Artes y del Instituto de Estudios en Comunicación y Cultura- IECO, de la Universidad<br />

Nacional de Colombia.<br />

** Docente Investigador del Instituto de Estudios en Comunicación y Cultura- IECO, de la Universidad Nacional de Colombia.<br />

*** Docente investigador del Instituto de Estudios en Comunicación y Cultura IECO, de la Universidad Nacional de Colombia.


Resumen Este artículo se presenta en el marco de la investigación de pedagogía <strong>ciudadana</strong> que se adelanta<br />

en desarrollo del contrato interadministrativo N o. 120 del 2008, suscrito entre el Instituto<br />

para la Investigación Educativa y el Desarrollo Pedagógico (<strong>IDEP</strong>) y la Universidad Nacional<br />

de Colombia (Instituto de Estudios en Comunicación y Cultura, IECO). El texto consta de<br />

tres partes, formuladas desde lo social, lo conceptual, lo comunicativo-emotivo y lo educativo,<br />

surgidas de los debates realizados internamente por los autores para contribuir a la formulación<br />

de criterios teóricos, conceptuales y metodológicos en el diseño de rutas pedagógicas para<br />

impulsar procesos de aprehensión de cultura <strong>ciudadana</strong>.<br />

Palabras Clave: ciudadano, sociedad, cultura, educación, agente social, habitus.<br />

Abstract This article appears within the framework of the Citizen Pedagogy investigation advanced by<br />

the <strong>IDEP</strong>. The text consists in three parts taking in account the social, the conceptual, the<br />

communicative-emotional and the educative view, as a result of intern debates realized by the<br />

authors to contribute to the formulation of theoretical, conceptual and methodological criteria<br />

in the design of pedagogical ways to impulse processes of apprehension of citizen culture.<br />

Keywords: citizen, society, culture, education, social agent, habitus.


1. El ciudadano: agente social<br />

Por Jorge Enrique Londoño Pinzón<br />

Los “sujetos” son en realidad agentes actuantes y<br />

conscientes dotados de un sentido práctico (…), de<br />

un sistema adquirido de preferencias, de principios de<br />

visión y de división (lo que se suele llamar un gusto),<br />

de estructuras cognitivas duraderas (que esencialmente<br />

son fruto de la incorporación de estructuras objetivas)<br />

y de esquemas de acción que orientan la percepción de<br />

la situación y la respuesta adaptada. El habitus es esa<br />

especie de sentido práctico de lo que hay que hacer en<br />

una situación determinada, lo que en deporte se llama<br />

el sentido del juego, el arte de anticipar el desarrollo<br />

futuro del juego que está inscrito en punteado en el<br />

estado presente del juego 1 .<br />

La noción del ciudadano como agente social es<br />

insoslayable en la búsqueda de criterios teóricos,<br />

conceptuales y prácticos para la formulación de políticas<br />

y metodologías dirigidas a la educación <strong>ciudadana</strong>.<br />

1 Bourdieu, Pierre. La distinción, criterio y bases sociales del gusto, Taurus, 1998, p. 40.<br />

Más allá de la aclaración de este concepto relacional<br />

tan importante y tan complejo, elaborado a lo largo<br />

de muchos años de trabajo por el sociólogo francés,<br />

nuestra pregunta orientadora, cuando nos preocupa<br />

la formación del ciudadano, debe centrarse en tratar<br />

de aclarar qué factores influyen en la adquisición de<br />

los habitus de comportamiento ciudadano y en las<br />

personas, instituciones o actos rituales que intervienen<br />

en la inculcación de “estos principios generadores de<br />

prácticas distintas y distintivas” en tanto implican sujetos<br />

activos, como pueden ser la familia, la escuela, la Iglesia,<br />

las organizaciones culturales y deportivas, la tribu, el<br />

“parche”, la pandilla o los media, agentes que interactúan<br />

con los sujetos/agentes sociales en la conformación<br />

de sus “principios generadores y unificadores”, ya sea<br />

en un proceso formativo o en procesos continuos de<br />

adaptación.<br />

2 Londoño, Jorge. “Las máscaras del diablo”, estudio sobre los agentes inculcadores de habitus [CD interactivo], Bogotá,<br />

Universidad Nacional, 2004.<br />

17<br />

133


Ciudadanía, sociedad, cultura, educación<br />

134<br />

Entre los retos que deben enfrentar los responsables desde<br />

el sector educativo de la formulación y ejecución de estas<br />

políticas se encuentra establecer en cuánto contribuye<br />

la escuela —es decir, las instituciones educativas— en<br />

los procesos de conformación <strong>ciudadana</strong>, frente a otros<br />

agentes inculcadores de habitus 2 .<br />

Hasta la mitad del siglo XX los agentes inculcadores de<br />

habitus en Colombia estuvieron altamente centrados en<br />

la familia, la Iglesia, la escuela, los partidos políticos, y<br />

en el Estado.<br />

El proceso de desplazamiento del campo a la ciudad<br />

iniciado con la denominada “Violencia” (1948-1954),<br />

y que entre 1975 y 1985, con las sucesivas “guerras de<br />

turno” transformó el país de rural a urbano, invirtiendo<br />

las cifras para el año 2000 —setenta por ciento urbano<br />

y treinta por ciento rural—, originaron un proceso de<br />

3 Martín-Barbero, Jesús. Televisión y melodrama, Bogotá: Tercer Mundo Editores, 1992, p. 20.<br />

mixturas, de espejos trizados, de hibridaciones culturales<br />

y de imaginarios que han dado paso a numerosas<br />

investigaciones sobre la ciudad y sus habitantes en los<br />

últimos treinta años. Uno de los objetos de estudio entre<br />

estas mezclas culturales es la presencia de los medios<br />

masivos de comunicación, especialmente la televisión,<br />

su programación y sus mediaciones, investigaciones que<br />

han tratado de explicar los procesos de modernización<br />

y posmodernización en Colombia, sin dejar de lado<br />

la influencia cultural, no sólo la guerra, que generó<br />

el narcotráfico, la abundante y efímera circulación de<br />

grandes cantidades de dinero y la desvalorización total<br />

de la vida.<br />

Durante este proceso se han dado cambios importantes<br />

en cuanto a la estructura familiar, el peso de la "escuela"<br />

en la formación e inculcación de sistemas de percepción<br />

y clasificación, la descentralización y poder hegemónico<br />

sobre la información, la escuela fuera de la escuela y la<br />

inculcación de “sentido práctico” a través de medios de<br />

comunicación masivos como la televisión, la Internet y<br />

demás adelantos tecnológicos actuales, como la telefonía<br />

móvil.<br />

Estas investigaciones han establecido los parámetros para<br />

explicar las especificidades de los procesos culturales en<br />

los países de América Latina, como Colombia: “…lo<br />

cultural entendido no sólo como conjunto de productos<br />

sino como matrices y prácticas de conocimiento y<br />

comportamiento; lo popular como modo de existencia<br />

de competencias culturales diferentes a la hegemónica” 3 .<br />

“Ya señalamos la crisis de las instituciones tradicionalmente<br />

socializadoras de imaginarios, interpretaciones,<br />

clasificaciones sociales, valores y conductas, como la<br />

familia, la escuela y los partidos políticos” 4 .<br />

4 Jaramillo, Jaime Eduardo. “Formas de sociabilidad y construcción de identidades en el campo urbano popular”, en Cultura,<br />

medios y sociedad, Bogotá: CES, Universidad Nacional de Colombia, 1998, p. 206.


