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MARVIN HARRIS, NUESTRA ESPECIE.pdf - faces

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adquirir los rudimentos de la competencia lingüística humana. Otros ven en ellos sólo una parodia de<br />

dicha competencia. En mi opinión, los experimentos demuestran que los monos tienen más talento<br />

para comunicar ideas abstractas del que creía posible la mayoría de los científicos. Pero la aptitud de<br />

los monos no supera la de un niño de tres años. Su discurso se compone predominantemente de<br />

peticiones de cosas concretas y expresiones de estados emocionales. Raras veces utilizan los signos<br />

que conocen para comunicar sobre acontecimientos pasados o futuros, a menos que se les pregunte.<br />

Tampoco los utilizan para prever eventualidades, coordinar empresas de cooperación o formular pautas<br />

de conducta social. El hecho de que Washoe enseñase a Loulis cincuenta y cinco signos sin<br />

intervención humana tiene un doble significado. En absoluto me impresiona que Loulis aprendiese<br />

algún signo. Sin embargo, el que aprendiese algunos menos que su madre muestra que, abandonados a<br />

su suerte, los chimpancés utilizarían cada vez menos signos y que el hábito de utilizarlos se perdería en<br />

pocas generaciones.<br />

Pero creo que nos hacemos una pregunta incorrecta sobre el lenguaje de los simios. La<br />

cuestión no consiste en saber si su conducta semiótica se parece a la de los humanos, sino si su<br />

rudimentaria capacidad para utilizar el lenguaje de los signos podía haber servido como punto de<br />

partida de la evolución hacia una mayor competencia lingüística. Creo que la respuesta tiene que ser<br />

afirmativa. En algún momento de la evolución de las capacidades lingüísticas de los humanos, los<br />

mensajes que nuestros antepasados enviaban y recibían debieron parecerse enormemente a los que en<br />

la actualidad se cruzan entre los chimpancés adiestrados y sus entrenadores. Dichos mensajes se<br />

componen casi exclusivamente de peticiones de los chimpancés y de los humanos para que el otro<br />

haga algo: «dame la muñeca», «pon el plátano en el cubo», «abrela ventana». Los estudios con cintas<br />

de vídeo que mis estudiantes y yo hemos realizado sobre el habla cotidiana de una familia de Nueva<br />

York, demuestran que los mensajes intercambiados entre los humanos consisten en buena parte en<br />

peticiones de un signo u otro: «siéntate aquí», «dame dinero», «cierra la boca», «por favor, pásame una<br />

Coca», «ponlo en el suelo» «saca la basura».<br />

Cuanto más nos rodeamos o dependemos de bienes y servicios creados culturalmeñte, mayor<br />

necesidad tenemos de pedir a los demás que nos ayuden a conseguirlos. A medida que nuestros<br />

antepasados empezaron a depender más y más de la fabricación y utilización de herramientas, y de las<br />

tradiciones culturales, su repertorio sujeto a control genético de gruñidos, muecas y rabietas no bastaría<br />

ya para expresar la gama creciente de peticiones que tenían que realizar. Los gestos y sonidos de<br />

invención cultural aumentarían proporcionalmente. Los experimentos con monos adiestrados indican,<br />

pues, que el afarensis pudo haber poseído un repertorio de 100 ó 200 gestos o sonidos adquiridos<br />

socialmente, que emplearía para realizar peticiones sencillas a los demás. No se trataba de una lengua<br />

tal y como nosotros la conocemos, pero constituía con certeza el punto de partida del cual pudo haber<br />

evolucionado la lengua tal y como nosotros la conocemos.<br />

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