Formato PDF - Casa de la Danza

Giselle © Icare
PORTADA
de Baile de la Ópera de Paris. "El
momento más importante de mi carrera
fue el hecho de entrar en la Ópera, no
mi nombramiento como 'Bailarín
Estrella' en 1997. El título de 'Bailarín
Estrella' es la garantía de que vas a
poder bailar todos los papeles, pero no
cambian mucho las cosas. El momento
más impresionante fue cuando me dieron
los resultados de esa audición.
Viniendo de Cartagena, nunca lo imaginé.
En Cannes, hacíamos clases de historia
de la danza; nos hablan de
Diaghilev que había estado en la
Ópera de Paris; era como entrar a formar
parte de la historia de la danza.
Nureyev era el presidente del Jurado
que me eligió para entrar. Ahí me di
cuenta de hasta dónde había llegado.
Creo que fue el momento más intenso
de mi carrera". Dentro del Palais
Garnier, depositario de la tradición
balletística de siglos, nunca se ha sentido
prisionero, por eso, nunca se ha
planteado cambiar de compañía, de la
que destaca especialmente la limpieza
como virtud. "Creo que la cualidad
principal de la Escuela es la limpieza.
Siempre se trata y se quiere que cada
movimiento esté muy bien hecho. Y no
cuenta tanto la cantidad de piruetas
sino la calidad. Entonces el sistema de
8 DEE
trabajo es siempre que todo esté muy
bien. No hay ningún efecto así para
hacer un efecto. Que bailar sea muy
suave, sin esfuerzo. Ahora hay una evolución
muy importante de la compañía
en cuanto a obras contemporáneas y a
coreógrafos que vienen. Ahora, en los
últimos 10-12 años, la compañía ha
cambiado mucho, porque antes era
exclusivamente clásica. La diversidad
de coreógrafos y de repertorio hace
que la compañía sea tan rica. Por ejemplo,
Pina Bausch es la primera vez que
ha dado una coreografía a una compañía
que no fuera la suya. La "Giselle" de
Mats Ek, que ahora es ya casi una pieza
clásica, la primera vez que la dio a una
compañía fue a la Ópera. Lo que enriquece
también a la compañía también
es la antigüedad. En Francia, se respeta
todo, y cuando hay algo no se destruye
para crear algo nuevo. El hecho
de respetar la tradición y que la
Academia de Música tenga tantos años
-300 y pico- hace que, con el tiempo,
vaya evolucionando. Siempre se va
aumentando el repertorio y, de vez
cuando, se repone. Hay una función de
tradición, como una especie de museo
de la danza, que, a lo mejor, no hay en
otros países. En otros países, se hacen
funciones para gustar al público, para
llenar, aquí se llena la sala sola, salvo
cuando hacemos alguna obra contemporánea,
sino el teatro está siempre
lleno. No se tienen que preocupar por
llenar el teatro, a veces, no se hace ni
publicidad de los espectáculos, como se
sabe que la cosa está llena, se puede
trabajar verdaderamente según concepto
artístico".
Pese a ser un bailarín clásico en el
amplio sentido del término, la Ópera
de Paris también le ha dado la oportunidad
de explorar su parte más "gamberra".
"Al mismo tiempo es una suerte
y dificultad, mi cuerpo en cuanto a físico
y posibilidades está hecho para bailar
todos los roles clásicos, los papeles
de príncipe, pero mi temperamento no
es así. Muchas veces, bailando clásicos,
tengo que bailar unos pocos y cambiar,
no es que me aburra, pero tengo ganas
de contar más cosas que bailando "La
Bella Durmiente". Me gusta mucho más,
meterme en roles de composición, en
papeles en los que no soy yo como se
me puede ver por la calle, todos los
días. Lo he pasado muy bien bailando
"Iván, el terrible", que es un papel que
físicamente no me corresponde para
nada. Al principio, cuando la directora
quiso que lo hiciera, Grigorovich me vio
en un ensayo de "Paquita", un papel
totalmente clásico, y luego me dijo: 'lo
siento mucho, pero creo que no va a
poder ser con estas piernecillas y ahí
tan romántico'. La directora insistió. Fui
a la gala de los Premios Benois de la
Danse y la directora pensó que tenía
que verme bailar algo que no fuera clásico.
Entonces hice un fragmento de "El
sombrero de tres picos" con coreografía
de Massine. Entonces, me vio allí y así
sí hice "Iván, el terrible". Al principio, en
los ensayos, me decía que era demasiado
ligero, demasiado aéreo, para esa
coreografía. Fui componiendo un personaje
y lo que me gusta es transformarme
y poder componer otro que no
soy. También bailé el "Nosferatu" de
Jean-Claude Gallotta, que es una coreografía
contemporánea, con una peluca
de pelo largo, y es un vampiro.
Meterme en ese personaje, me lo pasé
bomba. O haciendo de madrastra en
"Cenicienta" con puntas, también me lo
paso muy bien. Es decir, que me gusta
meterme en personajes que no me
corresponden, poder ser otra cosa en
escena".