La amistad espiritual - Autores Catolicos
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Y en cuanto a los seres sensibles, ¿quién dirá fácilmente cuántas formas reflejan de <strong>amistad</strong>., de<br />
sociedad y de amor?"<br />
[55.] Aunque en todo lo demás se conducen como irracionales, de tal modo imitan en esto al alma<br />
humana que casi parece que se movieran por la razón. Se buscan, juegan entre sí y con movimientos<br />
y voces se expresan y comunican su amor. Tan ávida y alegremente se gozan de su mutua compañía<br />
que no parecen interesarse por otras cosas sino por aquellas que son propias de la <strong>amistad</strong>."<br />
[56.] Con respecto a los ángeles, la providente sabiduría de Dios tampoco creó uno solo, sino<br />
muchos, para que una amigable sociedad y un amor suavísimo motivaran una misma voluntad y un<br />
mismo afecto. El amor de <strong>amistad</strong> evitó que, al verse uno superior y otro inferior, surgiera la<br />
envidia. El ser muchos excluyó la soledad, mientras que la unión de mutua caridad aumentaba el<br />
júbilo.<br />
[57.] Finalmente, cuando Dios creó al hombre, para recomendar con mayor insistencia el bien de<br />
vivir en sociedad, dijo: No es bueno que el hombre esté solo, hagámosle una ayuda semejante a él..'<br />
Entonces, el Poder divino plasmó esta ayuda, no de una materia parecida o igual, sino que de la<br />
misma sustancia del hombre creó a la mujer para expresar la caridad e incentivar la <strong>amistad</strong>. Es<br />
hermoso que del costado" del primer ser humano surgiera el segundo, para que la misma naturaleza<br />
nos enseñase que todos somos iguales -casi diría colaterales-, no siendo ni superiores ni inferiores en<br />
lo que respecta a las cosas humanas, lo cual es propio de la <strong>amistad</strong>.<br />
[58.] Así, desde sus orígenes, la naturaleza imprimió en el corazón del hombre el afecto de caridad y<br />
<strong>amistad</strong> que aumenta el sentido interior del amor al saborear su dulzura. Sin embargo, después de la<br />
caída del primer hombre, como al enfriarse la caridad se introdujese la concupiscencia haciendo que<br />
las cosas privadas se antepusieran al bien común, la avaricia y la envidia corrompieron el esplendor<br />
de la <strong>amistad</strong> y de la caridad. Entonces, las disputas, rivalidades, odios y sospechas minaron las<br />
corrompidas costumbres de los hombres. [59.] Por eso los buenos, advirtiendo que también a los<br />
enemigos y perversos debían amar y que no les era posible ningún acuerdo ni comunión de<br />
voluntades con los pésimos, debieron distinguir entre caridad y <strong>amistad</strong>. Así la <strong>amistad</strong>. que en un<br />
principio, junto con la caridad, existía entre todos y todos custodiaban, permaneció como ley natural<br />
entre los pocos buenos. Viendo que los sagrados derechos de la fidelidad y la comunión eran<br />
violados por muchos, se ligaron con una alianza más entrañable de dilección y <strong>amistad</strong>, descansando<br />
en la gracia de la mutua caridad, en medio de los males que veían y padecían.<br />
[60.] Pero aun aquellos en los que la impiedad borró hasta el más mínimo sentido de virtud,<br />
conservan la razón, que no puede extinguirse, y, por tanto, cierta inclinación a la <strong>amistad</strong> y a la<br />
afable compañía. Por eso, ni el avaro puede gozar de las riquezas, ni el ambicioso de la gloria, ni el<br />
lujurioso de los placeres, si no tienen compañeros. Hay pues, entre los peores, ciertas estrechas<br />
alianzas detestables, encubiertas con el hermosísimo nombre de <strong>amistad</strong>. Fue necesario distinguidas<br />
de la <strong>amistad</strong> verdadera mediante leyes y preceptos, no fuera que, apeteciendo ésta, cayesen<br />
incautamente en las otras por causa del parecido. [61.] <strong>La</strong> naturaleza instituyó la <strong>amistad</strong> que el uso<br />
corroboró y ordenó la ley. Es manifiesto que la <strong>amistad</strong> procede de la naturaleza, como la fuerza, la<br />
sabiduría y todo aquello que, por sí mismo -como los bienes naturales-, debe ser apetecido,<br />
custodiado y usado rectamente sin abuso alguno'"<br />
LA AMISTAD Y LA SABIDURÍA<br />
[62.] JUAN. - Pero, ¿acaso no hay muchos que abusan de la sabiduría, queriendo agradar a los<br />
hombres con ella, ensoberbeciéndose o usándola malamente y considerando la veneración como un<br />
negocio?<br />
[63.] ELREDO. - Que te responda satisfactoriamente nuestro Agustín con estas palabras suyas: El<br />
que está satisfecho de sí mismo, complace a un necio, porque verdaderamente es un necio aquel que<br />
está satisfecho de sí mismo'" Así pues, el que es necio, no es sabio y el que no es sabio, carece de