Diversas notas en torno a la época - Universidad Nacional Jorge ...

No había empezado aún a funcionar el gobierno de Bustamante y ya
surgió un clima de alta tensión creada no por el uretismo, dispuesto a
aceptar el veredicto electoral como que su candidato apresuróse a
felicitar a quien lo derrotara en honrosa lid; ni por el pradismo
silencioso después de que el Jefe del Estado en 1939-45 entregó
democráticamente las insignias del mando; ni por la extrema
izquierda colaboradora en este cambio; ni por la extrema derecha
asustada ante el incierto porvenir.
Innecesario parece repetir lo que por aquellos días ocurrió: entre
otras cosas la hostilidad regimentada de las barras al nuevo
Presidente en la sesión del Congreso efectuada el 28 de julio de 1945
durante la cual recibió la insignia del mando; las referencias continuas
de los apristas al "Presidente moral del Perú"; la aprobación el mismo 28
de julio de una amplia ley de amnistía que Bustamante no conoció, en un
insólito gesto consumado antes de que él llegase al Palacio Legislativo;
la formación de las células parlamentarias apristas y la entrega al jefe
de su renuncia en blanco por cada uno de los miembros de ellas; las
interpelaciones sucesivas y de contenido nimio a los Ministros de
Agricultura y de Hacienda al poco tiempo de la llegada de ellos a esos
despachos y las implacables censuras a ambos; y otras expresiones de
prepotencia y de exclusivismo (18).
Después de que cayeron de modo tan injusto Basombrío y Forrero,
recibí la visita de un grupo de Senadores y Diputados que habían
ingresado al Parlamento en listas independientes o uretistas. Entre
ellos estuvieron José Antonio Encinas y Alberto Arca Parró. Me manifestaron
que, junto con otros representantes, estaban dispuestos a aliarse
con los que sobrevivían del Frente Democrático Nacional y organizar un
grupo parlamentario de ancha base que apoyara al gobierno en lo que
fuese justo. No querían recibir consignas del Palacio de Gobierno; pero sí
establecer y mantener con él un entendimiento que ayudase a la obra
del Ejecutivo. Cuando, optimista, presenté esta fórmula en una de las
sesiones del Consejo de Ministros, obtuve de inmediato el rechazo de
Rafael Belaúnde. Para este gran ciudadano nada debía hacerse
entonces que implicara el riesgo de enfurecer o antagonizar al aprismo.
Fue infructuosa mi advertencia de que no se trataba de luchar contra
este partido sino de dar viabilidad a la acción del gobierno. La discusión
resultó larga ante el silencio absoluto de los demás miembros del
gabinete. Por fin, el Presidente Bustamante dijo su palabra. Expresó que
él había llegado al gobierno con la finalidad de romper con las viciadas
costumbres de sus predecesores ansiosos de buscar enlaces con el
Legislativo. Sus atribuciones, expresó, se reducían a administrar los
negocios públicos dentro de los límites de la Constitución. En lo
referente a las Cámaras de Diputados y de Senadores, la tarea de ellas
era legislar. Estaba, pues, de completo acuerdo con Belaúnde.
Recuerdo este episodio para ofrecer un comprobante de la
tremenda injusticia con que Bustamante fue acusado en relación con
una supuesta hostilidad de él al aprismo, o sea de una prematura
ingratitud a quienes, en parte (aunque no en forma absoluta ni tal vez
mayoritaria) habían sido sus electores y hasta de una tendencia a la
intriga que, por lo demás, hállase en absoluto contraste con la
sicología de un hombre de tanta probidad.
(18) Sobre esto, consúltese el libro de Bustamante y en especial las págs. 30 a 69.