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I Época, Nº 10 - Santa Cena de Jaen

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Áspera y seca. Fría y traicionera. así es la muerte. Incluso<br />

cuando el más terrible <strong>de</strong> los preámbulos presagia la más certera <strong>de</strong> las posibilida<strong>de</strong>s, el hombre<br />

tien<strong>de</strong> a refugiarse en la esperanza, por ínfima que parezca, para no admitir la realidad. Y es que,<br />

aunque todos sabemos que el óbito forma parte <strong>de</strong> la naturaleza humana, es nuestro <strong>de</strong>stino<br />

común y el <strong>de</strong>senlace por antonomasia <strong>de</strong> todo ser vivo, el golpe siempre resulta lacerante.<br />

Más aún si la elegida -contra natura- es una joven <strong>de</strong> veinte años recién cumplidos, <strong>de</strong>stacada<br />

estudiante <strong>de</strong> Empresariales y única hermana <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> mis alumnos <strong>de</strong> apenas tres lustros;<br />

una chica <strong>de</strong> gran<strong>de</strong>s aspiraciones y sonrisa transparente, educada en el seno <strong>de</strong> una familia<br />

humil<strong>de</strong> capaz <strong>de</strong> alargar diariamente su jornada laboral hasta horas intempestivas <strong>de</strong>trás <strong>de</strong>l<br />

mostrador <strong>de</strong> una tienda <strong>de</strong> comestibles; una mujer que ha consumido los dos últimos años <strong>de</strong><br />

su vida en la habitación <strong>de</strong> un hospital, a más <strong>de</strong> <strong>10</strong>0 kilómetros <strong>de</strong> casa, enfrentándose a una<br />

leucemia <strong>de</strong>sgarradora, mientras sus padres no comprendían tanta crueldad y a su hermano se<br />

le acumulaban un sinfín <strong>de</strong> preguntas sin respuesta.<br />

Poco le importaban a él las clases, los exámenes, los suspensos… Menos todavía, eso <strong>de</strong><br />

superarse y apren<strong>de</strong>r con el propósito <strong>de</strong> construirse un buen futuro… Des<strong>de</strong> que lo conocí<br />

hace algo más <strong>de</strong> un año, sólo ha tenido en la cabeza un único sueño: que su médula fuera<br />

compatible con la <strong>de</strong> su hermana…. Y lo fue. Eso permitió efectuar el trasplante. Nunca olvidaré<br />

el recreo en el que me buscó para darme la noticia. Después <strong>de</strong> mucho tiempo enmu<strong>de</strong>cido y<br />

<strong>de</strong>ambulando <strong>de</strong> aula en aula, aquella mañana parecía otro: “María Jesús”, me dijo. “Ya le han<br />

hecho el trasplante a mi hermana y los médicos nos han comentado que ha ido bien. Hay que<br />

esperar pero lo más probable es que le <strong>de</strong>n el alta pronto”. Yo, al observar su emoción y cómo<br />

le brillaban por primera vez en mucho tiempo los ojos, no supe qué contestar: “Me alegro. Me<br />

alegro muchísimo”, afirmé.<br />

Aquella mirada se quedó clavada en mí <strong>de</strong> forma idéntica a la que me encontré sólo dos<br />

semanas <strong>de</strong>spués en el más tétrico <strong>de</strong> los escenarios. “¿Cómo es posible?”, pensé al conocer el<br />

triste <strong>de</strong>senlace… “No pue<strong>de</strong> ser… Si todo parecía ir bien…”<br />

Al llegar al tanatorio, lo encontré sereno y agotado. Sin embargo, cuando me acerqué a él<br />

para saludarle, lloró amargamente en mis brazos. Por un momento, creí <strong>de</strong>rrumbarme yo tam-<br />

Ante la<br />

incomprensión<br />

<strong>de</strong> la muerte<br />

María Jesús Molina<br />

bién. Sin embargo, no lo hice. Hoy sé por qué. Porque Ella, la Esperanza, y, cómo no, María<br />

