La lucha contra el pecado - Fundación Gratis Date
La lucha contra el pecado - Fundación Gratis Date
La lucha contra el pecado - Fundación Gratis Date
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
en la que las necesidades, muchas veces falsas, y las<br />
pautas conductuales, muchas veces malas, son impuestas<br />
por <strong>el</strong> ambiente. Es únicamente en esta vida <strong>el</strong>egante<br />
d<strong>el</strong> ayuno donde puede desarrollarse en plenitud la pobreza<br />
evangélica.<br />
<strong>La</strong> oración hace que <strong>el</strong> hombre, liberado por <strong>el</strong> ayuno<br />
de una inmersión excesiva en <strong>el</strong> mundo, se vu<strong>el</strong>va a Dios,<br />
le mire y contemple, le escuche y le hable, lea sus palabras<br />
y las medite, se una con él sacramentalmente. Pero<br />
sin ayuno no es posible la oración; es <strong>el</strong> ayuno d<strong>el</strong> mundo<br />
lo que hace posible <strong>el</strong> vu<strong>el</strong>o de la oración. Y sin oración,<br />
sin amistad con <strong>el</strong> Invisible, no es psicológica ni<br />
moralmente posible reducir <strong>el</strong> consumo de lo visible. Es<br />
la oración la que posibilita <strong>el</strong> ayuno y lo hace fácil.<br />
<strong>La</strong> limosna, finalmente, hace que <strong>el</strong> cristiano se vu<strong>el</strong>va<br />
al prójimo, le conozca, le ame, le escuche, y le preste<br />
ayuda, consejo, presencia, dinero, casa, compañía, afecto.<br />
Pero difícilmente está <strong>el</strong> hombre disponible para <strong>el</strong><br />
prójimo si no está libre d<strong>el</strong> mundo y encendido en Dios.<br />
El cristiano sin oración, cebado en <strong>el</strong> consumo de criaturas,<br />
no está libre ni para Dios por <strong>el</strong> ayuno, ni para los<br />
hombres por la limosna. Está preso, está perdido, está<br />
muerto.<br />
Ya se ve, según esto, cómo oración, ayuno y limosna<br />
se posibilitan y exigen mutuamente, forman un triángulo<br />
perfecto, que abarca la vida d<strong>el</strong> cristiano en todas sus<br />
dimensiones. Estos son los tres consejos evangélicos<br />
más adecuados para fomentar la vida de perfección en<br />
los laicos consagrados sólamente por <strong>el</strong> bautismo.<br />
Por la triada penitencial se produce la conversión perfecta d<strong>el</strong><br />
hombre a Dios y la completa expiación por los <strong>pecado</strong>s. San Pedro<br />
Crisólogo decía: «Tres son, hermanos, tres las cosas por las cuales<br />
dura la fe, subsiste la devoción, permanece la virtud: oración, ayuno<br />
y misericordia. Oración, misericordia y ayuno son tres en uno,<br />
y se dan vida mutuamente» (ML 52,320). Con razones profundas<br />
explica Santo Tomás la conversión d<strong>el</strong> <strong>pecado</strong>r a Dios por esta<br />
triple vía: «<strong>La</strong> satisfacción por <strong>el</strong> <strong>pecado</strong> debe ser tal que por <strong>el</strong>la<br />
nos privemos de algo en honor de Dios. Ahora bien, nosotros no<br />
tenemos sino tres clases de bienes: bienes de alma, bienes de cuerpo,<br />
y bienes de fortuna o exteriores. Nos privamos de los bienes de<br />
fortuna por la limosna; de los bienes d<strong>el</strong> cuerpo por <strong>el</strong> ayuno; en<br />
cuanto a los bienes d<strong>el</strong> alma no conviene que nos privemos de <strong>el</strong>los<br />
ni en cuanto a su esencia, ni disminuyéndolos en cantidad, ya que<br />
por <strong>el</strong>los nos hacemos gratos a Dios; lo que debemos hacer es<br />
entregarlos totalmente a Dios, y esto se hace por la oración» (STh<br />
Sppl 15,3).<br />
<strong>La</strong> penitencia hoy<br />
En una alocución notable, Pablo VI, comentando la<br />
ley renovada de la penitencia, decía: «No podremos<br />
menos de confesar que esa ley [de la penitencia] no nos<br />
encuentra bien dispuestos ni simpatizantes, ya sea porque<br />
la penitencia es por naturaleza molesta, pues constituye<br />
un castigo, algo que nos hace inclinar la cabeza,<br />
nuestro ánimo, y aflige nuestras fuerzas, ya sea porque<br />
en general falta la persuasión [de su necesidad]. ¿Por<br />
qué razón hemos de entristecer nuestra vida cuando ya<br />
está llena de desventuras y dificultades? ¿Por qué, pues,<br />
hemos de imponernos algún sufrimiento voluntario añadiéndolo<br />
a los muchos ya existentes?... Acaso inconscientemente<br />
