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Nº 46 - De la Palabra

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de Paz y Comercio, José María Hidalgo.<br />

El documento consigna que el amigo Francisco Anca<strong>la</strong>o se presentó denunciando que en <strong>la</strong> noche<br />

anterior y en el interior de su toldo fue sorprendido el paisano Martín Montenegro, tratando de<br />

robarle prendas personales. Que por esa razón se vio obligado a defenderse, hiriendo y reduciendo<br />

al eventual <strong>la</strong>drón. Para entonces, el Comandante había puesto preso a Montenegro, si bien su<br />

privación de <strong>la</strong> libertad se reducía a una vigi<strong>la</strong>ncia en el hospital en el que estaba convaleciente<br />

y muy seriamente limitado en <strong>la</strong> motricidad por causa de <strong>la</strong>s heridas inferidas por el indio. Junto<br />

con el escrito de iniciación, el militar fortinero acompañó <strong>la</strong>s prendas robadas, ¨cuerpo del delito¨<br />

que detalló como sigue (<strong>la</strong> ortografía es original del documento):<br />

¨Unas espue<strong>la</strong>s grandes de p<strong>la</strong>ta; un puñal con bayna y cavo de p<strong>la</strong>ta; una daga con su bayna;<br />

un poncho inglés; un mandil de algodón y un retazo de lienzo…¨ (6).<br />

<strong>De</strong>notando un contenido ideológico peculiar, ha dicho Néstor Luis Montezanti, a propósito de<br />

este mismo hecho y expediente judicial:<br />

¨Un botín aparentemente inexplicable en poder de un indio, y capaz de justificar una temeridad<br />

como <strong>la</strong> achacada a Montenegro. Es que los indios ´amigos´ eran tales debido a convenios con<br />

el Gobierno provincial, que incluían muchas generosidades por parte de éste. Las prendas dan<br />

una idea del poder de Anca<strong>la</strong>o…¨ (7).<br />

Por lo que no so<strong>la</strong>mente resultará discriminatoria <strong>la</strong> escasa justicia administrada por el Juez de<br />

Paz y Comisario, sino que ciento sesenta años después uno de los comentaristas del acontecimiento<br />

dudará primero de <strong>la</strong> víctima y sólo en segundo lugar del victimario. Pareciera que el<br />

poder que el propio gobierno, y en forma inmediata el comandante de <strong>la</strong> fortaleza asignaran a<br />

Francisco Anca<strong>la</strong>o no es legítimo o carece de merecimientos. También se deja entrever en <strong>la</strong><br />

opinión de Montezanti que este aborigen mapuche de <strong>la</strong> parcialidad vorogana había obtenido<br />

esas prendas ¨preciosas¨ como un regalo inmerecido, o que nada había hecho para ganárse<strong>la</strong>s,<br />

o que su derecho sobre <strong>la</strong>s mismas era limitado por no haber<strong>la</strong>s adquirido en tráfico comercial,<br />

ni con sus dineros.<br />

¡F<strong>la</strong>cos precios pagaba el gobierno rosista por estas vidas aborígenes! ¡Si los regalos perseguían<br />

<strong>la</strong> mansedumbre frente a <strong>la</strong> muerte, cuando se armaban <strong>la</strong>s columnas con <strong>la</strong>s indiadas de Anca<strong>la</strong>o,<br />

de Antenao y de Linares a <strong>la</strong> cabeza! ¡Si era razonable para un cristiano de 1848 considerar<br />

inferior al indio, destinándolo a <strong>la</strong> ¨natural¨ masacre, tratándolo como ¨carne de cañón¨! ¡Pero<br />

pensar en esa misma dirección en 2005, Dr. Montezanti…! ¡Esto continúa resultando inadmisible,<br />

por su inmoralidad, por ser brutal y primitivo, propio de procedimientos nazis para <strong>la</strong><br />

depuración étnica! (8).<br />

La injusticia. La violencia ejercida sobre los bienes y <strong>la</strong> familia de Francisco Anca<strong>la</strong>o. Su discriminación,<br />

considerándoselo inferior. Y además, proviniendo todo esto de cristianos que han<br />

invadido su toldo. Como si fuera necesario comenzar otra vez, seguir agachándose y asintiendo<br />

a todo lo que les cayera de los milicos, a costa de dolor y sufrimiento. ¡Vaya infortunio! ¡Enorme<br />

es el daño que experimentan Anca<strong>la</strong>o y los suyos!<br />

Es <strong>la</strong> furia del indio amigo que, contrariado, ha respondido con ferocidad <strong>la</strong> agresión del sarraceno<br />

Montenegro. A tal punto que el <strong>la</strong>drón salvó su vida de mi<strong>la</strong>gro. ¿Tanta fue <strong>la</strong> saña del<br />

bandido? ¿Tanta <strong>la</strong> del pa<strong>la</strong>dín carolingio redivivo? ¡Y fíjese, si no…!<br />

¨El detalle de <strong>la</strong>s heridas que padece Martín Montenegro es espeluznante y pone de manifiesto<br />

<strong>la</strong> ´decisión´ con que Anca<strong>la</strong>o reprimió el atentado…¨ continúa diciendo intencionadamente<br />

Montezanti (9). Porque el informe del médico Sixto Laspiur, que ¨salva¨ de los grillos a Mon-<br />

Revista La Avispa <strong>Nº</strong><strong>46</strong> 2

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