12.05.2013 Views

La lucha contra el pecado - Fundación Gratis Date

La lucha contra el pecado - Fundación Gratis Date

La lucha contra el pecado - Fundación Gratis Date

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús» (Flp 2,5),<br />

y por sus medios: oración, meditación d<strong>el</strong> evang<strong>el</strong>io, sacramentos,<br />

y ejercicio de virtudes, sobre todo de la caridad.<br />

Veamos, pues, sus líneas fundamentales.<br />

1.–<strong>La</strong> fuerza de la caridad es la que libra al sentido<br />

de sus apegos. <strong>La</strong> ascética cristiana no pretende matar la<br />

sensibilidad, a no ser que en algún aspecto fuera preciso,<br />

sino integrar su impulso d<strong>el</strong>icado y cambiante en la<br />

corriente más alta y fuerte de la caridad. No se trata de<br />

que <strong>el</strong> jinete mate <strong>el</strong> caballo, para evitarse reb<strong>el</strong>días, sino<br />

que lo domine y lo ponga a su servicio y al de los demás.<br />

Con un ejemplo: un sacerdote, aficionado al fútbol, cuando se<br />

dispone a ver en t<strong>el</strong>evisión un gran partido, recibe aviso de que una<br />

persona le busca. Según <strong>el</strong> grado de su caridad, 1.–se excusará de<br />

recibirla, alegando estar ocupado; 2.–atenderá la visita, pero de<br />

mala gana y procurando acabar pronto; 3.–atenderá a la persona<br />

con interés sincero, pero todavía con cierta división interior, pues<br />

aún <strong>el</strong> sentido le tira hacia <strong>el</strong> espectáculo que se va pasando; 4.–se<br />

centrará con todo atención en la persona, sin acordarse siquiera de<br />

la t<strong>el</strong>evisión. Su afectividad sensible está ya completamente fundida<br />

con la misma inclinación de la caridad. Pues bien, con la gracia de<br />

Dios, es la fuerza de amor de la caridad la que ha ido produciendo<br />

esta progresiva santificación y liberación d<strong>el</strong> sentido.<br />

2.–Nunca <strong>el</strong> sentido debe constituirse en principio de<br />

pensamiento y acción. Nunca un cristiano debe profesar<br />

una idea porque le agrada más, porque se acomoda mejor<br />

a su temperamento, sino por ser verdadera. Nunca<br />

debe hacer u omitir una obra porque le gusta o fastidia,<br />

sino porque es conveniente o inoportuna. El cristiano<br />

debe regirse por la fe y la caridad.<br />

3.–No hay que buscar, ni menos exigir, gustos sensibles<br />

en las cosas espirituales, ni en la oración ni en la<br />

acción, ni en lecturas, ni en trabajos apostólicos, ni en<br />

nada. Si Dios da consolación sensible, o si no la da, hay<br />

que servirle igual, y sin queja alguna. «Es cosa donosa –<br />

dice Santa Teresa– que aún nos estamos con mil embarazos<br />

e imperfecciones, y las virtudes aun no saben andar,<br />

sino que ha poco que comenzaron a nacer –y aun<br />

quiera Dios estén comenzadas– ¿y no habemos vergüenza<br />

de querer gustos en la oración y quejarnos de sequedades?<br />

Nunca os acaezca, hermanas; abrazaos con la cruz»<br />

(2 Moradas 7).<br />

4.–Hay que distinguir entre gustos sensibles que acercan<br />

a Dios o que alejan de él, para mantener unos y<br />

sanar o suprimir los otros. A veces en esto <strong>el</strong> discernimiento<br />

no es fácil. Cuando uno ve que cierto gusto sensible<br />

le es obligatorio –hacer, por ejemplo, un viaje a un<br />

lugar muy hermoso–, o le es todavía necesario –dormir<br />

tantas horas, oír música–, y le ayuda espiritualmente a<br />

unirse a Dios –«en seguida al primer movimiento se pone<br />

la noticia y afección de la voluntad en Dios» (3 S 24,5)–,<br />

tendrá que moderar ese gusto, pero no suprimirlo. Pero,<br />

por <strong>el</strong> <strong>contra</strong>rio, si ese gusto no es obligatorio ni necesario,<br />

ni le acerca a Dios, debe tender a suprimirlo: «Cualquier<br />

gusto que se le ofreciere a los sentidos, como no<br />

sea puramente para honra y gloria de Dios, renúnci<strong>el</strong>o y<br />

quédese vacío de él por amor de Jesucristo» (1 S 13,4).<br />

En fin, si se trata de algo que claramente le daña espiritualmente,<br />

es claro que debe suprimirlo inmediatamente.<br />

Sanado ya <strong>el</strong> sentido, podrá quizá la persona recuperar lo renunciado,<br />

según los casos. Una persona, por ejemplo, que está<br />

desordenadamente apegada a la lectura –no le es obligatoria ni<br />

necesaria, no le acerca a Dios, más aún, le aleja: le quita oración,<br />

atención al prójimo, estudio, etc.–, renuncia por un tiempo a la<br />

lectura, pues no logra poseerla sin verse poseído por <strong>el</strong>la. Quizá<br />

más ad<strong>el</strong>ante pueda recuperarla sin dificultades espirituales, y es<br />

posible que le convenga. Ya vimos en otra ocasión que hay materias<br />

en las que no se pasa d<strong>el</strong> abuso al uso si no es a través de la<br />

