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Pdf Nº8 (0) - Ánima Barda

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28<br />

Un ruido entre las hojas hace que levante<br />

mi vista del libro. Será algún animalito. Me<br />

sumerjo de nuevo en las páginas. Lo cierto<br />

es que cada vez me cuesta más ver las letras<br />

aunque la luz de la cocina esté encendida,<br />

pero está tan emocionante.<br />

Jijijiji.<br />

Dejo el libro en la tumbona y me pongo de<br />

pie. El maizal se agita como si alguien estuviera<br />

jugando al escondite y buscara refugio<br />

en sus grandes hojas. Me acerco. Lejos de la<br />

luz apenas distingo nada, mis ojos se acostumbran<br />

a la oscuridad pero aún así es inútil,<br />

no se puede ver nada. La quietud me pone los<br />

pelos de punta. Me convenzo de que ha sido<br />

un animalito y me vuelvo a sentar. Aunque<br />

no cojo el libro. Miro suspicaz los límites del<br />

bosque y del campo. Estoy en tensión, pero el<br />

profundo silencio hace que mi corazón vuelva<br />

a su ritmo normal, me recuesto y miro las<br />

estrellas. Total ya no me voy a concentrar<br />

en leer. Hay tantas… Intento distinguir las<br />

constelaciones.<br />

Jijijiji.<br />

Me incorporo y un escalofrío recorre mi<br />

espalda. Camino hacia donde empiezan los<br />

árboles, el jardín no está cercado con vallas,<br />

es el bosque y el maizal los que demarcan<br />

el comienzo y el fin. El viento mueve las ramas,<br />

pero al margen de eso no se mueve nada<br />

más. Me adentro sigilosamente, no hay nada,<br />

ni un murmullo. Me vuelvo. Será mejor que<br />

me vaya a dormir. Conforme enfilo el camino<br />

hacia casa, algo está fuera de lugar. Mi corazón<br />

va a mil por hora. El nerviosismo me está<br />

atrapando. Pero, ¿por qué están las luces de<br />

la casa apagadas?<br />

—¡Abuela! —grito.<br />

Nadie contesta. Se me agarrotan los músculos<br />

mientras corro y subo las escaleras del<br />

porche.<br />

—¡Abuela! —vuelvo a gritar.<br />

Giro el picaporte pero está cerrada. ¡Cerrada!<br />

¿Qué está pasando? Aporreo la puerta sin<br />

dejar de llamarla nadie me contesta. Miro<br />

ansiosa a mi alrededor. Junto al columpio de<br />

la ventana hay un enano de jardín. Me extra-<br />

CRIS MIGUEL<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

ño al verlo. Mi abuela tiene varios pero todos<br />

en la parte delantera para dar la bienvenida.<br />

Lo cojo para dejarlo en su sitio. Tiene una<br />

pala y una maceta y sonríe. ¿Por qué no me<br />

contesta la abuela? Puede que le haya pasado<br />

algo. Las posibilidades más funestas se me<br />

agolpan en la cabeza, cada una peor. Con el<br />

enano en la mano, bajo las escaleras para<br />

rodear la casa.<br />

—Jijijiji. —De nuevo esa risa maligna.<br />

Del susto dejo caer al enano, que ha cambiado<br />

sus rasgos entrañables por una mirada<br />

sombría. El shock me impide moverme. Sin<br />

poder esquivarlo siento un profundo dolor en<br />

la pierna, me tiro al suelo y me la cojo con las<br />

manos. Sangre. Joder. El enano ha desaparecido.<br />

Intento taparme la herida, es muy profunda.<br />

Las lágrimas corren por mis mejillas.<br />

Jijiji.<br />

Lo oigo antes de verle lanzarse a por mí. El<br />

dolor es insoportable. Y lo último que veo son<br />

esos ojos diabólicos esculpidos en cerámica.<br />

Cris Miguel<br />

@Cris_MiCa

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