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Testimonios para la Iglesia Tomo 2 - Iglesia Adventista Agape

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Pág. 10<br />

de pertenecer a ninguna iglesia. Pero mientras los dirigentes de <strong>la</strong> iglesia asumían <strong>la</strong> actitud que descubrimos<br />

en algunos, y les daban poco o ningún ánimo, era casi imposible que ellos se levantaran con <strong>la</strong><br />

fortaleza de Dios <strong>para</strong> obrar mejor. Al comenzar a trabajar por <strong>la</strong> iglesia, y a enseñarles que debían trabajar<br />

por los que estaban fal<strong>la</strong>ndo, mucho de lo que yo había visto con respecto a <strong>la</strong> obra en ese lugar se<br />

abrió ante mí, y escribí varios testimonios definidos no sólo <strong>para</strong> los que habían fal<strong>la</strong>do grandemente y<br />

estaban fuera de <strong>la</strong> iglesia, sino <strong>para</strong> los miembros de <strong>la</strong> iglesia que habían errado tanto al no salir a<br />

buscar a <strong>la</strong> oveja perdida. Y nunca me sentí más desilusionada que al verificar de qué manera se recibieron<br />

esos testimonios. Cuando fueron reprendidos los que habían fal<strong>la</strong>do muchísimo, mediante testimonios<br />

bien definidos leídos en público en presencia de ellos, los recibieron, y confesaron con lágrimas<br />

sus faltas. Pero algunos miembros de <strong>la</strong> iglesia, que pretendían ser grandes amigos de <strong>la</strong> causa y de los<br />

<strong>Testimonios</strong>, apenas podían creer que fuera posible que hubieran estado tan equivocados como los testimonios<br />

lo establecían. Cuando se les dijo que eran egoístas, preocupados sólo de sí mismos y de sus<br />

familias; que no se habían preocupado de los demás, habían sido (20) exclusivistas y habían permitido<br />

que algunas almas preciosas perecieran; que estaban en peligro de ser sobreprotectores y justos en su<br />

propia opinión, cayeron en un estado de gran agitación, y se sintieron sometidos a prueba.<br />

Pero esta experiencia era exactamente lo que necesitaban <strong>para</strong> aprender a ser tolerantes con los que pasaban<br />

por un estado simi<strong>la</strong>r. Hay muchos que se sienten seguros de que no serán probados por los <strong>Testimonios</strong>,<br />

y siguen en esa condición hasta que son sometidos a prueba. Les parece raro que alguien manifieste<br />

dudas. Son intolerantes con los que lo hacen, y hieren y azotan, <strong>para</strong> manifestar su celo por los<br />

<strong>Testimonios</strong>, con lo que demuestran que tienen más justicia propia que humildad. Pero cuando el Señor<br />

los reprende por sus errores, descubren que son más débiles que el agua. Cuando eso ocurre, apenas<br />

pueden resistir <strong>la</strong> prueba. Estas cosas deberían enseñarles humildad, ternura, y un amor inextinguible<br />

por los que están en el error.<br />

Me parece que el Señor está extendiendo a los que han fal<strong>la</strong>do, a los débiles y temblorosos, y hasta a<br />

los que han apostatado de <strong>la</strong> verdad, una invitación especial a incorporarse plenamente al rebaño. Pero<br />

sólo pocos en <strong>la</strong> iglesia creen lo mismo. Y menos aún están dispuestos a ponerse en condiciones de<br />

ayudarles. Hay muchos más que se interponen en el camino que deben recorrer esas pobres almas. Muchísimos<br />

asumen una actitud de estrictez. Requieren de los que están en error que cump<strong>la</strong>n tales y tales<br />

condiciones antes de extenderles una mano ayudadora. De ese modo los mantienen fuera del alcance de<br />

su brazo. No han aprendido que tienen el deber especial de salir a buscar esas ovejas perdidas. No deben<br />

esperar que el<strong>la</strong>s vengan adonde ellos están. Leamos <strong>la</strong> conmovedora parábo<strong>la</strong> de <strong>la</strong> oveja perdida:<br />

"Se acercaban a Jesús todos los publicanos y pecadores <strong>para</strong> oírle, y los fariseos y los escribas murmuraban,<br />

diciendo: Este a los pecadores recibe, y con ellos come. Entonces él les refirió esta parábo<strong>la</strong>, diciendo:<br />

¿Qué hombre de vosotros, teniendo cien ovejas, si pierde una de el<strong>la</strong>s, no deja <strong>la</strong>s noventa y<br />

nueve en el desierto, y va tras <strong>la</strong> que se perdió, hasta encontrar<strong>la</strong>? Y cuando <strong>la</strong> encuentra, <strong>la</strong> pone sobre<br />

sus hombros gozoso: y al llegar a casa, reúne a sus amigos<br />

y vecinos, diciéndoles: Gozaos conmigo, porque he encontrado V» mi oveja que se había perdido. Os<br />

digo que así habrá más gozo en (21) el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve<br />

justos que no necesitan de arrepentimiento" (Luc. 15:1-7).<br />

Los fariseos murmuraban porque Jesús recibía a los publicanos y los pecadores comunes, y comía con<br />

ellos. En su justicia propia despreciaban a esos pobres pecadores que alegremente escuchaban <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras<br />

de Jesús. El Señor dio <strong>la</strong> parábo<strong>la</strong> de <strong>la</strong> oveja perdida <strong>para</strong> reprender <strong>la</strong> actitud de los escribas y fariseos,<br />

y con el fin de dar una lección impresionante <strong>para</strong> todos. Notemos, en particu<strong>la</strong>r, los siguientes<br />

puntos:<br />

Se deja a <strong>la</strong>s noventa y nueve, y se inicia una búsqueda diligente de <strong>la</strong> única que se había perdido. Se<br />

hace un esfuerzo total en favor de <strong>la</strong> oveja desafortunada. Del mismo modo los esfuerzos de <strong>la</strong> iglesia<br />

deberían dirigirse hacia los que se están apartando del redil de Cristo. Y si se han alejado mucho, no<br />

hay que esperar a que regresen antes de tratar de ayudarles, sino que hay que ir en busca de ellos.

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