Muestra de la poesía uruguaya actual JORGE ARBELECHE | RICARDO PALLARES RICARDO PALLARES Nota introductoria Esta muestra se propone ilustrar un panorama amplio y complejo, por lo que la selección que se presenta —a modo de ejemplo— no es antológica ni supone juicios categóricos. Por este motivo y por razones de espacio no aparecen todos los autores. Tampoco los recientemente fallecidos (Juan Carlos Macedo, Marosa di Giorgio, Nancy Bacelo) ni algunos residentes en el extranjero (Eduardo Milán, Alfredo Fressia, Enrique Fierro, Héctor Rosales). Hemos dado la posibilidad a los poetas de que fueran ellos quienes indicaran los textos a incluir, como forma de calificar a la muestra por medio de su participación y de la legitimación autoral de las opciones. Próximos a finalizar la primera década del siglo XXI el panorama actual de la poesía uruguaya muestra una vigorosa producción, variedad y continuidad en la tradición de renovar sin rupturas ni cismas. Pasado el ciclo modernista se advirtió en nuestra poesía una heterogeneidad con pluralidad de sistemas, códigos, rasgos eclécticos y síntesis originales. En nuestra actualidad la heterogeneidad también es importante y evidente, tanto en las propuestas como en las estéticas que, en razón de la brevedad de la muestra, se entrevén o están latentes. Con todo, consideramos que las ejemplifica plenamente. Estas características del quehacer lírico uruguayo —intenso, como ya se dijo— se pueden vincular inicialmente con el eurocentrismo de nuestra cultura que abrevó en las diversas fuentes del “viejo continente”, asumidas como referencias insoslayables. muestra de la poesía uruguaya actual 7
8 Dicho comportamiento literario e ideológico —que fue funcional al proyecto hegemónico— estuvo convalidado por una “masa” de lectores descendientes de inmigrantes europeos y por el proyecto universalista del sistema educativo. También se vio fortalecido por ideales de nación y por sentimientos relativos a la identidad colectiva, especialmente los promovidos alrededor de 1930, fecha del centenario de la Jura de la primera Constitución de la República, que fueron muy caros para vastos sectores. Dichas características están vinculadas asimismo con la influencia de los grandes renovadores contemporáneos de la literatura universal y latinoamericana, explorados por los artistas y bien conocidos en el medio local. Las vertientes de tan diversos orígenes necesariamente habrían de ser recibidas con especial atención y, dada la atmósfera de espíritu cosmopolita reinante, con actitud atenta y abierta a las tendencias y novedades del resto del mundo. Esto ocurrió probablemente hasta poco después del medio siglo XX, cuando la posmodernidad tardía y las sucesivas crisis internas —económica y social— desconfiguraron el modelo que llegó a tener cierto prestigio más allá de las fronteras. Además, se comenzó a desestructurar el sentido y el papel del Estado como regulador, garante de inclusión y de derechos colectivos. Es así que hoy sigue casi como inercia un cierto afán por la novedad, no obstante la facilidad de las comunicaciones en tiempo real y la necesaria búsqueda que cada uno hace de sus propios registros, tonos y singularidades. Este referido afán parece estar vinculado a un individualismo personalista corroborado por la Academia y por la herencia cultural. Pero también parece claro que finalmente fortaleció la resistencia de la poesía ante el avasallamiento de los derechos civiles, políticos y culturales que se inició en 1968. El universalismo básicamente europeísta que hemos referido, incluidos los componentes del imaginario, se puede mostrar muy bien desde el contexto de la generación de los poetas de los años de la década de 1920, que inicialmente procesó e incorporó el empuje de las vanguardias de comienzos del siglo con peculiar originalidad. En efecto, el nativismo (Pedro L. Ipuche, F. Silva Valdés) conjugó como movimiento literario las tradiciones telúricas, en la versión del campo uruguayo, con elementos de la figuración metafórica del ultraísmo hispanoamericano. De alguna manera el movimiento supuso una propuesta totalizante con voluntad de irradiar más allá de la poesía. En beneficio de lo panorámico también podemos mencionar otra zona de esta generación, como fue la lírica de inspiración filosófica (Emilio Oribe, Luisa Luisi) o panteísta (Carlos Sabat Ercasty), la de un futurismo peculiar (Juan Parra del Riego, Alfredo Mario Ferreiro), concomitantes con la acción de cuatro revistas literarias de primera línea (Los Nuevos, Pegaso, Teseo y La Cruz del Sur; cabe agregar la revista Alfar, editada por Julio J. Casal en Galicia y luego, desde 1925, en Montevideo), los aportes de las artes visuales (Pedro Figari, José Cúneo, Carmelo de Arzadum) y de la música (Eduardo Fabini), situados en el proceso de la buscada y participada consolidación del perfil nacional. Con lo dicho damos testimonio de la existencia de una multiplicidad en florecimiento expansivo —no de un laberinto— ya que, no obstante el radicalismo de los cambios culturales de entonces y de ahora, probablemente se trate de la misma diversidad que sigue caracterizando a nuestra poesía actual. Es resultado, entre otras alforja <strong>45</strong> | verano 2008 cosas, de la cultura promovida por la educación que, en lo fundamental, sigue centrada en el mundo, no en la aldea. Tras los equilibrios de la generación del Centenario (1930), la generación del <strong>45</strong> incorporó cambios diversos que se manifestaron en todos los géneros. Fundamentalmente se trató de la perspectiva y las temáticas ciudadanas, lo cotidiano y lo erótico, un decidido cosmopolitismo, varias sagas de consolidación y renuevo de la prosa narrativa, innovaciones líricas y formales de sello posmoderno, relativismo y crisis existencial, registros polifónicos, experimentalismo, prácticas interdiscursivas, fracturas en el concepto y percepción del sujeto y decidido cuestionamiento del “orden” social. La generación del 60, continuadora crítica del abanico anteriormente descrito e instalada definitivamente en la crisis mundial y local, continúa hoy aportando rica y sustantivamente a la configuración dinámica del corpus poético. Fue sacudida por grandes fenómenos políticos, sociales, continentales y mundiales, por el cambio cultural radical, las grandes transformaciones científico-tecnológicas, la caída de sistemas, cortinas, muros políticos, convenciones de tiempo y espacio, por el agravamiento de asimetrías y pobreza y por los cambios en los usos del lenguaje. Es la generación que, en términos relativos, soportó con más dureza los cambios, la que en pleno proceso de producción también debió aplicarse a reubicar lo canónico, a enfrentar la persecución de la dictadura y resistir. Esto no significa que la generación anterior y las siguientes no hayan sufrido el mismo terrorismo de Estado, el aislamiento respecto de los lectores, la persecución, la censura, la cárcel, el exilio y sus consecuencias. Lo sufrieron en tanto que coetáneos, resistiendo con valores comunes, pero desde una contingencia diferente. Al menos porque los del <strong>45</strong> tenían una obra publicada y consolidada y los del ciclo en torno a la dictadura estaban en los comienzos, intentando configurar su voz en medio de un proceso en el que el mundo interior y el exterior ya no eran tal cual se les había enseñado. Por dichas razones esta muestra, además, se propone testimoniar sumariamente el carácter multicéntrico del proceso de ocurrencia, de los temas y las obras, así como el sesgo alusivo —cuando no imprecatorio— que hay en el corpus de referencia en relación con la atmósfera e historia colectiva uruguaya reciente. Asimismo, es probable encontrar algunas formas renovadas de denuncia militante como la ironía (Rafael Courtoisie), las muestra de la poesía uruguaya actual 9
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