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Fuego Brillante - DePa

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-Sí lo es -replicó Granger, sonriendo-. También nosotros quemamos libros. Los<br />

leemos y los quemamos, por miedo a que los encuentren. Registrarlos en<br />

microfilm no hubiese resultado. Siempre estamos viajando, y no queremos<br />

enterrar la película y regresar después por ella. Siempre existe el riesgo de ser<br />

descubiertos. Mejor es guardarlo todo en la cabeza, donde nadie pueda verlo ni<br />

sospechar su existencia. Todos somos fragmentos de Historia, de Literatura y<br />

de Ley Internacional, Byron, Tom Paine, Maquiavelo o Cristo, todo está aquí. Y<br />

ya va siendo tarde. Y la guerra ha empezado. Y estamos aquí, y la ciudad está<br />

allí, envuelta en su abrigo de un millar de colores. ¿En qué piensa, Montag?<br />

-Pienso que estaba ciego tratando de hacer las cosas mi manera, dejando<br />

libros en las casas de los bomberos y enviando denuncias.<br />

-Ha hecho lo que debía. Llevado a escala nacional hubiese podido dar<br />

espléndidos resultados. Pero nuestro sistema es más sencillo y creemos que<br />

mejor. Lo que deseamos es conservar los conocimientos que creernos<br />

habremos de necesitar, intactos y a salvo. No nos proponemos hostigar ni<br />

molestar a nadie. Aún no. porque si se destruyen, los conocimientos habrán<br />

muerto, quizá para siempre. Somos ciudadanos modélicos, a nuestra manera<br />

especial. Seguimos las viejas vías, dormirnos en las colinas, por la noche, y la<br />

gente de las ciudades nos dejan tranquilos. De cuando en cuando, nos<br />

detienen y nos registran, pero en nuestras personas no hay nada que pueda<br />

comprometernos. La organización es flexible, muy ágil y fragmentada. Algunos<br />

de nosotros hemos sido sometidos a cirugía plástica en el rostro y en los<br />

dedos. En este momento, nos espera una misión horrible. Esperamos a que<br />

empiece la guerra y, con idéntica rapidez, a que termine. No es agradable, pero<br />

es que nadie nos controla. Constituimos una extravagante minoría que clama<br />

en el desierto. Cuando la guerra haya terminado, quizá podamos ser de alguna<br />

utilidad al mundo.<br />

-¿De veras cree que entonces escucharán?<br />

-Si no lo hacen, no tendremos más que esperar. Transmitiremos los libros a<br />

nuestros hijos, oralmente, y dejaremos que nuestros hijos esperen, a su vez.<br />

De este Modo, se perderá mucho, desde luego, pero no se puede Obligar a la<br />

gente a que escuche. A su debido tiempo, deberá acudir, preguntándose qué<br />

ha ocurrido y por qué el mundo ha estallado bajo ellos. Esto no puede durar.<br />

-¿Cuántos son ustedes?<br />

-Miles, que van por los caminos, las vías férreas abandonadas, vagabundos<br />

por el exterior, bibliotecas por el interior. Al principio, no se trató de un plan.<br />

Cada hombre tenía un libro que quería recordar, y así 1o hizo. Luego, durante<br />

un período de unos veinte año, fuimos entrando en contacto, viajando,<br />

estableciendo esta organización y forzando un plan. Lo más importante que<br />

debíamos meternos en la cabeza es que no somos importantes, que no<br />

debemos de ser pedantes. No debemos sentimos superiores a nadie en el<br />

mundo. Sólo somos sobrecubiertas para libros, sin valor intrínseco. Algunos de<br />

nosotros viven en pequeñas ciudades. El Capítulo 1 del Walden, de Thoreau,

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