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Monos como Becky.pdf - Virus Editorial

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MONOS COMO BECKY<br />

era consciente de que el progreso de la neurología dependía<br />

del avance de otras ramas de las ciencias médicas básicas,<br />

<strong>como</strong> la anatomía patológica y la fisiológica del sistema<br />

nervioso y, sobre todo, de las técnicas auxiliares de diagnóstico.<br />

El neurólogo empezó a madurar la idea de obtener<br />

el mapa sanguíneo del cerebro para poder comprobar sus<br />

desviaciones y localizar los tumores. Dicho objetivo sólo<br />

sería posible con un líquido opaco a los rayos X, más oscuro<br />

que el hueso del cráneo, que no se disolviese en la sangre<br />

durante el trayecto y pudiera atravesar sin peligro el<br />

árbol arterial del cerebro.<br />

Entonces conoció al que con el tiempo sería su más<br />

estrecho colaborador, el neurólogo Pedro Almeida Lima, 30<br />

años más joven, y dispuesto a suplirle en las intervenciones<br />

quirúrgicas que estaban vedadas a sus manos artríticas. Los<br />

experimentos se iniciaron en el Servicio de Neurología del<br />

Hospital de Santa Marta, en Lisboa, con la ayuda de la enfermera<br />

jefe Deolinda da Fonseca. El doctor Antonio Martins se<br />

incorporó al equipo para diseñar unas pinzas con extremos<br />

sin relieve, superficie lisa y flexible que deberían servir para<br />

sostener la arteria carótida durante la intervención.<br />

Primero utilizaron animales procedentes del Instituto<br />

Rocha Cabral y luego cadáveres del Instituto Anatómico<br />

Forense. Para facilitar el transporte al Servicio General de<br />

Radiología, Egas Moniz resolvió trabajar sólo con las cabezas<br />

seccionadas de los cuerpos. Las idas y venidas de Moniz<br />

y Fonseca con sus macabros atadijos despertaron los rumores<br />

espantados de más de un paciente. El desarrollo de las<br />

investigaciones trajo consigo la necesidad de experimentar<br />

sobre enfermos que la propia Fonseca hacía llegar a Moniz,<br />

si no clandestinamente, sí de manera informal. «A primera<br />

vista parecía que estábamos realizando sobre seres humanos<br />

experimentos injustificados y por eso criticables. Si tal<br />

doctrina fuera acertada no habría habido progresos en la<br />

ciencia médica a lo largo de los siglos. Siempre tuvimos en<br />

cuenta la vida humana y si ésta hubiera corrido peligro,<br />

···[78]···<br />

jamás habríamos llevado a cabo las investigaciones»<br />

(Egas Moniz, Confidências de um investigador científico).<br />

Por fin, el 28 de junio de 1927, el neurólogo practicó con<br />

éxito la primera arteriografía cerebral a un hombre vivo. Se<br />

trataba de un chico de 20 años, ciego, con un gran tumor en<br />

la región hipofisaria y aquejado del síndrome de Babinski –<br />

Frölich. Eduardo Coelho, colaborador de Moniz en el revelado<br />

de las imágenes por rayos X, gritó incontenible:“¡Eureka!”<br />

al ver, por vez primera en la historia médica, las arterias<br />

cerebrales sin necesidad de abrir el cráneo. En la película se<br />

veían perfectamente los vasos deformados por el tumor del<br />

paciente. «Cuando [...] conseguí ver por primera vez mediante<br />

los rayos X las arterias del cerebro, a través de los<br />

huesos del cráneo, tuve uno de los mayores deslumbramientos<br />

de mi vida» (Egas Moniz, Un pouco de história).<br />

Tras el éxito de la técnica de diagnosis, que finalmente<br />

se denominó angiografía cerebral, el científico presentó los<br />

resultados en la Sociedad Neurológica y en la Academia de<br />

Medicina de París. Egas Moniz, que nunca rompió sus vínculos<br />

sentimentales y científicos con la capital francesa,<br />

señaló la influencia que el profesor Sicard, de la Sorbona,<br />

había ejercido en sus investigaciones, a partir de la invención<br />

del lipodol, un líquido que se utilizaba para diagnosticar<br />

los tumores medulares.<br />

Moniz ya era un hombre maduro cuando logró su primer<br />

éxito científico —tenía 53 años—, gozaba de una extraordinaria<br />

vitalidad y estaba empeñado en dejar su impronta allí<br />

donde le llevara la curiosidad. Auténtico devoto de los naipes,<br />

jugaba al bostón y al bridge con tal entrega que escribió<br />

un manual sobre estrategias de salón. También tenía tiempo<br />

para la lectura, para la crítica literaria e incluso para dictar<br />

conferencias sobre los autores de la época. El arte ocupaba<br />

además buena parte de sus pensamientos y de sus ahorros.<br />

En la casa familiar de Estarreja acumuló colecciones de porcelanas<br />

de la Compañía de las Indias, Cantao, Saxe y Sevres;<br />

cuadros de pintores portugueses <strong>como</strong> Carlos Reis, Joào<br />

···[79]···<br />

EGAS MONIZ, UN NOBEL POLÉMICO

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