EL ARTE DE SER FELIZ Ignacio Larrañaga - OpenDrive
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<strong>Ignacio</strong> <strong>Larrañaga</strong> <strong>EL</strong> <strong>ARTE</strong> <strong>DE</strong> <strong>SER</strong> F<strong>EL</strong>IZ<br />
Porque ganamos en común y perdemos en común. Perdió el dedo pequeño,<br />
perdieron todos los miembros. Sanó el dedo, sanaron todos los miembros.<br />
Asimismo, hay en el Cuerpo de la iglesia una intercomunicación de<br />
ganancias y pérdidas, de gracia y pecado.<br />
Dado este misterio, tú no puedes preguntar: ¿por qué tengo que<br />
sufrir yo las consecuencias de los pecados de un drogadicto o de un<br />
estafador de otro país? ¿Qué tengo que ver con ellos? Sí tengo mucho que<br />
ver porque todos los bautizados del mundo estamos misteriosamente<br />
intercomunicados. Si ganas tú, gana toda la iglesia; si pierdes, pierde toda<br />
la iglesia.<br />
Esta doctrina es una continuación, ampliación y perfeccionamiento<br />
de aquella intuición del profeta Isaías sobre el siervo de Yavhé, figura<br />
cautivadora y doliente, sobre cuyos hombros el Señor cargó todos nuestros<br />
crímenes. Fue herido por los delitos de su pueblo, fue víctima de nuestras<br />
demasías y los desvíos de los hombres causaron su martirio.<br />
En suma, el siervo está sufriendo por los demás, ha ocupado el<br />
lugar de los pecadores y ha asumido el sufrimiento que debería haber<br />
recaído sobre ellos; sus cicatrices nos han curado. El siervo bajó,<br />
silencioso, al abismo de la muerte porque estaba expiando los pecados<br />
ajenos.<br />
Sobre este telón de fondo, la catequesis primitiva interpretó el<br />
acontecimiento del Calvario. Escondida entre los pliegues más arcanos del<br />
corazón humano palpita una vocación de solidaridad, instintiva y<br />
connatural, para con la humanidad doliente y pecadora.<br />
Isaías fue el primero en entrar en esa zona, una de las más<br />
misteriosas del corazón humano, señalando la función sustitutiva y solidaria<br />
del siervo mediante su martirio.<br />
Esta panorámica ofrece al cristiano que sufre destellos de luz,<br />
pistas de orientación, horizontes abiertos y, sobre todo, un sendero luminoso<br />
para su diario vivir. En cierto sentido, podemos decir que el dolor ha sido<br />
vencido o que, al menos, ha perdido su más temible aguijón: el sin sentido<br />
Yo estoy seguro de que hoy día viven entre nosotros innumerables siervos<br />
de Yavhé que están sufriendo por los demás y que colaboran con Cristo en<br />
la Redención del mundo.<br />
Así como la comunidad primitiva no encontró otra explicación al<br />
desastre del Calvario, tampoco nosotros encontramos otra lógica que<br />
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