En Colombia se dio un caso particular de agente<br />

inculcador de habitus: con la combinación de escuela/<br />

Iglesia, podríamos decir que las primeras instituciones<br />

educativas eran regidas por comunidades religiosas.<br />

Para citar un ejemplo moderno, vale la pena recordar<br />

la aparición, hacia 1950, de Radio Sutatenza (Acción<br />

Cultural Popular, ACPO) y su proyecto educativo<br />

Escuelas Radiofónicas - Radio Sutatenza (Boyacá,<br />

Colombia). Su lema era la educación a través del uso<br />

combinado de todos los medios, interacción cara a cara,<br />

casi mediática, a través de la radio, y hacia el final algunas<br />

aproximaciones a la televisión y al video, e interacción<br />

mediática a través de impresos como El campesino<br />

—periódico semanal—, cartillas, Biblioteca Básica<br />

Campesina, discos y casetes de audio y correspondencia<br />

con los campesinos.<br />

Con la formación de multiplicadores-tutores (el “auxiliar<br />

inmediato”), Radio Sutatenza alcanzó su época de oro<br />

entre 1970 y 1980 y “enseñó” a leer y escribir utilizando<br />

la radio, e inculcó “esquemas de percepción” religiosos,<br />

sociales y políticos. Los alcances de su metodología<br />

exitosa obligan a evaluar sus principios y procedimientos<br />

y tenerlos en cuenta para formular proyectos de<br />

pedagogía <strong>ciudadana</strong>.<br />

Pero actualmente el centro de influencia educativa se<br />

desplaza hacia las empresas mediáticas, como precisa<br />

J. B. Thompson, quien, entre otros aspectos, ve cómo:<br />

Mientras que la actividad simbólica es una característica<br />

penetrante que se expande por doquier de la vida social,<br />

existe, a pesar de ello, un conjunto de instituciones<br />

que han asumido un papel histórico particularmente<br />

importante en la acumulación de los medios de<br />

información y de comunicación.<br />

17<br />

135


Ciudadanía, sociedad, cultura, educación<br />

136<br />

Estas incluyen a las instituciones religiosas, que se<br />

ocupan básicamente de la producción y difusión<br />

de formas simbólicas relacionadas con la salvación,<br />

los valores espirituales y otras cosas mundanas;<br />

(las) instituciones educativas que se ocupan de los<br />

contenidos simbólicos adquiridos (o conocimiento)<br />

y de la inculcación de habilidades y competencias; y<br />

las instituciones mediáticas, que se orientan hacia la<br />

producción y difusión generalizada a gran escala de<br />

formas simbólicas en el espacio y en el tiempo 5 .<br />

Teniendo en cuenta los diversos contextos sociales<br />

que rodean al escolar de hoy, ¿cuál es el alcance de los<br />

esfuerzos de las instituciones educativas para formar<br />

ciudadanos?<br />

Su papel como agente educador debe tener en cuenta esta<br />

realidad e idear estrategias pedagógicas que transciendan<br />

los muros de la escuela y se inserten en los procesos<br />

sociales donde hacen presencia organizaciones juveniles,<br />

videojuegos, películas, televisión, cable, Internet,<br />

móviles, y un interminable etcétera que va al ritmo del<br />

desarrollo tecnológico.<br />

Hace cuarenta años Alejo Carpentier planteaba que<br />

el estilo de las ciudades latinoamericanas era no tener<br />

estilo, y con el tiempo esos desafíos existentes se iban<br />

haciendo estilos 6 .<br />

Hoy las ciudades son el centro del desarrollo de la<br />

cultura y su estilo sigue un largo proceso de definición:<br />

“…la ciudad es sobre todo el desconcierto y el espacio<br />

en que se pierde la memoria… la ciudad identificada<br />

como lugar de lo artificial y lo complejo”, porque supera<br />

lo rural y simple 7 .<br />

5 Thompson, John B. Los media y la modernidad, Barcelona: Ediciones Paidós, 1998, p. 35.<br />

6 Carpetier, Alejo. Tientos y diferencias, Buenos Aires: Calicanto Editorial, 1967, p. 18.<br />

7 Martín-Barbero, Jesús. De los medios a las mediaciones, Barcelona: Editorial Gustavo Gili, 1987, pp. 182-209.


Es indudable que el desbordamiento de ciudades como<br />

Bogotá, México D. F. o Sao Pablo ha generado un modelo<br />

propio, cuna de la hibridación de las culturas, creando<br />

otras. Nueva cultura, por ejemplo, la del barrio que se<br />

origina en: “una ciudad desbordada en su geografía y<br />

en su moral: las situaciones de hecho —invasiones de<br />

terrenos en la periferia para habitar y de las calles del<br />

centro que permitan sobrevivir— reproducen nuevas<br />

fuentes de derecho reconocidas o permitidas por un<br />

Estado a su vez desbordado” 8 .<br />

Las culturas campesinas tradicionales ya no representan<br />

la parte mayoritaria de la cultura popular. En las<br />

últimas décadas las ciudades latinoamericanas pasaron<br />

a contener entre el 60 y el 70 por ciento de los<br />

habitantes 9 .<br />

…Y la masa siguió invadiendo todo. Porque en medio<br />

de su ignorancia de las normas y del desafío que su sola<br />

presencia entrañaba, su deseo más secreto era acceder<br />

a los bienes que representaba la ciudad 10 .<br />

Por una parte, la presencia desbordante de la masa<br />

impone sus costumbres, sus formas de comportamiento<br />

(habitus disímiles y difusos), haciendo perder vigencia<br />

a la consideración de lo cultural como lo selecto, lo<br />

culto… “visión culta de la cultura —por lo demás<br />

absurda en una época de primacía de las formas y de<br />

los contenidos de la cultura de masas, de los medios de<br />

comunicación y de la industria cultural” 11 —.<br />

8 Ibíd., p. 215.<br />

9 García Canclini, Néstor. Culturas híbridas, México: Editorial Grijalbo, 1989, p. 203.<br />

10 Martín-Barbero, op. cit., p. 172.<br />

11 Brunner, José Joaquín. América Latina, cultura y modernidad, México: Editorial Grijalbo, 1992, p. 173.<br />

12 García Canclini, op. cit., p. 203.<br />

13 Bruner, Joaquín, op. cit., p. 181.<br />

Por otra parte, también se desvanece la concepción de<br />

los “folcloristas románticos”, que ven en el folclor lo<br />

auténtico y válido culturalmente, necesario de preservar<br />

y difundir. “Aun en zonas rurales, el folclor no tiene<br />

hoy el carácter cerrado y estable del universo arcaico,<br />

pues se desarrolla en las relaciones versátiles que las<br />

tradiciones tejen con la vida urbana, las migraciones,<br />

el turismo, la secularización y las opciones simbólicas<br />

ofrecidas tanto por los medios electrónicos como por<br />

nuevos movimientos religiosos o por la reformulación<br />

de los antiguos” 12 .<br />

La cultura adquiere entonces otras dimensiones,<br />

especialmente la de la heterogeneidad, la pluralidad y su<br />

coexistencia. En este punto coinciden Martín, Bruner y<br />

Canclini, autores que proponen un mapa para el estudio,<br />

análisis y transformación de nuestra realidad cultural:<br />

En el caso de América Latina, como decíamos, el<br />

motor de la modernidad —el mercado internacional—<br />

provoca y luego refuerza un incesante movimiento de<br />

heterogeneización de la cultura, poniendo en juego,<br />

estimulando y reproduciendo una pluralidad de lógicas<br />

que actúan todas ellas entrecruzándose 13 .<br />

Hemos pasado de sociedades dispersas en miles de<br />

comunidades campesinas con culturas tradicionales<br />

locales homogéneas en algunas regiones con fuertes<br />

raíces indígenas, poco comunicadas con el resto de cada<br />

nación, a una trama mayoritariamente urbana, donde se<br />

dispone de una oferta simbólica heterogénea, renovada<br />

17<br />

137


Ciudadanía, sociedad, cultura, educación<br />

138<br />

por una constante interacción local con redes nacionales<br />

y transnacionales de comunicación 14 .<br />

[…] la verdad cultural de estos países: el mestizaje,<br />

que no es sólo el hecho racial del que venimos, sino la<br />

trama hoy de modernidad y discontinuidades culturales,<br />

de formaciones sociales y estructuras del sentimiento,<br />

de memorias e imaginarios que revuelven lo indígena<br />

con lo rural, lo rural con lo urbano, el folklore con lo<br />