Santísima <strong>de</strong> la Caridad y Consolación me fortalecieron. Y comprendí muchas cosas. Entre<br />

otras, la recompensa <strong>de</strong> tener una Madre bajo una advocación tan sustancial, en torno a la que<br />

se reúne un grupo <strong>de</strong> cristianos que vive la fe <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el compromiso sincero, cuyo estilo <strong>de</strong> vida<br />

se asemeja a la <strong>de</strong> aquellos primeros cristianos a los que tanto admiro, que sabe lo que es trabajar<br />

a una, sin <strong>de</strong>scanso, sin quejarse, para poner en marcha ambiciosos proyectos <strong>de</strong>stinados<br />

a quien lo necesite, a ser discípulos que viven y predican la Palabra <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el escenario, a hacer<br />

cultura y evangelizar...<br />

Asimismo, corroboré que ser cofra<strong>de</strong> <strong>de</strong> la Hermandad <strong>de</strong> Jesús Salvador en su <strong>Santa</strong> <strong>Cena</strong><br />

y María Santísima <strong>de</strong> la Caridad y Consolación es confiar cuando la oscuridad nos ciega, ser<br />

partícipe <strong>de</strong> anunciar el mayor misterio <strong>de</strong> la fe cristiana el Domingo <strong>de</strong> Ramos, cuando sale<br />

Jesús-Eucaristía por las puertas <strong>de</strong> San Félix <strong>de</strong> Valois entre lágrimas <strong>de</strong> emoción, y acompañar<br />

a María tras el paso <strong>de</strong> su Hijo que <strong>de</strong>ci<strong>de</strong> quedarse entre nosotros, en el pan y en el vino. María<br />

es mo<strong>de</strong>lo <strong>de</strong> perfección, Madre Caridad, que ejerce el amor <strong>de</strong>sinteresado hacia los <strong>de</strong>más,<br />

nos enseña a ser pacientes, serviciales, no buscar nunca el propio interés ni tomar en cuenta<br />

el mal ajeno, y Madre Consolación, que, como su misma etimología latina indica, “reconforta”.<br />

Dos nombres para una sola advocación con <strong>de</strong>masiada carga semántica, pero capaces <strong>de</strong> lograr<br />

que ser mujer-mantilla todo el año se transforme en un honor, en un regalo insuperable, por<br />

adversas y duras que sean las circunstancias. Inclusive, en esos lapsos temporales en los que nos<br />

falta perspectiva para enten<strong>de</strong>r qué suce<strong>de</strong> a nuestro alre<strong>de</strong>dor e imaginamos imposible asimilar<br />

tanto dolor, tanta miseria, tanto <strong>de</strong>sconsuelo...<br />

No obstante, es ahí, cuando no po<strong>de</strong>mos olvidar las palabras <strong>de</strong> Jesús Salvador en su <strong>Santa</strong><br />

<strong>Cena</strong>: “el que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna y yo lo resucitaré en el último día”,<br />

mientras la presencia <strong>de</strong> María Caridad y Consolación viste <strong>de</strong> tranquilidad la duda, el nerviosismo<br />

y el <strong>de</strong>sasosiego; nos indica el sen<strong>de</strong>ro a<strong>de</strong>cuado frente a las bifurcaciones <strong>de</strong>l camino; nos<br />

<strong>de</strong>fien<strong>de</strong> <strong>de</strong> las calumnias y críticas; nos ayuda a levantarnos cada vez que caemos y está a nuestro<br />

lado y nos fortalece si la muerte aparece y advertimos que nos vence. Por eso, aquel día, en aquel<br />

tanatorio malagueño, mi corazón se volvió <strong>de</strong> nuevo hacia Ella, rogándole insistentemente que<br />

abrazara a mi alumno y pusiera paz y sosiego a tanta locura. Y Ella… no me falló.<br />

94 Boletín Informativo n.º <strong>10</strong> Jaén, febrero 20<strong>10</strong> 95<br />

Tomás Bartolomé

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