VIII. Providence, 22-27 de agosto de 1983 (volumen I) - Asociación ...

Riesgo y fortuna del hispanismo académico XXV
señar idiomas de la manera más expeditiva, descartando métodos tradicionales
en favor de otros que subordinasen el contenido cultural al uso
cotidiano; y b) formar nuevos equipos de profesores e investigadores llamados
a ocupa el sinfín de puestos que la expansión académica hacía necesarios.
De estos dos propósitos el primero no era de ardua realización
y fue adoptado por la mayoría de las escuelas secundarias y un subido número
de colleges y universidades. Ahora bien, el segundo era muy difícil,
si no imposible, de alcanzar. Y de su puesta en práctica datan en gran medida
los achaques que hoy aquejan a las universidades de este y otros países,
a los estudios humanísticos en general y a los hispánicos en particular.
Porque, aunque en las estrecheces actuales nos parezca inverosímil, fue
la abundancia de dinero —principalmente de dinero federal— lo que desbarató
las nobles intenciones que respaldaban al segundo de esos propósitos.
Para empezar, el reclamo de las dávidas que brindaba Washington,
modestos colleges de agricultura y tecnología e igualmente modestas escuelas
normales se convirtieron por arte de birlibirloque en universidades,
muchos estudiantes de vacilante vocación descubrieron un súbito y
apasionado interés por doctorarse en determinadas disciplinas y, finalmente
—sí, hay que decirlo — algunos enseñantes de probada competencia pedagógica,
pero que no eran, ni tenían por qué ser, scholars de alto vuelo,
tuvieron que hacer como si lo fueran para encargarse de formar al nuevo
plantel de investigadores.
En el hispanismo académico las mudanzas fueron rápidas, reflejo de
la euforia reinante. Se ampliaron las plantillas departamentales, a veces mediante
el arbitrio de nombrar, con carácter permanente o transitorio, a
profesores oriundos de países hispánicos. Se multiplicó el número de candidatos
para los grados superiores —maestría y doctorado— merced al incremento
de becas y ayudantías. Se amplió la armazón de cursos avanzados
y seminarios para dar holgura y hondura a los estudios superiores.
Se intensificó el intercambio académico mediante conferencias y coloquios
para los cuales se invitaba a destacadas figuras de la cultura hispánica. Se
establecieron bolsas de viaje para doctorandos cuyo trabajo requería viajes
al extranjero. Se aumentaron los fondos hispánicos de las bibliotecas
y se crearon laboratorios para el aprendizaje práctico de la lengua. Por supuesto,
lo que digo del español es transferible a otras lenguas y literaturas
modernas. En suma, con una confianza ingenua se daba por sentado que
se ingresaba en una era de vastas posibilidades, sustentada por un Estado-nodriza
afanoso de fomentar el progreso de las instituciones universitarias
y de las múltiples disciplinas albergadas en ellas.
Tales fueron las brisas estimulantes que se respiraban en este y —presumo—
en otros países cuando se fundó nuestra Asociación. Y, hasta cier-