popular y lo popular con lo masivo 15 .<br />

Estos planteamientos rescatan lo popular, realizando<br />

un análisis histórico desde el surgimiento mismo de los<br />

conceptos de pueblo y masa en 1835, según Martín,<br />

hasta llegar a una reubicación de lo popular en cuanto<br />

a manifestación diferente a la hegemónica: “Y estamos<br />

descubriendo estos últimos años que lo popular no habla<br />

únicamente desde las culturas indígenas o las campesinas,<br />

sino también desde la trama espesa de los mestizajes y<br />

las deformaciones de lo urbano y lo masivo”.<br />

14 García Canclini, op. cit., p. 265.<br />

15 Martín-Barbero, Jesús. De los medios a las mediaciones, Barcelona: Editorial Gustavo Gili, 1987, p. 10.<br />

Junto con la descentración del conocimiento de la<br />

escuela, la pérdida de hegemonía de la Iglesia católica<br />

frente a nuevas Iglesias, la pérdida de credibilidad en los<br />

partidos políticos, la desmembración de las comunidades<br />

y de las familias por el desplazamiento forzado, han<br />

generado otros medios de transmisión de formas de<br />

pensamiento y comportamiento.<br />

Esos estudios han sentado las bases para demostrar que<br />

existen en Colombia otros agentes persuasivos distintos<br />

de los hegemónicos en la primera mitad del siglo XX,<br />

porque la situación de cambio social ha dado paso a otro<br />

tipo de núcleos sociales, “escuelas de formación”, que<br />

cumplen las funciones de inculcación de “estructuras de<br />

percepción y valoración”.<br />

Por la teoría de la recepción cultural se puede<br />

comprender que la asimilación de imágenes,<br />

interpretaciones, valores, y prácticas institucionalizadas,<br />

vehiculizadas desde el Estado, las Iglesias, los medios


de comunicación, etc., es resignificada y recreada<br />

en función de matrices sociales y culturales previas.<br />

La pertenencia a una familia, el origen en único,<br />

la territorialidad barrial, las adhesiones religiosas,<br />

culturales, etc., crean identidades restringidas, a algunas<br />

de las cuales nos referiremos luego, que funcionan como<br />

“comunidades de sentido" 16 .<br />

Sus observaciones y planteamientos se abren a la<br />

posibilidad del diálogo con otros investigadores, pero<br />

centrando su mirada en los países latinoamericanos y<br />

desde ellos avanzando en las representaciones de las<br />

realidades de estas problemáticas bajo una perspectiva<br />

interna que tiene en cuenta su diferencia con los modelos<br />

investigativos elaborados sobre otras realidades.<br />

Es importante observar que las obras de Bourdieu están<br />

centradas en la sociedad francesa, como él mismo lo<br />

enfatiza, advirtiendo sobre el uso descontextualizado<br />

de los conceptos.<br />

Una alerta sobre el alcance de las investigaciones de<br />

Pierre Bourdieu para América Latina está citada en<br />

“Formas de sociabilidad y construcción de identidades<br />

en el campo urbano popular”:<br />

Con todo, el reproductivismo bourdieano adscrito<br />

al estructuralismo, paradigma que el autor ha<br />

buscado trascender sin lograrlo plenamente, se nos<br />

revela fecundo en un primer nivel de análisis, pero<br />

insuficiente, pensando desde el específico contexto<br />

latinoamericano, para comprender la dinámica del<br />

campo popular, la red, la recepción, la resignificación y<br />

la recreación desde sus matrices societarias y culturales<br />

de elementos económicos, formas de sociabilidad y<br />

rasgos culturales de la sociedad hegemónica de los<br />

16 Jaramillo, Jaime Eduardo, op. cit., p. 177.<br />

17 Jaramillo, Jaime Eduardo, op. cit., p. 178.<br />

textos, sonidos e imágenes de los mass media, así como<br />

el sincretismo que establece, en el marco urbano, entre<br />

las diversas subculturas regionales, campesinas, étnicas,<br />

etc. […] En este campo ambiguo, no reductible a las<br />

categorías antinómicas sumisión–resistencia, el sistema<br />

de Bourdieu se nos revela insuficiente 17 .<br />

Estos conceptos sólo cobran sentido después de un<br />

proceso de investigación que permita, incluso, crear<br />

antinomias diferentes a las de “sumisión-resistencia”<br />

que rompe la figura del latino.<br />

El complejo proceso de adquisición de habitus de<br />

comportamiento ciudadano sólo puede darse en tanto<br />

se ejerce la ciudadanía interactuando con los otros<br />

ciudadanos, en los diversos espacios que conforman la<br />

ciudad.<br />

Tratar de comprender el papel que juega la institución<br />

educativa en los procesos de formación <strong>ciudadana</strong> y<br />

su relación (su posición en el campo) con los otros<br />

agentes inculcadores existentes en la ciudad, es<br />

indispensable para la comprensión de los procesos de<br />

formación <strong>ciudadana</strong> y la formulación de directrices<br />

educativas y metodologías para impulsar los valores de<br />

convivencia pacífica, de cuidado del medio ambiente,<br />

de la conservación y desarrollo del patrimonio cultural<br />

material e inmaterial, y de la vigilancia, la observación y<br />

la práctica de los procedimientos convenidos por todos.<br />

El ejercicio de la ciudadanía se da plenamente en la<br />

ciudad fragmentada, donde coexiste la mixtura de<br />

culturas en un proceso hacia la interculturalidad, con un<br />

campo de interacciones sociales que en diversas esferas<br />

de la vida parten de olvidar, ignorar o desconocer un<br />

derecho fundamental esencial para los demás, el valor<br />

de la vida y el derecho a conservarla.<br />

17<br />

139


Ciudadanía, sociedad, cultura, educación<br />

140<br />

Valorar la vida es el mínimo derecho y la mínima<br />

obligación para que los demás derechos colectivos se<br />

puedan ejercer.<br />

Teniendo siempre en mente el principio de la vida y su<br />

derecho a conservarla y disfrutarla es pertinente abordar<br />

elementos teórico-conceptuales claves para establecer<br />

programas de formación <strong>ciudadana</strong>.<br />

2. Elementos teóricos conceptuales<br />

Por Marcos González Pérez<br />

La ciudad es una “región de regiones”, de tal manera<br />

que su composición cultural es una gama de urdimbres<br />

y tramas que se pueden ubicar en el concepto de la<br />

interculturalidad.<br />

Siguiendo a Carmel Camillieri 18 , entendemos que esta<br />

noción se emplea bajo cuatro grandes acepciones:<br />

a. Sin tener en cuenta el prefijo inter, se aplica<br />

al conjunto de situaciones donde interviene la<br />

variable cultura, de tal manera que cultura e<br />

intercultura no tienen una aplicación especial<br />

para cada caso.<br />

b. Más a menudo, la palabra es empleada para<br />

referirse a situaciones en las cuales aparecen<br />

dos culturas, por ejemplo, para ver lo que pasa<br />

cuando ambas son llevadas a coexistir.<br />

c. El calificativo es igualmente tomado por los<br />

analistas de los obstáculos que aparecen en la<br />

comunicación, cuando se trata de coexistencia.<br />

Aquí, emerge al menos indirectamente el<br />

cuidado que se debe tener para mejorar<br />

los intercambios entre los sistemas y sus<br />

representantes, y en donde aparece sin duda el<br />

prefijo inter.<br />

d. Finalmente en el deseo de instaurar la<br />

comunicación para evitar dominantes, aparece<br />

el proyecto de organizar la relación entre<br />

grupos o individuos culturalmente diferentes,<br />

de manera que se puedan evitar disfunciones de<br />

la cohabitación o, mejor, buscando obtener las<br />

diversas ventajas de esta situación19 .<br />

Para una aproximación a la interculturalidad podemos<br />

partir de la definición de cultura, considerada<br />

“esencialmente como un campo semiótico. Creyendo<br />

con Max Weber que el hombre es un animal inserto<br />

en tramas de significación que él mismo ha tejido,<br />

18 Camillieri, Carmen. “Relations et apprentissages interculturels: réflexion d´ensemble”, en Abdallah- Pretceille Martine y<br />

