You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
IX<br />
Comienza a cambiar el color <strong>de</strong>l agua<br />
Con el remo roto, <strong>de</strong>sesperado por la furia, seguí golpeando el agua. Tenía necesidad <strong>de</strong><br />
vengarme <strong>de</strong> los tiburones que me habían arrebatado <strong>de</strong> las manos el único alimento <strong>de</strong> que<br />
disponía. Iban a ser las cinco <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong> <strong>de</strong> mi séptimo día en el mar. Dentro <strong>de</strong> <strong>un</strong><br />
momento vendrían los tiburones en masa. Yo me sentía fuerte con los dos pedazos que<br />
logré comer, y la ira ocasionada por la pérdida <strong>de</strong>l resto <strong>de</strong> pescado me daba <strong>un</strong> extraño<br />
ánimo para luchar. Había dos remos más en la balsa. Pensé cambiar por otro el remo<br />
partido por el mordisco <strong>de</strong>l tiburón para seguir batallando con las fieras. Pero el instinto <strong>de</strong><br />
conservación fue más fuerte que el furor: pensé que podría per<strong>de</strong>r los otros remos y no<br />
sabía en qué momento podía necesitarlos.<br />
El anochecer fue igual al <strong>de</strong> todos los días. Pero la noche fue más oscura. El mar estaba<br />
borrascoso. Amenazaba lluvia. Pensando en que <strong>de</strong> <strong>un</strong> momento a otro podría disponer <strong>de</strong><br />
agua potable me quité los- zapatos y la camisa, para tener don<strong>de</strong> recogerla. Era lo que en<br />
tierra firme se llama "<strong>un</strong>a noche <strong>de</strong> perros". En el mar <strong>de</strong>be llamarse "<strong>un</strong>a noche <strong>de</strong><br />
tiburones".<br />
Antes <strong>de</strong> las nueve empezó a soplar el viento helado. Traté <strong>de</strong> resistir en el fondo <strong>de</strong> la<br />
balsa, pero no fue posible. El frío me penetraba hasta el fondo <strong>de</strong> los huesos. Tuve que<br />
ponerme la camisa y los zapatos, y resignarme a la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que la lluvia me tomarla por<br />
sorpresa y no tendría en qué recoger el agua.<br />
El oleaje era más fuerte que en la tar<strong>de</strong> <strong>de</strong>l 28 <strong>de</strong> febrero, día <strong>de</strong>l acci<strong>de</strong>nte. La balsa parecía<br />
<strong>un</strong>a cáscara en el mar picado y sucio.<br />
No podía dormir. Me había h<strong>un</strong>dido en el agua hasta el cuello, porque el aire estaba cada.<br />
vez más helado. Temblaba. Hubo <strong>un</strong> momento en que pensé que no podría resistir el frío y<br />
empecé a hacer ejercicios gimnásticos, para tratar <strong>de</strong> entrar en calor. Pero era imposible.<br />
Me sentía muy débil. Debía agarrarme fuertemente a la borda para evitar que el fuerte<br />
oleaje me arrojara al agua. Tenia la cabeza apoyada en el remo <strong>de</strong>strozado por el tiburón.<br />
Los otros estaban en el fondo <strong>de</strong> la balsa.<br />
Antes <strong>de</strong> la media noche arreció el vendaval, el cielo se puso <strong>de</strong>nso y <strong>de</strong> <strong>un</strong> color gris<br />
prof<strong>un</strong>do, y el aire húmedo, pero no había caído ni <strong>un</strong>a sola gota. Pocos minutos <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />
las doce <strong>de</strong> la noche <strong>un</strong>a ola enorme -tan gran<strong>de</strong> como la que barrió la cubierta <strong>de</strong>l<br />
<strong>de</strong>structor- levantó la balsa como <strong>un</strong>a cáscara <strong>de</strong> plátano, la en<strong>de</strong>rezó primero hacia arriba,<br />
y en <strong>un</strong>a fracción <strong>de</strong> seg<strong>un</strong>do la hizo dar <strong>un</strong>a vuelta <strong>de</strong> campana.<br />
Me di cuenta <strong>de</strong> todo cuando estaba en el agua, nadando hacía arriba, como en la tar<strong>de</strong> <strong>de</strong>l<br />
acci<strong>de</strong>nte. Nadé <strong>de</strong>sesperadamente, salí a la superficie y me sentí morir <strong>de</strong> terror: no vi la<br />
balsa. Vi las enormes olas negras sobre mi cabeza y me acordé <strong>de</strong> Luis Rengifo. <strong>un</strong> hombre<br />
fuerte, <strong>un</strong> buen nadador bien alimentado que no pudo alcanzar la balsa a dos metros <strong>de</strong>