vive uno tan inmerso en un naturalismo, en<br />
una simpatía con la vida material, que hacer penitencia<br />
resulta incomprensible, además de molesto» (28-II-1968.<br />
El diagnóstico es muy grave, porque sin la penitencia<br />
queda distorsionada gravemente toda la espiritualidad<br />
cristiana, hasta quedar irreconocible. ¿No estará aquí la<br />
enfermedad más grave d<strong>el</strong> cristianismo actual?<br />
López Ibor, analizando El dolor en <strong>el</strong> mundo moderno,<br />
en su obra El descubrimiento de la intimidad, afir-<br />
Rivera - Iraburu – Síntesis de espiritualidad católica<br />
100<br />
ma que «la apetencia d<strong>el</strong> hombre moderno es la de ser<br />
dichoso, buscando la dicha en la evitación d<strong>el</strong> dolor y no<br />
en la profundización de su existencia» (Madrid, Aguilar<br />
1958,260). Y en la misma línea, Buytendijk (22) observa<br />
que «<strong>el</strong> hombre moderno se irrita <strong>contra</strong> muchas cosas<br />
que antes admitía serenamente. Se indigna <strong>contra</strong> la vejez,<br />
<strong>contra</strong> la enfermedad larga, <strong>contra</strong> la muerte, pero<br />
desde luego <strong>contra</strong> <strong>el</strong> dolor. El dolor no debe existir... Se<br />
ha originado una algofobia que en su desmesura se ha<br />
convertido incluso en una plaga y tiene por consecuencia<br />
una pusilanimidad que acaba por imprimir su s<strong>el</strong>lo a<br />
toda la vida».<br />
Por lo que se refiere a nuestra sagrada tríada, bien sabemos<br />
hasta qué punto la sociedad actual dificulta <strong>el</strong><br />
ayuno, estimulando sin cesar al hombre a un consumo<br />
de criaturas cada vez más avido y cuantioso; cómo dificulta<br />
la oración, alejando de Dios <strong>el</strong> mundo secular, captando<br />
la atención d<strong>el</strong> hombre de mil maneras, distrayéndole<br />
de Dios, y haciéndole gastarse en un activismo vacío;<br />
y cómo dificulta la limosna, al haber cegado sus<br />
fuentes, que son la oración y <strong>el</strong> ayuno.<br />
Pues bien, «si alguno tiene oídos, que oiga» (Mc 4,23).<br />
Esta es la palabra de Jesús: «Entrad por la puerta angosta,<br />
porque ancha es la puerta y amplio <strong>el</strong> camino que<br />
llevan a la perdición, y muchos entran por <strong>el</strong>los. ¡Qué<br />
angosta es la puerta y que estrecho <strong>el</strong> camino que llevan<br />
a la vida! Y qué pocos dan con <strong>el</strong>los» (Mt 7,13-14).<br />
No ha cambiado <strong>el</strong> Señor de idea. <strong>La</strong> liberación de los<br />
cristianos quiere hacerla hoy Jesucristo, como siempre,<br />
por <strong>el</strong> camino de la penitencia, en oración, ayuno y caridad.<br />
No hay otro camino para salir de Egipto, atravesar<br />
<strong>el</strong> Desierto, y llegar a la Tierra Prometida. No hay otra<br />
salida para los cristianos empantanados en <strong>el</strong> mundo. Es<br />
la de siempre: «Si no hiciéreis penitencia, todos igualmente<br />
moriréis» (Lc 13,3. 5).<br />
3. El Demonio<br />
AA.VV., Satan, Etudes carmélitaines, Desclée de B. 1948; AA.VV.,<br />
Démon, DSp III (1957) 141-238; AA.VV., arts. sobre El Diablo y la<br />
espiritualidad, «Rev. de Espiritualidad» 44 (1985) 185-336; C.<br />
Balducci, <strong>La</strong> posesión diabólica, Barc<strong>el</strong>ona, Mtz. Roca 1976; A.<br />
Cini Tassinario, II Diavolo secondo l’insegnamento recente d<strong>el</strong>la<br />
Chiesa, Roma, Diss. Pont. Ateneo Antonianum 1984; W. Foerster,<br />
daimon, KITTEL II,1-21/II,741-792; M. García Cordero, El ministerio<br />
de los áng<strong>el</strong>es en los escritos d<strong>el</strong> N. T., «Ciencia Tomista»<br />
118 (1991) 3-40; Los espíritus maléficos en los escritos d<strong>el</strong> N. T.,<br />
ib. 119 (1992) 209-249; H. Haag, El diablo, su existencia como<br />
problema, Barc<strong>el</strong>ona, Herder 1978; W. Kaspers-K. Lehmann,<br />
Diavolo-Demoni-Possessione, Brescia, Queriniana 1983; J. V.<br />
Rodríguez, <strong>La</strong> imagen d<strong>el</strong> diablo en la vida y escritos de S. Juan de<br />
la Cruz, «Rev. Espiritualidad» 44 (1985) 301-336; J. A. Sayés, El<br />
demonio ¿realidad o mito?, Madrid, San Pablo 1997; C. Spicq, El<br />
diablo en la rev<strong>el</strong>ación d<strong>el</strong> NT, «Communio» 1 (1979) 30-38; C.<br />
Vagaggini, Teología de la liturgia, BAC 181 (1965) 342-423.