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'EXCAVACIONES ARQUEOLOGICAS' - Marq

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No en vano llamaban los viejos del lugar "la mezquita"<br />

a un paraje en la zona de La Fonteta, en las dunas<br />

consolidadas de Guardamar del Segura. Incluso se podía<br />

ver coronando la cresta' arenosa unas piedras unidas<br />

con argamasa que en tiempos me hicieron pensar que<br />

allí había algún fortín del siglo XVII-XVIII, Y aquellos<br />

restos visibles de construcción pertenecerían a una torreta<br />

de vigía. Fue una deliciosa equivocación: en la<br />

primera campaña de excavaciones quedó claro que<br />

aquellas piedras eran lo más alto de la parte conservada<br />

de un mihrab. Habíamos cambiado de tiempo y de<br />

cultura; además la inscripción del Museo de Murcia,<br />

procedente de Guardamar, hablaba de una mezquita y<br />

en el paramento exterior de aquel mihrab se podía ver<br />

el hueco dejado por la extracción de la lápida.<br />

Después vendría la proliferación de cámaras y más<br />

cámaras; todas muy semejantes entre si y que ya no<br />

podían ser llamadas mezquitas en pura lógica. La aparición<br />

de una musal.1a modificada después y ampliada<br />

hasta convertirla en una mezquita ponía los puntos sobre<br />

las íes, al tiempo que las inscripciones arañadas en<br />

el revoco de yeso de las paredes de alg\mas cámaras<br />

dejaban bien claro que aquel conjunto era una rábita<br />

(o ribat): "Entró en esta rábita fulano hijo de mengano<br />

de la localidad ... en el sharq al-Andalus", así rezan algunos<br />

de los graffiti que han podido ser leídos.<br />

Ahora sabemos además que esta rábita estaba enclavada<br />

en una ciudad, en una zona apartada del centro<br />

urbano, y poseía una muralla propia. Uno se siente<br />

tentado de indentificar la ciudad adyacente con el topónimo<br />

Almodóvar (al-mudawwir: el rodeado, según la<br />

explicación etimológica de M. de Epalza) que aparece<br />

en los geógrafos de época islámica y que se aviene perfectamente<br />

con una instalación que ocuparía un meandro<br />

anterior a la desembocadura del Segura. Eso permitiría<br />

guardar el nombre de AI-Monastir, que utiliza<br />

y ácut en el siglo XII para denominar esta rábita que<br />

viene apareciendo de unos años a esta parte gracias a<br />

las excavaciones de R. Azuar y de su amplio equipo de<br />

colaboradores.<br />

PROLOGO<br />

El volumen misceláneo que estas líneas pretenden<br />

prologar es un ejemplo de bien hacer. Lo digo porque<br />

no es habitual, aunque sea necesario trabajar de esa<br />

manera para obtener resultados útiles, el que en un<br />

mismo volumen se conjuguen tantos diversos saberes<br />

permitiendo una visión en relieve de los variados aspectos<br />

que, adunándose, permiten captar una realidad<br />

antigua, exhumándola con sus colores naturales, y vivificándola<br />

con las diferentes pinceladas que cada uno<br />

aporta al cuadro. ¡Cuánto se ha cambiado y avanzado<br />

desde las excavaciones de hace sólo treinta años, en<br />

que lo que obsesionaba al investigador era recoger el<br />

máximo de restos de objetos, pero sin parar mientes<br />

en otros muchos indicios que eran alegremente destruídos<br />

sin pensar en que su recogida y estudio podía ilustrar<br />

en profundidad lo que las tierras removidas iban<br />

tributando! En mis tiempos de alumno de la Universidad<br />

de Valencia vi en muchas ocasiones echar a la gravera<br />

de escombros los niveles de época islámica, con<br />

todos sus tiestos y todas sus informaciones, porque<br />

"aquello no importaba, era de los moros" y había que<br />

buscar los niveles romanos donde estaba lo interesante.<br />

Recuerdo con precisión mi disgusto por tal proceder y<br />

tan pronto me hice cargo de la dirección del Museo de<br />

Alicante, eH '1966, me prometí a mí mismo propiciar<br />

en lo posible la investigación arqueológica de época islámica,<br />

huérfana a la sazón de valedores. Hubo mucha<br />

suerte. Pronto tlpareció como becario en el Museo un<br />

adolescente que prometía. Le sugerí trabajar en su Memoria<br />

de Licenciatura sobre castillos, que tanto abundan<br />

en las tierras alicantinas, y el resultado fue un excelente<br />

libro que publicó el Instituto de Estudios Alicantinos<br />

y que se agotó de inmediato. Rafael Azuar<br />

había velado sus armas arqueológicas e históricas a la<br />

sombra de una torre almohade y recibía la pública confirmación<br />

de su saber. Después fueron ya muchas otras<br />

investigaciones, agudas y penetrantes, que iban dejando<br />

en claro problemas nunca resueltos, y aún más,<br />

echaban faros de brillante luz sobre cuestiones que nadie<br />

se había jamás planteado. En la base de todo ello<br />

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