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Pdf Nº2 (1) - Ánima Barda

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calma –dijo el joven.<br />

- Si lo hubieras hecho, habría sido Fujio<br />

quien hubiese perdido el combate,<br />

ya que al reírse perdió la concentración<br />

y tú podías haberle atacado entonces<br />

con eficacia. Fujio, dime qué es lo que<br />

has hecho tú mal.<br />

- Menospreciar al enemigo riéndome<br />

de él, sensei –contestó con cara compungida.<br />

- ¡Exactamente! No debéis olvidar<br />

que respetando al enemigo os respetáis<br />

vosotros mismos. No debéis dejar que<br />

os gobiernen las pasiones. Y a ti Aiko,<br />

que te tengo dicho.<br />

- Que no me distraiga en los entrenamientos,<br />

sensei.<br />

- Bien, me alegra ver que todos, por<br />

lo menos, recordáis lo que os digo –dijo<br />

Atsuo con ironía–. Ahora vais a hacer<br />

la forma primera entera, con todos sus<br />

golpes. ¡Vamos! Empezad ya.<br />

Atsuo se levantó ocultando una sonrisa.<br />

Comprobó que los tres se alineaban<br />

y comenzaban la serie de golpes y<br />

desplazamientos que conformaban la<br />

forma primera de kenjutsu. Fue a sentarse<br />

con Matsushiro, que miraba sorprendido<br />

como terminaba la práctica<br />

después de verla desarrollarse desde el<br />

principio.<br />

- Atsuo-san, no pensé que enseñar<br />

fuera tan divertido. Siéntese por favor,<br />

será un privilegio.<br />

- Gracias Matsushiro-san, me sentaré<br />

con gusto. En cuanto a la enseñanza –<br />

se quedó pensando un momento–, reconozco<br />

que sí es divertido, sobre todo<br />

con estos tres jovencitos que no dejan<br />

de sorprenderme cada día un poco más.<br />

En ese momento, se acercó una de<br />

las damas para decirles que la señora<br />

Yoko estaría muy agradecida si ambos<br />

Ramón Plana - EL PERGAMINO DE ISAMU - I<br />

quisieran compartir la comida con ella.<br />

- Dígale a la señora que iremos con<br />

mucho gusto -contestó Atsuo por los<br />

dos.<br />

Se acercaron a la zona protegida del<br />

escaso aire por los lienzos y tomaron<br />

asiento en los pequeños taburetes que<br />

portaban los sirvientes de la señora. Les<br />

sirvieron una tacita de sake templado<br />

y empezaron a charlar sobre lo que encontrarían<br />

al final del viaje. La comida<br />

discurrió con armonía, y la conversación<br />

versó sobre la variopinta y amplia<br />

comunidad que se encontraba en la ciudad<br />

de Edo.<br />

Llevaban un buen rato hablando,<br />

casi finalizando la comida, cuando los<br />

sentidos de Atsuo le avisaron de que<br />

algo no iba bien. Disimulando su alarma,<br />

miró alrededor y se dio cuenta de<br />

que el piar de los pájaros había cesado.<br />

Alertó a Matsushiro con la mirada. En<br />

ese momento notó un siseo y una sombra,<br />

y sin pensarlo ejecutó el golpe de la<br />

golondrina. Una flecha de veinte centímetros<br />

se clavó en el suelo, golpeada en<br />

el aire por la katana de Atsuo, a escasa<br />

distancia de Yoko. Matsushiro saltó cubriendo<br />

a la señora con su cuerpo mientras<br />

desenvainaba su espada y alertaba<br />

a los samuráis.<br />

Hubo un revuelo en el campamento.<br />

Se notó un ligero tumulto en la vegetación<br />

próxima, en la zona noreste del<br />

claro. Cuando los samuráis llegaron<br />

allí encontraron entre los matorrales<br />

un cuerpo oscuro tirado en el suelo. Lo<br />

arrastraron hasta el claro. Matsushiro y<br />

Atsuo se acercaron para ver que era un<br />

hombre de unos veinticinco años, fornido,<br />

totalmente vestido de negro y con<br />

una herida profunda en el cuello. En la<br />

espalda llevaba un ninjato (sable corto<br />

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