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Fuego Brillante - DePa

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acabamos de cometer. Conocemos todas las tonterías que hemos cometido<br />

durante un millar de años, y en tanto que recordemos esto y lo conservemos<br />

donde podamos verlo, algún día dejaremos de levantar esas malditas piras<br />

funerarias y a arrojamos sobre ellas. Cada generación habrá más gente que<br />

recuerde.<br />

Granger sacó la sartén del fuego, dejó que el tocino se enfriara, y se lo<br />

comieron lenta, pensativamente.<br />

-Ahora, vámonos río arriba -dijo George- Y tengamos presente una cosa: no<br />

somos importantes. No somos nada. Algún día, la carga que llevamos con<br />

nosotros puede ayudar a alguien. Pero incluso cuando teníamos los libros en la<br />

mano, mucho tiempo atrás, no utilizamos lo que sacábamos de ellos.<br />

Proseguimos impertérritos insultando a los muertos. Proseguimos escupiendo<br />

sobre las tumbas de todos los pobres que habían muerto antes que nosotros.<br />

Durante la próxima semana, el próximo mes y el próximo año vamos a conocer<br />

a mucha gente solitaria. Y cuando nos pregunten lo que hacemos, podemos<br />

decir: «Estamos recordando.» Ahí es donde venceremos a la larga. Y, algún<br />

día, recordaremos tanto, que construiremos la mayor pala mecánica de la<br />

Historia, con la que excavaremos la sepultura mayor de todos los tiempos,<br />

donde meteremos la guerra y la enterraremos. Vamos, ahora. Ante todo,<br />

deberemos construir una fábrica de espejos, y durante el próximo año, sólo<br />

fabricaremos espejos y nos miraremos prolongadamente en ellos.<br />

Terminaron de comer y apagaron el fuego. El día empezaba a brillar a su<br />

alrededor, como si a una lámpara rosada se le diera más mecha.<br />

En los árboles, los pájaros que habían huido regresaban y proseguían su vida.<br />

Montag empezó a andar, y, al cabo de un momento, se dio cuenta de que los<br />

demás le seguían, en dirección norte. Quedó sorprendido y se hizo a un lado,<br />

para dejar que Granger pasara; pero Granger le miró y, con un ademán, le<br />

pidió que prosiguiera. Montag continuó andando. Miró el río, el cielo y las vías<br />

oxidadas que se adentraban hacia donde estaban las granjas, donde los<br />

graneros estaban llenos de heno, donde una serie de personas habían llegado<br />

por la noche, fugitivas de la ciudad. Más tarde, al cabo de uno o de seis meses,<br />

y no menos de un año, Montag volvería a andar por allí solo, Y seguiría<br />

andando hasta que alcanzara a la gente.<br />

Pero, ahora, le esperaba una larga caminata hasta el mediodía , y si los<br />

hombres guardaban silencio era porque había que pensar en todo, y mucho<br />

que recordar. Quizá más avanzada la mañana, cuando el sol estuviese alto Y<br />

les hubiese calentado, empezarían a hablar, o sólo a decir las cosas que<br />

recordaban, para estar seguros de que seguían allí, para estar completamente<br />

ciertos de que aquellas cosas estaban seguras en su interior, Montag sintió el<br />

leve cosquilleo de las palabras, su lenta ebullición. Y cuando le llegara el turno,<br />

¿qué podría decir, qué podría ofrecer en un día como aquél, para hacer el viaje<br />

algo más sencillo? Hay un tiempo para todo. Sí. Una época para derrumbarse,<br />

una época para construir. Sí. Una hora para guardar silencio y otra para hablar.<br />

Sí, todo. Pero, algo más. ¿Qué más? Algo, algo...

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