I Época, Nº 10 - Santa Cena de Jaen
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Jesucristo<br />
es el rostro <strong>de</strong>l amor <strong>de</strong> dios<br />
a los hombres<br />
según San Juan Juan <strong>de</strong> Escabias Valver<strong>de</strong><br />
Hay un tema que da unidad a toda la sección <strong>de</strong> Jn 7,1-8,59: Jesús se presenta así mismo<br />
como luz y vida para todo ser humano. Esta manifestación se produce en un contexto<br />
<strong>de</strong> discusión con los judíos que no pue<strong>de</strong>n aceptar lo que dice Jesús y lo tienen por<br />
blasfemo. Pero Jesús se <strong>de</strong>fien<strong>de</strong> <strong>de</strong>jando clara su relación con el Padre, su unión con Él, su<br />
punto <strong>de</strong> referencia en Él.<br />
La relación <strong>de</strong> Jesús con el Padre es única. Sabe que el Padre lo escucha siempre; sabe que<br />
manifiesta a través <strong>de</strong> él su gloria, incluso cuando los hombres pue<strong>de</strong>n dudar y necesitan ser<br />
convencidos por él. Constatamos todo esto en el episodio <strong>de</strong>l evangelio <strong>de</strong> san Juan. En virtud<br />
<strong>de</strong> esta singular convicción, Jesús pue<strong>de</strong> presentarse como el revelador <strong>de</strong>l Padre, con un conocimiento<br />
que es fruto <strong>de</strong> una íntima y misteriosa reciprocidad, como lo subraya él mismo en el<br />
himno <strong>de</strong> júbilo: «Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce bien al Hijo sino el Padre,<br />
y nadie conoce bien al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar» (Mt 11,<br />
27) (cf. Catecismo <strong>de</strong> la Iglesia católica, n. 240).<br />
Jesús dice que el Padre es quien posee la vida, esa<br />
vida se la ha dado a Jesús y Jesús nos la transmite a<br />
nosotros si creemos en Él. Pero la vida que el Padre<br />
nos quiere regalar por Jesús no se refiere sólo al más<br />
allá. Es una vida que se empieza a disfrutar aquí y<br />
ahora, que se nos da a pesar <strong>de</strong> nuestros fallos, y que<br />
pi<strong>de</strong> <strong>de</strong> nosotros actitu<strong>de</strong>s concretas hacia los <strong>de</strong>más:<br />
ser como el Padre <strong>de</strong>l cielo. Nos vamos a aproximar<br />
para ver cuál es el rostro <strong>de</strong>l Padre que Jesús<br />
presenta al perdonar a la mujer adúltera,<br />
al regalarle una nueva vida. Como seguidores<br />
<strong>de</strong> Jesús ése es el rostro que estamos<br />
llamados a mostrar, la vida que queremos<br />
difundir.<br />
El Salvador revela un hecho <strong>de</strong>sconocido<br />
para los judíos: que Abraham vio y se alegró al<br />
contemplar el día <strong>de</strong> Jesús. Todos sabían que<br />
Dios había hecho una alianza con Abraham,<br />
asegurándole gran<strong>de</strong>s promesas <strong>de</strong> salvación<br />
para su <strong>de</strong>scen<strong>de</strong>ncia. Sin embargo, <strong>de</strong>s-<br />
conocían hasta qué punto llegaba la luz <strong>de</strong><br />
Dios. Cristo les revela que Abraham vio al<br />
Mesías en el día <strong>de</strong> Yahvé, al cual llama mi día.<br />
En esta revelación Jesús se muestra poseyendo<br />
la visión eterna <strong>de</strong> Dios. Pero, sobre todo se<br />
manifiesta como alguien preexistente y presente<br />
en el tiempo <strong>de</strong> Abraham. Poco <strong>de</strong>spués, en<br />
el fuego <strong>de</strong> la discusión, cuando le alegan que<br />
aún no tiene cincuenta años les dice: «En verdad,<br />
en verdad os digo: antes <strong>de</strong> que Abraham<br />
existiera, Yo Soy» (Jn 8,58) Es una <strong>de</strong>claración<br />
notoria <strong>de</strong> su divinidad, podían enten<strong>de</strong>rla<br />
perfectamente, y también hubieran podido<br />
creer si hubieran conocido más al Padre. La<br />
expresión “Yo soy” es parte <strong>de</strong>l tetragrama<br />
santo Yahvhé, revelado en el monte Sinaí.<br />
El cristianismo es más que un conjunto <strong>de</strong> reglas<br />
morales elevadas, como pue<strong>de</strong>n ser el amor<br />
perfecto, o, incluso, el perdón. El cristianismo<br />
es la fe en una persona. Jesús es Dios y hombre<br />
verda<strong>de</strong>ro. «Perfecto Dios y perfecto Hombre»,<br />
dice el Símbolo Atanasiano. San Hilario <strong>de</strong> Poitiers<br />
