Compañera te doy que no sierva... Muchas veces me he preguntado ...

junto al suyo y encerrarse noche tras noche, solo, en un
frío cuarto donde, además, vivió su malogrado hijo.
Sólo la certeza de que mi padre fue víctima de
alguna extraZa enfermedad podría aliviar mi dolor,
pero por desgracia no fue eso lo que ocurrió, o al
menos, nunca he tenido constancia de ello. Cada vez lo
veo más claro, cuando tan a menudo la televisión nos
sorprende con casos similares, con hechos tan
incomprensibles como la muerte de cualquier mujer a
manos de su marido, compaZero o, en el colmo de las
atrocidades, de su novio. Porque si tremendo es que
ocurran estos hechos dentro de la pareja estable, podría
tratar de justificarse pensando que el amor que les unió
en un momento se haya ido consumiendo, apagando
hasta convertirse en odio. Pero si el hecho ocurre en
esa etapa previa a toda relación estable que debe ser el
noviazgo, )qué cabría pensar? No quiero, desde luego,
ni planteármelo.
Pues bien, después de las valoraciones que he
expresado en los párrafos anteriores, es fácil suponer
en qué acabaron las relaciones de pareja de mis padres.
Como tampoco es mi intención ni me siento con el
valor suficiente, les ahorraré detalles que, por fuerza,
tendrían que ser desagradables. Sólo les diré que,
pasada aquella tregua en que les dejé, volvieron las
riZas, los accidentes, las magulladuras, los vómitos
cada vez más frecuentes de mi madre -luego he sabido
que aquello era una especie de bulimia, provocada por
el estado de continuo estrés en que se encontraba-, los
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