Spanish - Seventh Day Adventist Reform Movement

Crecimiento y fuerza
¿Estamos realizando nuestros
ejercicios espirituales con la
frecuencia e intensidad
ideales para mantenernos
espiritualmente fuertes?
Miércoles, 10 de diciembre de 2008
VIDA A PARTIR DE LA ÚNICA
FUENTE
Un artista famoso, al admirar su
propio y hábil trabajo al modelar
una escultura de Moisés, quedó tan
impresionado que en un acto de
presunción clamó ante ella: Parla!
(significa: ¡Habla!). Naturalmente,
la escultura permaneció inmóvil.
No podría haber sido diferente. El
grande y talentoso artista no tenía
el poder de dar vida a su creación.
“Solamente por la vida que
Dios mismo les ha dado pueden vivir
las plantas y los animales.” 1
La habilidad y sabiduría humanas
no pueden producir vida ni siquiera
en el objeto más pequeño. Y, tal
como sucede en el mundo natural,
ocurre en el espiritual; la vida en
todas sus variadas manifestaciones
existe sólo a partir de la única
fuente: Dios, el Autor de ella. Jesucristo
afirma: “Yo soy la vida” y
Juan, el amado, testificó: “En él
estaba la vida, y la vida era la luz
de los hombres” (Juan 14:6; 1:4).
Espiritualmente “muertos en
delitos y pecados”, necesitamos un
nuevo aliento de vida desde lo
alto. “Asimismo es solamente mediante
la vida de Dios como se engendra
la vida espiritual en el corazón
de los hombres. Si el hombre
no ‘naciere de nuevo’ (Juan 3:3)
no puede ser hecho participante de
la vida que Cristo vino a dar.” 2
Por Dorival N. Dumitru
EL CRECIMIENTO DEPENDE DE
CIERTAS CONDICIONES
“Lo que sucede con la vida, sucede
con el crecimiento.” 3 Las
plantas y animales crecen al recibir
y usar los elementos que Dios ha
provisto para este propósito. Y la
madurez espiritual, el desarrollo de
un carácter semejante al de Cristo,
es también posible para todos. Pero
sólo puede ser obtenido por los
que siguen las instrucciones de
Dios concernientes a él.
La vida física es preservada y
puede crecer normalmente a través
de una atención constante a ciertos
principios que Dios ha establecido
para ella. Estos son generalmente
conocidos como las ocho leyes de
la salud. Ellas son: nutrición, ejercicio,
agua, sol, temperancia, aire
fresco, descanso y confianza en
Dios.
Sobre la importancia de la atención
diaria a estos ocho principios,
podríamos decir ciertamente: “Haz
esto, y vivirás”. Mediante una adhesión
regular a ellos, deberíamos
vivir —por lo menos físicamente—
muy bien, disfrutando de
una buena calidad de vida, desde
la infancia hasta la vejez.
Con respecto al crecimiento espiritual,
consideremos el siguiente
pensamiento inspirado: “La planta
y el niño crecen al recibir de la atmósfera
que los rodea aquello que
les da vida: el aire, el sol y el alimento.
Lo que estos dones de la
The Reformation Herald, Vol. 49, No. 6 15