MARVIN HARRIS, NUESTRA ESPECIE.pdf - faces
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Lucy in the sky with diamonds<br />
Las revelaciones de Weiner no decepcionaron a todo el mundo. De hecho, hicieron<br />
completamente felices a un pequeño grupo de científicos que había estado buscando eslabones<br />
perdidos en Sudáfrica. Estos científicos llevaban estudiando desde 1924 los restos fosilizados de un<br />
primate joven que había encontrado Raymond Dart, de la Universidad de Witwatersrand. La criatura<br />
tenía rostro simiesco y un cerebro de volumen sólo ligeramente superior al de los chimpancés, pero las<br />
mandíbulas y los caninos presentaban forma y dimensiones humanas. Además, la abertura de la base<br />
del cráneo donde se juntan la cabeza y la columna vertebral estaba situada mucho más adelante que en<br />
los demás simios conocidos, lo que indicaba que la criatura se mantenía erguida tanto en posición<br />
estática como en movimiento. Dart se apresuró a declarar que era él, y no Dubois ni Dawson, quien<br />
había descubierto al primer homínido, al verdadero «hombre mono», al cual puso el nombre de<br />
Australopithecus africanus (simiomeridional africano). Pero al seguir el hombre de Piltdown en la<br />
vitrina del Museo Británico, pocos científicos le prestaron atención.<br />
En 1950 las pruebas a favor de la opinión de Dart adquirieron mucha más fuerza. En varias<br />
cuevas y yacimientos de la región de Transvaal, Robert Broom, del Museo de Transvaal, había<br />
encontrado más restos de australopitecos, entre ellos un cráneo muy bien conservado perteneciente a la<br />
forma adulta del joven «simio meridional» de Dart. Broom descubrió también una segunda especie de<br />
australopiteco, caracterizada por grandes incisivos y molares, rostro macizo, pómulos muy<br />
prominentes y una pronunciada quilla o cresta, que atravesaba de punta a punta la parte superior del<br />
cráneo y en la que se sujetaban en vida enormes maseteros. En la actualidad se llama generalmente a<br />
esta segunda especie Australopithecus robustus para diferenciarla del africano, más grácil y pequeño.<br />
Al caer el hombre primigenio, pasaron a primer plano los descubrimientos de Dart y Broom, y<br />
África se convirtió en el lugar idóneo para buscar más eslabones perdidos. África oriental, sobre todo,<br />
donde el gran elemento tectónico denominado valle del Rift, que se extiende desde Tanzania, al sur,<br />
hasta Etiopía, al norte, contiene algunos de los yacimientos más ricos del mundo de fósiles al<br />
descubierto. En la actualidad sabemos, gracias a la profusión de cráneos, dientes, mandíbulas, piernas,<br />
pelvis y muchas otras partes de esqueleto excavadas en los yacimientos del valle del Rift, que África<br />
estuvo antaño habitada por dos especies al menos de simios con aspecto humano: una, robusta y con<br />
grandes molares, tal vez especializados en partir nueces y triturar alimentos vegetales muy fibrosos; la<br />
otra, grácil y provista de dientes adecuados a una dieta más omnívora. Ambas permanecían o se<br />
desplazaban sobre dos pies, no tenían un cerebro mucho mayor que el de los chimpancés o los gorilas<br />
ni caninos protuberantes. Gracias a las diversas técnicas de datación, basadas en principios como la<br />
inversión del campo magnético terrestre y la proporción cambiante de potasio radiactivo respecto del<br />
argón radiactivo en los yacimientos volcánicos, puede situarse la vida y época de ambas especies entre<br />
hace 3 y 1,3 millones de años. Pero pronto iban a producirse descubrimientos más espectaculares.<br />
En 1973, Donald Johanson descubrió un australopitécido todavía más antiguo en la región de<br />
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