Diversas notas en torno a la época - Universidad Nacional Jorge ...

Aunque en el Ministerio de Trabajo, con frecuencia, se manejaron los litigios
sindicales a favor de los comunistas para contraba lancear a la clientela
aprista en el movimiento obrero, la persecución contra el partido de Haya de la
Torre no fue intensa. El Jefe Máximo siguió en la clandestinidad "Técnicamente
está asilado en el Palacio de Gobierno", afirmó indignado José de la Riva-
Agüero.
III Las vísperas de las elecciones de 1945, La prerandidatura
Benavides y la candidatura Ureta. El distanciamiento entre Prado
y Benavides. Businnianle, presunto candidato oficial.
Para el proceso electoral de 1945 rigió la misma sospechosa ley bajo la cual
funcionó el de 1939. Al comienzo se creyó que sería la lucha entre dos
militares. De un lado, fue público y notorio que el Mariscal Osear R. Benavides
y quienes de una manera u otra colaboraron con él en la etapa 1933-39
planteaban una fórmula reeleccionista. Pero en la derecha misma, enemigos
resueltos de este personaje —entre ellos el diario El Comercio y dirigentes de la
Unión Revolucionaria como Manuel Mujica Gallo— estaban resueltos a combatir.
Su actitud fue la de apoyar la candidatura del general Eloy G. Ureta, jefe de
las tropas victoriosas en la campaña del Norte contra el Ecuador en 1941.
Así el Mariscal resultaba enfrentándose a una nueva figura militar.
Ya inmediatamente después de las jornadas bélicas antedichas, habíase
evidenciado la esperanza aprista de convertir a Ureta en un caudillo que, sin
duda exitosamente, hubiese podido derrotar a Prado. Nada de eso ocurrió. Ureta
pasó a desempeñar la Inspección General del Ejército, en esa época el más alto
mando castrense.
Al volver Benavides de Buenos Aires en noviembre de 1944, recibió el
entusiasta homenaje multitudinario de sus amigos y partidarios, mientras en la
plazuela de La Merced se congregó ruidosamente un grupo de sus implacables
enemigos. Según narra Carlos Moreyra y Paz Soldán a base de una confidencia de
Manuel Prado, el Mariscal demandó el apoyo de éste a su candidatura. Repuso
don Manuel que al respecto no existía un compro miso previo y que la
exigencia antedicha equivalía a que ambos "juntos y tomados de la mano se
lanzaran al abismo" (3).
Poco después, en una nueva y menos tempestuosa entrevista, se declaró
Benavides dispuesto a abandonar sus pretensiones gubernativas con tal que
lo mismo hiciera Ureta, a cuyo lado veía a gente muy hostil a él. Prado obtuvo
esta decisión, que luego resultó transitoria. Insinuó, en seguida, el Mariscal
que el candidato fuese José Luis Bustamante y Rivero, entonces embajador
en La Paz.
Esta figura apareció en la escena política peruana con el
pronunciamiento militar que contra la dictadura de Leguía encabezó el
comandante Luis M. Sánchez Cerro. El ilustre jurista arequipeño ha tenido
la gentileza de conversar conmigo acerca de los antecedentes de aquella
sublevación efectuada el 22 de agosto de 1930 en la "ciudad caudillo". Dice
que fue muy buen amigo de don Manuel A. Vinelli, político que había formado
parte de un Ministerio en el segundo gobierno de José Pardo y cuya firma
aparece en el decreto sobre la jornada de ocho horas de trabajo para los
obreros. Junto con Gustavo de la Jara y Guillermo Lira, formaron un
pequeño núcleo civil que estuvo en relación con Sánchez Cerro en los
preliminares de la conspiración. Cree el doctor Bustamante que Lira la
ayudó económicamente e incluye en esta lista de patrocinadores locales al
agente de cambios Humberto Navarro. No considera inverosímil que Vinelli