Testimonios para la Iglesia Tomo 2 - Iglesia Adventista Agape
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Pág. 40<br />
nue cubierta del engaño, teniendo en vista a los que usted espera con ansias que crean que usted es justo,<br />
en circunstancias que ni sus motivos ni sus acciones tienen el contenido que usted espera se les atribuyan.<br />
Ponga fin a toda contienda, y trate de ser pacificador. Ame, no (81) de pa<strong>la</strong>bra, sino en hechos y en<br />
verdad. Sus obras deberían estar en condiciones de soportar <strong>la</strong> inspección del juicio. ¿No obrará lealmente<br />
con su propia alma? No se engañe a sí mismo. ¡Oh, recuerde que Dios no puede ser bur<strong>la</strong>do! Los<br />
que posean <strong>la</strong> vida eterna harán todo lo posible <strong>para</strong> poner sus respectivas casas en orden. Deben comenzar<br />
en sus propios corazones, y proseguir <strong>la</strong> obra hasta lograr victorias, verdaderas victorias. El yo<br />
debe morir, y Cristo debe vivir en usted, y ser en usted una fuente de agua que salte <strong>para</strong> vida eterna.<br />
Dispone ahora de preciosas horas de prueba que se le conceden <strong>para</strong> que forme un carácter recto aun a<br />
su avanzada edad. Se le ha concedido cierto período <strong>para</strong> que redima el tiempo. No puede, con sus propias<br />
fuerzas, poner a un <strong>la</strong>do sus errores y equivocaciones; han estado desarrollándose en usted por<br />
años, porque no los ha visto en toda su repugnancia, y no se ha decidido a ponerlos resueltamente a un<br />
<strong>la</strong>do con <strong>la</strong> fortaleza de Dios. Con fe viviente debe aferrarse de un brazo que es poderoso <strong>para</strong> salvar.<br />
Humille de<strong>la</strong>nte de Dios su corazón pobre, orgulloso y justo según su propia opinión. Humíllese mucho,<br />
muchísimo; quebrántese al reconocer su pecaminosidad, y acuda a los pies de Jesús. Dedíquese a<br />
<strong>la</strong> tarea de pre<strong>para</strong>rse. No descanse hasta poder decir en verdad: "Mi Redentor vive, y puesto que él vive,<br />
yo también viviré".<br />
Si pierde el Cielo, lo pierde todo. Si obtiene el Cielo, lo logra todo. No se equivoque en esto, se lo ruego.<br />
Hay implícitos intereses eternos. Hágalo todo cabalmente. Quiera el Dios de toda gracia iluminar de<br />
tal manera su entendimiento, que usted pueda distinguir <strong>la</strong>s cosas eternas, <strong>para</strong> que por medio de <strong>la</strong> luz<br />
de <strong>la</strong> verdad sus propios errores, que son muchos, puedan ser descubiertos por usted tales como son, de<br />
manera que pueda llevar a cabo los esfuerzos necesarios <strong>para</strong> eliminarlos, y <strong>para</strong> que en lugar de ese<br />
fruto maligno y amargo pueda producir fruto precioso <strong>para</strong> vida eterna. ¿Qué c<strong>la</strong>se de fruto se encontrará<br />
de aquí en ade<strong>la</strong>nte es este árbol? El fruto que usted produzca determinará si es un buen árbol, o si<br />
en cambio el Señor tendrá que decir a su ángel: "Córta<strong>la</strong>; ¿<strong>para</strong> qué inutiliza también <strong>la</strong> tierra?" (Luc.<br />
13:7). (82)<br />
Una Conciencia Vio<strong>la</strong>da.-<br />
Estimado Hno. N: Me siento obligada por un sentimiento del deber a dirigirle unas pocas líneas. Me<br />
han sido mostradas respecto a su caso algunas cosas que no me atrevo a cal<strong>la</strong>r. Se me señaló que Satanás<br />
se aprovechó de usted porque su esposa no abrazó <strong>la</strong> verdad. Usted trabó amistad con una mujer<br />
corrupta cuyos pasos llevan al infierno. El<strong>la</strong> manifestó gran simpatía hacia usted por <strong>la</strong> oposición de su<br />
esposa. Como <strong>la</strong> serpiente en Edén, hizo fascinantes sus modales. Le convenció de que a usted lo trataban<br />
mal; de que su esposa no apreciaba sus sentimientos ni retribuía sus afectos y de que al casarse con<br />
el<strong>la</strong> había cometido un error. Usted llegó hasta a considerar que los votos matrimoniales de fidelidad<br />
vitalicia que lo unían a su esposa, eran amargas cadenas. Usted buscó simpatía en ese falso ángel que<br />
pronuncia lindas pa<strong>la</strong>bras. Le confió a el<strong>la</strong> lo que únicamente debiera haber confiado a su esposa a<br />
quien se comprometió a amar, honrar y estimar mientras ambos viviesen. Se olvidó de ve<strong>la</strong>r y orar<br />
siempre, no fuera que entrase en tentación. Su alma quedó mancil<strong>la</strong>da por un delito. Usted manchó el<br />
registro que de su vida se lleva en el cielo con una terrible tacha. Sin embargo, una profunda humil<strong>la</strong>ción<br />
y el arrepentimiento de<strong>la</strong>nte de Dios serán aceptables. La sangre de Cristo puede <strong>la</strong>var esos pecados.<br />
Usted ha caído en forma terrible. Satanás lo atrajo a su red, y lo dejó <strong>para</strong> que se desenredase lo mejor<br />
que pudiese. Se ha visto acosado, perplejo y terriblemente tentado. Lo atormenta una conciencia culpable.<br />
Desconfía de sí mismo, y se imagina que todos los demás desconfían de usted. Es celoso de sí<br />
mismo, y se imagina que otros sienten celos de usted. No tiene confianza en sí mismo, y se imagina que<br />
sus hermanos no <strong>la</strong> tienen tampoco. Satanás le presenta a menudo el pasado, y le dice que de nada vale