Testimonios para la Iglesia Tomo 2 - Iglesia Adventista Agape
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Pág. 34<br />
esfuerzo alguno <strong>para</strong> ayudar a fortalecer a los que lo necesitan. No todos estamos hechos de <strong>la</strong> misma<br />
manera, y muchos no han sido educados correctamente. Su educación ha sido deficiente. Algunos han<br />
recibido como herencia un carácter iracundo, y <strong>la</strong> educación que recibieron en <strong>la</strong> infancia no les enseñó<br />
a tener dominio propio. A menudo los celos y <strong>la</strong> envidia se hal<strong>la</strong>n unidos a <strong>la</strong> iracundia. Otros fal<strong>la</strong>n en<br />
otros sentidos. Algunos son deshonestos en sus transacciones comerciales. Otros gobiernan sus familias<br />
arbitrariamente: les gusta dominar. Sus vidas están lejos de ser correctas. Su educación ha sido totalmente<br />
equivocada. No se les dijo que era pecado someterse a esos rasgos depravados; por lo tanto, el<br />
pecado no les parece tan pecaminoso. Otros, cuya educación no ha sido tan defectuosa, que han tenido<br />
una pre<strong>para</strong>ción mejor, han desarrol<strong>la</strong>do un carácter mucho menos objetable. La vida cristiana de todos<br />
está muy afectada, <strong>para</strong> bien o <strong>para</strong> mal, por su educación anterior.<br />
Jesús, nuestro abogado, está al tanto de todas <strong>la</strong>s circunstancias (69) que nos rodean, y trata con nosotros<br />
de acuerdo con <strong>la</strong> luz que hemos recibido y <strong>la</strong> situación en medio de <strong>la</strong> cual nos encontramos.<br />
Otros están en condiciones mucho mejores. Mientras algunos están continuamente acosados, afligidos<br />
y en dificultades por causa de algunos desgraciados rasgos de carácter, y tienen que luchar con enemigos<br />
internos y <strong>la</strong> corrupción de su propia naturaleza, otros no tienen ni <strong>la</strong> mitad de los conflictos que<br />
tienen que enfrentar aquéllos. Viven casi libres de <strong>la</strong>s dificultades que tienen que encarar sus hermanos<br />
y hermanas que no han sido tan favorecidos. En muchísimos casos no tienen que hacer ni siquiera <strong>la</strong><br />
mitad del esfuerzo que hacen algunos de los infortunados que acabo de mencionar, <strong>para</strong> vencer, y vivir<br />
<strong>la</strong> vida cristiana. Aparentemente éstos están en desventaja casi todo el tiempo, mientras los otros parece<br />
que se comportan mucho mejor, porque les resulta natural hacerlo. Es posible que no hagan <strong>la</strong> mitad<br />
del esfuerzo que hacen los otros <strong>para</strong> estar atentos y someter su cuerpo, y al mismo tiempo com<strong>para</strong>n<br />
sus vidas con <strong>la</strong>s de los que están mal constituidos y han recibido una educación deficiente, y se sienten<br />
satisfechos con el contraste. Hab<strong>la</strong>n de <strong>la</strong>s fal<strong>la</strong>s, los errores y <strong>la</strong>s equivocaciones de los infortunados,<br />
pero no se dan cuenta de que ellos no tienen otro problema fuera del de referirse a esos errores y despreciar<br />
a los que son culpables de ellos.<br />
Los cargos importantes que ustedes como familia ocupan en <strong>la</strong> iglesia, les imponen <strong>la</strong> necesidad de ser<br />
portadores de cargas. No se trata de que tengan que llevar <strong>la</strong>s cargas de los que son capaces de llevar<strong>la</strong>s<br />
por sí mismos, y aún de ayudara otros, sino que debieran ayudar a los más necesitados, a los menos favorecidos,<br />
a los que se equivocan y fal<strong>la</strong>n, y que tal vez los hayan herido y hayan probado su paciencia<br />
hasta lo sumo. De ésos se compadece Jesús especialmente, porque Satanás ejerce un poder mayor sobre<br />
esas almas, aprovechándose constantemente de sus puntos débiles, y arrojando sus flechas <strong>para</strong> herirlos<br />
donde menos protegidos están. Jesús ejerció su poder y su misericordia precisamente en esos casos <strong>la</strong>mentables.<br />
Cuando preguntó quién podía amar más, Simón contestó: "Aquel a quien perdonó más"<br />
(Luc. 7:43). Así tiene que ser. Jesús no pasó por alto al débil, al infortunado, al desam<strong>para</strong>do, sino que<br />
ayudó a los que necesitaban ayuda. No limitó sus visitas y <strong>la</strong>bores a los más inteligentes y menos<br />
defectuosos, (70) en detrimento de los infortunados. No preguntó si le iba a resultar agradable <strong>la</strong><br />
compañía de los más pobres, de los más necesitados. La compañía que buscó fue ésta: <strong>la</strong>s ovejas<br />
perdidas de <strong>la</strong> casa de Israel.<br />
Esta es <strong>la</strong> obra que ustedes han descuidado. Han evitado asumir algunas responsabilidades desagradables,<br />
y no han ido a visitar al que está en el error, ni han manifestado interés y amor por él, ni se han esforzado<br />
por conocerlo. No han tenido un espíritu perdonador, como el de Cristo. Se han trazado esta<br />
conducta: todos los demás deben venir a donde están ustedes, antes de que ustedes arrojen sobre ellos<br />
el manto de su caridad. No se les pide que condenen el pecado, sino que ejerzan el mismo amor misericordioso<br />
por los que están en el error, que Cristo ejerció hacia ustedes.<br />
Se los puso en medio de <strong>la</strong>s circunstancias más favorables <strong>para</strong> que pudieran desarrol<strong>la</strong>r un buen carácter<br />
cristiano. No padecen de necesidades acuciantes, ni tienen el alma amargada ni perturbada por <strong>la</strong><br />
conducta de hijos desobedientes y rebeldes. Entre ustedes no hay una voz disonante. Tienen todo lo que<br />
el corazón puede desear. Pero a pesar de <strong>la</strong>s circunstancias favorables que los rodean, tienen fal<strong>la</strong>s y