Thomas Alexander, Relations et Apprentissages Interculturels, Paris, Armand Colin, 1995, pp. 135-136.<br />

19 Ibíd., pp. 135-136.


puede considerarse la cultura esa urdimbre, y que el<br />

análisis de la cultura ha de ser por lo tanto, no una<br />

ciencia experimental en busca de leyes, sino una ciencia<br />

interpretativa en busca de significaciones” 20 .<br />

En este sentido interpretar la realidad significa buscar<br />

las significaciones que la población escolar (estudiantes,<br />

maestros y padres de familia) han venido construyendo<br />

a través de simbolizaciones muy propias de las<br />

cotidianidades urbanas.<br />

Se trata entonces de comprender que la “educación<br />

intercultural se inscribe como discurso pedagógico<br />

de la diferencia y la identidad” 21 y que el objeto de la<br />

pedagogía intercultural debe ser, además de las propias<br />

instituciones educativas, “los espacios de educación y<br />

los discursos pedagógicos en tanto que configuraciones<br />

de unas formas concretas de identidad” 22 .<br />

Es claro entonces que las reivindicaciones comunitarias,<br />

en este caso el respeto de los derechos colectivos y la<br />

apropiación de los espacios de la ciudad, son ejes de<br />

la articulación que se debe buscar entre convivencia y<br />

tejido social. Así, la interculturalidad nos remite a la<br />

búsqueda de la diversidad, “a la diferencia establecida<br />

desde lo cultural y a la forma en que cada sujeto articula<br />

lo identitario con la sociedad de la que forma parte” 23 ,<br />

20 Geertz, Clifford. La interpretación de las culturas, Barcelona: Gedisa, 1989, p. 20.<br />

21 Ytarte, Rosa Marí, op. cit., p. 25.<br />

22 Ibíd., p. 25.<br />

23 Ibíd., p. 26.<br />

24 Ibíd., p. 19.<br />

principalmente, porque las culturas “son maneras de<br />

interpretar y significar la realidad” y, dado que son<br />

simbólicas, “están sujetas a influencias, préstamos<br />

y cambios de todo tipo, adaptativos unos, negativos<br />

otros” 24 .<br />

Por otra parte, tomando en cuenta el papel de las<br />

disciplinas y de la multidisciplina en la aproximación<br />

a un objeto de estudio, la formulación de políticas y<br />

metodologías para la formación <strong>ciudadana</strong> debe construir<br />

el campo de la interdisciplinariedad, entendida como el<br />

espacio en el cual se desborda el simple encuentro de las<br />

disciplinas y más bien utiliza su presencia para intentar<br />

una síntesis entre los métodos de cada una de ellas.<br />

La interdisciplina no abandona la unidad del objeto y<br />

más bien muestra su complejidad. La interdisciplina<br />

“no puede tratarse como un método sino como una<br />

forma estratégica de abordar el conocimiento, el cual<br />

a medida que avanza debe inventar senderos, tomar<br />

caminos no conocidos en la búsqueda de resolver<br />

dificultades, recurrir a otras disciplinas de las cuales no<br />

se tomaba en un principio su aporte de tal manera que<br />

la interdisciplinariedad es el lugar geométrico donde se<br />

manifiesta el conjunto de esas estrategias” 25 .<br />

25 Ver González Pérez, Marcos. La investigación interdisciplinaria, Bogotá: Editorial Magisterio, 1998, p. 7, y Resweber, Jean Paul.<br />

La Méthode interdisciplinaire, París: PUF, 1981.<br />

17<br />

141


Ciudadanía, sociedad, cultura, educación<br />

142<br />

Este concepto debe ser aplicado en dos sentidos: por<br />

una parte, es evidente que el proceso de construcción<br />

de cultura <strong>ciudadana</strong> es emprendido por profesionales,<br />

cuyos discursos provienen de diversas disciplinas que<br />

deben empeñarse en encontrar conectores conceptuales<br />

adecuados para abordar el acompañamiento del<br />

proceso en su conjunto y en sus especificidades.<br />

Por otra parte, por los propios actores centrales<br />

del aprendizaje, principalmente, porque desde una<br />

perspectiva intercultural “la educación debe pensar en<br />

diseñar prácticas educativas capaces de generar distintas<br />

narraciones e identidades” 26 .<br />

Los avances conceptuales, al reflexionar sobre las<br />

ciudadanías, han podido determinar que uno de los<br />

elementos esenciales en la construcción de una cultura<br />

<strong>ciudadana</strong> debe tener en cuenta como uno de sus ejes<br />

la idea de convivencia, noción que pretende superar un<br />

establecimiento de normas, trátese de normas mínimas<br />

o de normas morales, para coexistir. “La articulación de<br />

la convivencia en sociedades cada vez más multiculturales<br />

es uno de los desafíos más importantes que tienen<br />

las sociedades del mañana” 27 , y puede orientar los<br />

programas de pedagogía <strong>ciudadana</strong>.<br />

En este sentido, vale la pena apuntar a profundizar, en<br />

una relación teórico-práctica, nociones tales como el<br />

“reconocimiento de las diferencias” o “las relaciones de<br />

reconocimiento recíproco”, lo cual nos guía hacia una<br />

discusión del significado de las condiciones jurídico-<br />

políticas indispensables para la aprehensión de cultura<br />

<strong>ciudadana</strong>, pero también para pensar la construcción<br />

26 Rotger, Antoni, “Prólogo”, en Ytarte, Rosa Marí, op. cit., p. 19.<br />

27 Silveira; Héctor, y otros. Identidades comunitarias y democracia, Barcelona: Editorial Trotta, 2000, p. 4.<br />

28 Couedel, A.; Blondeau, N. Pedagogía de proyecto, interculturalidad y dinámica social, p. 3.<br />

29 Couedel, A.; Blondeau, N. Pedagogía de acción y de transformación social, p. 4.<br />

de ciudadanías o en las perspectivas de avistar un<br />

buen morador de la ciudad, en el marco de procesos<br />

de aprendizajes de cohesiones sociales en sociedades<br />

fragmentadas.<br />

Así, el significado de nuestra acción de acompañar<br />

procesos de formación <strong>ciudadana</strong> nos obliga a entender<br />

que más allá de todo discurso moral o cultural se impone<br />

una construcción de ciudadanía desde la esfera de lo<br />

social, dado que se trata de intervenir en dispositivos<br />

sociales que se pretenden transformar.<br />

Si consideramos que los moradores de Bogotá no tienen<br />

realmente prácticas de cultura <strong>ciudadana</strong>, el sentido<br />

de trabajar la interculturalidad debe hacerse teniendo<br />

en cuenta los valores dominantes de los dispositivos<br />

sociales que se oponen a otra serie de valores que no<br />

han sido reconocidos o aprehendidos por los colectivos<br />

o comunidades bogotanas. De esa manera, el aprendizaje<br />

de cultura <strong>ciudadana</strong> “debe estar estrechamente asociado<br />

a la situación concreta que vive el alumno” 28 y ésta es<br />

determinada tanto por las relaciones sociales como por<br />

relaciones culturales; con base en ello, este proceso sirve<br />

para que “los sujetos sociales transformen el mundo al<br />

mismo tiempo que se transforman” 29 .<br />

Podemos tener en cuenta que la ciudadanía relacionada<br />

con el tema de construcción de pedagogía <strong>ciudadana</strong> en<br />

el nivel escolar, en una ciudad como Bogotá, tiene en<br />

los conceptos de igualdad, diversidad e identidad, tres<br />

claves para su comprensión.


