12.05.2013 Views

Relato de un naufrago.pdf

Relato de un naufrago.pdf

Relato de un naufrago.pdf

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

Los reconocí al instante. Eduardo Castillo, el almacenista, se agarraba fuertemente al cuello<br />

<strong>de</strong> Julio Amador Caraballo. Este, que estaba <strong>de</strong> guardia efectiva cuando ocurrió el<br />

acci<strong>de</strong>nte, tenía puesto el salvavidas. Gritaba: "Agarrase duro, Castillo". Flotaban entre la<br />

mercancía dispersa, como a diez metros <strong>de</strong> distancia.<br />

Del otro lado estaba Luis Rengifo. Pocos minutos antes lo había visto en el <strong>de</strong>structor,<br />

tratando <strong>de</strong> sobresalir con los auriculares levantados en la mano <strong>de</strong>recha. Con su serenidad<br />

habitual, con esa confianza <strong>de</strong> buen marinero con que <strong>de</strong>cía que antes que él se marearía el<br />

mar, se había quitado la camisa para nadar mejor, pero había perdido el salvavidas. A<strong>un</strong>que<br />

no lo hubiera visto, lo habría reconocido por su grito:<br />

-Gordo, rema para este lado.<br />

Rápidamente agarré los remos y traté <strong>de</strong> acercarme a ellos. Julio Amador, con Eduardo<br />

Castillo fuertemente colgado <strong>de</strong>l cuello, se aproximaba a la balsa. Mucho más allá, pequeño<br />

y <strong>de</strong>solado, vi al cuarto <strong>de</strong> mis compañeros: Ramón Herrera, que me hacía señas con la<br />

mano, agarrado a <strong>un</strong>a caja.<br />

¡Sólo tres metros!<br />

Si hubiera tenido que <strong>de</strong>cidirlo, no habría sabido por cuál <strong>de</strong> mis compañeros empezar.<br />

Pero cuando vi a Ramón Herrera, el <strong>de</strong> la bronca en Mobile, el alegre muchacho <strong>de</strong> Arjona<br />

que pocos minutos antes estaba conmigo en la popa, empecé a remar con <strong>de</strong>sesperación.<br />

Pero la balsa tenía casi 2 metros <strong>de</strong> largo. Era muy pesada en aquel mar encabritado y yo<br />

tenía que remar contra la brisa. Creo que no logré hacerla avanzar <strong>un</strong> metro. Desesperado,<br />

miré otra vez alre<strong>de</strong>dor y ya Ramón Herrera había <strong>de</strong>saparecido <strong>de</strong> la superficie. Sólo Luis<br />

Rengifo nadaba con seguridad hasta la balsa. Yo estaba seguro <strong>de</strong> que la alcanzaría. Lo<br />

había oído roncar como <strong>un</strong> trombón, <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> mi tarima, y estaba convencido <strong>de</strong> que su<br />

serenidad era más fuerte que el mar.<br />

En cambio, Julio Amador luchaba con Eduardo Castillo para que no se soltara <strong>de</strong> su cuello.<br />

Estaban a menos <strong>de</strong> tres metros.<br />

Pensé que si se acercaban <strong>un</strong> poco más podría ten<strong>de</strong>rles <strong>un</strong> remo para que se agarrasen.<br />

Pero en ese instante <strong>un</strong>a ola gigantesca suspendió la balsa en el aire y vi, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la cresta<br />

enorme, el mástil <strong>de</strong>l <strong>de</strong>structor, que se alejaba. Cuando volví a <strong>de</strong>scen<strong>de</strong>r, Julio Amador<br />

había <strong>de</strong>saparecido, con Eduardo Castillo agarrado al cuello. Solo, a dos metros <strong>de</strong><br />

distancia, Luis Rengifo seguía nadando serenamente hacia la balsa.<br />

No sé por qué hice esa cosa absurda: sabiendo que no podía avanzar, metí el remo en el<br />

agua, como tratando <strong>de</strong> evitar que la balsa se moviera, como tratando <strong>de</strong> clavarla en su<br />

sitio. Luis Rengifo, fatigado, se <strong>de</strong>tuvo <strong>un</strong> instante, levantó la mano como cuando sostenía<br />

en ella los auriculares, y me gritó otra vez:<br />

-¡Rema para acá, gordo!<br />

La brisa venía en la misma dirección. Le grité que no podía remar contra la brisa, que<br />

hiciera <strong>un</strong> último esfuerzo, pero tuve la sensación <strong>de</strong> que no me oyó. Las cajas <strong>de</strong><br />

mercancías habían <strong>de</strong>saparecido y la balsa bailaba <strong>de</strong> <strong>un</strong> lado a otro, batida por las olas. En<br />

<strong>un</strong> instante estuve a más <strong>de</strong> cinco metros <strong>de</strong> Luis Rengífo, y lo perdí <strong>de</strong> vista. Pero apareció<br />

por otro lado, todavía sin <strong>de</strong>sesperarse, h<strong>un</strong>diéndose contra las olas para evitar que lo

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!