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Pdf Nº2 (1) - Ánima Barda

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de las dos casas y el establo. Los samuráis<br />

formaron dos anillos de vigilancia,<br />

el primero en torno a la casa principal, y<br />

el segundo en el pequeño patio interior.<br />

Dos samuráis permanecían en la estancia<br />

contigua a la de Yoko en estado de<br />

máxima alerta.<br />

Esa noche los miembros de la caravana<br />

tomaron una cena fría. Poco a poco<br />

las sombras fueron extendiéndose por<br />

toda la aldea, hasta que la única iluminación<br />

fue la que ofrecían las hogueras,<br />

los faroles y las lámparas de aceite. Fujio<br />

estaba en la casa colocando sus equipajes<br />

y preparando las esteras para pasar<br />

la noche. Atsuo se encontraba comprobando<br />

los distintos puestos de vigilancia,<br />

todo se veía en calma. Se acercó al<br />

establo y comprobó que los animales<br />

estaban tranquilos. A pesar de todo,<br />

algo le alertó. Hizo ademán de salir y se<br />

deslizó a un lugar más lóbrego. Permaneció<br />

totalmente inmóvil y en silencio.<br />

De repente observó una zona más oscura<br />

entre las vigas del techo, la que juraría<br />

que se había movido. Un suave roce<br />

a su izquierda le hizo prepararse para<br />

el ataque, cuando un suave susurro le<br />

frenó.<br />

- No Atsuo-san, por favor, no se inquiete<br />

–dijo una voz desconocida para<br />

él–. Soy Shinzo Kaito y me envía el señor<br />

Hirotoshi Katsuro.<br />

- ¡Vaya! Buen susto me ha dado Kaito,<br />

pero me alegro de oírle. Takeshi me dijo<br />

que me dejaría un mensaje bajo la silla<br />

de montar.<br />

- Y así debía haber sido –dijo Kaito.<br />

- ¿Quién nos ataco este mediodía en<br />

el claro? –preguntó Atsuo.<br />

-Era Taiki del clan Gensai, lo vimos<br />

demasiado tarde –dijo Kaito–. Debía<br />

llevar allí desde ayer. No pudimos<br />

Ramón Plana - EL PERGAMINO DE ISAMU - I<br />

impedirlo pero le costó la vida.<br />

- ¿Quién puede tener interés en matar<br />

a la señora Yoko? –inquirió Atsuo.<br />

- No lo sabemos, estamos investigando<br />

ya en Edo para descubrirlo –respondió<br />

Kaito-. Tendremos que ser muy precavidos.<br />

¡Psss cuidado!<br />

Un samurái se acercó al establo haciendo<br />

la ronda de vigilancia. Ambos<br />

dejaron de hablar hasta que se alejó.<br />

- Kaito, si usted ha llegado hasta aquí<br />

-dijo Atsuo-, nuestra vigilancia no debe<br />

ser muy buena.<br />

Kaito sonrió en la penumbra.<br />

- No crea Atsuo-san, usted no sabe<br />

lo que me ha costado. Pero no se preocupe,<br />

cuatro de mis hombres vigilan la<br />

aldea por orden de Katsuro.<br />

Atsuo le miró a la cara. Estaban a menos<br />

de un metro de distancia y, aunque<br />

era de noche, la luz de los fuegos y las<br />

lamparillas de aceite daban un poco de<br />

claridad en algunas zonas del interior<br />

del establo. Pudo apreciar que, aunque<br />

relajado, Kaito estaba vigilante, su postura<br />

le permitiría desenvainar el ninjato<br />

que llevaba a la espalda a la mínima señal<br />

de peligro. A pesar de todo lo ocurrido<br />

ese día parecía mantener una gran<br />

calma. Una cosa le intrigaba aún a Atsuo.<br />

- Dígame Kaito, ¿por qué ha venido<br />

hasta el establo, si podía dejarme el<br />

mensaje debajo de la silla?<br />

El ninja se volvió hacia él y le miró a<br />

los ojos.<br />

- Verá Atsuo-san, sentía mucha curiosidad<br />

por conocerle a usted. He oído<br />

hablar mucho del golpe de la golondrina,<br />

pero no he conocido a nadie capaz<br />

de aplicar esa técnica –le observó con<br />

admiración–. Usted ha tenido que entrenar<br />

mucho para conseguir esa per-<br />

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