El primero, basado en el reconocimiento social de los<br />

moradores, mediante el cual se propician ejercicios de<br />

inclusión tanto desde el Estado como por las acciones<br />

de las propias comunidades 30 .<br />

El segundo, el de la diversidad, aceptado como<br />

norma constitucional, pero que adquiere validez sólo<br />

cuando se convierte en una práctica permeada por el<br />

reconocimiento social.<br />

La identidad se relaciona con las actitudes y<br />

comportamientos de pertenencia hacia los espacios<br />

que brinda la ciudad, comprendidos los territoriales 31 ,<br />

pero también los mentales, en el sentido de considerar<br />

la ciudad como su lugar referencial de hábitat.<br />

No se trata de crear una comunidad política, en el<br />

sentido de pertenecer a una nación o a una ciudad, sino<br />

de establecer una serie de articulaciones de convivencia<br />

para un mejor aprovechamiento de ésta.<br />

Dichos elementos deben hacer parte de la problemática<br />

que se requiere abordar en el aprendizaje ciudadano,<br />

dado que la experiencia hasta ahora vivida por la mayoría<br />

de los moradores de la capital es la de no tener un apego<br />

real a la ciudad.<br />

En todo caso, “…la perspectiva intercultural, basada<br />

en los conceptos de ciudadanía y pluralidad, requiere<br />

una práctica educativa en la que la identificación con<br />

estos principios no signifique la renuncia a las formas<br />

particulares de identidad” 32 .<br />

Significa esto que las raíces culturales aprehendidas por<br />

los moradores que vienen de la periferia a la capital<br />

pueden, en muchos casos, mantenerse, pero en otros,<br />

sentir las interferencias de la vivencia capitalina por<br />

la acción de entrecruzamiento con otras prácticas<br />

culturales. He ahí otro de los retos del proceso: verificar<br />

la construcción de una cultura del morador actual de la<br />

ciudad que puede haber creado un nuevo bogotano, poco<br />

observable en los comportamientos de los adultos pero<br />

posiblemente expreso en la población infantil y juvenil.<br />

30 Un buen ejemplo de estas construcciones en la ciudad capital se puede ver en los procesos festivos escolares y en los comunitarios.<br />

Ver: González Pérez, Marcos, El mapa festivo de Bogotá, Ediciones Intercultura, 2007.<br />

31 Hobsbawm, Eric, “Identidad”, en Silveira, Héctor y otros, op. cit., p. 48: “La identidad primordial que la mayoría de nosotros<br />

hemos elegido (…) es la del estado territorial, es decir, una institución que establece un principio de autoridad sobre cada uno<br />

de los habitantes de un trozo del mapa”.<br />

32 Ytarte, Rosa Marí, op. cit., p. 182.<br />

17<br />

143


Ciudadanía, sociedad, cultura, educación<br />

144<br />

No se trata de encontrar una sociedad homogénea en una ciudad fragmentada socialmente, pero<br />

sí de intentar crear condiciones de cohesión social o comunitaria orientadas al “bien común” 33 , y<br />

la pertenencia o identidad es uno de los imaginarios esenciales.<br />

3. Los elementos comunicativos y emotivos<br />

Por Julio César Goyes Narváez<br />

Los conceptos de interculturalidad e interdisciplinariedad toman aquí matices derivados hacia la<br />

comunicación, especialmente la audiovisual, y a la metodología o campo experiencial de frontera.<br />

La cultura audiovisual es interdisciplinaria y fronteriza e igualmente urbana; es decir, la caída de<br />

los macrorrelatos o metarrelatos (cultura <strong>ciudadana</strong>, planificación urbana, políticas públicas, etc.,<br />

como todas la disciplinas que se refieren a totalidades y, digamos que, a generalidades) dieron paso<br />

a las redes locales y a las tramas singulares. Una pregunta primaria podría ser: ¿con qué mirada,<br />

experiencia y metodología podemos conocer el mundo ya no totalizado sino fragmentado de la<br />

ciudad?<br />

En todo caso, esta pregunta, si bien no tiene una respuesta definitiva, sí posee un principio, una<br />

forma de comprenderla, de pensarla, de imaginarla: podemos acercarnos a la ciudad fragmentada,<br />

a su trama <strong>ciudadana</strong>, desde los fragmentos narrativos, esto es, desde las ciudades experimentadas,<br />

imaginadas, soñadas, padecidas, disfrutadas, repudiadas…<br />

Proponemos abrir las interrogaciones por esos conceptos macro, aunque eso no signifique<br />

anclarse para esperar la respuesta: pedagogía, infancia, escolaridad, ciudad, ciudadanía, cultura,<br />

comunicación, saber, poder, interdisciplinariedad, interculturalidad, deberes, derechos, etc., ¿vale<br />

la pena insistir en un esencialismo caduco?, ¿hasta dónde podemos definir esos términos, acaso<br />

no hay suficiente ilustración sobre ello? y, en cambio: ¿Qué hay de la experiencia, la existencia,<br />

de la acción y la práctica? ¿Cómo acudir a un proceso y una experiencia para llegar al concepto?<br />

¿No es la misma ciudad, es decir, su experiencia, la que nos enfrenta a lo real por vía imaginaria?<br />

¿Y no es justamente la infancia la que hace memoria y metaforiza el olvido de esa ciudad-barrio,<br />

ciudad-casa, ciudad-calle, en la que acontece? Sin embargo, y en todo caso, experiencia no existe si<br />

no hay simbolización, lo cual quiere decir que hay que contar lo ocurrido y luego volver a contarlo.<br />

Digamos algo más, para seguir contribuyendo a la con-fusión: tal vez basten los conceptos que ya<br />

hay, quizá lo que deseamos sean experiencias. De otra manera: acaso los procesos, los desempeños<br />

ciudadanos nos lleven a escapar a algunos conceptos, pues si no están, habrá entonces que darles<br />

nombre, construirlos.<br />

33 El término es de Hobsbawm, Eric, “Identidad”, en Silveira, Héctor y otros, op. cit., p. 49. Además, según el autor, “…la razón<br />

obvia por la cual esto es así es que, desde que el mundo es mundo, ningún territorio —cualquiera que sea su tamaño— ha sido<br />

habitado por una única población homogénea, ya sea cultural, étnica o de cualquier otros aspecto”, ibíd., p. 50.