abstinencia.<br />

Rivera - Iraburu – Síntesis de espiritualidad católica<br />

108<br />

5.–<strong>La</strong> liberación d<strong>el</strong> sentido ha de ser total, pero ha de<br />

conseguirse parcial y progresivamente. No podría ser de<br />

otro modo. El cristiano, intencionalmente, ha de pretender<br />

desde <strong>el</strong> principio <strong>el</strong> despojamiento total de cualquier<br />

apego desordenado; pero la pedagogía espiritual que debe<br />

usar –la misma que Dios usa con él– le hará proceder<br />

por fases, comenzando por mortificar los apetitos más<br />

gravemente desordenados, para ocuparse después de los<br />

menos perjudiciales.<br />

6.–<strong>La</strong> mortificación d<strong>el</strong> sentido hay que hacerla sin miedo,<br />

sin dramatizar las renuncias. Los hijos de Dios que quieren<br />

«adorarle en espíritu y en verdad» (Jn 4,24), deben tumbar<br />

los ídolos de un manotazo, sin pensarlo dos veces, y<br />

sin temor alguno a las consecuencias. «Todas las criaturas<br />

en este sentido nada son, y las aficiones de <strong>el</strong>las<br />

menos que nada podemos decir que son, pues son impedimento<br />

y privación de la transformación en Dios» (1 S<br />

4,3). Una persona, por ejemplo, excesivamente adicta a<br />

la t<strong>el</strong>evisión puede temer que dejarla o disminuir su uso<br />

va a trastornar <strong>el</strong> equilibrio de su vida. Nada más falso: y<br />

si la deja un tiempo –una cuaresma, unas vacaciones,<br />

una estancia en un monasterio–, comprobará que ni se<br />

acuerda de <strong>el</strong>la, si acierta a llenar su tiempo con cosas<br />

más b<strong>el</strong>las y valiosas.<br />

Incluso esa mortificación ha de hacerse con alegría,<br />

pues precisamente «en esta desnudez [d<strong>el</strong> sentido] halla<br />

<strong>el</strong> alma espiritual su quietud y descanso, porque no codiciando<br />

nada, nada le fatiga hacia arriba y nada le oprime<br />

hacia abajo, porque está en <strong>el</strong> centro de su humildad»<br />

(13,13).<br />

Inmensos bienes trae la ascesis d<strong>el</strong> sentido. Vivir como víctima<br />

constante de una afectividad desordenada es, sin comparación,<br />

mucho más duro que mortificar y santificar <strong>el</strong> sentido. <strong>La</strong> purificación<br />

activa d<strong>el</strong> sentido acrecienta la int<strong>el</strong>igencia, da fuerza a la memoria<br />

y libertad a la voluntad; disminuye <strong>el</strong> sufrimiento de la vida,<br />

atenúa <strong>el</strong> cansancio, hace menores las necesidades –de sueño, dinero,<br />

vacaciones, cosas–; logra que <strong>el</strong> alma gane en armonía y serenidad,<br />

haciéndose para los otros más amable. Pero sobre todo facilita<br />

<strong>el</strong> acceso a Dios: «Hasta que los apetitos se adormezcan por la<br />

mortificación en la sensualidad, y la misma sensualidad esté ya<br />

sosegada de <strong>el</strong>los de manera que ninguna guerra haga al espíritu, no<br />

sale <strong>el</strong> alma a la verdadera libertad, a gozar de la unión con su<br />

Amado» (1 S 15,2). «Los limpios de corazón verán a Dios» (Mt<br />

5,8).<br />

Ascética d<strong>el</strong> espíritu<br />

<strong>La</strong> ascética d<strong>el</strong> sentido trata de sujetar éste al espíritu,<br />

al plano int<strong>el</strong>ectual-volitivo, mientras que la ascética d<strong>el</strong><br />

espíritu procura la docilidad d<strong>el</strong> espíritu humano al Espíritu<br />

Santo. Por tanto, la ascesus cristiana no se conforma<br />

con integrar <strong>el</strong> sentido en <strong>el</strong> espíritu, sino que,<br />

siempre con <strong>el</strong> impulso de la gracia, intenta <strong>el</strong>evar todo <strong>el</strong><br />

hombre, sentido y espíritu, a la vida sobrenatural d<strong>el</strong> Espíritu<br />

Santo, de modo que así sea deificado.<br />

No le basta a Dios tener unión sustancial con <strong>el</strong> hombre,<br />

sino que quiere para él una unión deificante. Tan<br />

grande es <strong>el</strong> amor que le tiene. En efecto, Dios, como<br />

creador, está siempre unido a la criatura humana, dándole<br />

ser y obrar. Pero cuando aquí «hablamos de unión d<strong>el</strong><br />

alma con Dios, no hablamos de ésta sustancial que siempre<br />

está hecha, sino de la unión y transformación d<strong>el</strong><br />

alma con Dios, que no está siempre hecha, sino sólo<br />

cuando viene a haber semejanza de amor. Y, por tanto,<br />

ésta se llamará unión de semejanza, así como aquélla<br />

unión esencial o sustancial; aquélla natural, ésta sobrenatural;<br />

la cual es cuando las dos voluntades, la d<strong>el</strong> alma y<br />

la de Dios, están en uno conformes, no habiendo en la<br />

una cosa que repugne a la otra; y así, cuando <strong>el</strong> alma<br />

quitare de sí totalmente lo que repugna y no conforma

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!