EL ARTE DE SER FELIZ Ignacio Larrañaga - OpenDrive
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<strong>Ignacio</strong> <strong>Larrañaga</strong> <strong>EL</strong> <strong>ARTE</strong> <strong>DE</strong> <strong>SER</strong> F<strong>EL</strong>IZ<br />
brille más que la propia le llena de turbación, y así el "yo" le roba la paz del<br />
corazón y la alegría de vivir. ¡Cómo sufre la gente por la ilusión del "yo"!<br />
Es, pues, el "yo" un ídolo tejido por la vanidad, el egoísmo y el orgullo de la<br />
vida.<br />
Por eso, a la gente no le interesa tener tanto como el parecer, le<br />
interesa todo el resaltar la vana mentira de su figura social: se mueren por<br />
los vestidos, los automóviles, las mansiones lujosas, las fiestas de sociedad,<br />
por aparecer en la página social de los periódicos... Es un mundo artificial<br />
que gira incansablemente en torno a esa seductora y vana mariposa.<br />
El "yo" es una loca quimera, un fuego fatuo, etiqueta y ropaje, una<br />
vibración inútil que me persigue y obsesiona, es un flujo continuo de<br />
sensaciones e impresiones referidos a un centro imaginario inexistente.<br />
Hay, pues, que apagar ese fuego. Hay que liberarse del "yo".<br />
La verdadera liberación se basa en vaciarse de sí mismo, en<br />
extinguir la llama de ese fuego fatuo, en dejar de referirse a una imagen<br />
ilusoria, el convencerse de que el supuesto "yo" no existe realmente, de que<br />
vives en ascuas por una mentira, por una quimera.<br />
Debes convencerte y tomar conciencia de que cuando te aferrabas<br />
tan apasionadamente a la ilusión del "yo", estabas abrazándote a una<br />
sombra. Y una vez extinguida la llama de la ilusión del "yo", se apagan<br />
también aquellas emociones que eran madres e hijas, al mismo tiempo, de<br />
esa ilusión (temores, deseos, ansiedades, obsesiones, aprensiones...)y,<br />
apagadas estas llamas, nace en el interior un gran descanso, una gran<br />
serenidad.<br />
Muerto el "yo", nace la libertad.<br />
Serenidad y sabiduría Ahora bien, quien se ha vaciado de sí mismo<br />
es un sabio. Para el vacío de sí mismo no existe el ridículo, el temor nunca<br />
llamará a sus puertas, tampoco la tristeza, no hay sobresaltos para el<br />
desposeído y le tiene sin cuidado lo que los demás piensen o digan sobre su<br />
persona.<br />
El que se vació de sí mismo experimenta la misma sensación de<br />
descanso que cuando desaparece una fiebre alta, porque el "yo" es<br />
precisamente eso: llama, fuego, fiebre, deseo, pasión. Y todo este proceso<br />
de liberación se consigue con el ejercicio constante del vacío mental<br />
(capítulo V); el secreto está en detener la actividad de la mente porque esta<br />
actividad está centrada en el "yo" y lo engendra.<br />
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