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Era una manera de tener ocupados y<br />
contentos a los daimios más ambiciosos.<br />
Ante esta situación, los consejeros del<br />
clan Hirotoshi intentaban equilibrar los<br />
dos grupos: el que permanecería en el<br />
feudo y el grupo que iría a Edo acompañando<br />
a la familia del jefe del clan<br />
y a su servidumbre. En ambos lugares<br />
debía quedar una fuerza suficiente para<br />
atender la seguridad de las familias, así<br />
como una fuerza armada capaz de defender<br />
al feudo de los posibles ataques<br />
por parte de bandidos, ladrones y otros<br />
clanes.<br />
El jefe del clan, Katsuro, llamó a Atsuo<br />
para comunicarle personalmente su<br />
decisión: acompañaría a la familia del<br />
daimio y a su servidumbre a Edo, en calidad<br />
de preceptor de sus hijos, pero sin<br />
descuidar la seguridad de los integrantes<br />
del grupo.<br />
Para que pudiese moverse con libertad<br />
le entregó un escrito firmado por la<br />
máxima autoridad militar de la ciudad,<br />
en donde se le autorizaba a pasear por<br />
cualquier parte bajo el pretexto de dibujar<br />
diversas láminas que ilustrarían un<br />
libro para el Shogun. Este libro versaba<br />
sobre Edo, y en él se narraba el origen<br />
de la ciudad, su territorio, su fauna y<br />
flora, su evolución y su gente. Escrito<br />
por varios eruditos, Katsuro había encargado<br />
su edición manual a un taller<br />
de artesanos hacía tres años, y pretendía<br />
regalárselo al Shogun, ya que éste<br />
era un gran aficionado a la historia y a la<br />
pintura, y además le encantaban las sorpresas.<br />
Katsuro, por recomendación de<br />
sus consejeros, pretendía que todas las<br />
sensaciones del Shogun al oír el nombre<br />
del clan Hirotoshi fueran agradables.<br />
En Atsuo, por tanto, descansaría la<br />
seguridad de los integrantes del grupo<br />
Ramón Plana - EL PERGAMINO DE ISAMU - I<br />
y sus familiares en Edo, ayudado por<br />
una treintena de samuráis del clan, cincuenta<br />
soldados y una veintena de servidores.<br />
El grupo partiría por la mañana,<br />
y Katsuro y su séquito se reunirían<br />
con ellos dos meses después. Takeshi<br />
iría en este segundo grupo, protegiendo<br />
a su señor con el resto de los samuráis,<br />
excepto un retén que se quedaría en el<br />
feudo para no dejarlo desprotegido. Atsuo<br />
se retiró para hacer los preparativos<br />
del viaje y seleccionar al personal necesario.<br />
Su asistente, Fujio, le esperaba en la<br />
puerta de la gran sala. Se trataba de un<br />
joven de quince años que Atsuo tomó<br />
como aprendiz por amistad con su padre,<br />
un antiguo samurái que luchó en la<br />
batalla de Sekigahara con el tío de Atsuo.<br />
El muchacho era espigado y bien<br />
parecido, además de atento y resuelto.<br />
Atsuo se había acostumbrado a dejarle<br />
a Fujio la iniciativa en las tareas domésticas<br />
y el trato con los servidores. Todos<br />
los días disponía de un rato para enseñarle<br />
esgrima, y al final de la jornada<br />
continuaban con la caligrafía y la filosofía,<br />
disciplinas en las que ya destacaba<br />
pese a su juventud.<br />
Antes de dirigirse a las dependencias<br />
comunes para hablar con el encargado<br />
de los servidores y el jefe de los samuráis,<br />
Atsuo le encomendó a Fujio sus tareas.<br />
- Prepárate a salir de viaje, tenemos<br />
que ir a Edo por un tiempo. Empaqueta<br />
nuestras cosas y ocúpate de ensillar<br />
nuestras monturas. También necesitaremos<br />
una caballería para que lleve nuestro<br />
equipaje y lo necesario para seguir<br />
allí con los estudios de Saburo y Aiko.<br />
Habla con los muleros.<br />
Fujio salió corriendo con una sonrisa,<br />
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