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MONOS COMO BECKY
bajo el título Tríptico elemental de España. La experimentación,
especialmente en cuanto al sonido, fue elemento esencial
de su producción. Por su parte, Carlos Saura abandonó
temporalmente la ficción para rodar el documental Cuenca
(1958), que contaba con la voz en off de Paco Rabal y que le
valió una mención especial en el Festival de San Sebastián.
El único título destacable de los cuarenta, Boda en Castilla
(1941), de Manuel A. García Viñolas, era un cortometraje
de 16 minutos producido por la Sección Nacional de
Cinematografía. Intelectuales como André Malraux, Max
Aub y Denis Marion se involucraron en el rodaje de Sierra
de Teruel —filmada en 1939 y concluida en 1945— para
mostrar en el extranjero la guerra civil que se libraba en
España y recabar simpatías hacia la República. Antes del
estallido del conflicto Luis Buñuel realizó Tierra sin Pan,
más arriba citada. Años antes, otro compañero de la residencia
de estudiantes de Madrid, Ernesto Giménez Caballero,
filmó Esencia de verbena (1930), el equivalente capitalino
a las denominadas «sinfonías de grandes ciudades»
—películas entusiastas de las nuevas urbes que reflejaban
su incesante actividad—, muy en boga en Europa y, sobre
todo, en Alemania.
En los años veinte, Sabino A. Micón filmó una obra,
entre ficción y documental, que se titulaba Historia de un
duro (1927), en la que un duro recorría las manos de personajes
tan variados como una tanguista, un prestamista,
un ladrón, un pianista y unos niños.
Antes de la aparición del cortometraje de Micón, tenemos
que remontarnos a noticiarios cinematográficos como
los de la compañía francesa Pathé, que recogían la actualidad
del momento y que hoy en día constituyen un valioso
testimonio de la época del nacimiento del cine. Entre sus
autores se encuentran los pioneros de la historia del cine,
que produjeron títulos como: La huelga general de agosto
en Barcelona (1917), de Cabot Films; Réception du S.M.
Alphonse XIII à Barcelone (1904), de Segundo de Chomón;
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El tribunal de las aguas (1901), de Antonio Cuesta, y la
más antigua de ellas, Salida de los trabajadores de la España
Industrial (1897), de Fruitós Gelabert.
Más de cien años han pasado desde que estos pioneros
abrieron el camino de la cinematografía española. En nuestros
días la situación es muy diferente. Por de pronto, el
director general del Instituto de la Cinematografía y las
Artes Audiovisuales (ICAA), José María Otero, anunciaba en
noviembre de 2000 que la Ley del Cine propuesta por el
gobierno tenía previsto ofrecer subvenciones de entre el
80% y el 100% a películas «difíciles y experimentales», y
como ejemplo ponía El sol del membrillo, de Víctor Erice, y
Monos como Becky, de Joaquín Jordá y Nuria Villazán. La
ley, que sustituiría a la de 1994, estaba previsto que se debatiera
en el Parlamento en febrero de 2001.
2. CINE Y LOCURA:
FILMOGRAFÍA, UNA APROXIMACIÓN
«Un zorro entró en la casa de un actor y,
hurgando entre sus cosas, halló una máscara,
una excelente imitación de una cabeza humana.
Puso sus patas sobre ella y exclamó “¡Qué bonita cabeza!”
aunque no tiene ningún valor ya que no tiene cerebro».
Esopo
Sin ánimo de confeccionar la lista de referencia en materia de
cine y locura, hemos reseñado los principales documentales
y filmes de ficción rodados a lo largo del siglo XX. El grueso
de la lista —las obras realizadas entre 1919 y 1975— fue elaborado
por el crítico Esteve Rimbau para que Jordá y Villazán
se documentasen en torno al tema. Figuran películas clásicas
de directores como Frederick Wiseman, Billy Wilder, Joseph
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EXPERIENCIA DE UN RODAJE ATÍPICO