La comunicación es intercultural. La comunicación, tal como<br />

la concebimos hoy, no se restringe al esquema instrumental<br />

emisor-mensaje-receptor, tampoco a la circulación de<br />

información; ante todo, como lenguaje (verbal y no verbal)<br />

que la constituye, es experiencia. La comunicación es<br />

mucho más que intercambio de mensajes; es, sobre todo,<br />

una construcción de sentido interactiva e intercultural.<br />

Esta interculturalidad es interdisciplinariedad, donde los<br />

conocimientos, las prácticas y los valores toman forma crítica<br />

y creativa, superando las prácticas comunicativas y educativas<br />

homogeneizantes y excluyentes construidas alrededor de la<br />

cultura occidental como único referente válido.<br />

La interculturalidad se hace posible cuando la comunicación<br />

entra en sinergia con los ámbitos cognitivos, emotivos y<br />

situacionales. Aclaremos, entonces, que la comunicación que<br />

nos interesa tiene especificidad audiovisual, puesto que ésta<br />

es un acto cognitivo y emotivo al tiempo, y como acto tiene<br />

presencia performática. Todo modo de ver es la posibilidad<br />

de construir una mirada, de empoderar esa mirada; no<br />

obstante, un modo de ver también es una forma de no ver,<br />

de ocultar. La percepción es, por definición, selectiva.<br />

Cuando percibimos estamos ya pensando, sostendría Rudolf<br />

Arheim, y lo hacemos porque la percepción selecciona y<br />

combina al unísono. De suerte que vemos desde un punto<br />

de vista, desde un prejuicio, un saber-poder o un podersaber.<br />

Se trata de revalorar la emoción, el sentimiento<br />

y la expresión que hasta hace poco se han tenido como<br />

reacciones irracionales, poco fiables para el conocimiento;<br />

por esto la educación no se ha apoyado en la interactuación<br />

de la intuición con el intelecto, la imagen con el concepto,<br />

la imaginación con la razón ¿Y dónde queda el cuerpo, el<br />

otro gran excluido del discurso educativo?, tema que merece<br />

capítulo aparte y que no puede dejarse de lado al considerar<br />

el ejercicio de la ciudadanía y la pedagogía <strong>ciudadana</strong>.<br />

La ciudad audiovisual es cinética (movimiento), cinésica<br />

(gestualidad), proxémica (espacio como construcción<br />

cultural), telemática (redes y servicios comunicacionales),<br />

informática (información), poética (especificidad imaginaria,<br />

17<br />

145


Ciudadanía, sociedad, cultura, educación<br />

146<br />

experiencia estética), cinematográfica (cine y fotografía),<br />

plástica (pintura y afines), errática (errante, viajera),<br />

acusmática (la voz sin imagen, sin reconocer la fuente),<br />

narrativa (relatos), performática (sentidos en proceso,<br />

actuación, transformación, participación, choque,<br />

experiencia, etc.) y demás.<br />

Dijimos cognición, auto-conciencia, conciencia e<br />

inconsciencia de nuestras identidades y diferencias<br />

culturales, de nuestras teorías y experiencias<br />

comunicativas. La interculturalidad abandona la<br />

teoría general, su racionalismo y empirismo, y busca<br />

las articulaciones de la cultura, pues considera que la<br />

realidad es una construcción.<br />

La realidad social no tiene existencia con independencia<br />

de los actores y las teorías que le dan forma, y del<br />

lenguaje, que permite conceptualizarla y comunicarla.<br />

Las interpretaciones son subjetivas: la objetividad se<br />

compone de enunciados sometidos a condiciones<br />

de enunciación, a la identidad y a las posiciones de<br />

los sujetos de la enunciación.<br />

Los valores son relativos: historia personal y<br />

convenciones colectivas.<br />

El conocimiento es un hecho político: actividad<br />

social, relaciones concretas a que dan lugar,<br />

relaciones de fuerza, intereses de grupos que<br />

defienden determinadas categorías y valores, y cómo<br />

se margina a otros grupos.<br />

La epistemología intercultural invoca la inestabilidad,<br />

el mestizaje, el relativismo como fundamento de<br />

aproximación. “Las sociedades que se consideran<br />

34 Lepantine y Nous, citado por Miguel Rodrigo Alsina, 1999, p. 49.<br />

‘racionales’ soportan con dificultad la ambigüedad<br />

y la ambivalencia del devenir mestizo. Estas<br />

sociedades desconfían de la pluralidad y buscan<br />

imponer las conductas dominantes exclusivas, una<br />

visión única del mundo orientando todas las esferas<br />

de la vida social” 34 .<br />

La visión monocultural busca el esencialismo<br />

identitario.<br />

La perspectiva multicultural observa a las identidades<br />

como resultado de una evolución histórica, de<br />

elecciones políticas y económicas y, sobre todo, de<br />

interacciones continuas con otras identidades en<br />

el espacio social.


Las diferencias<br />

¿Quién tiene el poder para establecer los rasgos distintivos<br />

de las razas o de la identidad de las culturas? ¿Quién va<br />

a construir esta identidad de la cultura canónica a la<br />

que debemos aproximarnos para ser identificados y<br />

aceptados como miembros de la comunidad? ¿Cuál es<br />

el grado de diferencias que la comunidad nos permitirá<br />

antes de estigmatizarnos?<br />

La alternativa es la pluralidad de las identidades. La<br />

identidad es una relación dialéctica entre el “yo” y el<br />

“otro”. No hay identidad sin “el otro”. Por consiguiente,<br />

al hablar de la identidad propia hay que valorar también<br />

la identidad ajena. Como señala Weber, “por lo que hace<br />

a la comprensión y a la comunicación debemos darnos<br />

cuenta de que el otro, que no pertenece a mi cultura, no<br />

piensa obligatoriamente la realidad como yo la conozco,<br />

y a la inversa” 35 .<br />

De suerte que una competencia intercultural, es,<br />

siguiendo a Weber, la superación de uno mismo, el<br />

trabajo con los puntos alternativos de los demás, la<br />

habilidad para negociar los significados culturales y<br />

para actuar comunicativamente de una forma eficaz<br />

de acuerdo con las múltiples identidades de los<br />

participantes. Tal vez por esto, la interculturalidad tendría<br />

algo así como unas máximas cuya sinergia oscila entre la<br />

ficción, la información y la comunicación interpersonal.<br />

Nada es inmutable.<br />

No hay posiciones universales.<br />

Es preciso aceptar el conflicto y la posibilidad de<br />

que se hieran los sentimientos.<br />

35 Alsina, Miguel Rodrigo. Comunicación intercultural, Barcelona: Anthropos, 1999, p. 55.<br />

36 Alsina, Miguel Rodrigo, op cit., p. 238.<br />

Las historias que nos han contado son perversas,<br />

pues nuestras identidades se han hecho en oposición<br />

a las de otros.<br />

Nada está cerrado.<br />

Establecer unos consensos, un orden, un cronograma,<br />

no va en contra de la interculturalidad, si ese espacio<br />

es, justamente, para defenderla. De lo contrario, la<br />

anarquía impediría ver el bosque como “un verde<br />

de todos los colores” (Aurelio Arturo). Habrá que<br />

intentar, como nos lo recuerda Edgar Morin en<br />

una entrevista (El País, 18/7/1992), ser a la vez<br />

conservadores y revolucionarios:<br />

Neils Bohr, el gran físico, decía que lo contrario de una<br />

verdad vulgar es un error estúpido. Por ejemplo, si yo<br />

digo que esa mesa es una mesa y usted dice que es un<br />

sillón, usted dice una estupidez. Pero Bohr añadía que<br />

lo contrario de una verdad profunda es otra verdad<br />

profunda. Hoy día hay que ser a la vez conservador<br />

y revolucionario. Conservador en el sentido de que,<br />

si se quiere mejorar la humanidad, hay que volver a<br />

leer a Sócrates, a Montaigne, a los filósofos y a los<br />

poetas. Pero si queremos sobrevivir, conservar la vida,<br />

hay que cambiar la organización social y política del<br />

planeta. Hay que dar nuevos sentidos a las expresiones<br />

conservación y revolución, hay que reconciliar dos<br />

verdades profundas. Es una verdad conservadora decir<br />

que un ser humano no vive de modo abstracto, necesita<br />

tener raíces, pero una vida humana no puede ser plena<br />

si no hay una relación rica entre el pasado, el presente<br />

y el futuro. El pensamiento simplificador rechaza las<br />

contradicciones: el pensamiento complejo, las asume 36 .<br />

17<br />

147


Ciudadanía, sociedad, cultura, educación<br />

148<br />

Dos referencias son importantes para justificar la mirada<br />

epistemológica desde donde se construirá y tendrá<br />

sentido este discurso: la mentalidad interdisciplinaria y<br />

la teoría de la frontera.<br />

La mentalidad interdisciplinaria reconfigura los saberes y<br />

prácticas que se abrieron camino cuestionando los modelos<br />

cosmológicos y teológicos que daban fundamento a las<br />

antiguas teorías. El hecho es que la hiperespecialización<br />

del saber moderno ha ido disolviéndose en los espacios<br />

de conocimiento humano y social, tan interdisciplinarios<br />

como transdisciplinarios en la posmodernidad. Estamos<br />

no bajo, sino en, el flujo y transición de las disciplinas,<br />

ahora nómadas, blandas e incestuosas, que dan origen<br />

a múltiples y diversas teorías y metodologías que se<br />

revisitan entre sí, polemizando “los grandes relatos”.<br />

No se expondrán aquí los análisis, revisiones y críticas<br />

llevadas a cabo con suficiente contundencia y claridad<br />

por Jürgen Habermas, Jean Francois Lyotar, Jacques<br />

Derrida, Marshal Berman, Gilles Lipovetsky, Gianni<br />

Vattimo, Fredric Jamenson, Slavoj Zîzik y otros.


