Onésimo Redondo Caudillo de Castilla - Zona Nacional
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ONÉSIMO REDONDO - CAUDILLO DE CASTILLA<br />
Ultimo capitulo<br />
Supervivencia en <strong>Castilla</strong><br />
Ancha y trágica se extendió la noticia por <strong>Castilla</strong> y llegó hasta las últimas fronteras <strong>de</strong>l<br />
territorio libre <strong>de</strong> la Patria-más escaso entonces que nuestro optimismo-.<br />
Llegó a Valladolid el cadáver <strong>de</strong> <strong>Onésimo</strong> <strong>Redondo</strong>, y en la última presencia <strong>de</strong> aquella<br />
carne batida por todos los riesgos y al fin rendida en el mejor servicio, se congregó un dolor<br />
seco y austero. Nos quedan unas fotografías dramáticas, históricas, en las que se ver los<br />
rostros apretados, sinceros, <strong>de</strong> los viejos camisas, fieramente expresivos, en los que sobre la<br />
angustia <strong>de</strong> la separación-se revela la voluntad <strong>de</strong> una fiel permanencia, la inteligencia <strong>de</strong><br />
una última consigna hecha sangre, <strong>de</strong> una última or<strong>de</strong>n hecha ejemplo.<br />
Por las escuadras a<strong>de</strong>lantadas <strong>de</strong>l Alto <strong>de</strong>l León, por la retaguardia en carne viva, por el<br />
alma <strong>de</strong>l pueblo, atravesó aquel día un llanto duro, exacto, indispensable; un llanto sin<br />
aplanamiento, rigurosamente levantado en afirmaciones <strong>de</strong> lucha.<br />
Y como suce<strong>de</strong> con todos los impares, con todos los héroes, fué entonces cuando-más<br />
agudamente que en los días <strong>de</strong> lucha y <strong>de</strong> esperanza-quedó <strong>de</strong>sentrañada con segura<br />
evi<strong>de</strong>ncia, como la misma luz, su condición exacta <strong>de</strong> <strong>Caudillo</strong>. Porque sólo una prueba tan<br />
difícil como lograr en la muerte hacer conciencia colectiva <strong>de</strong> lo que fué su espíritu, pue<strong>de</strong> dar<br />
estimado, con certeza y justicia, el valor <strong>de</strong> una vida.<br />
Al entrar con la guerra en el juego <strong>de</strong> la más <strong>de</strong>cisiva coyuntura <strong>de</strong> España, vivía la<br />
Falange un momento absolutamente crítico. La breve y apretada minoría <strong>de</strong> los tiempos<br />
difíciles se hizo <strong>de</strong> pronto masa por la ley <strong>de</strong> la audacia, por razón <strong>de</strong> <strong>de</strong>scubrimiento, por unentre<br />
normal y milagroso-fenómeno <strong>de</strong> potencia expansiva.<br />
Y al ensanchar la masa, por estricta correspon<strong>de</strong>ncia con el ensanche <strong>de</strong> la acción y <strong>de</strong><br />
la misión, la Falange-que llenaba <strong>de</strong> himnos, <strong>de</strong> ban<strong>de</strong>ras y <strong>de</strong> sangre, aquel amanecer <strong>de</strong>l<br />
movimiento-pasó a ser, con rotunda seguridad, la razón <strong>de</strong> ser, el futuro <strong>de</strong> la contienda.<br />
Y justamente en aquel tiempo en que se <strong>de</strong>cidían los <strong>de</strong>stinos, la Falange, crecida, se<br />
veía a sí misma <strong>de</strong>scabezada, huérfana, separada por rejas y distancias <strong>de</strong> su jefe, <strong>de</strong> su<br />
verbo, <strong>de</strong>l que aún nos sostiene con la esperanza cierta <strong>de</strong>l regreso.<br />
<strong>Onésimo</strong> <strong>Redondo</strong>, que entregó un día a la unidad <strong>de</strong> la Falange, al mando <strong>de</strong>l ausente,<br />
a las mejores minorías <strong>de</strong> <strong>Castilla</strong>-tensas <strong>de</strong> estilo militar, jugosas <strong>de</strong> savia al<strong>de</strong>ana-,<br />
encabezaba y conducía, en aquellos momentos <strong>de</strong> alta soledad, a todo un pueblo, fanatizado<br />
en las consignas <strong>de</strong> nuestra Falange en las que vivía su voz-levantado en armas y hecho<br />
clave y guión <strong>de</strong> la guerra.<br />
Y erigido en <strong>Castilla</strong>, como puntal seguro, comenzaba ya a congregar esperanzas,<br />
comenzaba a cumplir un <strong>de</strong>stino difícil, <strong>de</strong>stino que nacía <strong>de</strong> toda su vida exaltada y austera,<br />
el <strong>de</strong>stino <strong>de</strong> sostener con estrecha fi<strong>de</strong>lidad el hueco <strong>de</strong> la ausencia, elevando lo provisional<br />
a categoría <strong>de</strong> acción segura y <strong>de</strong> obra fijamente dirigida; marchando sobre un tiempo<br />
arrebatadamente intenso, que no ofrecía treguas.<br />
Era el punto cimero entre las ocasiones <strong>de</strong> una vida; como muy poco, era el momento<br />
exacto <strong>de</strong> ver hecho verdad un anhelo <strong>de</strong> años; probablemente, era el momento <strong>de</strong>cisivo <strong>de</strong><br />
cumplir una misión tremenda, <strong>de</strong>finitivamente generosa.<br />
Y en este camino, y en este punto <strong>de</strong> cercanía a la sazón es cuando <strong>Onésimo</strong> <strong>Redondo</strong><br />
se vió trágicamente abatido en la encrucijada <strong>de</strong> la muerte. En el mejor instante, en el que<br />
una acción larga y recogida <strong>de</strong>sembocaba al ejercicio <strong>de</strong> una misión anchísima. Murió<br />
entonces <strong>Onésimo</strong>, como cumpliendo el sino <strong>de</strong> los héroes-gloriosa y corta vida-ya conocido<br />
<strong>de</strong>s<strong>de</strong> Aquiles.<br />
Y justamente en esa coyuntura es cuando había <strong>de</strong> calibrarse con rigor exacto, su<br />
verda<strong>de</strong>ra condición.<br />
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