escribe en una bella oración: «Otórganos,<br />
pues, un modo <strong>de</strong> expresión a<strong>de</strong>cuado y digno,<br />
ilumina nuestra inteligencia, haz también que<br />
nuestras palabras sean expresión <strong>de</strong> nuestra fe,<br />
es <strong>de</strong>cir, que nosotros, que por los profetas y<br />
los Apóstoles te conocemos a ti, Dios Padre y<br />
al único Señor Jesucristo, podamos también<br />
celebrarte a ti como Dios, en quien no hay<br />
unicidad <strong>de</strong> persona, y confesar a tu Hijo, en<br />
todo igual a ti».<br />
una mujer sorprendida en adulterio.<br />
Es el primer cuadro. Este relato pone una vez<br />
más <strong>de</strong> manifiesto la dialéctica entre Jesús y los<br />
fariseos en relación con los pecadores. Mientras<br />
enseña en el templo, un grupo <strong>de</strong> perfectos le<br />
presentan un caso legal práctico, con intención<br />
capciosa, para tener <strong>de</strong> qué acusarlo. La ley<br />
<strong>de</strong>creta pena <strong>de</strong> muerte para la adúltera (Lv<br />
20,<strong>10</strong>), pena <strong>de</strong> muerte por lapidación para<br />
la prometida o <strong>de</strong>sposada infiel al hombre a<br />
quien legalmente pertenece aunque todavía<br />
no conviva con él (Dt 22,21). En el plano<br />
simbólico muchos textos <strong>de</strong>l AT presentan a<br />
Yahvé como el esposo que perdona y reconcilia<br />
consigo a la mujer infiel (Os 2; Is 1,21;<br />
Ez 16). Quizás como una excusa, allí está la<br />
mujer, en medio, como un <strong>de</strong>sierto sin agua,<br />
a falta <strong>de</strong> una mirada que le <strong>de</strong>vuelva la vida y<br />
sople sobre ella el aliento <strong>de</strong> la esperanza. La<br />
mujer acusada representa a todos los reos <strong>de</strong><br />
la historia que esperan la sentencia <strong>de</strong> muerte<br />
<strong>de</strong> muy diversas maneras.<br />
¿Qué dices? Los letrados y fariseos preguntan<br />
a Jesús qué es lo que piensa <strong>de</strong> la ley.<br />
¿Qué <strong>de</strong>be prevalecer, la ley o la misericordia,<br />
la justicia o el perdón? Esto presupone que los<br />
interlocutores han visto a Jesús distanciarse <strong>de</strong><br />
la ley y perdonar pecados. No les importa tanto<br />
el pecado o la situación <strong>de</strong> la mujer, sino lo que<br />
diga Jesús. Le han tendido una trampa. Cualquier<br />
solución que proponga le perjudicará. A<br />
quien realmente quieren lapidar es a Jesús, pero<br />
Jesús sabrá salir airoso. El profeta Isaías había<br />
dicho al pueblo: “No recordéis lo <strong>de</strong> antaño, no<br />
penséis en lo antiguo. Mirad que realizo algo<br />
nuevo. Ya está brotando, ¿no lo notáis?” (Is<br />
43,18-19). ¿Dón<strong>de</strong> muestra Jesús la novedad?<br />
La va a realizar en un episodio lleno <strong>de</strong> ternura<br />
hacia una mujer acusada y con<strong>de</strong>nada, a la que<br />
quiere convertir en una mujer nueva.<br />
Escritura en el suelo. A Jesús le han<br />
preguntado qué hacer con ella. En voz alta culpabilizan<br />
a la mujer. Jesús, en vez <strong>de</strong> respon<strong>de</strong>r<br />
enseguida, escribe en el suelo. Respon<strong>de</strong> y sigue<br />
escribiendo. Este es el único pasaje <strong>de</strong> los evangelios<br />
en que se dice que Jesús escribió algo.<br />
¿Qué escribe Jesús? Quizás escribe la sentencia,<br />
quizás garabatea en el suelo indicando que no<br />
le interesan aquellas disquisiciones, quizás dice<br />
con el gesto que Dios escribe a los pecadores en<br />
el polvo, que El es quien juzga. Así es la historia<br />
<strong>de</strong> Dios con la humanidad: un progresivo<br />
abajamiento para escribir en el polvo palabras<br />
<strong>de</strong> salvación y no <strong>de</strong> con<strong>de</strong>na.<br />
El que esté sin pecado que tire la primera<br />
piedra. La sentencia es única y está<br />
formulada <strong>de</strong> un modo inolvidable. La piedra,<br />
a causa <strong>de</strong> su increíble abundancia en Palestina,<br />
se halla siempre presente en la mano y<br />
en la mente <strong>de</strong> los judíos. Las utilizaban para<br />
<strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r la ley, para <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r la santidad, para<br />
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Santiago