Digamos, no obstante, algo más de la interdisciplinariedad;<br />

pensémosla más como una actitud mental del investigador<br />

y no tanto un método que sistematiza y procesa etapas,<br />

pues la pluralidad de voces deben aparecen en sus<br />

acuerdos. “El saber es por naturaleza interdisciplinario,<br />

pero no progresa sino cuando logra significar entre los<br />

discursos plurales que lo componen, razón por la cual<br />

regula el surgimiento de disciplinas sobre su campo” 37 .<br />

De suerte que ya no nos remitimos a la concepción<br />

griega de saber unificado, sólido, duro, sino que en la<br />

modernidad y su espejo posmoderno, ese saber está en<br />

construcción, haciéndose continuamente, y es por ello<br />

que la interdisciplinariedad protagoniza toda búsqueda.<br />

Si la interdisciplina supera la pluridisciplina, que no es<br />

más que suma de saberes, es porque sintetiza conceptos,<br />

leyes y aplicaciones. Alejándose del simple encuentro, la<br />

interdisciplina afianza diferencias y se instala, o por lo<br />

menos lo intenta, como transdisciplina o antidisciplina;<br />

es decir, como una zona propia para que habite el<br />

saber entre los saberes, pero más que todo, para crear<br />

resistencia contra el Estado, la teoría y el poder que se<br />

empeñan en poseer el predomino fronterizo.<br />

37 Resweber, Jean Paul. La Pari de la transdisciplinarité, L´Harmattan, París, 2000, p. 34.<br />

Es importante comprender el lugar desde el cual<br />

se comienzan a mirar los textos audiovisuales<br />

contemporáneos, esos que como los filmes, telefilmes,<br />

seriados, dramatizados, videoclips y spots publicitarios,<br />

invaden hoy los días y los sueños. Los textos audiovisuales<br />

que habitan en alcobas, espacios educativos y centros<br />

comerciales no sólo sirven para persuadir al espectador<br />

a consumir lo que a través de su discurso se comunica<br />

o vende, sino además, y es la amenaza más problemática<br />

en este momento, que esa pulsión escópica, ese puro<br />

ver, se constituye cada vez en consumo si es especular,<br />

narcisista, despojado de su relato simbólico. Sin duda,<br />

el espectador, consume imagen. Hoy se habla de un<br />

comercial con la misma preocupación de cómo se hace<br />

de una película, una noticia, la telenovela o el suceso<br />

familiar del día. Si hasta hace poco el zapping permitía<br />

la evasión de la franja publicitaria al intentar encontrar<br />

reposo en alguna otra imagen sujetante, hoy el control,<br />

que lo tiene el “perro del Telmex”, no escapa a su<br />

retórica, mucho menos a su seducción directa e invasiva.<br />

17<br />

149


Ciudadanía, sociedad, cultura, educación<br />

150<br />

Describamos ahora algunas ideas acerca de la segunda<br />

mirada, la de la teoría de la frontera. Los estudios<br />

culturales son prueba de ello; sus vínculos con el<br />

marxismo, el psicoanálisis, la comunicación y la<br />

literatura, generó el campo; hoy los vemos enriquecidos<br />

por las reflexiones sobre el multiculturalismo y, a veces,<br />

también desdibujado por el pensamiento light. Sin<br />

embargo, los límites dan paso a los flujos, el agua rompe<br />

los estanques, y se construye una teoría de la frontera<br />

desde varios frentes (ideológicos, políticos, artísticos,<br />

culturales). Una ambigüedad preocupante surge, sin<br />

embargo: si la investigación se afianza cada vez más en<br />

el entre, en el estado poroso del flujo y del tránsito, no<br />

sucede así con la política cultural de los Gobiernos y de<br />

las instituciones educativas que continúan reafirmando<br />

los límites; prueba de ello son los nacionalismos, la<br />

construcción con ladrillos y alambres de púas entre<br />

naciones, las políticas duras contra la inmigración;<br />

las fobias; la violencia interracial; la exclusión de las<br />

comunidades minoritarias; la virulencia contra los<br />

pensadores disidentes; los estatus de ciertas disciplinas,<br />

ciertas profesiones, ciertos títulos; los hiperespecialistas<br />

y demás.<br />

Se trata de mirar desde la frontera, no como límite<br />

sino como cruce y horizonte donde está el Otro,<br />

pero además, donde se halla lo Otro. “El giro hacia la<br />

frontera —escribe Alejandro Grimson— desplazó las<br />

articulaciones de comunidad, cultura y territorio, y cobró<br />

relevancia el vínculo, la dinámica y la experiencia. Una<br />

nueva importancia adquirirían los conceptos de sujeto,<br />

historia y cultura” 38 . Estar en la frontera conlleva por su<br />

complejidad, riesgos, y más allá del cruce y el diálogo,<br />

hay que estar atento a los conflictos y estigmatizaciones,<br />

a las desigualdades y los sometimientos hegemónicos.<br />

Es preciso comprender que para cruzar fronteras no<br />

implica borrarlas, pues de lo que se trata es de ampliar<br />

el concepto de frontera combinando lo geográfico y lo<br />

simbólico con lo disciplinario. Los saberes y prácticas<br />

fronterizas se producen cuando literatura, antropología<br />

e historia, por dar un ejemplo, se combinan con<br />

neomarxismo, psicoanálisis, semiótica y feminismo.<br />

Desde ese espacio desterritorializado de nación (sobre<br />

todo patriotera), es que esta ubicación surte efectos,<br />

pues los estudios sociales y culturales poscoloniales,<br />

sobre todo, que cuestionan los territorios nacionales,<br />

38 Grimson, Alejandro. “Disputas sobre las fronteras”, en Michaelsen Scout y Johnson David (Comp.), Teoría de<br />

la frontera (los límites de la política cultural), Barcelona, Editorial Gedisa, 2003, p. 15.


dan pistas para pensar las formas y maneras de abordar<br />

los textos culturales, anclando en lo que ocupa, los<br />

textos audiovisuales. Los regímenes audiovisuales<br />

contemporáneos y sus productos cuya estructura<br />

básica es la imagen, tan innovadores como conflictivos,<br />

son producciones híbridas: realización internacional,<br />

formato devorador de formatos o sin formato<br />

(melodrama, reality, tragicomedia, docuficción, etc.),<br />

relato manierista que revisa lo clásico y mezcla lo<br />

posclásico, contenido multicultural encarnado en figuras<br />

así mismo interraciales e internacionales, tecnologías<br />

de efectos y precisión, estéticas seductoras: de choque<br />

o directas, que experimentan con la retórica, con el<br />

kisch y el pastiche. ¿No es aquí donde hoy se juegan los<br />

saberes, las prácticas y los poderes de la cultura popular<br />

y de masas; donde se negocian identidades y configuran<br />

lo sujetos?<br />

17<br />

151


Ciudadanía, sociedad, cultura, educación<br />

152<br />

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153


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Vassileff, Jean. La pédagogie du projet en formation, Chronique Sociale, Lyon, 1997.


