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Monos como Becky.pdf - Virus Editorial

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MONOS COMO BECKY<br />

Tras ver sus películas y tras darse cuenta de que él mismo<br />

era víctima de esta falta de concreción, Robert J. Flaherty,<br />

geólogo estadounidense afincado en Canadá, decidió<br />

filmar la vida de un pueblo esquimal a partir de la introducción<br />

de una pequeña línea argumental que le permitiera<br />

representar a esa comunidad de indígenas del Ártico en<br />

las situaciones que él deseaba recoger. Con elementos tan<br />

sencillos podía incluir en su película aquellos aspectos que<br />

le parecían más representativos de la cultura esquimal y<br />

que, por otra parte, él bien conocía a raíz de sus continuos<br />

viajes a esa región para hacer prospecciones geológicas. De<br />

resultas de esta colaboración con los esquimales rodó<br />

Nanook el esquimal (Nanook of the north, 1922), una cinta<br />

de 64 minutos que tiene el honor de ser considerada<br />

<strong>como</strong> la película fundacional de este género. Tras esta primera<br />

tentativa se sucedieron numerosas cintas que recogían<br />

la vida de otros pueblos. Rápidamente, el etnodocumental<br />

encontró entusiastas adeptos.<br />

Pero para explicar la historia y los hábitos de un pueblo<br />

no hacía falta ni ser antropólogo ni ir muy lejos. Bastaba<br />

con salir a la calle y observar. Con sólo detenerse y mirar las<br />

actividades diarias, se podía narrar una excelente historia;<br />

y así, en 1927, Jean Vigo concibió A propósito de Niza, una<br />

película que se limitaba a observar la vida cotidiana de la<br />

costera ciudad francesa. No obstante, la cinta tenía la particularidad<br />

de haber sido rodada con una rudimentaria<br />

cámara oculta, con lo que la actitud de los protagonistas<br />

era natural y despreocupada. El resultado era un material<br />

fresco y espontáneo.<br />

Este nuevo género creativo no pasó desapercibido para<br />

los cineastas. Si en Francia Vigo se interesó por la nueva forma<br />

de expresión, en España, Luis Buñuel se consolidó<br />

<strong>como</strong> uno de los autores más influyentes, gracias a la polémica<br />

Tierra sin pan (1932). El documental, rodado durante<br />

la República para mostrar las calamitosas condiciones de<br />

vida en las que se hallaba sumida desde siglos la población<br />

···[14]···<br />

de la sierra extremeña de Las Hurdes, se inscribe en el marco<br />

de un género cinematográfico militante o de denuncia.<br />

Sus imágenes causaron un gran impacto en el extranjero, y<br />

todavía hoy la sola mención de Tierra sin pan a los habitantes<br />

de Las Hurdes provoca una extraña reacción, más<br />

próxima al desentendimiento que al reconocimiento.<br />

Nadie que haya visto el documental podrá olvidar las «inestables<br />

cabras» que caían al vacío por arte de magia. Pues<br />

bien, todo tiene una explicación: Buñuel se ocupó de<br />

incluir un buen francotirador en su equipo.<br />

El documental acercaba al público a pueblos ignotos,<br />

pero también le mostraba su propia cotidianeidad, e incluso<br />

servía para denunciar hechos inaceptables. El género<br />

cobraba fuerza y adeptos. Tuvo que ser nuevamente otro<br />

hombre próximo a la antropología, Jean Rouch, el que realizó<br />

un prodigioso ejercicio de estilo al dar en los años cincuenta<br />

un nuevo giro que llevó al documental a los límites<br />

en que lo conocemos hoy. Los maestros deben estar locos<br />

(1955) es una filmación sobre las sociedades secretas del<br />

África ecuatorial en la que se nos describen sus ritos bajo el<br />

influjo de sustancias alucinógenas. Se trata de una vertiginosa<br />

historia narrada con la cámara al hombro —Rouch<br />

gustaba decir que por fortuna se le cayó el trípode al río<br />

Nilo y que ya no volvió a precisarlo jamás—. Era una cámara<br />

que se implicaba, que cruzaba el círculo invisible que<br />

in<strong>como</strong>da al personaje filmado, que provocaba. Esta técnica<br />

pasó a llamarse «cámara trance».<br />

Rouch sacó la cámara de sus parámetros habituales con<br />

su primera producción y perfeccionó aún más la técnica en<br />

sus siguientes cintas. La primera, rodada también en África,<br />

se titulaba Yo, un Negro (Moi, un Noir, 1957) y narraba la<br />

vida de tres jóvenes negros buscavidas en Treichiville, la<br />

que entonces era capital de Costa de Marfil. Después filmó,<br />

junto al sociólogo Edgar Morin, Crónica de un verano<br />

(1960) que narraba la historia de varios personajes en París.<br />

El particular tratamiento de estas dos películas pasó a lla-<br />

···[15]···<br />

EXPERIENCIA DE UN RODAJE ATÍPICO

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