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MONOS COMO BECKY
Cinco años invirtieron Egas Moniz y sus colaboradores
en la fase experimental dedicada al perfeccionamiento, el
estudio de los efectos secundarios y las contraindicaciones
y la extensión de la angiografía a otras áreas cerebrales.
Entre otros logros pudieron establecer la velocidad de la
circulación de la sangre por el cerebro mediante series de
radiografías. El valor diagnóstico de la angiografía cerebral
queda reflejado en el prefacio que el profesor Joseph
Babinski redactó para el libro de su discípulo, Diagnóstico
de los tumores cerebrales y de la prueba de la encefalografía
arterial (Egas Moniz, Masson, París, 1931).
«La novedad que nadie se había planteado antes era la
siguiente: ¿Sería posible introducir en los vasos sanguíneos
del encéfalo por la carótida interna, que irriga la mayor
parte del cerebro, una sustancia opaca a los rayos X para
obtenera así con la radriografía una imagen de la red
arterial cerebral y determinar, al menos en ciertos casos,
por las modificaciones, las deformaciones constatadas en
la disposición de la estructura arterial, el lugar ocupado
por el tumor?»
La angiografía se extendió rápidamente como técnica
diagnóstica por los hospitales de todo el mundo. La posibilidad
de visualizar en los seres vivos los vasos sanguíneos,
tanto en su morfología como en su fisiología, abrió un
nuevo campo para efectuar diagnósticos en otras partes del
cuerpo y obtuvo un gran respaldo internacional entre neurólogos
y neurocirujanos. Hoy en día, la angiografía sigue
siendo una método imprescindible ante la insuficiencia de
los síntomas neurológicos para localizar un tumor intercraneal;
la imposibilidad de practicar una trepanación para
observar toda la superficie cerebral; y la inaccesibilidad a la
observación directa de los tumores que se desarrollan en
regiones cerebrales profundas.
El propio codirector de Monos como Becky, Joaquín Jordá,
tuvo oportunidad de comprobar, a pesar suyo, la vigencia
de la angiografía cerebral cuando sufrió un infarto cere-
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bral en 1997. Aquella experiencia, grabada parcialmente por
los cámara Carles Gusi y Ricard Daví, fue incorporada al
montaje del documental. Otro material que participaba del
juego de coincidencias y conexiones, como mínimo curiosas,
sustentadoras de buena parte del guión.
1.3. Fisiología de los lóbulos frontales:
la actividad psíquica
Hasta la primera mitad del siglo XX era muy poco lo que se
conocía sobre los mecanismos cerebrales; en especial se
ignoraban las relaciones funcionales de contacto entre las
terminaciones de las células nerviosas. Los mayores avances
los logró el histólogo español Santiago Ramón y Cajal,
Premio Nobel en 1906, al demostrar que los fenómenos de
la vida psíquica son el resultado de los influjos eléctricos
que atraviesan las neuronas, dependiendo de las redes nerviosas
y de la contigüidad establecida a través de dichas
redes. El cerebro se concebía como el órgano supremo del
hombre, el organizador estructural de las actividades superiores
y específicamente humanas. Los investigadores coincidían
en que la actividad cerebral era la base biológica de
la conducta humana. Esta concepción se ha mantenido hasta
la actualidad en la medicina occidental, que conecta la
actividad sintomática con el conjunto de operaciones mentales,
desde las percepciones al intelecto, las emociones y
los sentimientos valorativos espirituales.
Otro científico determinante en las investigaciones de
Egas Moniz fue el fisiólogo ruso Ivan Petrovich Pavlov (Riazán,
1849 – Moscú, 1936), que recibió el Premio Nobel de
Medicina en 1904 por el desarrollo del concepto de reflejo
condicionado. El famoso perro de Pavlov, aquel que insalivaba
en cuanto escuchaba la campanilla previa al almuerzo,
se ha convertido en otro de los iconos de la cultura de
masas occidental. De haber nacido en la Meca del star
system, Warhol lo hubiera inmortalizado junto a Mao
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EGAS MONIZ, UN NOBEL POLÉMICO