156<br />

Escribir para la Revista Educación y Ciudad<br />

1. La revista se concibe como un medio de comunicación para potenciar la reflexión y el debate sobre los<br />

problemas de la educación en la cultura urbana y tiene como propósito fundamental difundir, entre los sectores<br />

comprometidos con el desarrollo de la educación en el país, resultados de investigación, estudios y ensayos<br />

enmarcados dentro de la orientación general de la revista y desde luego del <strong>IDEP</strong>.<br />

2. El <strong>IDEP</strong> espera contribuir con esta publicación semestral a la consolidación de una comunidad académica en<br />

educación, al fortalecimiento de una nueva identidad intelectual y profesional del maestro, a la producción de<br />

conocimiento educativo y pedagógico y a la transformación de las prácticas pedagógicas.<br />

3. El artículo debe tener una extensión máxima de 27 páginas, formato doble espacio, fuente Times New Roman,<br />

a doce puntos y deberá presentarse en formato digital e impreso. Cantidad de palabras por página: 240.<br />

4. En el cuerpo del texto no deberá haber subrayados ni negritas. Para destacar una palabra (término o expresión<br />

en otro idioma, o enfatizados) deberán emplearse bastardillas o itálicas.<br />

5. Los epígrafes irán en un punto menos (11 puntos) al cuerpo del texto.<br />

6. Las citas bibliográficas deben ir al pie de la página.<br />

7. Las referencias a todos los autores citados, deberán ir organizadas en orden alfabético al final del trabajo y se<br />

harán de la siguiente manera:<br />

a. Libros. Apellidos en altas y bajas, (coma) inicial del nombre del autor. (punto) Espacio. Año de<br />

publicación (punto). Título y subtítulo (en bastardillas). (punto) Espacio. Ciudad: (dos puntos) Editorial.<br />

(punto).<br />

Ejemplo: Álvarez-Uría, F.; Varela, J. (1991). La arqueología de la escuela. Madrid: La Piqueta.<br />

b. Artículos de revistas y capítulos de libros. Apellidos del autor en altas y bajas, (coma) inicial del nombre.<br />

(punto). Año de publicación. (punto. “Título del artículo”, (entre comillas, y punto), la preposición En:<br />

seguida de dos puntos y el nombre de la revista o del libro en bastardillas (punto). Lugar de publicación:<br />

(dos puntos) Editorial (coma), número del volumen (coma), número del ejemplar, (coma) y primera y<br />

última página del artículo o capítulo separadas por un guión. (punto).<br />

Ejemplo: Muntaner, J. X. (2000). “La metrópolis finisecular como espectáculo”. En: Revista de Estudios<br />

Sociales, Facultad de Ciencias Sociales. Bogotá, D. C.: Universidad de los Andes, Nº 5, 23-35.<br />

8. Las referencias a textos citados van abreviadas en el cuerpo del texto e irán completas en la lista bibliográfica<br />

al final del trabajo (Referencias).<br />

a. Si en el cuerpo del trabajo no se ha mencionado el autor citado, en el paréntesis que sigue a la cita en<br />

bastardilla o itálicas deberá escribirse apellido en altas y bajas, coma, año de edición del libro citado, dos<br />

puntos y el número de la página.<br />

Ejemplo: “La comunicación es asunto de interés público y privado” (Gaviria, 2006: 5).


. Si la cita tiene una extensión inferior a tres renglones, se incluirá en el cuerpo del párrafo con comilla y en<br />

bastardilla.<br />

c. Si la cita tiene más de tres renglones, irá en párrafo aparte, sin comillas, sin bastardilla, sin punto final y<br />

en 11 puntos.<br />

d. Si en el texto se ha mencionado el título de la obra y el nombre del autor, al concluir la cita se abre<br />

un paréntesis donde se escribe sólo el número de la página donde aparece la cita. Ejemplo: Siguiendo<br />

a Gaviria, la fragilidad de la memoria es tan grande que desde épocas remotas los esfuerzos del ser<br />

humano se han dirigido al registro no sólo de los sucesos insignes, aquellos que son trascendentes para<br />

una sociedad, sino de los hechos menudos, de aquellos que son significativos para una familia o para una<br />

comunidad (4).<br />

e. Cada trabajo deberá incluir un resumen de no más de 15 líneas, en castellano y en inglés, con sus palabras<br />

clave.<br />

f. Cada trabajo deberá incluir un resumen de no más de 10 líneas de la trayectoria del o de los autores, con<br />

el nombre completo, su dirección, número telefónico, fax, correo electrónico y lugar donde trabaja. Debe<br />

referenciar además las publicaciones que haya realizado.<br />

g. En la primera página de cada trabajo, deberá ir la fecha en que fue realizado y entregado a la Revista.<br />

h. El material será evaluado por el Comité de árbitros escogidos según la temática a tratar, quien determinará<br />

si será publicado o no, información que el editor transmitirá al autor o autores.<br />

i. Señale el tipo de artículo que presenta:<br />

* Artículo de investigación científi ca y tecnológica. Documento que presenta, de manera detallada, los<br />

resultados originales de proyectos terminados de investigación. La estructura generalmente utilizada<br />

contiene cuatro apartes importantes: introducción, metodología, resultados y conclusiones.<br />

* Artículo de refl exión. Documento que presenta resultados de investigación terminada desde una perspectiva<br />

analítica, interpretativa o crítica del autor, sobre un tema específico, recurriendo a fuentes originales.<br />

* Artículo de revisión. Documento resultado de una investigación terminada donde se analizan, sistematizan<br />

e integran los resultados de investigaciones publicadas o no publicadas, sobre un campo en ciencia o<br />

tecnología, con el fin de dar cuenta de los avances y las tendencias de desarrollo. Se caracteriza por presentar<br />

una cuidadosa revisión bibliográfica de por lo menos 50 referencias.<br />

* Artículo corto. Documento breve que presenta resultados originales preliminares o parciales de una<br />

investigación científica o tecnológica, que por lo general requieren de una pronta difusión.<br />

17<br />

157


158<br />

* Reporte de caso. Documento que presenta los resultados de un estudio sobre una situación particular<br />

con el fin de dar a conocer las experiencias técnicas y metodológicas consideradas en un caso específico.<br />

Incluye una revisión sistemática comentada de la literatura sobre casos análogos.<br />

* Revisión de tema. Documento resultado de la revisión crítica de la literatura sobre un tema en particular.<br />

* Cartas al editor. Posiciones críticas, analíticas o interpretativas sobre los documentos publicados en la<br />

revista, que a juicio del Comité editorial constituyen un aporte importante a la discusión del tema por<br />

parte de la comunidad científica de referencia.<br />

* Traducción. Traducciones de textos clásicos o de actualidad o transcripciones de documentos históricos o<br />

de interés particular en el dominio de publicación de la revista.<br />

* Documento de refl exión no derivado de investigación.<br />

* Reseña bibliográfi ca.<br />

Los trabajos podrán remitirse a: Revista Educación y Ciudad<br />

Instituto para la Investigación Educativa y el Desarrollo Pedagógico, <strong>IDEP</strong><br />

Avenida El Dorado N o 66-63, piso 1, Bogotá, D. C. Colombia<br />

Tel. 324 1000 Ext 9010/22, e-mail: idep@idep.edu.co – dprada@idep.edu.co<br />

Bogotá, D.C. Colombia<br />

e-mail: idep@idep.edu.co


EDUCACIÓN<br />

Instituto para la Investigación Educativa y el<br />

Desarrollo Pedagógico

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