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La doncella de hielo La doncella de hielo

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— ¡Pareces un anuncio <strong>de</strong> la Televisión <strong>de</strong> Transilvania! Toda esa rutina <strong>de</strong> los<br />

fenómenos ocultos... ¡Dios mío! ¡Eso requiere siglos y siglos <strong>de</strong> práctica! Los veteranos<br />

pue<strong>de</strong>n hacerlo, claro, antiguas «criaturas» medievales <strong>de</strong> los Cárpatos... ¡Pero no nosotros!<br />

¡Somos unos novatos! ¡Ni siquiera po<strong>de</strong>mos pagar el alquiler!<br />

— ¡Hola, Cora!<br />

Levantaron la vista. Peg estaba <strong>de</strong> pie junto a su mesa, ja<strong>de</strong>ante, lanzando espirales <strong>de</strong><br />

humo, mientras se fumaba un porro, con un vestido que se volvía transparente por el sudor.<br />

Cora se la presentó a Tony y se unió a ellos para tomar algo.<br />

— Hay una orgía salvaje allá arriba, en la calle Manx –dijo malhumorada y ja<strong>de</strong>ante.<br />

¿Queréis venir con nosotros?<br />

— ¿De qué va esta noche? —sonreía Cora. ¿Enanos? ¿<strong>La</strong>mas tibetanos? ¿Zulúes <strong>de</strong> pies<br />

zompos? ¿Acróbatas chinos?<br />

— ¿De qué estás hablando? ¡Sólo gente normal y corriente!<br />

— Parece como si hubieras visto suficiente acción durante algún tiempo —comentó<br />

Tony.<br />

— ¡Para nada, tío! ¡Apenas estoy empezando! Vive mientras puedas, ésa es mi filosofía.<br />

— <strong>La</strong> mía también —admitió él.<br />

— ¡Entonces, vámonos!<br />

Peg los condujo atravesando la ciudad en su MG hasta una casa <strong>de</strong> apartamentos, en<br />

Manx, y pasaron la hora siguiente retorciéndose a través <strong>de</strong> un atolla<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> cuerpos <strong>de</strong>snudos<br />

sobre el suelo <strong>de</strong>l cuarto <strong>de</strong> estar <strong>de</strong> alguien. Cora lo hizo con Peg, con una chica que sólo<br />

llevaba un par <strong>de</strong> cascos estereofónicos en los oídos ( «Son Pro/4 Triple A —explicaba la<br />

susodicha. Los acabo <strong>de</strong> comprar esta noche y me da miedo que alguien pueda mangármelos<br />

si los <strong>de</strong>jo por ahí tirados») y con dos chicos que mientras se acoplaban mutuamente con ella,<br />

continuaban discutiendo sobre baloncesto. Por una u otra razón, ella recordó repentinamente<br />

un poema <strong>de</strong> Rossetti:<br />

«En torno a ella, los amantes,<br />

Recién encontrados,<br />

Entre aclamaciones <strong>de</strong> amor eterno<br />

Hablaban siempre uno con otro<br />

Pronunciando los nombres que recordaba su corazón;<br />

y las almas que subían hasta Dios,<br />

Pasaron junto a ella como <strong>de</strong>lgadas llamitas,»<br />

Estaré aquí cuando todos hayan muerto, pensó. <strong>La</strong> revelación explotó en su vientre<br />

como una carga <strong>de</strong> profundidad al llegar al clímax. ¡Nunca moriré! ¡Qué extraño! ¡Qué<br />

extraño! ¡Qué extraordinariamente extraño!<br />

Tony, se percató, ignoraba la carne completamente y se <strong>de</strong>dicaba sigilosamente a<br />

saquear bolsas y carteras.<br />

Más tar<strong>de</strong> se encontraron en la cocina y se vistieron,<br />

— Nada interesante —informó él. Sólo tarjetas <strong>de</strong> crédito y monedas.<br />

— Nadie trae dinero en efectivo a una orgía, Antonius.<br />

— En realidad, estaba buscando un nuevo par <strong>de</strong> zapatos. Pero no pu<strong>de</strong> encontrar<br />

ninguno <strong>de</strong> mi número.<br />

— Salgamos <strong>de</strong> aquí.<br />

Salieron discretamente y tomaron algo más <strong>de</strong> whisky en un bar, al otro lado <strong>de</strong> la calle,<br />

que abría fuera <strong>de</strong> horas.<br />

— Tienes razón —bostezaba ella. Sobre la mutación a murciélago. En tiempos pasados<br />

sabían hacerlo, pero no nosotros.<br />

— Por supuesto que no.<br />

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