Formato PDF - Casa de la Danza

los diferentes grados se basaban en la
capacidad de aprendizaje de cada bailarín.
Yo correspondía al perfil de aprendizaje
de gente mucho más mayor que yo,
entonces, estaba con el grupo. Me vi obligado
a aprender al mismo ritmo que ellos.
'Carlitos' se hizo muy conocido en la escuela
porque era como un señor mayor en
cuerpo pequeñito. Tenía dos caras: a la
hora de exigir, me exigían lo mismo que a
los demás, pese a tener 2-3-4 años menos
que los demás; en algunos momentos, si
existía algún protegido frente a alguna
situación, automáticamente era el niño
pequeño, es decir, 'Carlitos'. No solamente,
he sido el protegido por el maestro, sino
también de los compañeros. Recuerdo a
gente como Igor [Yebra] mirando por mí, o
Tamara [Rojo]. Muchas veces, me fastidiaba
muchísimo que me tratasen como un
niño pequeño, porque yo trataba de integrarme
en el grupo".
"De la gente que ha salido de Víctor, creo
que, además de buenos bailarines, y me
atrevo a decirlo, sobre todo, creo que
somos supervivientes y eso bien lo sabe
mucha gente, pero también se ve en el
escenario. Creo que a cada uno de nosotros
va a hacernos llegar más lejos.
Tenemos mucho que contar y que hacer
sobre un escenario", añade el bailarín
madrileño. Sin embargo, su tono se vuelve
más entrañable, cuando recuerda su debut
con la Compañía de Víctor Ullate (1995-
2000). "Me vi alcanzando un sueño.
Recuerdo que el primer espectáculo que
hice con la compañía era el "Amor brujo" y
me acuerdo que antes había salido Ángel
[Corella] de la Compañía y entré yo. Otros
que se fueron antes que yo dejaron el listón
muy alto. Recuerdo estar compartiendo
escenario con Antonio Márquez. Me llegó
todo de golpe. Recuerdo un año tener más
de 160 espectáculos. Era un ritmo frenético.
Todos cuando hemos subido al escenario
con Víctor éramos unos niños. Muchas
veces, cuando voy a algunos teatros de gira
intento sentir el olor de los teatros. Cada
teatro nuevo lo huelo e intento asociar el
olor, buscar algo que me recuerde a mi primer
espectáculo en el Teatro Principal de
Valencia". En esa época, concretamente en
1998, Carlos Pinillos obtuvo el galardón
del Internacional de Danza de Viena, una
experiencia de la que no guarda un grato
recuerdo. "Cuando hice en concurso, no
sabía bien qué iba buscando. En el fondo,
buscaba medirme con lo que había fuera.
Me medí con cuatrocientos veintitantos participantes
para ver qué es lo que hay, qué
es lo que tienes, dónde vas, qué es lo que
vas a hacer. Yo era muy joven y estaba
siguiendo un ritmo de trabajo muy frenético.
Enfoqué esta idea del concurso como
una forma de comprobar lo que había en el
panorama internacional de la danza y
conocer un poco tu sitio. Me ayudó a situarme,
a ver qué tipo de bailarín era. Por eso,
a veces, tenemos que recurrir a factores
externos como los que puedan ser un concurso,
que recuerdo como algo muy desagradable.
Es de las cosas más desagradables
que un bailarín puede hacer. Para mí,
es lo más parecido a una feria de ganado,
pero con bailarines".
TRIUNFAR EN PORTUGAL Y BAILAR CON
ALINA COJOCARU
Buscándose a sí mismo, a la salida de la
Compañía de Víctor Ullate, rechazó el contrato
con el English National Ballet y recaló
en la capital portuguesa. "Cuando yo estaba
con Víctor, de una forma u otra, era
consciente de que me veía dentro del círculo
de la danza, donde todo se movía,
donde todos se conocían, donde todos
sabían qué hacía el otro. Estaba encima de
ese tren. Simplemente, decía bajarme, salir
de todo aquello y encontrarme a mí mismo.
Tuve una necesidad de crecer a nivel humano.
Sentía que a nivel profesional había
crecido mucho, pero necesitaba crecer a
nivel humano. Sentía tal descompensación
entre el artista y la persona que no conseguía
convivir con aquello. Salí y me pareció
que la compañía de Portugal me ofrecía un
buen repertorio y un sitio donde yo no iba
a encontrar lo que si me hubiesen preguntado
unos años antes hubiese pensado.
Años antes, hubiese dicho que quería ir al
ABT, al Royal Ballet o al San Francisco
ENTREVISTA
Ballet. Cuando salgo de allí, creo que la
opción para mí, para la persona, no para el
bailarín, es venir aquí, porque, a fin de
cuentas, quiero que la persona salga al
escenario a hacer arte. No quiero ser bailarín
las 24 horas al día. Y aquí encontré eso".
Con la Companhia Nacional de Bailado
de Portugal, ha vivido muchas noches de
éxito. El encuentro con Alina Cojocaru,
Principal del Royal Ballet, ha supuesto un
momento de plenitud en su carrera profesional.
En dos actuaciones (4 y 8 de Enero),
el Teatro Camoes de Lisboa disfrutó de
Cojocaru en el doble rol Odette/Odile y de
Pinillos como el apuesto príncipe Siegfried.
"Ha sido un estado de plenitud brutal, porque
soy una persona muy sensible.
Sensibilidad combinada con vueltecitas y
saltitos. Hace tres años, tuve la suerte de
compartir escenario con una bailarina brasileña,
Daniela Severian. Lo que se consiguió
representar en los escenarios, cuando
bailábamos juntos, era indescriptible.
Daniela Severian se va y he pasado todo
este tiempo, muy feliz bailando solo, hasta
Alina Cojocaru. Creo que entendemos de
una forma muy parecida lo que tenemos
que contar en el escenario y no hemos tenido
que hablar tanto. Ha sido todo muy
espontáneo. No tener que pensar ni que
premeditar, simplemente, dejar fluir, ha
dado lugar a esta sensación de plenitud.
Ha sido un placer cómo una bailarina de la
categoría de Alina ha entrado en sintonía
conmigo, hasta el punto de que se tiene
que olvidar de que es Alina Cojocaru, una
estrella. Ha sido una de las experiencias
más bonitas que he tenido encima del escenario.
Gente así encuentras muy poca.
Gente a la que le mires a los ojos y no esté
pensando en el 'en dehors' hay un 2%, la
experiencia me lo demuestra. Soy tan tonto
y cuando bailo con una persona que está
pensando en el 'en dehors' del pie, me pillo
una depresión delante de 1.000 personas,
que tengo que tapar eso no sé cómo,… con
piruetas. Adoro que la gente nos vea a ella
o a mí, o a quien esté bailando, no vea ni
el pie…que nos vea a nosotros y eso con
Alina ha sido muy fácil. El talento de Alina
sea precisamente eso. Es la persona. Son
las personas las que bailan en el escenario,
no los bailarines y los artistas. Los bailarines
y los artistas son lo que el público ve,
pero los que bailan son las personas", concluye
Carlos Pinillos, Bailarín Principal de la
Companhia Nacional de Bailado de
Portugal, quien, presumiblemente, volverá
a compartir las mieles del éxito con Alina
Cojocaru, el próximo 11 de Febrero. Esta
vez, será en casa, en Madrid, donde ejercerá
de anfitrión de la formación lusa.
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