Testimonios para la Iglesia Tomo 2 - Iglesia Adventista Agape
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Pág. 24<br />
más mínima rebaja en el precio de sus productos cuando tratan con un hermano pobre, en circunstancias<br />
que sí lo harían con un mundano acomodado. No aman a su prójimo (48) como a sí mismos. Agradaría<br />
más a Dios si hubiera menos egoísmo y más generosidad desinteresada.<br />
Puesto que <strong>la</strong> Hna. F ha visto manifestarse un espíritu egoísta entre los hermanos en los tratos comerciales,<br />
ha cometido un pecado mayor al reaccionar y al hab<strong>la</strong>r del asunto en <strong>la</strong> forma como lo ha hecho.<br />
Se ha equivocado al esperar demasiado. Su lengua ha sido verdaderamente un miembro ingobernable,<br />
un mundo de iniquidad, encendido por el infierno, indomado e indomable. La Hna. F ha manifestado<br />
un espíritu de represalia, evidente por su conducta al sentirse ofendida. Todo eso está mal. Ha albergado<br />
sentimientos de amargura, totalmente ajenos al espíritu de Cristo. La ira, el resentimiento y toda c<strong>la</strong>se<br />
de actitudes poco amables encuentran expresión al hab<strong>la</strong>r en contra de aquellos con quienes estamos<br />
disgustados, y al recitar <strong>la</strong> lista de errores, fal<strong>la</strong>s y pecados de los vecinos. De ese modo se satisfacen<br />
los deseos concupiscentes.<br />
Hna. F: si usted se siente herida porque sus amigos o vecinos están obrando mal en perjuicio propio, si<br />
son sorprendidos en falta, siga <strong>la</strong> reg<strong>la</strong> bíblica: "Repréndele estando tú y él solos" (Mat. 18:15). Y al<br />
hab<strong>la</strong>r con el que usted supone que está en error, procure hacerlo con humildad; porque <strong>la</strong> ira del hombre<br />
no da como resultado <strong>la</strong> justicia de Dios. La única manera de restaurar a los que han cometido errores<br />
es por medio de un espíritu de humildad, bondad y tierno amor. Sea cuidadosa con sus modales.<br />
Evite todo lo que en <strong>la</strong> apariencia y en el gesto, en <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra o el tono de voz, cause <strong>la</strong> impresión de<br />
orgullo o suficiencia propia. Evite toda pa<strong>la</strong>bra o mirada que podría exaltar<strong>la</strong>, o establecer un contraste<br />
entre su bondad y justicia y <strong>la</strong>s fal<strong>la</strong>s de ellos. Aléjese lo más que pueda del desdén, el insulto o el desprecio.<br />
Evite cuidadosamente toda apariencia de enojo; y aunque su lenguaje sea c<strong>la</strong>ro, que no haya en<br />
él ni reproches, ni acusaciones injuriosas, ni señal de ira, sino más bien de sincero amor. Sobre todo,<br />
que no haya ni sombra de odio ni ma<strong>la</strong> voluntad, ni amargura en <strong>la</strong> expresión. Nada fuera de <strong>la</strong> bondad<br />
y <strong>la</strong> amabilidad pueden fluir de un corazón lleno de amor. Sin embargo, ninguno de esos preciosos frutos<br />
puede impedirle hab<strong>la</strong>r en <strong>la</strong> forma más seria y solemne, como si los ángeles <strong>la</strong> estuvieran escuchando,<br />
y usted estuviera actuando con re<strong>la</strong>ción al (49) juicio venidero. Recuerde que el éxito de <strong>la</strong> reprensión<br />
depende en gran medida del espíritu con que se <strong>la</strong> da. No descuide <strong>la</strong> oración ferviente <strong>para</strong><br />
que pueda poseer una mente humilde, y los ángeles de Dios puedan ir de<strong>la</strong>nte de usted <strong>para</strong> obrar en los<br />
corazones que usted está tratando de alcanzar, con el fin de suavizarlos mediante impresiones celestiales,<br />
de modo que sus esfuerzos puedan dar resultados. Si algún bien se hace, no se adjudique el crédito.<br />
Sólo Dios debe ser exaltado. Sólo Dios lo ha hecho todo.<br />
Usted ha defendido su actitud de hab<strong>la</strong>r mal de su hermano o hermana o vecino de<strong>la</strong>nte de los demás<br />
antes de ir a hab<strong>la</strong>r con ellos, y de dar los pasos que Dios ha seña<strong>la</strong>do definidamente que se deben dar.<br />
Ha dicho: “¡Pero! ¡Si yo no hablé con nadie hasta que me sentía tan agobiada que no lo pude impedir!"<br />
¿Qué <strong>la</strong> agobiaba? ¿No era acaso del c<strong>la</strong>ro descuido de su propio deber, de un "Así dice Jehová"? Usted<br />
cometió un pecado porque no fue a hab<strong>la</strong>r con el ofensor <strong>para</strong> venti<strong>la</strong>r su falta entre usted y él solos. Si<br />
no lo hizo, si desobedeció a Dios, ¿cómo no se habría de sentir abrumada, a menos que su corazón se<br />
hubiera endurecido, puesto que estaba pisoteando el mandamiento de Dios y en su corazón estaba aborreciendo<br />
a su hermano o vecino? ¿Y de qué modo trató de librarse de esa carga? ¡Dios <strong>la</strong> reprende por<br />
su pecado de olvido, al no hab<strong>la</strong>r con su hermano acerca de su falta, y usted se disculpa y se consue<strong>la</strong><br />
con un pecado de misión, es a saber, hab<strong>la</strong>r de <strong>la</strong>s faltas de su hermano con otra persona! ¿Es ésta <strong>la</strong><br />
forma adecuada de obtener tranquilidad, cometiendo un pecado?<br />
Todos sus esfuerzos por salvar a los que están equivocados pueden resultar infructuosos. Pueden pagarle<br />
mal por bien. Tal vez se enojen en vez de convencerse. ¿Qué pasará si escuchan sin resultados, y<br />
prosiguen <strong>la</strong> ma<strong>la</strong> conducta que comenzaron? Esto va a suceder con frecuencia. A veces <strong>la</strong> reprensión<br />
más suave y tierna no produce buenos resultados. En ese caso <strong>la</strong> bendición que usted deseaba que otro<br />
recibiera al comportarse justamente, al dejar de hacer el mal y al aprender a hacer el bien, volverá a su<br />
propio pecho. Si el que está en error persiste en el pecado, trátelo bondadosamente, y déjelo con su Pa-