I Época, Nº 10 - Santa Cena de Jaen

Caridad Cristiana
Caridad cofrade
Esta frase de San
Agustín nos da la
pauta para nuestro
diario quehacer y nuestra diaria
relación con nuestros hermanos.
Viene a decirnos que
amando y actuando por amor
podemos despreocuparnos,
porque lo que hagamos será
bueno y virtuoso.
Y de la mano del amor vendrá
nuestra capacidad para hacer
efectiva en nosotros la virtud de
la Caridad, porque Caridad y
Amor son indisociables y ninguna
de las dos realidades puede
darse si no es en conjunción, de
tal forma que la una contiene a
la otra sin mediar ninguna otra
posibilidad.
La caridad cofrade es caridad
cristiana porque, en primer
lugar, el cofrade es un cristiano
que desea asumir unos compromisos
añadidos que pasan
ineludiblemente por el amor
a sus hermanos. El secreto,
por tanto, del buen hacer, del
buen saber estar y actuar, está,
de acuerdo con San Agustín,
en hacerlo todo con Amor,
con mayúscula por supuesto,
porque el verdadero amor no
admite minusvaloraciones.
El cofrade, atento a las
realidades del mundo en que
112 vive, Boletín atento Informativo a las realidades n.º 10co
Juan Carlos Escobedo Molinos
“Ama y haz lo que quieras”
tidianas de sus semejantes, no
debe por menos que mirar con
amor esas realidades y actuar
en consecuencia. La caridad
brotará espontáneamente en
sus acciones, que unas veces
serán de consuelo con el que
sufre, otras de ayuda al que se
encuentra en mal momento,
y otras veces será incluso
de desbordante alegría con
quien precise del compartir
fraterno, aunque para ello
tenga que hacerse el esfuerzo
de superar las propias melancolías.
La caridad puede practicarse
cada minuto, en cada
acción, en cada actividad. Al
amanecer, la Caridad Amor
nos impulsará a dedicar el
día para el bien común, el
bien de todos, lejos de una
búsqueda egoísta de nuestro
particular beneficio. En el
trabajo, en nuestro ámbito
familiar, en el trato con los
otros, la Caridad Amor sabrá
mostrarnos el camino para el
bien obrar, para realizar con
pulcritud el trabajo debido,
para responder con exquisitez
a las exigencias que se nos demanden,
para saber descubrir
en la mirada, en las palabras, la
súplica de quien nos interpela
con cualquier tipo de necesidad,
material o inmaterial.
La Caridad Amor sabrá
ahormar nuestras acciones para
que la humildad, la sencillez,
el espíritu de servicio, la comprensión
y la ternura sean la
guía que vaya enhebrando las
horas de nuestra existencia
para hacer felices a los demás.
El santo Marcelino Champagnat,
fundador de los Hermanos
Maristas, nos lo dejó dicho en
su admirable manifestación y
encomienda: “Siempre alegres
para hacer felices a los demás”.
La caridad cristiana realmente
empieza por nosotros mismos,
porque su ejercicio es la fuente
de nuestra propia felicidad.
San Pablo en una de
sus más conocidas cartas, en
Corintios XIII, nos advierte
que “Sin Amor no somos
nada”, y que es precisamente
el Amor el que da sentido
y promueve en nosotros la
paciencia, la bondad, la falta
de envidia y de orgullo, el que
promueve no llevar cuentas del
mal, encontrar alegría en todo,
disculparlo todo y esperarlo
todo.
El mundo está sediento
de Amor, nosotros todos estamos
sedientos de felicidad. La
clave está en nosotros mismos.
Solo tenemos que amar, lo demás
vendrá por añadidura.